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Capilla en lado izquierdo de la nave

Identificador
33817_03_007
Tipo
Formato
Fecha
Cobertura
Sin información
Idioma
Autor
Diego Martínez Fuenteseca
Colaboradores
Sin información
Edificio Procedencia (Fuente)

 

País
España
Edificio (Relación)

Iglesia de Santa María

Localidad
Limés
Municipio
Cangas del Narcea
Provincia
Asturias
Comunidad
Principado de Asturias
País
España
Descripción
EL 26 DE DICIEMBRE del año 990 el presbítero Modesto recibe de manos del también presbítero Artemio la iglesia de Santa María, que había sido construida por el abuelo de este último, quien la cedió después a su sobrino Dulcidio, del que la hereda el otorgante. También le son donados a Modesto los bienes pertenecientes a Santa María de Limanes, excepto los que fueron concedidos al templo de San Pedro y San Pablo y los propios de Stephano y Teudildi, hijos de Artemio. Según se establece en el diploma de donación, Artemio debía ceder la iglesia a un descendiente que siguiera la vida monástica, por lo que el presbítero Modesto debió de pertenecer a una comunidad, posiblemente la de San Vicente de Oviedo, ya que el mencionado documento se conserva en este cenobio y de él dependía la iglesia de Limanes a fines del siglo XIV, según se recoge en el Libro Becerro de la catedral de Oviedo (1385-1386). Por otra parte, Santa María de Limanes figura entre los bienes cedidos a la sede ovetense que se mencionan en el testamento de Ordoño II, uno de los falsos pelagianos redactado en el siglo XII que refleja el intento del prelado ovetense de hacerse con el templo de Limanes, sin llegar a conseguirlo. La fábrica de la iglesia parroquial de Limanes pertenece al románico tardío del siglo XIII avanzado, y sustituyó a la que en su día recibieron los mencionados presbíteros que quizá estaba relacionada con las fórmulas del Prerrománico asturiano. La planta del edificio, levantado en la decimotercera centuria, constaba en origen de una nave rectangular única y una cabecera cuadrada, a las que se añadieron otras dependencias con posterioridad. El cuerpo de la nave es muy sencillo. Su imafronte se remata con una espadaña de trazas modernas y se abre al interior de la nave a través de una puerta que sustituiría a la original románica cuando se realizó una reforma a principios del siglo XVIII en la que se adosaron a sus costados sendas capillas. La cubierta de la nave es a dos aguas, y remata con aleros que reposan en canecillos de factura reciente. La única portada original se abre en el lado meridional, que actualmente está envuelta por un pórtico. La portada tiene una sola arquivolta, protegida por un guardapolvo decorado con billetes y apoyada en unas impostas que rematan las jambas, en las que se repite el mismo motivo que en el guardapolvo, siguiendo el ejemplo de numerosas iglesias del grupo ovetense, como San Esteban de Sograndio y Santa María de la Vega. La capilla, iluminada a través de una pequeña saetera, es también de gran sencillez estructural y ornamental. En el exterior destaca únicamente por los aleros apoyados en canecillos, desornamentados en su mayor parte, salvo dos de ellos. En uno se representa un felino enseñando los dientes y con la cola vuelta hacia atrás, siguiendo un esquema que también se aplica en Santa María de Lugás (Villaviciosa) y San Esteban de Aramil (Siero); en el otro se dispone una pareja en actitud erótica. En su costado meridional tiene adosada la dependencia de la sacristía En el interior, la nave se cubre con bóveda de cañón, pero en origen debió de hacerlo con una armadura de madera. Entre ella y la capilla se levanta un arco triunfal de dos roscas apuntadas y rodeadas de un guardapolvo, que reposan en cimacios lisos y a su vez en columnas monolíticas. El primer capitel de la izquierda presenta una serpiente entrelazada en el frente y lacerías en la cara interior de la cesta. El contiguo se decora mediante dos monstruos que se unen en una cabeza de enorme boca, motivo que está presente en numerosos templos de la comarca de Villaviciosa, como San Andrés de Valdebárcena, Santa María de Lugás, Santo Tomás de Coro y Santa María de la Oliva. En la parte superior de esta misma cesta se representan dos aves afrontadas, que aluden a la salvación del hombre virtuoso frente a la tentación de las fuerzas demoníacas representadas por los monstruos y la sierpe. En el capitel exterior del lado de la Epístola se disponen motivos fitomorfos, similares a los de numerosos edificios románicos ovetenses, y en el interior hojas que se enrollan en dos espirales simétricas, siguiendo un modelo repetido en Santa Clara y en San Isidoro de Oviedo. Es preciso decir que la talla de todos estos repertorios comentados, a pesar de su tosquedad, se relaciona con la de un nutrido grupo de templos del grupo ovetense. El ábside se cubre con una bóveda de cañón apuntado que arranca de una imposta lisa y se ilumina mediante una aspillera de remate semicircular, situada en el centro del testero, y un pequeño vano cuadrado perforado en época indeterminada. La bóveda tiene interesantes pinturas de época moderna. La sencillez estructural y decorativa que presenta Santa María de Limanes responde a fórmulas arcaizantes propias de talleres que trabajaron en la zona bien avanzado el siglo XIII. En efecto, en este edificio se opta por el ábside cuadrado, a diferencia del semicircular precedido de tramo recto característico de construcciones anteriores. Pero además del esquema planimétrico arcaizante, otro exponente de la fecha tardía de construcción del templo es la tosquedad con la que se interpretan los motivos decorativos del arco triunfal, que repiten, simplificados y con una talla burda, los refinados modelos del románico ovetense, hecho fácil de entender por la proximidad geográfica y por depender la iglesia de Limanes del monasterio de San Vicente. En Santa María de Limanes se conserva la imagen de un crucificado del siglo XIII que, como otros ya comentados de similar cronología, presenta rasgos arcaizantes heredados de los modelos de la centuria anterior. Así, Cristo se cubre con un largo paño de pureza que se fija con un nudo a la altura de la cadera y desciende hasta las rodillas; presenta en su torso un tratamiento sumario y convencional de la anatomía que repite el esquema característico de los crucificados del románico pleno. No obstante, la imagen también acusa rasgos innovadores que anuncian la humanización del gótico, como la alusión al dolor y la muerte implícitos en los ojos cerrados y el cuerpo vencido por el peso, ya que sus brazos no se adaptan, como en el siglo XII, al rígido esquema del palo trasversal de la cruz, sino que tienden a descolgarse. Otro rasgo innovador lo ofrecen los pies del crucificado, que se sujetan al tronco con un solo clavo, según es habitual en el siglo XIII, en una posición que obliga a cruzar las piernas y acentúa la tensión del cuerpo y la sensación de dolor. Este modelo cuenta con paralelos en otras imágenes conservadas en la región, como los crucificados de Santullano, Teverga, Santianes y otros del suroccidente asturiano, pero el Cristo de Limanes resulta más conservador que ellos al presentar un rostro más inexpresivo y una talla de mayor elementalidad.