Continuando nuestro rumbo por la autovía A-67, debemos desviarnos a la altura de Riocorvo para tomar la CA-283, y llegar así a la última parada de nuestra ruta, la pequeña aldea de Yermo. En este caso, es la Iglesia dedicada a Santa María la que va a acaparar toda nuestra atención y va a servir de colofón a nuestro pequeño itinerario, ayudándonos a comprender mejor el fenómeno del románico erótico en los límites de la actual provincia de Cantabria.
Sus orígenes se remontan al monasterio de Santa María de Yermo, fundado en el siglo IX y dependiente del Obispado de Oviedo, ejerciendo un importante poder en su día. De este solo ha sobrevivido la iglesia de concejo, denominada así por sus modestas dimensiones y su estructura de una sola nave rectangular con ábside semicircular. La lápida de consagración a la entrada nos indica que es un tempo del siglo XII y en ella se menciona al autor de la misma, Don Pedro de Quintana.
Tanto al interior como al exterior destaca por su unidad estilística y su excelente estado de conservación, con tan solo un añadido al muro norte, que no modifica el trazado románico, y la espadaña. La fachada sur es la más destacada, cuya organización es muy similar a San Cipriano de Bolmir y a San Pedro de Cervatos, en la que de nuevo aparecen relieves escultóricos adornando la misma y que muestran un gran parentesco estilístico respecto con los capiteles del claustro de Santa Juliana en Santillana del Mar, siendo coronada por una hilera de canecillos que continúan por el ábside.
Entre los canecillos es posible apreciar escenas típicas del románico montañés, como el águila que sujeta entre sus garras una presa, o un osezno junto a un hombre haciendo sonar un cuerno y un ballestero, iconografía que parece aludir a la caza. De igual forma, también se despliegan una serie de figuras en relación con la juglaría: músicos, juglares, saltimbanquis o contorsionistas. Las imágenes que aluden a la lujuria tampoco se escabullen, pudiendo observar un hombre que con una mano se sujeta la barbilla y con la otra su falo, un animal vampiro que engulle a un hombre, un hombre itifálico, mujeres exhibicionistas, una pareja que se funde en un abrazo, el león con sus cachorros, la representación de la avaricia con un hombre con una bolsa al cuello, la mujer con serpientes succionando sus pechos, otra pareja en pleno acto sexual, etc.
No solo la iconografía profana es partícipe en la decoración de la Iglesia y, aunque en menor medida, es posible encontrar relieves alusivos a la virgen, capiteles con pases bíblicos como Daniel en el foso de los leones o la Adoración de los magos, y representaciones típicas románicas como el Pantocrátor.
Entre todos los temas representados, llama especialmente la atención la lucha de caballeros y jinetes, así como el desarrollado en el tímpano de la puerta de entrada, donde un caballero a pie con una lanza lucha con un dragón y en el anverso, el mismo caballero a caballo se enfrenta a una fiera. Todos los temas abordados parecen tener un significado conjunto basado en la lucha del bien y el mal, o el camino de la fe que propone la Iglesia frente a los pecados del mundo terrenal a los que estamos sometidos, creando el propio templo un diálogo que la hace única.
Te invitamos, viajero, a seguir los pasos de la ruta propuesta y descubrir el románico erótico de Cantabria para poder contemplar las relaciones existentes entre unos templos y otros, trasladándote en el tiempo como un auténtico peregrino medieval. El románico de estas tierras enclavado en paisajes únicos te atrapará y hará que quieras explorar otros lugares, que seguro no te defraudarán.
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SANDRA MARTÍN LÓPEZ
Centro de Estudios del Románico. Fundación Santa María la Real.