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Nave central

Identificador
37000_0041
Tipo
Formato
Fecha
Cobertura
40º 57' 51.74'' , -5º 39' 50.77''
Idioma
Autor
José Luis Alonso Ortega
Colaboradores
Sin información
Edificio Procedencia (Fuente)

 

País
España
Edificio (Relación)

Iglesia de San Martín

Localidad
Salamanca
Municipio
Salamanca
Provincia
Salamanca
Comunidad
Castilla y León
País
España
Descripción
SE SITÚA LA PARROQUIA DE SAN MARTÍN en las inmediaciones de la Plaza Mayor, entre la plaza del Corrillo y la calle Sánchez Barbero, rodeada e invadida por edificaciones posteriores que dificultan la comprensión exterior del edificio. Su fundación data del año 1103, y fue realizada a instancias del caballero toresano Martín Fernández. En el siglo XVIII se hundieron gran parte de las bóvedas de la nave central, siendo rehechas por Jerónimo García de Quiñones. Para Pradalier, este condicionante impide establecer un análisis comparativo respecto a las de la Catedral Vieja. Los dos tramos orientales de la nave fueron igualmente rehechos tras el incendio del 2 de abril de 1854, que destruyó el retablo mayor atribuido a Gregorio Fernández. El desgraciado percance motivó una nueva restauración del edificio que en lúcidas palabras de Gómez-Moreno se ejecutó “sin que artífices eruditos hayan lucido en ella su ciencia arqueológica y su inventiva”. En la actualidad los testimonios medievales de la iglesia de San Martín quedan completamente enmascarados por ulteriores reformas y las modernas edificaciones del entorno. La planta es muy similar a la de la catedral salmantina, basilical con tres naves y triple ábside semicircular invisible al exterior por las edificaciones adosadas, carente de crucero. La zona inferior del ábside del evangelio -la denominada capilla de San Blas- conserva una especie de zócalo con arquería ciega trilobulada que apoya sobre columnas pareadas. Presenta tres portadas abiertas hacia occidente, norte y sur. Las cubiertas estuvieron forradas por escamados pétreos, al estilo de la Catedral Vieja. Gruesos pilares que arrancan de zócalos circulares, con semicolumnas adosadas y codillos angulares, soportan las cubiertas. También las colaterales se cubren con bóvedas cupuliformes sobre nervaduras diagonales rematadas en arista. El tramo presbiterial de la capilla mayor se cierra con cañón apuntado y los colaterales con bóvedas de cañón, cuya planta resulta ultrasemicircular. Para Gómez- Moreno todo el sector oriental es el más antiguo, obra de un tracista de origen toresano. Lampérez consideraba que la existencia de pilares con codillos angulares era sintomática de un cambio general de planes o de un arrepentimiento en función de los modelos aportados por la catedral. En vez de bóvedas de arista utilizará las de plementería anular, reforzadas con nervaduras para las naves colaterales manteniendo el cañón apuntado con perpiaños en los cuatro tramos de la nave mayor. De hecho, en los salmeres del arranque de las bóvedas colaterales podemos apreciar dos hiladas que formaban parte de la inicial arista desde donde “surgió toscamente el arco diagonal, como los témpanos de aquella bóveda se convirtieron en los plementos de la de crucería”. Para el mismo autor, tal planteamiento era fruto de la influencia ejercida por la colegiata de Toro, dentro ya de las nuevas corrientes “de transición”. Pradalier opina que los tracistas intentaron aplicar a la totalidad del edificio, incluyendo naves laterales, el sistema de estatuas-nervadura utilizado en el crucero catedralicio. Sin embargo, la falta de recursos económicos impidió rematar el ambicioso proyecto inicial, quedando la ornamentación escultórica prevista sin ejecutar. Algo similar ocurrió en el primer tramo de la nave de la Catedral Vieja. En cuanto al taller escultórico activo en San Martín, parece bien distinto del que trabajó en la catedral. Para Pradalier, es un hecho demostrativo de la gran cantidad de tendencias escultóricas presentes en la capital del Tormes durante la segunda mitad del siglo XII y que, curiosamente, nunca tuvieron suficiente capacidad de integración como para renovar su perfil plástico. Anota además