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Alero del ábside

Identificador
09514_11_008
Tipo
Fecha
Cobertura
Sin información
Idioma
Autor
Jaime Nuño González
Colaboradores
Sin información
Edificio Procedencia (Fuente)

 

País
España
Edificio (Relación)

Iglesia de San Andrés

Localidad
Tabliega
Municipio
Junta de Traslaloma
Provincia
Burgos
Comunidad
Castilla y León
País
España
Descripción
EL TEMPLO ACTUAL ESTÁ CONSTRUIDO a base de sillería arenisca, con planta articulada mediante ábside semicircular -hoy rodeado por el cementerio-, presbiterio, nave de dos tramos, el primero en realidad formando un crucero, sobre el que además se eleva la torre, mientras que en el segundo se abre la portada, precedida por un pórtico al que también se adosa la escalera de caracol. Como hemos podido comprobar tiene varias advocaciones, rastreándose en sus decoraciones constantes símbolos alusivos a San Pedro y San Andrés, aunque finalmente sea la advocación a este último la que se ha popularizado. El edificio se levantó a lo largo de tres grandes etapas, perteneciendo a la fase románica la estructura de la cabecera, el crucero y la base de la torre. Al exterior, el ábside, con un pequeño zócalo en la base, se organiza en tres paños, conformados por dos pilastras que en el tercio superior dan paso a sendas semicolumnillas con basas de doble toro y escocia sobre plinto y capiteles labrados en caliza y decorados, representando el meridional una pelea de galgos azuzados por un hombre -aunque para Pérez Carmona representa a un pastor que lucha con el lobo que le acaba de quitar una oveja-, rematándose la escena por unas volutas, mientras que el septentrional, también con las mismas volutas, muestra cuatro gallos, afrontados en las esquinas de dos en dos. El alero tiene cornisa de billetes, sostenida por diez canecillos cuya decoración y labra recuerda a algunos de los de San Pedro de Tejada o El Almiñé, mostrando diversos animales -como perros, cerdos o águilas- o figuras humanas -rabelista, flautista, peón armado de lanza y tocando un cuerno, similar al que aparece en un canecillo de El Almiñé-, caracterizadas éstas por el alargamiento de los cuerpos y las grandes cabezas y todos por la sencillez pero elegancia en la ejecución, tallados además, según creemos, en caliza blanca. Una imposta de billetes recorre horizontalmente el muro del ábside, a media altura, interrumpida por las pilastras. Sobre ella se asientan los tres ventanales -uno en cada paño-, formado el central por saetera enmarcada entre columnillas cuyos capiteles re p resentan una lucha de cuadrúpedos, bajo volutas, con cimacio también de billetes y arquivolta achaflanada con decoración de medias bolas, cobijada bajo chambrana igualmente abilletada. Los dos laterales siguen un esquema común: falsa ventana, ciega, formada por sencillo arco de medio punto, de arista abocelada en dovelas y jambas, con chambrana del mismo tipo que la anterior, apoyando en impostas similares. El presbiterio tiene planta rectangular, de corto recorrido y ligeramente más ancho que el testero absidado. Exteriormente muestra una ventana en cada lado, idénticas a las dos laterales del ábside y con alero igualmente de billetes pero esta vez con la particularidad de no tener canecillos. En planta destaca un crucero de cortos brazos rematados lateralmente en sendos hastiales, el del sur parcialmente enmascarado por añadidos posteriores y con ventanita central. Los cortos aleros tienen cornisa de billetes sostenida en cada caso por tres canecillos con decoración geométrica, tallados ahora en piedra arenisca y de distinto estilo a los de la cabecera. Sobre el crucero se eleva una torre ligeramente rectangular, de la que sólo los fundamentos son románicos. Sería ese primitivo campanario del tipo de los que adornan otras iglesias burgalesas y de los que quizá uno de los prototipos emblemáticos sea el de San Pedro de Tejada: esquinas achaflanadas, con semicolumnas adosadas que llegan hasta el alero, cuerpo inferior macizo, articulado a base de arcos ciegos que recorren los muros -en Tabliega con aristas aboceladas- y cuerpo superior aliviado con ventanales en todos los frentes, que en nuestro caso no existen, o mejor dicho, son muy posteriores. Si esta torre llegó a