Identificador
09339_01_006
Tipo
Formato
Fecha
Cobertura
Sin información
Idioma
Autor
José Luis Alonso Ortega,Pedro Luis Huerta Huerta
Colaboradores
Sin información
Edificio Procedencia (Fuente)
País
España
Edificio (Relación)
Localidad
Villamayor de los Montes
Municipio
Villamayor de los Montes
Provincia
Burgos
Comunidad
Castilla y León
País
España
Descripción
POR PAGOS DE VALZALAMIO tuvo propiedades Momadona, madre del conde Fernán González, que donó a los monjes de San Pedro de Cardeña en 935. Pero el cenobio de Villamayor (entonces Villamayor de Campo de Muñó) parece heredero del monasterio particular de San Vicente, documentado desde el siglo XI y que pudo acoger una comunidad rural de clérigos seculares (hacia 1062 se había efectuado el traslado de las reliquias de San Vicente, Santa Sabina y Santa Cristeta hasta San Pedro de Arlanza). En 1139 recibía donaciones del noble Pedro Fernández. En 1203 su abad, don Rodrigo González, recibía diferentes bienes adquiridos por Garci Fernández y su esposa Teresa Muñoz en Villaldemiro. Villamayor de los Montes fue ocupado por una comunidad femenina en 1227, un año más tarde, tras recibir autorización del obispo Mauricio, era afiliado a Las Huelgas de Burgos y quedaba advocado a San Vicente y Santa María (como tantos cenobios bernardos). La propiedad había sido adquirida por García Fernández de Villamayor -mayordomo mayor de doña Leonor, doña Berenguela, Fernando III y ayo del infante Alfonso, futuro Alfonso X- y su segunda mujer doña Mayor Arias en 1223, figurando como abadesa su hermana doña Marina, profesa en Las Huelgas (en 1222 había sido fundado el de Vileña que la reina doña Urraca había puesto bajo la dependencia de Las Huelgas). El mismo fundador dotó al monasterio con numerosas propiedades en Villamayor, Lerma, Burgos, Presencio, Báscones del Agua, Torrepadierne, Valzalamio, Zael, Quintanilla del Agua, Peral de Arlanza, Pampliega, Valtierra de Pisuerga, Polanco (ca. Santillana del Mar), Villela (Valderredible) o Villaescusa de Ebro. En 1617 a instancias del duque de Lerma don Francisco Gómez de Sandoval y alegando el mal estado de la casa de Villamayor, la comunidad se trasladó hasta el monasterio de San Vicente de Lerma, edificio que no llegó a construirse, lo que en 1627 motivó el regreso de las monjas hasta la vieja casa de Villamayor, donde siguieron entregadas a la vida monacal -exceptuando el paréntesis de la francesada- hasta la desamortización. Accedemos hasta la localidad desde la N-I, de la que dista 3,5 km por la carretera vecinal 1013. El monasterio está instalado sobre una motilla en la zona más baja del pueblo, a unos 200 metros de las construcciones alzadas sobre la calle de las bodegas y rodeado de una cerca pautada por pilares de planta circular coronados por pináculos cónicos. El templo -aunque sencillo- sigue de cerca el modelo de Las Huelgas: nave única con crucero de tres tramos separados por arcos apuntados y doblados y cubierto por cielo raso. La capilla central va precedida de un tramo recto, ábside poligonal central cubierto con bóveda arriñonada de ocho nervios y ligadura longitudinal hacia el tramo recto (cubierto con crucería octopartita) al estilo de la catedral burgalesa y capillas laterales cuadrangulares cubiertas con simples crucerías. Un modelo de cabecera que recuerda al utilizado en el monasterio palentino de San Andrés de Arroyo. El hemiciclo absidal se ilumina mediante tres ventanales apuntados baquetonados y rasgados provistos de óculos lobulados. Por el exterior se refuerza mediante media docena de esbeltos contrafuertes prismáticos coronados por gárgolas zoomórficas y alero precedido de elegante cornisa de crochets, prolongada hacia la nave y adaptada también en las capillas laterales y en el hastial occidental. Los tres vanos de la cabecera quedan enmarcados por chambranas apuntadas ornadas por crochets -también en las cestas- que apoyan sobre mensulillas ornadas con máscaras antropomórficas y motivos zoomorfos. La mayor parte de los capiteles del interior presenta motivos de crochets aunque aparecen algunas cestas