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Panorámica

Identificador
50901_01_019n
Tipo
Formato
Fecha
Cobertura
42º 23' 15.39'' , -0º 56' 11.48''
Idioma
Autor
Jorge Arruga Sahún
Colaboradores
Sin información
Edificio Procedencia (Fuente)

 

País
España
Edificio (Relación)

Castilla e iglesia de San Martín

Localidad
Biel
Municipio
Biel
Provincia
Zaragoza
Comunidad
Aragón
País
España
Descripción
El castillo de Biel se alza majestuoso sobre una plataforma rocosa en torno a la cual se distribuyen la iglesia y el casco urbano de la localidad. Esta fortaleza estuvo muy ligada durante los siglos xi y xii a los reyes de Aragón, y lo cierto es que junto con los de Loarre, Uncastillo, Luesia y Sos entre otros, formó parte de la llamada extremadura aragonesa, en la cual una serie de puntos defensivos custodiaban la frontera sur del reino cuando limitaba con los reinos de taifas árabes antes de la conquista del Valle del Ebro. Según Cristóbal Guitart Aparicio, no es uno de tantos castillos que hay que Aragón, sino que se trata del más grandioso ejemplo de los donjones a la francesa, esto es, castillos formados por una torre principal de grandes dimensiones. Muy pocos restos se conservan del recinto que, en origen, servía para reforzar y nivelar el terreno formando una pequeña plaza de forma oval, en cuyo extremo sur y sobre la pared más escarpada se levantó la torre del castillo. Hoy en día permanece destacada la figura solitaria de la torre. Las primeras noticias que se conservan del castillo de Biel se remontan al reinado de Sancho el Mayor (1004- 1035), aunque ya hemos dicho que no se trata de una mención directa en la propia documentación del monarca, sino de la referencia contenida en una bula papal más tardía (1084-1085) a la edificación de una fortificación durante su reinado. Formaría parte de una cadena de castillos integrada asimismo por Ruesta, Sos, Uncastillo, Luesia, Agüero y Murillo, que defenderían la vertiente meridional del entonces condado aragonés (subscriptis castris, Rosta scilicet et Ulle, Sos et Unocastello, Lusia, Bel, Aguero et Morello, quae edificata ab tuo Santio rege fuere). Su primer tenente fue Blasco Orioli entre los años 1042 y 1051. Durante el siglo xi y hasta el siglo xiii el castillo, que ocupó el centro de la historia de Biel, estuvo muy vinculado a la familia real aragonesa. Sancho Galíndez y su mujer doña Urraca lo donaron al rey Sancho Ramírez (del que Sancho había sido ayo o aitan), quien aparece como su poseedor en 1062. Posteriormente el monarca lo entregó en dote a su esposa Felicia de Roucy cuando contrajo matrimonio en 1071. A partir de esa fecha el castillo de Biel aparece citado algunas veces como palacio (palatium), lo que es prueba evidente de la dignidad que había alcanzado, y de él fueron tenentes sucesivamente sus hijos Fernando y Alfonso. Este último suscribe en la localidad varios diplomas. A partir del siglo XIII, una vez desaparecido su valor fronterizo, el castillo pierde renombre y su importancia fue decayendo hasta pasar a ser un lugar de señorío. En el siglo XIII aparecen como dueños los señores de Illueca. En el siglo XV figurarían como señores el príncipe Martín de Aragón y el condestable Álvaro de Luna. A mediados del siglo XVI se acometieron importantes reformas en la iglesia de San Martín que afectaron a las naves de los pisos de habitación. En el siglo XVIII perteneció al arzobispo de Zaragoza. La posición estratégica de la villa en época medieval e indudablemente la vinculación directa con la familia real pudieron ser la causa de que se levantara un castillo de tal envergadura y calidad. Tiene planta rectangular orientada de Nordeste a Suroeste, aunque su extremo meridional es irregular. Está constituida por un núcleo rectangular prolongado en un estrechamiento, conseguido mediante rebaje con cambio de dirección en la cara noroccidental y mediante la introducción de un lienzo oblicuo en la suroriental. De esta forma, el resultado final es un hexágono irregular de 19 m x 10 m al exterior, con una altura aproximada de 30 m. Las medidas interiores, por su parte, son de 15,7 m de longitud por 7,1 m de anchura, lo que da una idea del grosor de los muros de carga que configuran el espacio. La superficie interior es de unos 105 m2. El exterior de la fortaleza es muy espectacular, tanto por sus medidas, mucho mayores que las de los torreones próximos en el tiempo y en el espacio, como por su emplazamiento sobre un potente afloramiento rocoso. Además, el trabajo de la fábrica de sillares está muy cuidado, con una altura de hiladas que oscila en torno a los 25 cm, si bien es cierto que en el arranque del muro se han encontrado ejemplos de bloques de hasta 50 cm de altura. Llama también la atención el hecho de que se trate de una fortaleza mucho menos cerrada que otras de la zona en las que los vanos son casi