Identificador
50135_01_014n
Tipo
Formato
Fecha
Cobertura
42º 17' 49.81'' , -1º 14' 40.87''
Idioma
Autor
Jorge Arruga Sahún
Colaboradores
Sin información
Edificio Procedencia (Fuente)
País
España
Edificio (Relación)
Localidad
Layana
Municipio
Layana
Provincia
Zaragoza
Comunidad
Aragón
País
España
Claves
Descripción
Layana todavía conserva su primitivo templo parroquial, levantado bajo la advocación de Santo Tomás de Canterbury en la zona alta del casco urbano y perfectamente visible desde las llanuras adyacentes. De hecho, fue esta posición como primitivo enclave defensivo la que determinó el primer trazado urbano y es el enorme torreón, originalmente parte de un castillo de mayor tamaño, junto a la iglesia, el hito visual que domina la plaza. Precisamente, a partir de ésta, y con el templo a modo de cerramiento en la zona alta, la población fue ampliándose con el correr del tiempo. El monumento no permaneció ajeno a los avatares de la historia y, al igual que a finales de la Edad Media se amplió el trazado urbano, perteneciendo al siglo XVI la práctica totalidad de la Calle Mayor, así también sufrió la iglesia una pequeña reforma que supuso dos modificaciones sustanciales. En primer lugar, la elevación de la zona del coro, emplazado a los pies del templo, y en segundo, la construcción de una sacristía de planta rectangular emplazada junto a la cabecera, cubierta por medio de una bóveda de crucería. La iglesia no fue renovada ni interior ni exteriormente hasta bien avanzado el siglo XX cuando, en el año 1968, se recrecieron parcialmente los muros y se levantó además un pequeño pórtico en el lado septentrional como elemento protector de la original portada románica, la cual quedó, de este modo, oculta desde el exterior. En conjunto supuso más una variación de la volumetría, entendida en un sentido amplio, que un cambio sustancial respecto de la edificación primigenia, si bien es cierto que en el interior la transformación implicó una alteración de la definición espacial, modificando la zona de los pies y otorgándole un aspecto de cuerpo más reducido. La restauración o intervención de este momento se plasma, además, en las diferencias de juntas entre sillares, así como el cambio de material con el cual están tomados entre sí, siendo en numerosos casos directamente cemento. La iglesia románica está conformada por una planta rectangular rematada por medio de una cabecera absidal de forma semicircular a la que originalmente abrían tres estrechas ventanas de medio punto, de las cuales la central permanece oculta por el retablo. El templo posee solamente una nave dividida en cuatro tramos diferenciados por medio de arcos fajones y cubierta a base de una bóveda de cañón apuntado. Las dimensiones totales de la nave son 16,5 m de longitud y 7,7 m de anchura, mientras que la portada original tiene 2,07 m de anchura frente a los 1,65 m de la portada de nueva construcción de 1968. Al exterior cuenta con una serie de refuerzos en forma de contrafuertes de planta cuadrada adosados al lateral meridional, llegando a ser cinco, que continúan en la zona absidal. En cuanto al aparejo empleado en el levantamiento de la iglesia, se pueden distinguir, al menos, tres fases diferenciadas. La original presenta un trabajo de sillares de mayor tamaño, en torno a los 33-35 cm de altura de hiladas, en las que además se marcan claramente las herramientas de los canteros con un resultado que al exterior da una apariencia casi de labra abujardada por lo rugoso de su textura. Asimismo, presenta marcas similares a las de la iglesia de Santa María de Asín, en forma de v horizontal. En cuanto a las reformas posteriores, oscilan entre la modificación del siglo xvi, en la cual se reduce el tamaño en longitud de los bloques, dando como resultado sillares casi cúbicos en algunas zonas de la sacristía, y la intervención del siglo xx, en la que se buscó una similitud formal con respecto a la fábrica original, si bien la tonalidad de la roca es mucho más clara y la factura exterior más trabajada y pulida frente a las estrías de los sillares primigenios. En la zona de los pies aparece un doble cambio de aparejo. La resolución