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Identificador
34469_02_001
Tipo
Formato
Fecha
Cobertura
42º 23' 21.59'' , -4º 27' 40.43''
Idioma
Autor
José Luis Alonso Ortega
Colaboradores
Sin información
Edificio Procedencia (Fuente)

 

País
España
Edificio (Relación)

Iglesia de San Román

Localidad
Villaherreros
Municipio
Villaherreros
Provincia
Palencia
Comunidad
Castilla y León
País
España
Descripción
DENTRO DEL CASCO URBANO se encuentra la parroquia de San Román con su mole -mitad románica, mitad barroca-, que destaca sobre el caserío circundante. Se trata de una iglesia de origen tardorrománico, levantada probablemente en la transición del siglo XII al XIII y deudora, por lo tanto, de los talleres que trabajaron durante esa época en las comarcas norteñas de la actual provincia. Se produjo en esa zona la gran eclosión del estilo que pronto irradió su influencia hacia sectores más meridionales dominados hasta entonces por la corr iente estilística derivada de las creaciones surgidas en torno al Camino de Santiago. Estas obras realizadas en torno a 1200 al amparo de los grandes monasterios románicos de Aguilar y San Andrés de Arroyo suponen el canto de cisne del arte románico, contaminado ya por soluciones técnicas y estilísticas más propias del gótico. La primitiva fábrica románica está construida en aparejo de sillería caliza, bien escuadrada y cortada a hacha, como era norma habitual en la época. La mayoría de estos sillares conserva todavía las características marcas de cantero que les diferencia de los utilizados en reformas y añadidos posteriores. Consta de tres naves, rematadas en testeros planos y separadas por pilares prismáticos de sección rectangular con pilastras rectangulares adosadas en los lados cortos. Todos los pilares tienen zócalos de piedra decorados con una moldura de bocel -excepto el primero de la nave de la epístola que fue rehecho recientemente- y una delgada imposta biselada de la que arrancan los arcos formeros apuntados y doblados. La capilla mayor, de planta cuadrada, recibía la iluminación del exterior a través de una ventana de clara inspiración gótica. Se compone de doble arco apuntado decorado con finos boceles en las aristas y guardapolvo de bisel que cobija otros dos arcos geminados más pequeños -hoy cegados-, y sobre ellos un óculo tetralobulado que no llega a calar en el muro. El testero remataba en piñón, con una cubierta a dos aguas que fue recrecida en el siglo XVIII con muros de ladrillo. Ha desaparecido la primitiva cornisa pero todavía se conservan las dos hileras de canecillos lisos que debieron de soportarla. Desde el punto de vista de la filiación estilística hay que señalar que esta cabecera guarda un extraordinario parecido con el ábside de la ermita de San Miguel de Población de Campos, datada en los primeros años del siglo XIII. En ambos casos el ventanal oriental obedece a un esquema decorativo idéntico. Las capillas laterales presentan testero recto perforado por una sencilla aspillera, aún visible en el lado del evangelio. A lo largo del muro septentrional se percibe todavía la cornisa de piedra -probablemente recrecida en época más tardía- soportada por canecillos románicos en su mayor parte lisos. Hacia la mitad del muro se abría una portada de arco apuntado, hoy cegado, que comunicaba con un espacio cubierto a modo de pórtico del que se conservan los canes que soportaron una techumbre de madera. En esta parte se percibe claramente el rebaje del tierras de que ha sido objeto la calle y que ha favorecido el desnivel que en apariencia ofrece hoy dicha portada. El acceso al interior se realiza a través de una magnífica portada románica dispuesta en el muro sur, sin duda el elemento más interesante de cuantos se conservan del primitivo templo. Consta de arco de ingreso de medio punto y dos arquivoltas, la exterior lisa y la interior con bocel entre medias cañas, flanqueada a su vez por dos cenefas cargadas de rosetas. Descansa sobre una pareja de columnillas provistas de basas y capiteles decorados con motivos vegetales. El izquierdo presenta hojas de talla muy carnosa adheridas a la cesta, con los nervios marcados y caulículos muy salientes en la parte superior. El de la derecha muestra pequeñas hojas romboidales y caulículos también de gran desarrollo. Los cimacios se decoran con hojas muy planas de forma semicircular que recuerdan las características “ovas andresinas” tan del gusto de los maestros que trabajaron en el norte de la provincia. Todo en esta portada parece remitir como ya apuntamos con anterioridad al cercano precedente del románico norteño, especialmente a los talleres más influenciados por la estética de origen cisterciense salida de los talleres de San Andrés de Arroyo y Aguilar de Campoo. Estos canteros, que desarrollaron también su labor en otras iglesias de la Montaña Palentina, irradiaron su influencia hacia las comarcas más meridionales dejando su huella en la sala capitular del monasterio de Santa Cruz de la Zarza en Ribas de Campos, en la iglesia parroquial de Amayuelas de Abajo y también en Villaherreros. La puerta está cobijada por un pórtico mucho más moderno en cuyo muro occidental se reaprovecharon algunas piezas románicas, entre las que destacan restos de un fuste y de un capitel decorado con una hoja vuelta. Empotrado en la esquina del mismo muro, se conservó hasta la década de los 50 un capitel románico decorado con el tema de Sansón desquijarando al león, similar a los muchos conservados en iglesias del norte, especialmente al que en su día hubo en el monasterio de Santa María la Real de Aguilar de Campoo, hoy en el Museo Arqueológico Nacional de Madrid. En 1948 el obispo de Palencia ordenó el traslado del capitel que fue retirado del muro, perdiéndosele