Sant Vicenç de la Roca
Antiguo priorato de Sant Vicenç de Roca o de les Roquetes
Los vestigios del antiguo priorato de Sant Vicenç de Roca hoy se encuentran integrados en los muros de la masía llamada Can Sant Vicens, que se levanta en un lugar de acceso privado pero de fácil localización, pues se encuentra junto al camino del Congost, que discurre por la orilla izquierda del río Ter, y que rodea la montaña de Sant Julià de Ramis. Para llegar hasta los restos tomaremos el camino “de les Coves” o “Font Picant” que nace a levante, tras el templo de Sant Julià i Santa Basilisa (actual parroquial de Sant Julià de Ramis) junto a la N-IIa. Seguiremos este camino hasta encontrar el camino del Congost, que tomaremos entonces en dirección al Este; aproximadamente a 1 km encontramos, a mano izquierda, anexa a la actual masía, la iglesia del priorato.
La fundación del pequeño priorato de Sant Vicenç se debe, en el año 1187, al arcediano de Girona, Ramon, quién, autorizado por el entonces obispo Ramon Guisall, extrae de las propiedades obispales, la iglesia u oratorio ya existente de Sancti Vicentii de Rocha, situada junto al río Ter, en Sant Julià de Ramis, para fundar allí una canónica bajo la regla de san Agustín.
Desde sus inicios las canónicas de Sant Vicenç de Roca y Sant Julià de Ramis aparecen relacionadas. El templo del priorato en cuestión aparece citado de nuevo en 1204, cuando Juan, clérigo de Vilavenut, para el sufragio de su alma y la de sus familiares, hace una donación de 1.200 sueldos barceloneses a Sant Vicenç; templo que aparece citado como Sancti Vicentii de Rupe a partir de 1240, cuando un tal Juan, pidiendo ser sepultado aquí hace de nuevo una donación. Posteriormente, en 1250, un tal Guillermo vende al altar de santa María de Sant Vicenç un lote de tierras. Gracias a un establecimiento de tierras, sabemos que en 1275, un tal Bernardo era entonces prior del cenobio, que siempre tuvo una comunidad muy reducida, compuesta por el mismo prior junto a tres canónigos y un beneficiado para el altar de santa María.
De época posterior son las noticias que nos informan sobre el devenir del priorato y su templo, que en 1326, como cenobio de la parroquia de Sant Julià de Ramis, solicita ornamentar los altares dedicados santa María y san Lucas. Posteriormente, en un documento de 1349, aparece el prior de Sant Vicenç, entonces Ferrer Mercader. En una monitoria del año 1353, firmada por Jaume Llobera, sacristán de Vilavenut y Pere Roig de Sant Marçal, éstos reclaman haber dado tierras a Sant Vicenç de Roca para el sustento de un canónigo inexistente desde hace cinco años. La escasez de recursos del cenobio es evidente a mediados del siglo xiv, cuando se informa de la presencia de tres altares en el templo, dedicados a san Vicente, santa María y san Lucas, ya sin rentas en diciembre de 1368; posteriormente se autoriza pedir caridad para la “ermita” en una licencia de 1379.
Luego el pequeño priorato pretende aumentar su patrimonio con la compra de un molino en Celrà, en 1389, y en 1394 aparece documentada la presencia del prior de Sant Vicenç en una comisión para informar de la reducción de servidumbre a los campesinos de Juià. Tres años después, en 1397, aparece la primera noticia que vincula el priorato con Sant Martí Sacosta, al prepósito de la cual se pide que admita al clérigo Joan Banyils para servir la capilla de Sant Vicenç de Roca. Consta que en 1405 hay en Sant Vicenç un canónigo que sirve también la doma de Sant Julià de Ramis. Definitivamente, la canónica de Sant Vicenç es unida a Sant Martí Sacosta en 1421, viviendo en ella un ermitaño de Savoia documentado en 1423, llamado Nicolau Ostia. Sabemos del estado del templo por una noticia de 1454 dónde se informa a los presbíteros de Sant Julià de Ramis del coste de la reparación del priorato de Sant Vicenç de Roca unido a Sant Martí Sacosta, que estaba ya en ruinas. El templo seguirá activo siglos después, pues en 1727 se pide licencia para bendecir el templo y celebrar aquí el jubileo, celebrado de nuevo 1759, fecha de la última noticia que tenemos del templo de Sant Vicenç de Roca.
La actual masía de Can Sant Vicens, con evidentes elementos góticos integrados en su fachada, aprovecha construcciones del antiguo priorato, hoy desaparecido, junto al que se levantan, en el lado sur del edificio, los restos de la capilla románica de Sant Vicenç de Roca. Esta capilla organiza su sencilla planta a partir de una única nave coronada a levante por un elegante ábside semicircular, cuyo paramento es de sillería caliza muy regular y bien labrada, unida con un hilo de argamasa de cal y arena. En dicho paramento a la altura de la cuarta hilada, se abren dos agujeros profundos y cuadrados, desplazados hacia los extremos. A la altura de la novena hilada se abre una única ventana abocinada y de un único derrame hacia el interior, raramente orientada hacia el Norte y con una luz muy estilizada y estrecha. Por encima, se ubican varios mechinales y la muy bien labrada cornisa de plano y caveto que a lo largo de todo el perímetro interno del ábside subraya decorativamente el arranque de la cubierta de bóveda de cuarto de esfera ligeramente apuntada levantada a partir de unas dieciocho hiladas de sillares de la misma fábrica y labra que el muro semicircular.
