Pasar al contenido principal
x

Capitel vegetal de la jamba derecha de la portada oeste

Identificador
33439_01_073
Tipo
Fecha
Cobertura
Sin información
Idioma
Autor
Sin información
Colaboradores
Sin información
Edificio Procedencia (Fuente)

 

País
España
Edificio (Relación)

Iglesia de Santa María

Localidad
Piedeloro
Municipio
Carreño
Provincia
Asturias
Comunidad
Principado de Asturias
País
España
Descripción
RESULTA DIFÍCIL RASTREAR LA HISTORIA de este edificio a través de la documentación medieval, pues apenas se encuentran referencias concretas a esta parroquia. Esto puede hacer pensar en una fundación tardía, lo que justificaría también ciertos aspectos de estilo. Quizá sea esta una de las iglesias que aparecen entre las donaciones efectuadas por el rey Alfonso III a San Salvador de Oviedo en el año 905, donaciones entre las que se cita la iglesia de Pinierolas ecclesiam Sancte Marie. En esta donación también se incluyeron otras iglesias del concejo de Carreño, como la de Pervera (San Joannis de Perbera), con la que Santa María de Piedeloro presenta relación estilística, aunque en ninguna de las dos se conservan restos que podamos adscribir a la época prerrománica. No obstante, esta identificación tampoco es definitiva, ya que Fernández Conde, tras considerar la referencia como una más de las falsificaciones pelagianas, identifica la Santa María de Pinierdas de la donación de Alfonso III con Peñerudes en Morcín. Para Busto y González de Posada, la denominación Pinierdas o Pinneriolas procedería de lo accidentado y pedregoso del terreno La iglesia presenta un esquema de nave única que estaría cubierta en origen con una armadura de madera. El exterior del cuerpo de la iglesia está recorrido por tres contrafuertes a cada lado, aunque éstos parecen tener una función más bien estética, herencia prerrománica, y no tectónica. La cabecera fue reconstruida ya durante el medievo, en un momento de transición al arte gótico, adaptándola a los nuevos presupuestos estéticos de dicho estilo. El templo también ha sufrido otras alteraciones y añadidos posteriores, como la sacristía o como el pórtico que rodeaba al edificio en sus lados sur y oeste y cuya existencia se documenta a partir de mediados del siglo XVII. La nave es de planta rectangular, aunque sus muros no son completamente paralelos, ya que se ensancha ligeramente en la zona del arco triunfal. Este arco alcanza grandes proporciones, con una luz amplia y forma ligeramente apuntada. El conjunto del arco se eleva sobre un alto zócalo de 1,20 m con lo que las columnas, de fuste monolítico, ven reducidas sus dimensiones. Se articula en dos arquivoltas, tanto en el lado de la nave como en el lado del presbiterio, con lo cual nos encontramos tres columnas sirviendo de soporte en cada lado. Las arquivoltas no aparecen ornamentadas, pero sí molduradas por boceles. La imposta sobre la que apoyan está reticulada, en el lado derecho, con sendas molduras lisas enmarcando una cenefa vegetal de pequeñas hojas palmiformes, y, en el lado izquierdo, sencillamente a base de diferentes molduras lisas. En cuanto a los capiteles, todos presentan decoración vegetal, aunque con ligeras variantes. Así, los tres capiteles de la jamba izquierda tienen un aspecto muy similar entre sí, aunque sólo son iguales los que miran hacia la nave y hacia el ábside, quedando el central ligeramente individualizado. En cualquier caso, todos ellos ofrecen una decoración vegetal de aspecto carnoso, de tallos largos y gruesos que rematan en grandes volutas de aspecto floral, y que, por sus características estéticas, parecen indicar un momento de ejecución relativamente avanzado. Mientras tanto, los capiteles de la jamba derecha presentan un nuevo motivo vegetal. Como ocurría con los del lado opuesto, los tres capiteles de este lado guardan un estrecho parecido entre sí, con una decoración a base de grandes hojas de aspecto más estilizado y rematadas en apomados. El capitel central de este lado muestra, en su cara frontal, una hoja en forma de punta de flecha, ejerciendo de eje de simetría con respecto a las hojas que la flanquean. Como complemento a todo ello, a ambos lados del arco triunfal, empotrados bajo la imposta, se encuentran dos relieves de piedra colocados de forma apaisada. En el de la izquierda se puede apreciar, a pesar de su deterioro, una sucesión de flores de lis de gran tamaño, que parecen hacer sido seccionadas y desgajadas