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Saeteras cegadas del ábside

Identificador
47419_01_011
Tipo
Fecha
Cobertura
41º 12' 50.35'' , -4º 40' 35.32''
Idioma
Autor
Jaime Nuño González
Colaboradores
Sin información
Edificio Procedencia (Fuente)

 

País
España
Edificio (Relación)

Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción

Localidad
Almenara de Adaja
Municipio
Almenara de Adaja
Provincia
Valladolid
Comunidad
Castilla y León
País
España
Descripción
EL EDIFICIO, QUE SE ENCUENTRA en el extremo oriental del menguado caserío, está hecho a base de mampostería caliza y de ladrillo, destacando su grandiosa aunque rústica cabecera sobre la reducida nave. Es claramente una iglesia rural que consta de ábside semicircular, presbiterio y nave única, con pórtico a mediodía, donde además se adosa la deshabitada casa cural, con sacristía aneja al norte de la cabecera. El conjunto es resultado de diversas reformas y ampliaciones, generalmente a lo largo de siglos posteriores a la Edad Media, permaneciendo de los momentos más antiguos la cabecera, que no obstante también fue objeto de contundentes alteraciones. La actual nave, cubierta con bóvedas de lunetos, es de fábrica posiblemente barroca. Exteriormente el ábside muestra muros de mampuesto, con vanos y decoraciones de ladrillo. Actualmente parte de un gran zócalo achaflanado moderno y el alzado no cabe duda que en origen debió estar revocado, dada la extrema pobreza de los materiales empleados en la construcción y la irregular dispersión de ladrillos y piedras. Las recientes modas de eliminar enlucidos nos permiten ver sin embargo el sistema constructivo, en el que la minúscula mampostería es recorrida ocasional e irregularmente por hileras de ladrillos, destacando en el macizo paramento tres pequeñas saeteras de ladrillo, hoy cegadas, formadas por arcos de medio punto doblados. Originalmente el ábside remataba en una cornisa también de ladrillo, formada por canes de tres piezas escalonadas, pero en una época no bien definida –seguramente postmedieval– el conjunto de la cabecera se recreció con un gran cuerpo, doblando la altura original, manteniendo la misma planta y rematando en grandes merlones para albergar las campanas, lo que hizo necesario también reforzar el exterior del arco triunfal con grandes contrafuertes escalonados. Surge así una rara y corta torre cuyo formato claramente absidal recuerda la reforma que también sufrió la iglesia de San Juan de Olmedo. El presbiterio, también afectado por tal recrecimiento, es ligeramente más ancho y originalmente también algo más alto. El muro norte está prácticamente oculto por la sacristía, mientras que el del sur, totalmente despejado, parte de un zócalo de mampostería sobre el que se eleva un cuerpo recorrido por cuatro arcos de medio punto ciegos, sencillos, de ladrillo, dentro de casetones rectangulares, ligeramente más altos y sobresalientes, también de ladrillo, elementos que permitieron a Manuel Valdés hablar de una vinculación con el foco mudéjar toresano. El interior de los arcos combina piedra y ladrillo de forma irregular, lo que sin duda indica su situación originaria revocada. Sobre ese cuerpo de arcos se eleva otro en cuya construcción se alterna el mampuesto y el ladrillo en diversas posiciones, con varios mechinales y con una pequeña saetera rectangular de ladrillo, que tal vez en origen fueran dos, a tenor de la alteración parcial que sufrió este sector. Su aspecto exterior, partiendo del hecho de que se hallaba enlucido, debió ser liso, rematando en el mismo formato de alero que tenía el ábside. En el interior sí encontramos los muros totalmente revocados. El cascarón absidal está en buena parte cubierto por un retablo fechado el 30 de enero de 1632, aunque tras una de las tablas, que se ha desprendido, se alcanza a ver cómo todo el muro está recorrido a media altura por una serie de arquillos de medio punto, doblados, rematando en una imposta de nacela sobre la que se eleva la bóveda de horno apuntada. Por su parte el presbiterio se articula en dos cortos tramos, con abovedamiento de cañón apuntado con fajón central, sobre la misma imposta de nacela. Sus muros repiten el mismo esquema en dos tramos, separados por una pilastra y animados con sendos arquillos dobles sin lesena central, un modelo que vemos en la cabecera de Santiago Apóstol de Megeces de Íscar, que en cierto modo se repite en la nave de Aldea de San Miguel y que, salvando las distancias, nos hace recordar a La Anunciada de Urueña. El arco triunfal, muy potente, es igualmente apuntado. Para Valdés el único elemento que “conserva como obra mudéjar” este templo es el muro sur del presbiterio, para el que supone una fecha de mediados del siglo XIII. Sin que haya mayores elementos de discusión sobre tal cronología, sí entendemos que el conjunto de la cabecera responde a un mismo momento constructivo, como lo demuestran además los arquillos interiores del ábside, que habitualmente han pasado desapercibidos. La mayor o menor presencia de ladrillo, tal como se ve en los paramentos del exterior, no responde más que a un deseo decorativo, que parece que no existió en el muro externo del ábside. Un elemento muy curioso es la sacristía, que se adosa al norte de la cabecera y que exteriormente nos muestra una sencilla fábrica de mampostería. Al interior sin embargo está revocada y se cubre con bóveda de cañón apuntado, de luz mayor que la anchura entre muros, con dos fajones que descansan sobre los mismos muros. Nos da la impresión que en origen fue la humilde cabecera de una nave hoy desaparecida y cuyos restos llegan a averiguarse en las proximidades del templo. Su datación se remontaría a época gótica.