Identificador
33829_02_027
Tipo
Formato
Fecha
Cobertura
43º 24' 9.74" , -6º 2' 39.9"
Idioma
Autor
Sin información
Colaboradores
Real Instituto de Estudios Asturianos
Edificio Procedencia (Fuente)
País
España
Edificio (Relación)
Localidad
Peñaflor
Municipio
Grado
Provincia
Asturias
Comunidad
Principado de Asturias
País
España
Claves
Descripción
PROBABLEMENTE CONSTRUIDA a la par que el hospital y como complemento de éste, pues sabemos que el templo tuvo derecho de asilo, la iglesia de San Juan de Peñaflor conserva pocos vestigios de su primitiva fábrica románica. Situada en el margen derecho de la carretera, al abrigo de una imponente peña, las continuas reformas, principalmente las que se llevaron a cabo a partir de los siglos XVII y XVIII, han desvirtuado en gran medida su imagen. El erudito Ciriaco Miguel Vigil, que visitó la iglesia a finales del siglo XIX, nos ofrece una interesante descripción: “Quedan escasos vestigios de su construcción románica; la espadaña, la nave y el ábside rectangular más bajo que aquella, aunque con ménsulas alrededor, todo ello se halla reformado: sólo conserva, de la puerta de entrada a los pies del templo, el arco de medio punto orlado de cenefas de ajedrez. Es primitivo por el interior el presbiterio con su bóveda de cañón seguido y el arco de triunfo con lindas columnitas cinceladas a los flancos de los machones, en cuyos capiteles están representados, de relieve abultado, caprichosos animales pareados y pájaros entrelazados con una sola cabeza”. Al día de hoy la descripción decimonónica de Miguel Vigil ya queda demasiado amplia; el arco triunfal con todos sus componente, incluidos los interesantes capiteles zoomorfos a los que hace referencia, ha desaparecido. Sabemos sin embargo, a través de antiguas fotografías, que se trataba de capiteles troncopiramidales de potente cimacio decorado con zigzag entre dos bandas lisas, con sus cestas decoradas por toscos y sumarios relieves, representándose en uno de ellos dos parejas de cuadrúpedos, unidos en el vértice del capitel en una sola cabeza que aprisiona, entre sus fauces rabiosas, serpientes enrolladas que extienden sus escurridizos cuerpos por toda la superficie de la cesta. El otro capitel presenta las mismas características plásticas: tratamiento sumario, ingenuidad en la talla y tosquedad, quedando las figuras reducidas a simples siluetas lisas con escaso trabajo de las superficies, a excepción de las incisiones verticales que tratan de simular las plumas remeras de la pareja de aves representada. Las proporciones y la idea general de la estructura, la portada occidental y algunos canecillos del alero norte, son los únicos vestigios que hoy restan de la construcción románica. Una construcción que, a juzgar por lo conservado en otros templos cercanos, y conocidos los antecedentes históricos del lugar, debemos de datar no antes del siglo XIII, momento en que tras la creación ex novo de la puebla de Grado debió de producirse un aumento de la actividad constructiva en la zona con la llegada de cierto número de artesanos para levantar la nueva villa, entre cuyas edificaciones se contaba la desaparecida iglesia de San Pedro de Grado que, descrita por el mismo Ciriaco Miguel Vigil también respondía a postulados románicos. El templo actual, fruto de las reformas y reconstrucciones llevadas a cabo desde el siglo XVII, momento en que se construyó la llamada capilla de San Ildefonso adosada al muro sur del presbiterio, conserva en líneas generales las proporciones y el esquema básico del románico popular de la zona: nave única y cabecera cuadrada con bóveda de cañón corrido, separadas por un arco de triunfo de doble rosca, que, aunque de nueva construcción, quizás siga las trazas del original. En el exterior, la portada occidental, con sencillo arco de medio punto dovelado, apoya en impostas lisas y remata con un guardapolvo de billetes, repitiendo un modelo conocido en templos cercanos, como San Vicente de Castañedo o San Miguel de Báscones. Mientras, entre los canecillos, la mayor parte lisos y no todos originales, cabe destacar las cinco piezas que recorren la cornisa del presbiterio. En estos ejemplares la cavidad cóncava de la pieza aparece decorada con recurrentes motivos románicos: bolas, puntas de diamante, cilindros y un rostro humano, últimos vestigios de lo que debió de ser el templo románico de San Juan de Peñaflor.