de otro elemento decorativo de mayores dimensiones; el friso de la derecha, por el contrario, presenta un aspecto más cerrado y unitario, ya que se trata de dos volutas espirales enfrentadas. La iglesia de Santa María de Piedeloro tenía originalmente tres portadas: la principal en el lado oeste, más las de los laterales norte y sur, dispuestas de forma asimétrica entre sí. La presencia de tres portadas no es demasiado frecuente en las iglesias asturianas, aunque se conocen algunos otros ejemplos, como podría ser el caso de Santa María de Valdediós. La portada Norte de Piedeloro fue completamente tapiada y sus elementos decorativos, si los tenía, han desaparecido. Además de haber sido cegada, sus cimientos también se encontraban parcialmente ocultos debido a una elevación del nivel del suelo en la zona del cementerio. Actualmente, y gracias a la última restauración, se puede ver el arranque de las jambas a través de una cata arqueológica que se ha dejado descubierta de modo testimonial. La portada se encontraba situada entre dos de los contrafuertes de la nave. Es probable que se tratara de una portada bastante sencilla, con una única arquivolta de medio punto sobre dos columnas, aunque desconocemos si éstas aparecían rematadas con capiteles decorados. La portada sur también se abre entre dos de los contrafuertes exteriores de la iglesia, aunque su situación es ligeramente más distante respecto al arco de triunfo que en el caso de la portada norte. Se trata de una portada muy sencilla, de medio punto, con dos arquivoltas, protegidas a su vez por guardapolvo. La arquivolta exterior descansa sobre sendas columnas; la interior apoya directamente en las pilastras de la jamba. La decoración de esta portada se concentra en el guardapolvo, las impostas y los capiteles de la arquivolta exterior. La primera de las arquivoltas es lisa, tanto en su frente como en su intradós, pero aparece moldurada por un potente bocel en su vértice; la segunda rosca es completamente lisa. El guardapolvo se decora con una sucesión de grandes aspas. Las impostas que sirven de base al arranque de las roscas de la portada se decoran con dibujos geométricos imbricados, diferentes en cada caso. Así, la imposta del lado izquierdo presenta una sucesión de rombos en cuyo interior se han tallado en bisel diversos motivos geométricos, dispuestos siempre de forma simétrica. En la imposta de la derecha se repite el esquema, pero añadiendo un nuevo elemento: finas aspas cuadriculadas ejerciendo de separación entre cada rombo. Una decoración de similar aspecto la encontramos también en la imposta izquierda de la vecina iglesia de San Juan de Pervera, así como en la imposta izquierda de Santa María de Leorio, una pequeña iglesia del concejo de Gijón. Y ésa no es la única relación iconográfica que podemos encontrar entre los tres edificios, pues también los capiteles de esta misma portada sur de Piedeloro se tallaron con formas semejantes. Los dos capiteles de la iglesia de Piedeloro presentan una decoración de tipo vegetal muy esquematizada, a base de largos tallos rematados en volutas espirales, tal como se hizo en el primer capitel de la jamba izquierda de Leorio o en los dos de Pervera, aunque en el caso de Piedeloro los perfiles son más suaves, de talla más redondeada, y las espirales incluyen una vuelta más. Los fustes de las columnas son lisos, y se calzan con sendas basas elevadas sobre plinto y zócalo. La basa izquierda presenta restos de un ornato en su frente, quizá un motivo vegetal o una garra animal, no es posible precisarlo debido a la fuerte erosión a la que se vio sometida hasta la construcción del pórtico. La portada occidental es, según lo habitual, la más rica y cuidada en cuanto a decoración. Se trata de una portada bastante desarrollada, pues se abre en un imafronte de cuerpo saliente, rematado en tejaroz con canecillos, de los que aún se conservan algunos en buenas condiciones. Y, entre los canecillos, varias metopas decoradas con temas de estrellas y rosetas. La portada propiamente dicha está compuesta por tres arquivoltas de medio punto que descansan sobre columnas. El conjunto ofrece un aspecto homogéneo, pues utiliza un repertorio ornamental no demasiado amplio, que se dispone según diferentes combinaciones. El guardapolvo se decora con los motivos romboidales que ya habíamos visto en la imposta izquierda de la portada sur. La primera arquivolta está decorada