inexistentes. Aquí se localizan numerosas aberturas en el muro, no todas originales, desde entradas en altura enmarcadas por puertas adinteladas hasta toda una serie de vanos rectangulares estrechos con marcado derrame interior, ya previstos en la construcción románica y distribuidos de manera irregular, aunque no exenta de lógica en los lienzos, especialmente en el noroccidental. Lo que no se aprecia apenas son cambios en la factura exterior del trabajo de la piedra en la mayor parte del espacio rectangular, lo que lleva a suponer que el grueso de la fortaleza se ejecutó de manera relativamente rápida, en fechas muy próximas o, al menos, por cuadrillas de maestros canteros que poseían la misma formación. Esteban, Galtier y García Guatas detectaron el aprovechamiento en la fábrica final de una torre mucho más pequeña (en su opinión de unos 10 o 15 m2) todavía visible en uno de los extremos. El interior de la torre, por su parte, se articulaba en origen en cinco niveles diferenciados en altura, encaminados a satisfacer una doble función: la defensiva, como albergue de la guarnición militar por un lado, y también la de residencia señorial. Tradicionalmente el acceso al interior se realizaba directamente desde lo que podemos considerar como planta noble o primer piso, segundo nivel en altura realmente desde el basamento de la fortaleza. En el lateral suroriental de esta planta, cerca del ángulo este, se habilitó un elemento sobresaliente, habitualmente identificado como letrina, la cual resalta levemente al exterior, volando ligeramente frente a la superficie plana del resto del conjunto. A distintas alturas se conservan arranques de soportes (sobresalen unos 30 cm del grueso del muro), que llevan a pensar en una distribución de arcos transversales soportando los desaparecidos forjados, en conjunción con las vigas que penetraban en los muros gracias a los mechinales todavía existentes. También se aprecian con claridad, por ejemplo en el piso más alto, retranqueos murales pensados para reducir sección mural y recibir forjados en combinación con las vigas. En diversos lugares se advierten series de mechinales repartidos de manera ordenada. En la actualidad no se conservan restos de las imprescindibles estructuras lignarias, quedando el volumen interior completamente vacío. En el año 1996 fue restaurada su techumbre por el Ministerio de Cultura, y en la actualidad se están llevando a cabo trabajos de rehabilitación para poder instalar allí un Centro de Interpretación de la vida en los castillos en época medieval. La torre está construida en piedra sillar muy bien labrada y asentada con mortero de cal, incluso con las juntas ligeramente rehundidas en algunos tramos, para acentuar el agarre de la piedra y la solidez del conjunto. Los muros son lisos y en ellos se abren, como se ha comentado, numerosas ventanas rectangulares, pequeñas altas y esbeltas. Abundan especialmente en los dos niveles superiores, donde están cantonadas de mechinales para complementos de madera desaparecidos. En el gran muro noroccidental destacan dos parejas de vanos en diferentes alturas por sus enormes proporciones. Su apertura corresponde a fechas más tardías. En la cara nororiental sólo existen vanos en la parte superior, pero en el exterior se aprecian las entradas en que apoyaban los jabalcones de una estructura de madera. Su construcción se realizó al menos en dos fases. La primera correspondería a la fortificación que la documentación atribuye a Sancho el Mayor, y la segunda consistiría en su ampliación o reconstrucción para unir a su condición militar la de residencia palaciega. Según Cristóbal Guitart Aparicio, la grandiosa torre pudo ser construida por artífices norteños llegados con los caballeros que en 1064 asediaron Barbastro o con la fracasada cruzada del año 1073. Esteban, Galtier y García Guatas también proponen para la segunda fase los años 1073 y siguientes. En la misma línea se ha supuesto como terminus ante quem el establecimiento de castillos más avanzados hacia el Sur, como el de Obano, para el que se baraja una datación de hacia 1086 y donde incluso pudieron trabajar los mismos canteros. No obstante, dado que no se trata de un edificio que limite su funcionalidad a lo puramente militar, cabría retrasar un poco la ejecución, siempre en las décadas finales del siglo xi. La dimensión de Biel en el panorama de las grandes construcciones civiles del románico aragonés se calibra correctamente si lo situamos en la secuencia de obras como Abizanda y Loarre, es decir, en la serie conformada por las edificaciones en las que se tuvo muy en cuenta el componente de propaganda y dignidad señorial. Su época de esplendor pudo prolongarse, como mucho, hasta comienzos del siglo XIII, momento en el que la población comenzó su declive, asociado a la pérdida del valor estratégico del que había gozado antaño.