construirse o no es difícil de averiguar, aunque dadas sus dimensiones y la robustez de lo que se ha conservado debió planificarse con una altura bastante mayor que la actual. Bien por derrumbe o bien por falta de conclusión pensamos que pudo ser ya en el siglo XVI cuando se eleva el sencillo cuerpo del campanario, apenas clareado por algunos ventanales de medio punto. Hasta aquí llega la construcción románica, que recorreremos ahora por el interior, donde el ábside está parcialmente cubierto por el retablo del siglo XVII y totalmente revocado por unas pinturas murales del siglo XVI, sobre las que luego volveremos a hablar. Una de las falsas ventanas laterales ha sido horadada mediante un boquete cuadrado en época posmedieval, mientras que de la que preside la cabecera llegan a verse tras el retablo los dos capiteles, uno con un león y otro al menos con un águila. El muro presenta a media altura una imposta de billetes, muy deteriorada y otra idéntica, pero muy bien conservada, en la base de la bóveda de horno. El presbiterio se cubre con bóveda de cañón apuntado que arranca de la típica imposta; los muros, muy transformados a finales de la Edad Media, conservan parcialmente los ventanales románicos, prácticamente completo el del lado del evangelio, con saetera enmarcada por columnas de capiteles vegetales, compuestos por doble nivel de hojas planas que se enrollan en los extremos formando volutas, con cimacios de billetes, chambrana del mismo tipo y arq u ivolta achaflanada, con medias bolas, siguiendo el mismo diseño que muestra la ventana del testero hacia el exterior. La del otro lado apenas si conserva el arco, o al menos eso es todo lo que llega a verse. En las postrimerías de la Edad Media se erigieron dos arcosolios funerarios en este presbiterio. El más sencillo ocupa el muro norte, con arco apuntado, moldurado, apoyando sobre ménsulas y alojando en su interior relieves con los elementos de la Pasión flanqueados por la Luna y el Sol. El sarcófago presenta una gran cruz en la lauda, mientras que la caja, semioculta por el entarimado, muestra tres recuadros flanqueados por sendos escudetes que en conjunto y de izquierda a derecha representan: cruz patada, llaves de San Pedro, Cordero Místico, flor de lis y cruz de San Andrés, elementos que creemos más de referencia eclesiástica que nobiliaria. Sobre el arcosolio aparece un frontal de piedra, pintado con tres casetones, en blanco el de la izquierda, el central con un Calvario y el de la derecha con tres personajes: un ángel flanqueado seguramente por Santa Bárbara y San Martín, todo ello según trazas claramente tardogóticas. Pero al margen de estas representaciones, el arcosolio también se halla policromado en colores verde, rojo y amarillo, resaltando las zonas más profundas en negro, si bien en tiempos más o menos modernos fue completamente encalado. El sepulcro del lado de la epístola alcanza una notable calidad. Un arco conopial, con profusa decoración vegetal, entre dos soberbios pináculos, sirven de marco al arcosolio funerario. Bajo aquél se representa en relieve una Anunciación -de ejecución un tanto tosca y desproporcionada-, flanqueada a su vez por dos escudos heráldicos, el de la izquierda representando cinco hoces o cuchillos sobre ondas, el de la derecha cuartelado, con cruz flordelisada en 1º y 4º, y castillo en 2º y 3º. El arcosolio propiamente dicho es de arco apuntado, moldurado, con pilastrillas en la base y lacería calada, típicamente gótica, en el intradós. En el muro interior aparece una inscripción funeraria en caracteres góticos con el siguiente texto de fecha inconclusa: AQUI IAZE EL HONRADO ALFONSO GARCIA DE BARZENA CLERIGO DE QUINTANILLA E ABAD DE TABLIEGA IH(e)S(us) E MA(ría) A(ño) DE MIL E QUI NIENTOS E Sobre ella aparecen los elementos de la Pasión, a la vez que se halla flanqueada por los dos escudos que veíamos más arriba, aunque el cuartelado intercambia la disposición de los emblemas. El frontal del sarcófago muestra varios escudetes en el frente, que de izquierda a derecha son: llaves de San Pedro, cruz de San Andrés, figura con báculo (¿San Martín?) y cruz patada, con una flor de lis entre los dos primeros y un arbolillo de ramas desnudas entre los dos últimos. La lauda, de superficie curvada, está