con doble línea de zigzag, una de ellas en bajorrelieve; tras éstas se sitúan una fina moldura cóncava perlada de pequeñas bolas y un bocel en la arista. El intradós repite la misma decoración. La arquivolta central vuelve a presentar esos mismos elementos, pero resueltos de forma diferente: en el frente, y protegida por sendos boceles a cada lado, aparece la moldura cóncava con perlas, mientras que el intradós dispone las perlas con la doble línea de zigzags en bajo y altorrelieve. Por su parte, la arquivolta interior vuelve a presentar el mismo esquema ornamental que la primera, aunque ahora el zigzag es de mayores proporciones, y en su intradós aparecen dos hileras de perlas. En cuanto a las columnas, debemos mencionar en primer lugar la diferencia de los fustes, pues, mientras que las cuatro primeras columnas presentan unos fustes delgados, las columnas correspondientes a la arquivolta interior presentan unas proporciones muy diferentes, al ser los fustes algo más cortos y, sobre todo, más anchos. Este detalle también lo encontramos en la iglesia de San Jorge de Manzaneda, en el concejo vecino de Gozón. Los codillos o intercolumnios se suavizan por bocel en ambas jambas. En la jamba derecha, además, se decoran con dientes de sierra dispuestos en sentido longitudinal. Los capiteles de esta portada son muy variados, si bien alguno repite modelos iconográficos ya conocidos. De hecho, podrá verse que existe una relación iconográfica bastante clara entre Santa María de Piedeloro y varias iglesias de los grupos de Gijón, Villaviciosa y Avilés. Los dos primeros capiteles de la jamba izquierda son capiteles figurados, pero a la decoración de temática animalística se une, en lo que parece ser un modo de evitar la sensación de horror vacui, una serie de motivos geométricos que no aportan ninguna referencia espacial a la imagen principal. El primer capitel presenta dos caballos enjaezados y con bridas, afrontados y dispuestos simétricamente a cada lado de una esquematización arbórea. A pesar de lo tosco de su factura, son animales esbeltos que levantan graciosamente una de sus extremidades delanteras hacia el árbol. En el fondo, se acompañan de varias líneas de zigzag y olas. La iconografía de dos animales afrontados ante un árbol se remonta hasta las civilizaciones mesopotámicas. Al adaptarse al cristianismo, esta imagen del “árbol de la vida” vio alterado su significado original y pasó a representar el dualismo moral cristiano: el Bien contra el Mal. En cualquier caso, quizá no sea necesario rastrear referencias tan antiguas, pues en Asturias se conservan algunas estelas funerarias de época castreña en las que, con imágenes de caballos acompañados de palmas, parece querer aludirse a la victoria final sobre la muerte, idea que coincide con el dogma cristiano. El segundo capitel muestra, también afrontadas, dos aves, muy sucintamente resueltas; presentan cuerpos muy estilizados y sus formas se reducen a lo esencial, de hecho, apenas se encuentra alusión al plumaje, tan sólo unas tímidas incisiones paralelas sobre la cola. Sus largas patas, rematadas en garras, se apoyan sobre el collarino del capitel. Sobre sus cabezas se sitúan unas pequeñas formas curvas, que quizá puedan interpretarse como las crestas de las aves, que podrían ser identificadas como sendas aves fénix o, más probablemente, pavos reales. Ambos pájaros inclinan su cuello para picotear una imagen redondeada (quizás una crátera de agua, quizá un fruto de aspecto estilizado) que sirve de eje de simetría. El espacio que quedaría libre sobre sus cuerpos se cubre, respectivamente, por varios rombos y por una cruz inscrita en un círculo; bajo sus patas, de nuevo la cruz enmarcada y una espiga. El tema de dos aves afrontadas era un motivo recurrente del arte románico; sin ir más lejos, se conocen numerosos ejemplos en edificios asturianos de la época. Esta iconografía nació en la etapa paleocristiana, con un claro significado eucarístico: las aves simbolizan las almas de los hombres justos bebiendo del vino consagrado. Si estas aves eran representadas como pavos reales, el simbolismo eucarístico era doble, pues el pavo real, como animal que pierde sus largas y llamativas plumas durante el invierno para recuperarlas en la primavera, era una perfecta metáfora de la idea de muerte y resurrección (las plumas) combinada con la idea de la vida eterna (el vaso eucarístico). El tercer capitel de la