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Capitel vegetal del ábside

Identificador
09559_05_004
Tipo
Formato
Fecha
Cobertura
42º 46' 8.60'' , - 3º 41' 39.06''
Idioma
Autor
Jaime Nuño González,José Manuel Rodríguez Montañés
Colaboradores
Sin información
Edificio Procedencia (Fuente)

 

País
España
Edificio (Relación)

Iglesia de San Clemente

Localidad
Huidobro
Municipio
Los Altos
Provincia
Burgos
Comunidad
Castilla y León
País
España
Descripción
IGLESIA EN ORIGEN DE NAVE ÚNICA dividida en dos tramos y cabecera compuesta de presbiterio y ábside semicircular, la fábrica románica de San Clemente fue notablemente alterada en época moderna -probablemente a principios del siglo XVI-, respetando únicamente el tramo occidental de la primitiva nave y ampliando el que antecede a la cabecera con el añadido de sendas capillas rectangulares que configuran la actual estructura de cruz griega. También a esta remodelación se deben las actuales bóvedas de crucería con terceletes que cierran estos espacios, así como la torre cuadrada alzada sobre el tramo occidental de la nave. Pese a ello, el edificio conserva lo fundamental de la obra del siglo XII, constituyendo uno de los más notables ejemplares del norte provincial. Levantado en sillería caliza labrada a hacha, la cabecera, a la que da paso un arco triunfal de medio punto sobre semicolumnas, se compone de tramo recto cubierto por bóveda de cañón y hemiciclo, separado del anterior por otro fajón similar al triunfal, cerrado por bóveda de horno. Ambas bóvedas parten de impostas ornadas con listel y tres filas de tacos, mientras que otras impostas de idéntica decoración corren por el ábside y presbiterio prolongando los cimacios de los capiteles de las tres estrechas ventanas que, abiertas en el eje del semicírculo y en ambos muros del tramo recto (la norte transformada por el añadido de la sacristía), daban luz a la cabecera. Su estructura, que repiten interior y exteriormente, se compone de saetera en torno a la cual se disponen arcos doblados con baquetones y nacelas y tornapolvos con ajedrezado, sobre sencillos capiteles vegetales. Sólo en la ventana meridional del presbiterio encontramos decoración figurada, con un águila de alas explayadas de idéntico tratamiento a otras de El Almiñé y Condado de Valdivielso al interior, y dos parejas de gallináceas afrontadas en los exteriores (de nuevo encontramos referentes en El Almiñé, Valdenoceda, Gredilla de Sedano y la parroquial de Escóbados), donde el pequeño tímpano se decora con una roseta incisa, siguiendo el modelo de los edificios antes citados. El resto de los capiteles de ventana presentan un sencillo esquema a base de dos niveles de hojas lisas y picudas rematadas en caulículos y muy pegadas a la cesta, sobre las que se sitúa el dado central del ábaco, a modo de triángulo curvo decorado con incisiones. Este simple modelo, enunciado en San Pedro de Tejada, lo encontramos también en El Almiñé, arco triunfal de Gredilla de Sedano, etc. El paramento exterior del tambor absidal -dividido en dos pisos por una imposta ajedrezada a la altura de los capiteles de las ventanas- se articula en tres paños mediante dos semicolumnas adosadas cuyos capiteles alcanzan la cornisa, ésta con perfil de nacela y sustentada por una interesante serie de canecillos, donde nuevamente se deja sentir el modelo de Tejada y El Almiñé, decorados con toscos personajes en variadas actitudes -rabelista, hombre sedente con un libro en sus rodillas, un acróbata- una curiosa máscara humana grotesca tocada con un carnavalesco disfraz con cuernos, que recuerda otra similar de Aguilar de Bureba, hojas avolutadas y otros motivos vegetales y animales, entre los que reconocemos una liebre, un león de rugientes fauces muy similar a otro de San Pedro de Tejada, un prótomo de cáprido, etc. Otras dos semicolumnas marcan exteriormente el espacio del presbiterio, esta vez sin el tradicional codillo que lo ensancha. Estas columnas exteriores se decoran con motivos vegetales de similar composición y factura a los que recogen los fajones al interior. Vemos en ellos grandes hojas cóncavas nervadas de cuyas puntas penden pesadas palmetas y bayas arracimadas, y en otro del exterior dos niveles de partidas hojas picudas de grueso nervio central y rematadas por pequeños caulículos. En los de los fajones, bajo cimacios ornados con línea quebrada en zigzag o finos billetes, se repite el diseño de dos niveles de hojas partidas de carnoso tratamiento, con los bordes lobulados y las puntas incurvadas, a veces enlazadas por un anillo del que brotan caulículos y a modo de palmetas pinjantes. Un diseño casi idéntico lo encontramos en los capiteles de la nave de Carcedo de Bureba, recordando otras cestas en el exterior del ábside de Abajas. La portada, remontada en el muro sur de la tardogótica capilla meridional, se abre hoy en un breve antecuerpo de sillería y consta de arco de medio punto y cuatro arquivoltas profusamente ornamentadas, todas trasdosadas por finos dientes de sierra y puntas de clavo: la interior recibe un bocel