organizada a partir de una gran cruz flordelisada, con la parte interna totalmente cubiert a de argamasa y con otros dos escudetes al exterior, uno con la cruz de San Andrés y el otro con cuarteles ya descritos, según la disposición del que flanquea a la Anunciación. El conjunto aparece actualmente enjalbegado, aunque dudamos de que estuviera así en origen. El personaje aquí enterrado es Alfonso García de Bárcena, responsable de la ampliación que se llevó a cabo en la iglesia en el año 1500, momento en que debió encargar asimismo su sepultura, dejando la inscripción casi acabada, sólo a falta de precisar el año concreto del fallecimiento, sin que llegara a completarse cuando éste ocurrió. Un amplio arco toral comunica cabecera y nave. Es de medio punto, doblado, soportado por semicolumnillas con basas flanqueadas de bolas envueltas en hojas, dispuestas sobre podio. El capitel septentrional, con cimacio de roleos formados por tallos de tres puntas, representa a dos personajes sentados, con las piernas abiertas, agarrando largas volutas que nacen de la base de la cesta, de una especie de pequeñas cabecitas y que a su vez enmarcan una piña. El meridional muestra a un peón tocado de casco alanceando la espalda de un león, mientras éste vuelve la cabeza; tras el soldado se halla una cabeza de cuya boca parten dos volutas. En este caso el cimacio es de palmetas pentafolias. Pasando al crucero, cada brazo está precedido de un arco ligeramente apuntado y doblado, de organización similar al triunfal. El que da acceso al brazo del evangelio muestra el capitel oriental con gruesas y macizas hojas dispuestas en dos planos y en el frente la misma cabecita de la que parten dos largas volutas que ya veíamos en el capitel contiguo del triunfal. Comparte también con éste el mismo tipo de cimacio. El capitel occidental presenta tres líneas de pequeñas y abultadas bolas colgantes -muy característico de la comarca, por ejemplo en San Pantaleón de Losa, Siones, San Pelayo de Ayega o Vallejo de Mena, alcanzando hasta San Martín de Elines- con volutas en las esquinas y con cimacio de celdillas cuadradas. En el lado de la epístola el capitel oriental muestra un diablesco personaje cornado, de amplias fauces de las que parten dos volutas; parece estar desnudo -tan sólo con un largo cinturón- y con los brazos y piernas abiertas, agarrando con las manos sendas tiras que cuelgan de las esquinas del capitel rematadas en piñas, mientras que dos cabecitas monstruosas -de las que a su vez parten dos largas volutas, a modo de grandes cuernos- le muerden los pies. El cimacio es de palmetas con pentafolias. El occidental es mucho más simple y de ejecución más tosca, con decoración de cestería rematada por dos finas volutas, apenas sin relieve, aunque el cimacio es como el anterior. Cada brazo del crucero esta cubierto por una bóveda de cañón apuntado, transversal al eje de la iglesia y partiendo de impostas de billetes. En los muros occidentales se disponen sendos arcos ciegos, apuntados y de traza sencilla, aunque más interesantes son los que aparecen en los muros orientales. Se trata de dos pequeños absidiolos -el del evangelio totalmente cubierto por un retablo barroco pero le suponemos idéntico al de la epístola- formados por un vaciado del muro en el interior del templo, sin que nada al exterior manifieste su existencia, cubriéndose con pequeña bóveda de horno y con la arista exterior recorrida por un bocel, mientras que una saetera de reducidas dimensiones -ahora cegada en ambos casos- arrojaba luz sobre el altar que ahí se dispone. Se trata de unos elementos que no son sino un remedo de las triples cabeceras habituales en los grandes edificios románicos y que, como aquéllas, sirven para multiplicar altares, algo que vemos por ejemplo también en Butrera, un templo cuya planta guarda muchas similitudes con Tabliega , aunque no tanto el alzado. El centro del crucero -que ejerce de primer tramo de la nave- se cubre con bóveda de crucería simple, cuyos nervios parten de cuatro ménsulas angulares con representaciones de cabezas animales. Presenta esta cubrición algunas dudas respecto a su cronología: a juicio nuestro las ménsulas son románicas pero la bóveda es gótica, de acuerdo con los escudetes que decoran los