jamba izquierda presenta una decoración geométrica carente de complejidad: en un lateral, varias filas de rombos; en el otro, zigzags. La línea de imposta que corona los capiteles es diferente para cada uno de ellos. A pesar de su evidente estado de deterioro por erosión, se puede apreciar que la imposta del capitel central, el de las aves, se decoraba con los mismos rombos que aparecen en el guardapolvo de esta misma portada, o en la imposta izquierda de la portada sur. Por el contrario, las impostas del primer y tercer capitel se decoran con un conjunto de líneas ondulantes, de diámetro amplio, y dispuestas de forma concéntrica, que podrían considerarse referencias marinas estilizadas. Este motivo aparece también en la imposta derecha de San Juan de Pervera. En el caso de la imposta del lado derecho, presenta el mismo motivo para los tres capiteles: una sucesión de aspas cuadriculadas enmarcadas en círculos. El primer capitel de este lado vuelve a presentar los largos tallos vegetales rematados en volutas espirales que encontramos en la portada norte, aunque ahora incluye, además, otros dos motivos secundarios ajenos a la forma vegetal: una hoja en forma de punta de lanza, en un lateral, y dos cruces, una de ellas inscrita en un círculo, en el otro lateral. El segundo capitel es el más interesante del conjunto por su extraña iconografía. Representa tres figuras humanas, totalmente independientes entre sí, talladas sobre un capitel de aspecto bulboso. Los tres personajes están resueltos de forma muy sucinta, la talla es tosca, los detalles del rostro apenas están sugeridos y no es posible ninguna identificación. Pese a todo ello, la figura central parece haberse tratado con algo más de cuidado por su carácter de personaje principal: su situación en el ángulo del capitel le convierte en eje de simetría, y además es el único cuyo torso aparece tallado, pues en los otros dos casos no se muestran más que los rostros. Las tres figuras son totalmente inexpresivas. Están vistas desde el frente, hieráticas, y sus cabezas son desproporcionadamente grandes, especialmente en el personaje central; los rostros se resuelven con gran sintetismo, apenas unas incisiones en forma de pequeños óvalos para los ojos y una fina línea horizontal para la boca, destacando el volumen de las alargadas y finas narices. El personaje central, protegido por un marco irregular de formas angulosas, sujeta sobre su pecho un libro abierto. No hay nada escrito sobre sus páginas, pero la imagen está destinada a captar la atención de los fieles al entrar en el templo. Las características de esta figura no nos permiten identificarla con la imagen del Pantocrátor. Uno de los principales atributos de éste es precisamente un libro abierto, como símbolo de la “verdad revelada”, pero se representa entronizado, nimbado y rodeado de la mandorla mística, rasgos de los que carece la imagen de Piedeloro. En cualquier caso, tampoco es extraño la presencia en el románico asturiano de imágenes didácticas similares; se conocen varios ejemplos que, si bien por sus características técnicas y estéticas no pueden relacionarse directamente con Piedeloro, muestran algún personaje sosteniendo un libro. Nos estamos refiriendo a uno de los capiteles del arco del triunfo de Santa Eulalia de la Lloraza o de Santa María de Narzana. También en Galicia se conocen temas iconográficos semejantes. La figura tallada a su izquierda sólo muestra su rostro, inmerso entre una sucesión de incisiones ondulantes paralelas que quizá quieran representar el fuego, con lo que nos encontraríamos ante una escena infernal. El personaje de la derecha se presenta solo, sin ningún atributo o referencia espacial. Podría parecer que el escultor quiso representar la figura completa, pero lo único apreciable es el rostro y el cuello, pues la forma del cuerpo, cubierta con lo que podría ser un gran manto, queda reducida a un plano prácticamente liso, cruzado por una incisión oblicua. Su cabeza también aparece parcialmente protegida por un pequeño marco irregular. Este tipo de escenas historiadas tan complejas tenían un carácter aleccionador y moralizante con el que los artistas de los núcleos más importantes estaban familiarizados. El problema surgía cuando un artesano local se limitaba a copiar estos modelos, sin haber comprendido su significado último, y por tanto vaciándolos de contenido. A pesar de la dificultad y de los riesgos que