la existencia de un capitel en la nave de San Martín similar a los del pilar más occidental de la nave de la epístola en la Catedral Vieja, datable hacia el primer cuarto del siglo XIII. Para Lampérez los capiteles eran obra de dos “escuelas escultóricas distintas; de toscas hojas los correspondientes á los muros laterales, y finísimos, con numerosa fauna volátil, los de los pilares”. La existencia de dos talleres era también suscrita por Gómez-Moreno: la mayor parte de los capiteles de la nave central fueron destruidos durante el siglo XVIII, conservando sólo dos leones y monstruos, así como claves con ángeles sosteniendo la luna y una cartela y un obispo bajo un arco. Por lo que respecta a los visibles en las colaterales, de cronología anterior, presentan acantos y otras figuraciones (pájaros devorando un cuadrúpedo, rapaces bicéfalas, sirenas de doble cola, un cuadrúpedo derribado entre dos leones y diferentes máscaras antropomorfas). Poco después de concluir las bóvedas, a lo largo del siglo XIII, los pilares no pudieron soportar los fuertes empujes e hicieron ceder los muros, deformando los perpiaños y cubiertas. A fines de la misma centuria se reforzaban las estructuras, remodelando la zona de los pies de la nave mayor, las bóvedas occidentales de las colaterales, un fajón de la capilla mayor y su bóveda de cañón y una tribuna superior con gran óculo que perfora el hastial. A inicios del siglo XVI se montó un coro con crucería rebajada frente a la tribuna del sector occidental. El portal meridional que es para Gómez-Moreno obra antigua, posee bóveda de cañón apuntada y portada de medio punto “toda deshecha y llena de remiendos”. Fue remodelada y cubierta entre 1582 y 1586, siguiendo el estilo renaciente de Gil de Hontañón. Para Villar y Macías en 1887 “aún se ven en el ingreso las estatuas de la Anunciación, como en la Catedral Vieja”. Las obras barrocas posteriores ocultaron dos de las tres portadas románicas. Hoy sólo permanece abierta al casco urbano (a la plaza del Corrillo) la septentrional. Posee tres arquivoltas de medio punto ornadas con hojas tetrapétalas, baquetones y escocias, lóbulos formando cilindros huecos y florones que descansan sobre excelentes capiteles vegetales y figurados. En el lado derecho apreciamos tres capiteles: uno vegetal de sabor oniense, que nos recuerda el estilo de los capiteles de entrada a la capilla de Talavera en el claustro de la Catedral Vieja; otro de collarino ornado con ovas y bolas que en su cesta presenta aves de cuellos y colas entrelazadas, finamente cinceladas sobre fondo vegetal y cabecillas que asoman por el sector superior; y un tercero con arpías afrontadas tocadas con caperuzas sobre fondo de góticos prótomos. En el lado izquierdo aparecen otras tres cestas: una vegetal con los típicos acantos borgoñones de perlados nervios centrales, otra con dragones afrontados cuyos cuellos entrelazados recuerdan similar plantilla en el sepulcro de la Magdalena de Zamora y una tercera -muy deteriorada- con arpías de colas entrelazadas que parecen evocar similar fauna del norte palentino (Zorita del Páramo y Santa Eufemia de Cozuelos). El zócalo sobre el que apoyan los fustes de la portada y estos mismos parecen piezas restauradas modernamente. La portada septentrional queda cobijada por un arco apuntado decorado con bolas también presentes en la cornisa superior. En una hornacina apuntada abierta sobre la portada, aparece un grupo de San Martín, cabalgando un escuálido equino, partiendo su capa con el pobre. Los curiosos lobulados en las arquivoltas de la portada septentrional ya recordaban a Gómez-Moreno la portada del Obispo de la catedral zamorana. El mismo autor atribuía la portada septentrional y la occidental de San Martín (más dos ventanales en la nave del evangelio) al escultor presente en los primeros tramos de la nave central y claustro de la Catedral Vieja; para Pradalier sólo las arquivoltas de la portada occidental podrían relacionarse con la segunda campaña constructiva catedralicia. La portada occidental permaneció oculta por la capilla barroca de Nuestra Señora de las Angustias (1698) hasta 1958; fue dotada por el acaudalado