nervios. Probablemente en origen hubo -o al menos así debió planificarse- una cúpula hemisférica, como suele ser habitual en este tipo de cruceros, pero pudo reformarse cuando se trazó la torre actual, o tal vez antes, para solucionar el problema de una cubierta que debía estar latente, más aún si la torre románica no se concluyó nunca. Del cuerpo central del crucero se pasa a la nave propiamente dicha a través de un nuevo arco toral románico, levemente apuntado y doblado y de morfología igual a la descrita en los casos anteriores. El capitel norte, bajo cimacio de flores de lis, se decora mediante una extraña composición en formas aspadas -sierpes entrecruzadas, para Pérez Carmona- asociadas a cabecitas de aire felino, motivo también bastante recurrente en la zona, donde aparece bajo diversas morfologías en lugares como Siones, Butrera, Vallejo de Mena o Bárcena de Pienza. El meridional muestra dos grandes cabezas de forma hemisférica de largas barbas puntiagudas, rematadas en estrechas volutas muy similares a las que aparecen en el capitel contiguo del brazo del crucero. En este caso el cimacio es de palmetas con hojas de cinco lóbulos. Hasta aquí la parte del edificio que responde a una fase románica, a excepción de las salvedades reseñadas. La nave como tal, formada por un sólo tramo cuadrangular, es una construcción gótica. Ligeramente más ancha que el cuerpo central del crucero, al exterior es de sillería arenisca, muy maciza y con pesados contrafuertes angulares. El interior, con paredes de mampostería revocada, se cubre con bóveda estrellada decorada con pinturas murales. Los nervios parten de ménsulas con bustos de ángeles que sostienen escudetes adornados con distintos emblemas: cruz de San Andrés, llaves de San Pedro, y las composiciones heráldicas a base de hoces y cuchillos sobre ondas y cruces flordelisadas y castillos que vimos en el sepulcro de Alfonso García de Bárcena. Todos estuvieron policromados. Las nervaduras lucen pinjantes en las claves, de nuevo con escudetes: cruz de San Andrés, llaves, hoces o cuchillos -ahora sin las ondas-, cruz patada y el habitual cuartelado de castillos y cruces, ocupando éste la clave central. En el hastial de la nave se dispone el sencillo coro de madera, bajo el cual se ubica la pila bautismal, hemisférica, obra probablemente de los siglos XVI o XVII. La portada se abre a mediodía, formada por arco apuntado gótico, de tres arquivoltas molduradas que descansan en finas columnillas, con los típicos capitelillos de las postrimerías del gótico de minuciosa labor vegetal y animal. Se cobija bajo una corta chambrana rematada en mutiladas cabezas. Sobre la puerta se dispone una lápida rectangular presidida por un relieve de la Anunciación, sin duda realizada por el mismo escultor que trabajó en el sepulcro de Alfonso García de Bárcena. Está flanqueado a la izquierda por el tan repetido escudo cuartelado a base de cruces flordelisadas -ahora dispuestas como aspas- y castillos. A la derecha una inscripción trazada en caracteres góticos: ESTA CAPILLA HIZO E L HONRADO SENOR ALFO(n)SO GARCIA DE B ARZENA CLERIGO D E QUINTANILLA DE P IENZA E ABAD DE TABLIEGA ANNO DE MIL E QUINIENTOS Pocos años más tarde se edificaría un pórtico para cobijar a la portada, a la vez que se trazó la escalera de caracol de acceso a la torre y seguramente se construyó ésta. Tal pórtico consiste en un amplio arco de tradición gótica y pequeña bóveda interior, estrellada, con cinco escudetes en otras tantas claves, cuatro de ellos con la cruz de San Andrés y la central con un emblema partido, con compleja composición a base de sotueres en 1º y ondas en 2º. Uno de los elementos más destacables de la iglesia son las pinturas murales que cubren por completo muros y bóvedas interiores, quizá más por el valor histórico y cultural, por ser uno de los pocos templos que han conservado íntegramente a la vista el aspecto que debieron tener otros muchos a lo largo de la Edad Media y siglo XVI, que por el valor propiamente artístico. Hay dos momentos y dos estilos bien diferenciados. El más antiguo corresponde a la fase constructiva gótica llevada a cabo por Alfonso García de Bárcena. Los muros de mampostería y la bóveda se enlucieron en el mismo momento de su construcción, dibujando