entraña la interpretación iconográfica de unas imágenes trasladadas al ámbito rural, Vidal de la Madrid aventura la posibilidad de que este capitel de Santa María de Piedeloro represente una escena del dualismo moral cristiano: la diferencia entre el Bien, la salvación (a la derecha) o el Mal, la condena eterna (a la izquierda) separados por la actitud que los fieles muestren hacía la Ley Divina, representada en el libro abierto del personaje central. El tercer capitel de la jamba derecha de Piedeloro se cubre con una sucesión de bulbos vegetales de aspecto carnoso, con pequeñas incisiones en forma de cruz sobre sus puntas. Un capitel de aspecto semejante lo encontramos de nuevo en la portada de Santa María de Leorio, iglesia con la que ya hemos visto varias similitudes. Las relaciones estilísticas entre las iglesias de Piedeloro, Leorio y Pervera son evidentes. Analizando detalladamente cada una de ellas, puede observarse que la decoración de Piedeloro presenta una talla más redondeada, de perfiles más suaves, por lo que podría hablarse de un pequeño taller artesanal, cuyo centro sería precisamente Piedeloro, que difunde su pequeño repertorio ornamental en un área de influencia reducida. Según se ha expuesto al comienzo del estudio de esta iglesia, Santa María de Piedeloro experimentó ya en época medieval reformas que introdujeron en su fábrica una nueva estética gótica. Una de las características espirituales del estilo gótico fue la revalorización del culto a la Virgen, así que la advocación de la iglesia de Piedeloro pudo haber sido la razón que motivó una reforma estilística, aunque limitada, en época tan temprana. Esta reforma se centró, como ya hemos dicho, en la cabecera. Entonces se construyó un ábside de planta cuadrada y cubierto con una bóveda de crucería, cuyos nervios descansan sobre cuatro ménsulas, todas ellas decoradas con distintos motivos geométricos y vegetales, de aspecto muy estilizado. En esta cubierta destaca especialmente el tratamiento decorativo que recibe la clave. Se trata de un clípeo con la figura de una mujer entronizada que, a pesar de no estar acompañada de algún atributo identificativo, podemos considerar que se trata de una imagen de la Virgen. El clípeo es sostenido por cuatro tenantes que, a decir de Vidal de la Madrid, representan, aunque toscamente, cuatro monjes. La imagen central, algo deteriorada, está ejecutada en mediorrelieve y resuelta de forma sencilla, a través de los volúmenes básicos, sin detalles. El rostro de la mujer es inexpresivo. Su hieratismo puede considerarse románico, pero el hecho de presentarla sola, sin su función de trono para el Niño, debe verse como una evolución debida a la sensibilidad gótica. También en la Capilla Mayor, adosado al muro del lado del Evangelio, se encontraba un enterramiento nobiliar, tradicionalmente atribuido a “los Muñiz de Perán” o a la familia de los “Gutiérrez”. Se trataba, según las referencias escritas, de un sarcófago rectangular sostenido por figuras de leones, modelo habitual que también encontramos, por ejemplo, en San Juan de Cenero (Gijón) o en San Francisco (Avilés). También de patronazgo privado existía una capilla, bajo la advocación de Nuestra Señora de las Nieves, adosada a la cabecera del templo, en la zona en la que hoy se levanta la sacristía. Construida entre finales del siglo XVI y principios del XVII, ya a mediados de esa centuria se hablaba de la necesidad de repararla. Parece que el desinterés mostrado por los responsables de su mantenimiento motivó y justificó su derribo a principios del siglo XVIII para construir en ese lugar la nueva sacristía. Finalmente, hemos de hablar de la constancia documental acerca de la existencia de cuatro retablos en la iglesia de Santa María de Piedeloro que desaparecieron tras el incendio y destrucción que sufrió este templo durante la guerra civil. En 1986 fue restaurada por los arquitectos Cosme Cuenca y Jorge Hevia, quiénes realizaron una nueva intervención en 1999. En ésta última, fue restaurada la ventana situada bajo la espadaña, aunque se optó por dejar cegado el hueco de la saetera. También en este momento se realizó la cata arqueológica de la portada norte, de la que ya se hizo mención, y se levantó un pseudo pórtico de protección delante de la portada occidental. Esta barrera, realizada con un criterio de funcionalidad y sencillez, permite proteger la delicada portada sin impedir el paso de luz.