mercader de paños Juan Muñoz del Castillo. El tímpano es también un añadido barroco. De antiguo se abría al mercado contiguo, de hecho, el templo recibió el apelativo de San Martín del Mercado (así se documenta en 1173) o San Martín de la Plaza y quizá tal ambiente pueda explicar el carácter profano que refleja su interesante iconografía. Está compuesta por seis arquivoltas. La interior, muy deteriorada y ornada con flores cuadripétalas y pequeñas bayas, la segunda posee moldura abocelada con motivo de herradura polilobulado que apoya sobre reducidas columnillas (aparecen aquí inscripciones pintadas del siglo XV -quizá de cuando se trazó el arco apuntado decorado con bolas de la portada septentrional- referidas a apóstoles y quizá a profetas, M. Ruiz Maldonado señalaba cómo sólo era posible leer los nombres de Simón, Felipe y Bartolomé), la tercera arquivolta con palmetas perladas y una inscripción del siglo XVII donde se leía “...AR EL BACHILLER DAMIAN DE LINTORNE + Y DE XOUNASAS...” y la cuarta con carnosas y esquemáticas hojas de acanto más un entrelazo pintado. La quinta arquivolta es la más interesante y presenta numerosos temas figurados: una cabeza de león con sus fauces abiertas, tres bustos femeninos con tocas y otro masculino, dos personajes sedentes, una pareja en actitud amorosa, un ave de alas explayadas apresando una pieza con sus garras, hojas carnosas, guerreros erguidos armados con lanzas y escudos y otros en actitud de combate, un ave fantástica con cuerpo de reptil, un cuadrúpedo sobre una caverna donde descansa un animal al lado de su cría, una cabeza de fauno, otras máscaras monstruosas y once escenas que forman parte de un mensario (un labriego que poda un árbol; dos figuras cubiertas con capirotes pastoriles calentándose al fuego; un hombre con garrote matando un cerdo; un maltrecho campesino junto a un cesto con frutos; un segador; una escena con los trabajos de aventado de la mies; un jinete con escudo, túnica y capucha, montando un caballo enjaezado; una figura sedente con la cabeza echada hacia atrás y dos comensales sentados frente a una mesa en actitud de repartir una hogaza). La sexta arquivolta, la más externa, presenta similares hojas carnosas que las dos anteriores. La portada occidental conserva todavía restos de policromía original. Sus arquivoltas descansan sobre capiteles y columnas acodilladas. Sólo se mantienen íntegros los tres capiteles exteriores del lado izquierdo, decorados con cuadrúpedos alados apresando un personaje masculino caído, arpías afrontadas con una presa bajo sus garras y estilizados vegetales que para Ruiz Maldonado eran de un estilo muy diferente al que reflejan las hojarascas de las arquivoltas. Restos muy deteriorados de dos cestas del lado derecho revelan que se decoraron con temas vegetales, además de otra cesta con aves de cabezas vueltas picoteando sus alas y dos más vegetales entre las que se cuela un pequeño león. La misma autora infiere que los once temas de la quinta arquivolta aluden a un mensario (quizá una duodécima escena permanezca aún embutida en el muro). En realidad, se trata de un unicum en tierras salmantinas (los mensarios más cercanos, geográficamente hablando, son el fragmentario de San Claudio de Olivares (Zamora) y el presente en las pinturas de San Isidoro de León), recurriendo para el análisis del estilo y correlación de los meses al calendario burgalés de Hormaza y los de Beleña de Sorbe y Campisábalos, en la provincia de Guadalajara (vid. M. A. Castiñeiras González, El calendario medieval hispano. Textos e imágenes (siglos X I-X I V), Salamanca, 1996, pp. 102-103, 188 y fig. 37). Sin embargo, en San Martín de Salamanca el orden lógico de las escenas parece alterado. La poda hace referencia a marzo, los hombres calentándose al fuego se relacionarían con enero o febrero, la matanza del cerdo con noviembre o enero y las escenas de siega, aventado y recolección a los tres meses estivales de junio, julio y agosto. Sigue el jinete identificable con mayo, quizás abril se corresponda con el personaje sedente masculino y los personajes sentados a la mesa pudieran referirse a diciembre . Para Castiñeiras la