formal en altura con una triple espadaña presenta sillares diferentes de los originales, de menor tamaño y coloración distinta, así como una entrada a pie de calle realizada a base de un arco de medio punto con una levísima herradura, el cual está tapiado con una combinación de piedra sillar arenisca muy desgastada en su tercio inferior y a base de cemento en el resto del vano. Sin duda es la cabecera semicircular el punto más sobresaliente del entramado exterior, tanto por el cuidado en el trabajo de los sillares como por la presencia de elementos decorativos. En primer lugar cabe resaltar los dos estrechos vanos de medio punto abocinados al interior, con decoración en el arco, consistente en una orla de bolas de enmarque. Se ubican en la semicircunferencia, quedando tapiado en la actualidad precisamente aquél que se encuentra en el eje de la iglesia. Aparece una tercera apertura, correspondiente a la iluminación de la sacristía, también con la forma de arco de medio punto, si bien en este caso es de mayor tamaño y cuenta con restos de decoración como una doble moldura acañonada y leves rehundidos en el extradós a modo de enmarcación que, no obstante, se hallan bastante deteriorados. La zona del remate es la que mejor ha soportado el paso del tiempo y en ella son perfectamente visibles los canecillos que sustentan una moldura corrida, los cuales están individualizados, apareciendo decoraciones geométricas, en forma de aspa y friso de rombos e incluso por medio de un rollo cilíndrico engarzado con restos de decoración en los laterales. Esta sucesión de canetes continúa en toda la extensión del lienzo septentrional, si bien sin modificaciones sustanciales de la forma geométrica original. En cuanto a marcas o inscripciones de algún tipo, solamente cabe destacar la presencia de algunas cruces en el tramo de confluencia del ábside primigenio con el muro recto de la sacristía, entre la primera y la quinta hiladas, refiriéndose éstas previsiblemente a enterramientos o a marcas de sepulturas. La decoración interior es también escasa, apareciendo el muro desnudo y con la piedra vista a excepción de dos elementos diferenciadores: los capiteles y una franja de ajedrezado compuesto a base de tres hileras de billetes en la zona del ábside, toscamente rehecho a base de cemento en alguno de sus tramos. Los capiteles constituyen uno de los elementos más cuidados del trabajo de los artistas románicos en el templo, individualizados y con labras poco complejas, consistentes en motivos vegetales esquematizados, casi a modo de reinterpretación de hojas de acanto, unidos con detalles antropomorfos, palmetas y flores inscritas en el interior de lazos. Este último motivo, precisamente, se repite también en las molduras superiores, punto de arranque de los arcos fajones que configuran los tramos de la iglesia. La portada de acceso original, muy sencilla, cuenta con tímpano decorado mediante tres circunferencias talladas en la piedra. La central es la de mayor tamaño y posee un fino resalte, quedando inscrito en su interior un estilizado crismón de brazos curvos, completado con la presencia del las letras griegas alfa y omega, así como una cruz. Sobre el crismón se alza una Dextera Domini, que también aparece asociada al crismón en otros templos de Cinco Villas. En las otras, de escaso relieve, se reconocen los habituales motivos cósmicos de enmarque de crismón: una representa un sol en forma estrellada de veintiuna puntas, destacada sobre el fondo rehundido, mientras que en la tercera se reconoce un creciente volteado, símbolo de la luna. En las ménsulas igualmente vemos ornamentación muy sencilla de carácter geométrico. Las dimensiones del edificio y la distribución de vanos de la cabecera son propias de época tardorrománica, por lo que el grueso de la iglesia se erigió a partir de la segunda mitad siglo XII. La propia dedicación del templo, a Santo Tomás cantuariense, aboga por una realización necesariamente posterior a 1170, año del asesinato del titular. La ampliación que tuvo lugar en el templo a mediados del siglo XVI alteró notablemente tanto en el interior como al exterior la morfología original.