La dobladura del arco presbiteral presenta el mismo aparejo usado en el ábside, y el lugar de la imposta se ubica también la cornisa de caveto, dando continuidad a la descrita en el muro absidial. El arco es apuntado y con una evidente diferencia en el aparejo utilizado, de sillería caliza igual que en el ábside en la parte externa del arco visible desde la nave, cual dovelado se tratara, mientras el ancho del intradós se cubre con sillares labrados y bien escuadrados de toba o travertinos. Sobre el vértice del arco presbiteral en un ínfimo muro testero se encuentra abierta una ventana en forma de cruz, sobre la cual, en el revoque se anota una fecha de obra, 1789, fecha que corresponde con toda probabilidad a la cubierta de bóveda de cañón apuntada de la nave cuyo rudo aparejo queda oculto bajo capas de revoque y pintura. En cuanto a los muros, únicamente aseguramos que el muro septentrional (excepto su modificado extremo oeste) pertenece a la misma fábrica que el ábside, pues el aparejo de sillería bien labrada y su disposición son muy similares; a diferencia de éste, la lectura del muro sur resulta algo complicada, pues si bien el material parece el mismo y los sillares son de un tamaño similar, se aprecia una cesura a pocos centímetros del arco presbiteral que hace pensar en una modificación posterior de este muro. Los sillares a pesar de su regularidad, no tienen la misma superficie ni disposición unitaria vista anteriormente, y además las aperturas practicadas en éste lado (la puerta superior que da al coro, incluso la pequeña ventana estilizada de medio punto y la puerta inferior cegada que da al bajo coro), cuyos montantes indican una factura contemporánea al muro, presentan anchos vanos ligeramente abocinados y cubiertos por un arco carpanel más propio de los siglos xv-xvii. A los pies de la nave y ocupando prácticamente la mitad de ésta se encuentra un coro en alto construido sobre una bóveda de carpanel. En la fachada occidental, donde se encuentra la puerta de acceso al templo, que hasta hace pocos años era practicable, en la parte inferior se conserva el vano abocinado y de arco carpanel, cegado y en la parte superior, sobre una gruesa apertura cuadrada contemporánea una ventana de medio punto de vano ancho y de doble derrame. Sobre ésta, en el extremo de la cubierta se aprecian los agujeros de las cuerdas de un desaparecido campanario.
Exteriormente apreciamos un paramento muy bien aparejado en el muro septentrional y el ábside, que como vemos se asienta sobre la roca natural. En el paramento del ábside se aprecia un ligero cambio en la sillería de las tres últimas hiladas, algo más toscas, y en la cornisa de caveto que culmina el muro, labrada en travertino y muy desgastada. A pocos centímetros del suelo, en el extremo septentrional del muro se encuentra la fina luz de la ventana del ábside que aquí se reduce a una muy estilizada apertura de medio punto de menos de cinco centímetros de ancho. En el paramento de mediodía se aprecia en el extremo de levante un aparejo idéntico al del ábside; a continuación las hiladas inferiores pierden regularidad y se unen con abundante argamasa, mientras la parte superior presenta sillarejo y bolos de río con empaste grosero. Finalmente, el hastial ofrece burdas hiladas de sillares únicamente desbastadas, de diferentes materiales, trabados en las esquinas con grandes sillares de arenisca. En el centro se encuentra tapiada la puerta de acceso al templo, de la cual conocemos parte de las dovelas que formaban un ancho arco sostenido sobre impostas horizontales, guardadas en el interior de la casa, pues fueron objeto de un robo reciente.
Sobre la gran ventana cuadrada contemporánea aún se aprecia la apertura de medio punto de una ventana central. En la parte superior de esta fachada se aprecia el alzado antiguo de la nave cubierta a dos aguas y un sobrealzado de la nave con bolos y sillarejo.
A modo de conclusión y teniendo en cuenta que al menos en el edificio hay tres etapas constructivas o fábricas evidentes, podemos decir que el ábside y el muro septentrional corresponden propiamente a la fábrica románica que por la calidad del aparejo de sillería, la labra de la cornisa y el hecho de que tanto la bóveda del ábside como del arco presbiterial sean apuntados, responden a fórmulas tardías del románico que de acuerdo con I. Rodà situamos a finales del xii o incluso durante el siglo xiii. Posteriormente, en un momento avanzado, quizá en el siglo xv (en la documentación se mencionan los gastos de la gran reparación de la capilla llevada a cabo en 1454, cuando el cenobio dependía ya de San Martí Sacosta y se encontraba en ruinas) tendría lugar la segunda fábrica. Quizás en este momento se proyecta el coro de obra y para ello se habría rehecho el lienzo de mediodía contemplando ya las nuevas aperturas de acceso al templo, en el bajo coro y en el coro, así como se habría llevado a cabo, en el mismo momento la construcción de la fachada de poniente, con materiales reutilizados bajados de los yacimientos de la montaña de Sant Julià de Ramis, contemplando ya en la construcción de esta fachada la puerta. Finalmente, en 1789 se llevaría a cabo el sobrealzado de los muros perimetrales y la reconstrucción de la cubierta apuntada algo tosca que hoy cubre la nave.
Texto y fotos: Annaïs Pascual Alfaras
Bibliografía
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