con elementos figurados (cuadrúpedos y seres fantásticos inhabituales en las casas cistercienses) y una clave con el Agnus Dei (capilla del evangelio). En el muro de cierre del testero meridional del crucero se aprecian dos arcosolios apuntados parcialmente ocultos por otro cenotafio del siglo XVI donde fueron a parar algunos restos pertenecientes a los familiares del linaje de los fundadores. En el brazo septentrional del crucero se abre la puerta de difuntas, desde donde se faculta el actual acceso hasta el templo. Tiene fina chambrana y tres arquivoltas apuntadas con baquetones y escocias que apoyan sobre columnas acodilladas de basas áticas rematadas por afiligranadas impostas y capiteles de hojas lobuladas muy similares a los de Las Huelgas. Sobre la puerta de difuntas surgen cinco erosionadas ménsulas-capitel de crochets donde presumiblemente apoyaba un pórtico lanzado hacia fuera, donde están instaladas cinco columnas exentas que arrancan de un alto podium y que sin embargo fueron talladas durante la agresiva restauración de la década de 1960. La nave se cubre con moderna bóveda de aristas y una techumbre de madera superior alzada en 1575, tras sufrir un incendio que destruyó la primitiva, hacia la misma data se cegaron además los ventanales laterales. La puerta de monjas -con doble arquivolta apuntada- se abre en el último tramo meridional y la de conversas en el primero, junto a un husillo octogonal que asciende hasta las cubiertas (hacia el ámbito claustral meridional aparece un escudo de la abadesa Mencía Sarmiento que data del siglo XVI). Sobre el hastial occidental, perforado por un ventanal apuntado de deterioradas arquivoltas baquetonadas y arquivoltas de listel (conserva un capitel original y su correspondiente semicolumna acodillada), se alza una doble espadaña con vano de medio punto para las campanas, remates a piñón y sendas cruces patadas. Estamos ante un templo monacal que debió iniciar su fábrica hacia el segundo cuarto del siglo XIII (tradicionalmente se ha señalado la fecha de 1223 como la del inicio de las obras). Para Cardero Losada la cabecera de Villamayor debía estar ya avanzada hacia 1241, el mismo año que el fundador García Fernández de Villamayor redactaba testamento ordenando la compra de una heredad capaz de rentar lo suficiente como para “tener vn clérigo que cante missa ante el altar de Sancta Maria por la mi ánima”, siendo definitivamente rematada junto al transepto hacia 1286. Hacia el costado septentrional de la iglesia monacal se añadieron en el siglo XVI, a juzgar por tres grandes arcos de medio punto que descansan sobre columnas fasciculadas, dos naves que hace las veces de parroquia de los Santos Vicente, Sabina y Cristeta. El acceso se realiza desde una portada de medio punto abierta en el hastial occidental, sobre la misma se abre un óculo y queda coronada por piñón triangular. En la cabecera de la parroquia se ha conservado una excelente pila bautismal que data de inicios del siglo XIII (de 124 cm de diámetro x 125 de altura). La copa hemisférica, de interior gallonado, está decorada con una moldurilla taqueada bajo la que se disponen arquillos ciegos de medio punto en correspondencia con cestas vegetales y geométricas que apoyan sobre basas áticas, las enjutas presentan máscaras antropomórficas, un ave, discos y motivos arborescentes. La pila apoya sobre un grueso fuste y una peana a modo de basa, con toro, doble escocia y moldurilla taqueada en un sector. Bajo uno de los arquillos ciegos fue tallada una cruz patada. El claustro es obra de tradición románica aunque debió construirse hacia las décadas de 1220-1230. Las cuatro pandas -interrumpidas por un sepulcro en el ángulo nororiental y un modesto pozo en el lado meridional- se alzan al mediodía del templo y presentan arcadas de medio punto aboceladas flanqueadas por escocias que apoyan sobre columnas pareadas, cinco en los ángulos con la columna central bastante más gruesa (en el patio de acceso hasta el convento se montaron tres mesas con piedras molineras que apoyan sobre fustes románicos procedentes