en aquéllos un sencillo despiece de pequeños sillares a base de líneas blancas y negras. Mayor profusión decorativa se dispuso en la bóveda: en las nervaduras se representaron feroces dragones que partían de las claves, unos rojos y otros grises; en la plementería se dibujaron también sillares como los de las paredes, acompañados de los símbolos de los cuatro evangelistas en los paños laterales, aunque el águila de San Juan se ha perdido. Algunas décadas después se procedió a enlucir la iglesia románica, según el gusto renacentista imperante, predominando el gris, amarillo, blanco y rojo, pero con combinaciones que dotan al templo de gran colorido. Los muros se rellenaron de distintos motivos geométricos, con cuadrados y zigzag, rematados en la parte superior con rombos o las típicas cenefas del XVI compuestas por bustos de angelitos, delfines y vegetación enlazada. En el cascarón del ábside, representando la bóveda celeste, se dispusieron el Sol y la Luna, mientras que la del presbiterio tiene tan sólo despiece de sillares y en el muro de la epístola se recoge la pequeña imagen de un dominico. Por su parte, en el crucero aparecen diversos motivos: las llaves de San Pedro o una cruz flanqueada por los símbolos de la Crucifixión, por la cruz de San Andrés y la cruz de Santo Domingo, así como por dos blasones cuya heráldica se repite en otro más del arco triunfal. Muestran estos escudos, de forma apergaminada, campo de oro con seis estrellas azules de seis puntas y bordura de gules. El linaje a que deben corresponder y que sin duda fue el que promovió la decoración muraria, es el de los Rojas, familia con amplias posesiones en el norte burgalés, aunque este blasón contaría con una estrella más de las que habitualmente llevan. Cabe concluir pues que la iglesia de San Andrés de Tabliega, como sucede generalmente, es una suma de etapas constructivas y de reformas. Nada sabemos del templo anterior prerrománico, de cuya existencia no cabría dudar si se acepta como auténtica la carta de donación de 1037. Cuando la corriente artística que denominamos románico está en pleno desarrollo se decide la construcción de un nuevo edificio, cuyas referencias más inmediatas se hallan en muchos templos de la zona, aunque lo difícil de determinar es de dónde toma influencias y hacia dónde las deriva. Posiblemente su construcción pudo tener lugar hacia mediados del siglo XII, recogiendo una tradición e impulsándola hacia otros edificios, una cronología que también consideran Palomero e Ilardia, si bien Pérez Carmona la supone del último cuarto de siglo, idea que parecen compartir Lojendio y Ruiz Vélez. Las relaciones que presentan los canecillos de la cabecera con los de San Pedro de Tejada parecen apuntar hacia aquella cronología de mediados de siglo, aunque también hemos señalado cómo algunos capiteles se relacionan con otros de San Martín de Elines -edificio que se fecha en la primera mitad del XII- y a la vez con Vallejo de Mena, Siones o Butrera, datados en los años finales de esa centuria. Las pautas arquitectónicas, como la rica cabecera recorrida por pilastras de las que nacen cortas columnas, la emparentan con Villacomparada de Rueda, Quintanarruz, Aguilar de Bureba, Padilla de Abajo y una vez más con el edificio señero en la región, San Pedro de Tejada -que fue dependencia de Oña-, pero igualmente con San Martín de Elines y con edificios del norte palentino vinculados al obispado de Burgos, como son San Vicente de Becerril del Carpio o Santa Eufemia de Cozuelos, de cronología similar e incluso bastante anterior, como ocurre con la cabecera de Cozuelos. Otras características sin embargo nos llevan hasta tiempos muy posteriores, como veremos a continuación. El crucero de cortos brazos con torre que se eleva en el centro es una solución que se repite con cierta frecuencia en tierras burgalesas, con numerosos ejemplos en el entorno, tal es el caso de El Almiñé, Valdenoceda, Escaño o, por supuesto, San Pedro de Tejada, y que igualmente alcanza a algunas tierras más meridionales, con el ejemplo más antiguo de San Quirce, si bien nuestra duda en el caso de Tabliega es si la torre llegó a concluirse, hipótesis que no parece muy probable. En el interior la cubrición se hace con bóveda de crucería, que