sogueado, la segunda se decora con una cenefa de tallos entre c ruzados acogiendo botones vegetales, la siguiente con banda de rombos sobre los que se disponen flores tetrapétalas, y la exterior combina una línea de chevrons con un nuevo baquetón sogueado que hace las veces de chambrana. El despliegue de motivos decorativos relaciona inequívocamente la portada con los talleres que aprovechan el lenguaje formal de San Pedro de Tejada en los cercanos edificios de El Almiñé, Valdenoceda, Condado de Valdivielso, Ta rtalés de los Montes, etc. Apean los arcos en jambas escalonadas en las que se acodillan dos parejas de columnas, marcando la transición una imposta de listel y chaflán decorada con un tallo ondulante que acoge estilizadas hojas. En los rudos capiteles que coronan las columnas vemos, en el capitel interior del lado derecho del espectador, una descabezada sirena de doble cola que alza con ambas manos, acompañada de otras dos sirenas-pez y cabezas masculinas que realizan un curioso gesto con su boca; en la otra cesta se disponen dos grifos afrontados ante un tallo que hace de eje de simetría. Las dos cestas del lado izquierdo se decoran con ruda decoración de dos coronas de hojas de puntas vueltas y dos toscos ángeles. El recompuesto tejaroz del antecuerpo se remata con una doble cornisa, la inferior del mismo tipo a la que corona toda la fachada meridional, a base de rombos excisos (motivo que volvemos a encontrar en Turzo o Condado de Valdivielso), y la superior con cinco hileras de menudo ajedrezado, ambas sobre canes de simple nacela. Reutilizados en la estancia moderna que oculta el muro meridional de la nave encontramos cuatro bellos y deteriorados canecillos cuya cuidada factura les pone en estrecha relación con el taller activo en la ermita de la Oliva de Escóbados de Abajo y en Hermosilla. Se figuran en ellos una descabezada arpía-ave -antes de su fractura lucía una hermosa cabeza masculina, barbada y marcando la transición a su parte animal con un collar perlado- de cuerpo escamoso y cuidado tratamiento del plumaje tras un tallo del que brotan hojitas con puntos de trépano, un rugiente prótomo de felino de rasgos demoníacos, fauces rugientes de enormes colmillos y pelaje en abultados mechones, un estilizado grifo cuya cola se resuelve en tallo vegetal con brotes que enreda sus patas, alas y cuello y, sobre todo, la excepcional y lamentablemente fracturada figura de un híbrido de cuerpo de reptil alado y torso humano, que embraza un escudo de cometa en su brazo izquierdo -en el que aún es visible la bloca- mientras con el derecho alza una lanza de la que pende un estandarte. Completa la decoración la ventana abierta en el hastial occidental de la nave, modificada como éste por la intervención del siglo XVI. Aun así, conserva el pequeño tímpano ornado con una roseta, el arco doblado moldurado con mediacaña y bocel y la pareja de capiteles vegetales; el izquierdo recibe alargadas hojas de acanto con fuertes escotaduras, y el derecho grandes hojas lisas muy pegadas a la cesta, con puntas enrolladas. Pese a la evidente ruralidad del templo, su análisis resulta sumamente revelador, sobre todo en el apartado escultórico -dada la presencia en éste de motivos y tratamientos diversos que lo conectan con los talleres que trabajan en la zona burebana y en todo el área de las Merindades-, para rebatir la pretendida organización en escuelas del románico burgalés. Tal aproximación metodológica -si es que tal calificativo merece-, encorseta bajo artificiosos parámetros comarcales la mucho más dinámica actividad de los talleres de canteros y escultores medievales, haciendo de ellos, contra la propia evidencia, grupos homogéneos en estilo. En el caso que nos ocupa, parece evidente que en el taller que realizó el edificio, sus artífices eran conocedores y partícipes de la fuerte impronta dejada por San Salvador de Oña y su hijuela San Pedro de Tejada en El Almiñé, Valdenoceda, Condado de Valdivielso, Ta rtalés de los Montes y ejemplos más meridionales, al mismo tiempo que, sobre todo en los vegetales del interior y en los cuatro canecillos reutilizados en el muro meridional de la nave, evidencian deudas respecto a algunos edificios de La Bureba, como Carcedo, Castil de Lences o la misma ermita de Escóbados de Abajo. Ambas facturas, como ocurre en muchos de los edificios levantados en estos años finales del siglo XII (Gredilla de Sedano, Butrera, Soto de Bureba, etc.), conviven dentro de un mismo taller mezclándose sus producciones. Esta amalgama de estilos, reflejo de la formación artística de los artífices, nos lleva a datar el templo en un momento avanzado de la segunda mitad del siglo XII. Sólo la solidez de su fábrica ha permitido que los largos años que permanece con la sobre cubierta arruinada no hayan sido capaces de hundir sus bóvedas. Merece sin duda mejor suerte este notable edificio, por lo que confiamos que los numerosos aerogeneradores instalados en su entorno traigan al fin y al cabo mejores aires para él.
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