arquivolta salmantina conjuga aportaciones francesas del primer gótico con experiencias peninsulares autóctonas derivadas de lo silense. Quizá la escena referida al mes de agosto, donde los campesinos aventan la ordenada mies repartida sobre la era, recuerde similares imágenes previas a la parva de otros calendarios del sudoeste de Francia (en Civray y Aulnay también la era se representa a vista de pájaro); de otro lado, el hecho de retratar parejas de personajes en las escenas invernales del banquete y del calefactorio evidencia cierto conocimiento del arte de Saint-Denis y Chartres. El mismo autor señala cómo el evidente desorden en las escenas de San Martín parece reafirmar el hecho de la extrapolación de temas desde el calendario tradicional, desgajados de su significación original, en conjuntos profanos del románico disolutivo castellano (p. e. Duratón), sin duda un fenómeno nada extraño en una portada que se abría a uno de los zocos más bulliciosos de la ciudad. Ya indicamos cómo Gómez-Moreno atribuía ambas portadas, la septentrional y la occidental, al escultor presente en los primeros tramos de la nave central y claustro de la Catedral Vieja. No obstante, Ruiz Maldonado añadía certeramente que tal atribución resultaba desajustada en virtud de las deficientes condiciones que en época del insigne historiador presentaba la rica portada occidental para una observación detallada. Desde nuestro punto de vista los capiteles de la portada septentrional mantienen indudables vínculos respecto a alguno de los escultores activos en el claustro de la seo salmantina (cf. entrada a la capilla de Talavera y capiteles del ángulo sureste). El templo de San Martín conserva todavía en su interior un interesante grupo de sepulcros del siglo XV. El del doctor Pedro de Paz (†1405), antiguamente instalado en la capilla de San Blas, correspondiente con la capilla mayor del evangelio, trasladado en 1855 hasta la hornacina del baptisterio, bajo la escalera del coro, en la nave de la epístola. Los de los caballeros Diego de Santiesteban (†1488) en la misma capilla de San Blas (esta capilla mayor de la nave del evangelio fue dotada por Alonso Pérez y su mujer Gilota González en 1369 según refiere una inscripción desaparecida que recogía el texto de Villar y Macías), su padre Roberto de Santiesteban († post 1491) y su mujer Isabel Nieta. Hasta 1855 contuvo además los cenotafios de Andrés de Santiesteban, nieto de Roberto, y de su mujer Ana de Tejada Guevara. A los pies de la nave del evangelio, bajo el coro, se sitúa la capilla de San Miguel Arcángel, fundada por Juan Rodríguez de Villafuerte en 1413 y reedificada por el marqués de Alcañices y Montaos Manuel Pérez Osorio en 1784. Villar y Macías señalaba cómo al construir esta capilla a inicios del XV “para disimular su avance, que dejaba algo escondida la portada Norte de la iglesia, alzaron el saliente arco ojival lobulado, bajo el que se descubre la portada románica...”. En el ábside de la epístola se abre un arcosolio que contiene un sepulcro del siglo XIV descubierto durante una restauración a inicios del siglo XX. En la arquivolta se lee el epitafio: “+ HIC IACET PETRUS BE/ RNARDI DEL CARPIO FILIU/S IOANIS BERNARDI DEL C/ ARPIO QUE IBIT XXV DIES IU/ NIY ANO D[omi]NI M[i]L L XXXV CUYUS A/ REQUIESCAT/ IN PACE”. A juzgar por la datación que suprime la era hispánica, debe ser traslado de otro epitafio más antiguo. En la enjuta de otro arcosolio decorado con puntas de diamante abierto en la nave del evangelio aparece el epitafio: “P III IDUS APRILIS OBIIT/ FAMULUS D[e]I PETRUS/VELASCI SUB E[ra] M CC LX VI II (1230)”. Gómez-Moreno recogía además otros dos epitafios, uno en otro arcosolio de la nave del evangelio que contiene señas heráldicas, estaba grabado sobre dos sillares y repintado en negro y rojo: “SIMPLEX VERIDICA PIA PROVIDA/ IURIS AMICA CONDITUR HIC BONA/ P[er] SUA FACTA BONA HI[c] IACET P[h]E/ MINA BONA UXOR IOH[an]IS B(er)NARDI/ ET OBBIT VII YDUS FEBRUARII E[ra] M/ CCC XVI CUI[us] A[n]I[m]A/ REQUIESCAT IN PA/ CE (1278)”. Y sobre otro arcosolio de la nave de la epístola: “QUINTO IDUS IUNII OBIIT/ FAMULA DEI MARIA SIE/ SUB ERA MILLESIMA CCC (1262)”.