nosotros llevamos ya al siglo XV o XVI, aunque hay quien la ha considerado también elemento original y muestra de una cronología románica tardía para el conjunto. En el crucero, en los muros orientales, se abren dos pequeños absidiolos, que no se manifiestan al exterior. Su finalidad, multiplicar los altares, es costumbre que arquitectónicamente ha quedado reflejada en los grandes edificios de triple cabecera pero que en templos más pequeños parece recurrirse al sistema empleado en Tabliega. Así sucede también en Butrera, en el zamorano monasterio de Moreruela y en varios templos de la provincia de Soria, como en la ermita de San Mamés de Montenegro de Cameros, San Vicente y San Miguel de Almazán o Santa María la Mayor y San Juan de Rabanera en la capital, entre otros, edificios que se fechan en los últimos años del XII cuando no en los primeros del XIII. Entre los artífices que trabajan, parecen diferenciarse al menos dos escultores, uno más hábil que elabora los canecillos de la cabecera y la mayor parte de los capiteles y otro que es el responsable de los dos capiteles del ángulo suroccidental del crucero, aunque ambos elaboran una iconografía poco común, al menos en algunos casos. Posiblemente de otra mano sean también los canes del crucero, aunque creemos que todos trabajaron dentro de una misma fase constructiva, que no se dilataría más de unos pocos años. La policromía que presentan algunos de los capiteles parece deberse a etapas posteriores, cuando se enluce el templo en su conjunto. A finales de la Edad Media, bien porque la nave románica no llegó a terminarse o bien porque se derrumbó -circunstancia sólo verificable mediante excavación arqueológica-, se construye la parte posterior del templo tal como la conocemos ahora. La obra se ejecuta al gusto del gótico tardío, con pinturas murales incluidas, y bajo los auspicios de un mentor, Alfonso García de Bárcena, abad de este templo. Corría el año 1500 y mandó entonces también construir su tumba en el presbiterio, en lugar privilegiado, que quedó lista, tan sólo a falta de precisar la fecha de su fallecimiento, que nunca llegaría a escribirse. Su escudo coincide a grandes rasgos con el de Fernández y Fernández del Valle -parientes acaso de los Fernández Vélez de Valdivielso, abades de Tabliega en los siglos XVI y XVIII-, aunque no hemos reconocido aquí ni en ningún otro lugar de la iglesia las dos lagartijas que según Sáinz de Baranda portaba el emblema de los Fernández por su condición de patronos de esta abadía. Por esos años es frecuente enlucir el interior de los templos. En los muros se dibujan pequeños sillares con trazos negros o rojos y en los nervios de las bóvedas se pintan dragones. Conocemos múltiples ejemplos de ello, aunque seguramente sean muchos más los que han desaparecido en las últimas décadas por la moderna costumbre de dejar la piedra vista. No lejos de aquí aparecen este tipo de decoraciones en los muros románicos de El Almiñé, aunque mejor trazados son los que se hallan en San Juan de Ortega. Algunas décadas después, a mediados del XVI, se completa la decoración muraria ya con un estilo renacentista, totalmente distinto del anterior. Cambian los motivos y los colores y las nuevas pinturas se disponen sobre los muros y bóvedas de época románica, seguramente bajo el patrocinio de algún miembro de la importante familia de los Rojas. Tal vez por esas mismas décadas se levante el pórtico, a instancias de algún otro linaje que dejó su emblema heráldico en la clave de la bóveda y que de momento no hemos podido identificar. Parece que es entonces cuando se construye la escalera de caracol que sube a la torre y tal vez también ésta, completando la inacabada románica, quedando definitivamente perfilada la estampa de la iglesia de San Andrés tal como hoy la vemos. En siglos posteriores pudo acometerse alguna reforma de pequeña entidad: se abrió una ventana más amplia en la cabecera, destruyendo parcialmente una románica y se adosa al sur del crucero una sacristía, que más modernamente ha sido desmantelada, permaneciendo como testigo su puerta tapiada. López Rojo habla de una talla románica de San Pedro en madera policromada, aunque en realidad, por la fotografía que aporta, se trata de una escultura de época gótica.