del claustro), coronadas por capiteles vegetales que traslucen el naturalismo gótico de conjuntos como Las Huelgas, más evidente si cabe en la puerta que comunica con la iglesia. Los capiteles están ornados con motivos exclusivamente vegetales (crochets, acantos y hojas lobuladas) y rematan en cimacios lisos. Las basas, que arrancan de un zócalo a modo de bancal, apoyan sobre plintos rectangulares, son de modelo ático, provistas de doble toro superior, incisa escocia y grueso toro inferior. Las galerías claustrales se cubren con una moderna techumbre de madera que sustituyó a la original del siglo XVI, cuando doña Mencía Sarmiento figuraba como abadesa de la casa. De la misma época databa también el sobre claustro alzado por munificencia de la abadesa de Las Huelgas doña Leonor Sarmiento. Fue lamentablemente desmontado durante la restauración de 1962-1964 siguiendo los usos de un “espléndido” Anselmo Arenillas (aún se aprecian gruesas ménsulas en el muro meridional del templo). En la claustra se han conservado además algunos epitafios prerrománicos. La sala capitular se encontraba adyacente al brazo meridional del crucero, donde figura la actual, poseía una portada de acceso muy similar a la septentrional del templo y se cubría con una cúpula de media naranja del siglo XVIII (Huidobro). Fue también desmantelada durante los trabajos de restauración del cenobio. En el Museo Arqueológico Nacional se custodia la caja trapezoidal de un sarcófago gótico de estilo carrionés (ca. 1240-1260) salvada por un tal Olañón de un triste destino: abrevadero de ganado. Conservada en la ciudad de Palencia, fue incautada por Vicente Carderera, pasando al museo madrileño en 1876. Aparece ornada con varias escenas bajo arquerías de trazado mixtilíneo que representan la celebración de una misa de funeral acompañada por monjes cistercienses en el pasaje del memento, el Juicio Final (Cristo mostrando las llagas flanqueado por ángeles que portan las arma Christi) junto a la boca de Leviatán y un demonio apresando al avaro, el Bautismo de Cristo y una Resurrección de Lázaro. Catalogada como de origen palentino (n.º inv. 50.233), la pieza presenta evidentes concomitancias con el sepulcro conservado en el templo de San Pedro de Cisneros (ermita de Villafar), aunque tampoco sería de extrañar que viniera de Santa María de la Vega, Benavides, Benevívere o San Zoilo de Carrión. Carece de cubierta y epitafio por lo que no podemos determinar la identidad del personaje allí sepultado, si bien Sánchez Ameijeiras especulaba sobre la posibilidad de que semejante cenotafio hubiera pertenecido al fundador del cenobio burgalés don García Fernández de Villamayor, siendo violado y saqueado durante la francesada. Para la autora, los pequeños capiteles de crochets que sostienen las arquerías de la caja encontrarían correspondencia con los dispuestos en las arcadas del claustro de Villamayor de los Montes. También es notoria la caracterización de unas atípicas Marta y María con hábitos monjiles en la escena de la Resurrección de Lázaro. Determinadas semejanzas estilísticas acercan el conjunto funerario del Museo Arqueológico Nacional a los escultores activos en la portada occidental de la catedral de Amiens y otros artífices dedicados a la talla de “pseudoyacentes” [Evraud de Fouilly (†1222) y Geoff roi d´Eu (†1236)] del mismo edificio galo y de Saint-Yved de Braine [Roberto II, conde de Dreux (†1218)], que pudieron haber pasado por los talleres de la portada del Sarmental (ca. 1 235-1240), datando la enigmática caja hacia 1240-1250. En el Fogg Art Museum de la Universidad de Harvard (EE.UU.) se conserva además el yacente en madera de Diego García de Villamayor (†1289), nieto del fundador enterrado en el templo del mismo monasterio burgalés. Debió llegar al museo norteamericano antes de 1932 procedente del Diocesano de Burgos. Allí aparecía reseñado durante la exposición de arte retrospectivo celebrada en la catedral con motivo de su VII centenario (1922), aunque por razones que ignoramos fue expatriado con inicial destino a la colección Alpheus Hyatt.