la pista hasta 1955, año en que ya aparece recogido en los fondos del Museo Frederic Marès de Barcelona, donde actualmente se conserva. Se trata de un capitel doble que por su estructura podría haber pertenecido a la arquería de un pórtico o al arco triunfal de la iglesia que sabemos fue reconstruido en 1756 (Libro de cuentas de fábrica de la parroquia de S. Román de Villaherreros, 1748-1807, f. 46r). Recordemos que el tema de Sansón fue relativamente frecuente en las iglesias románicas del norte palentino, donde adquiere una variante iconográfica muy particular, inusual en otros lugares. Además en la mayoría de los casos en que se ha conservado suele aparecer situado en uno de los lados del arco triunfal. El ejemplar de Villaherreros tiene en las esquinas dobles volutas y colgando de ellas una especie de palmeta. En el frente se representa al héroe bíblico, con barba y capa, cabalgado sobre el león y abriéndole las mandíbulas, mientras otro personaje sujeta al animal por la cola. Elemento éste que se aparta del relato bíblico y de los apócrifos conocidos, pero muy corriente en el románico palentino, como si de una variante o interpretación local se tratase. El lateral izquierdo lo ocupa la escena del soldado luchando con el dragón alado que simboliza en realidad la eterna lucha entre el bien y el mal. El tema de Sansón está ampliamente representado en la plástica románica como prefiguración de Cristo: Sansón mata al león igual que Cristo vence al demonio, y lo mismo ocurre con San Jorge. Este tema lo encontramos en Aguilar de Campoo con la misma disposición de la palmetas colgando de las volutas de las esquinas o los apuntes de arquitecturas en la parte superior de la cesta, en un capitel del crucero de Santa Eufemia de Cozuelos, en la parroquial de Dehesa de Romanos, en Vallespinoso de Aguilar donde en la cara izquierda también se representa al Miles Christi matando al dragón o en la ermita de Torre Marte donde el personaje del lado derecho en vez de sujetar la cola del león le agarra por una pata. Pero de todos ellos la mayor impresión de movimiento la causa el capitel de Villaherreros que el Catálogo del Museo Marès fecha hacia 1180. En su interior, la primitiva iglesia se cubría con techumbre de madera en sus tres naves, pero a diferente altura, de modo que en el desnivel que había entre la nave central y las laterales se abrían ventanas de medio punto abocinadas que quedaron posteriormente ocultas, pero que todavía son visibles desde el interior de la cubierta, entre las bóvedas y el tejado. Esa techumbre de madera fue sustituida a finales del siglo XV por un artesonado mudéjar cuyos restos aún se conservan bajo el tejado actual. A lo largo del siglo XVIII la iglesia fue objeto de una profunda transformación que ocultó no sólo la vieja armadura sino también parte de la antigua estructura románica. La reforma alcanzó sobre todo a las cubiertas y a la torre que se alzaba junto al hastial occidental. Se construyeron en esos momentos las bóvedas de arista al tiempo que se reformaba el crucero, donde se colocó el escudo de la parroquia formado por un libro y una palma de martirio que son los emblemas que definen la iconografía del santo patrón y que son los atributos que porta la escultura que preside el retablo. La capilla mayor se recreció con muros de ladrillo y se cubrió con un tejado a dos aguas todo el cuerpo de iglesia, eliminando el desnivel que originalmente existía entre las naves y ocultando las primitivas ventanas románicas. En la visita pastoral realizada por el obispo de la diócesis en 1755 se da licencia al párroco de Villaherreros para desmontar el arco triunfal de manera que “quede igual que la nave, y no impida la visita del retablo”. La obra se llevó a cabo al año siguiente. Poco tiempo después se construyó la sacristía y se reformó la capilla de la epístola en 1771, fecha que aparece grabada en la cornisa. En 1746 el escribano Antonio de Thovar y Aguilar recoge el testimonio de don Gonzalo Sánchez, a la sazón cura de Villaherreros, mediante el cual expone la mala situación en que se encontraban las arcas de la parroquial, faltas de caudales debido a unas obras realizadas con anterioridad en el templo. El párroco remite un informe del maestro Esteban Guerra, vecino de Carrión, sobre el mal estado en que se encontraba el último cuerpo de la torre. Como consecuencia de ello el obispado ordenó un reconocimiento del templo a su arquitecto titular, Francisco Campoo, el cual describe los problemas que presentaba la torre, realizando un dibujo de la misma y estableciendo las condiciones para llevar a cabo las obras de reforma. Sin embargo, problemas derivados de la participación de los diezmos originaron la suspensión del desmonte. En septiembre de 1747 se disponía la partida hacia Villaherreros del maestro Manuel Portela para hacer un nuevo reconocimiento y el avance de costos. Con ello se interrumpe el expediente sobre esta obra. En 1753 se ponen en marcha los trabajos aunque no sabemos si de acuerdo con las condiciones estipuladas por Campoo o por Portela. Según las cuentas de fábrica de ese año se pagan “Mill doscientos ochenta y nuebe reales que costaron cinquenta y ocho carros de ladrillo grueso para la torre... quinientos ocho reales y cuatro maravedís que costaron setenta y siete cargas de cal que se trajeron de Guardo... treinta y ocho reales por treinta y ocho carros de arena”. Esto sólo era una pequeña parte del gasto total que ascendió a 14.439 reales, cantidad ligeramente inferior a los 15.213 reales que había calculado en su informe Francisco Campoo. De esta torre no queda ningún vestigio pues debió venirse abajo en 1861 siendo sustituida por la actual que se terminó en 1896, obra del arquitecto Ángel T. Manrique.