Pasar al contenido principal
x

Fachada oeste de Santa Maria de Lladó

Identificador
17088_01_001
Tipo
Formato
Fecha
Cobertura
42.247778, 2.813611
Idioma
Autor
Carles Sánchez Márquez
Edificio (Relación)

Santa Maria de Lladó

Localidad
Lladó
Municipio
Lladó
Provincia
Girona
Comunidad
Cataluña
País
España
Ubicación

Santa Maria de Lladó

Descripción

LLADÓ

 

El término municipal de Lladó se halla en el límite occidental de la llanura ampurdanesa, a 15 km de Figueres, ciudad con la que comunica a través de la N–260. Se trata de un espacio de transición conocido como la “Garrotxa d’Empordà”, accidentado por los últimos contrafuertes de la sierra de la Mare de Déu del Mont. El actual término municipal comprende, además del núcleo urbano de Lladó, los vecindarios del Pujol y de Manol de Dalt, y los caseríos de Llavanera y del Roure. Limita al Norte con l’Estela; al Este con Cistella; al Sur con Navata y Cabanelles y al Oeste con Sant Martí Sasserra.

 

La singularidad geográfica del lugar, regado por los cursos fluviales de la riera Àlguema y el rio Manol, favoreció la existencia de asentamientos prehistóricos estacionales en el sector nororiental del término; de esta época se conservan algunos vestigios de la industria del sílex datados en el Paleolítico. Sin embargo, debemos esperar a la romanización para poder hablar de un asentamiento estable en la zona. Así, diversos elementos cerámicos y monedas hallados en distintos puntos del municipio –Mercadell,  Can Xamau, Can Güives del Llor, Ca n’Olives de Manol, Can Bauma, Mas Soler– parecen prueba suficiente para pensar en la existencia de diversas villae romanas en la zona.

 

La primera referencia documental del lugar se remonta al siglo x. Según el acta de dotación del monasterio de Sant Pere de Besalú, del año 978, el conde Miró donó unas tierras y unas viñas situadas en el lugar de Lucduno. Más tarde, aparece documentado bajo las fórmulas de Lodone (993), Ledono (1017) y Letonis (1091).

 

 

Priorato de Santa Maria de Lladó

 

La antigua canónica agustiniana de Santa Maria preside el núcleo urbano de Lladó. La primera noticia documental del conjunto se remonta al 4 de noviembre del 1089, año del acta fundacional del priorato. En esta fecha se restituyó el culto y se instauró una nueva comunidad que seguía, por mandato del obispo Berenguer de Girona, la regla de san Agustín: clerici in eodem loco manentes semper secundum regulam beati Augustini viverent. Según el acta de restauración del culto, los esposos Adalbert y su mujer Alamburga, señores de Navata, reconocían que habían retenido el lugar donde se emplazaban las iglesias de Santa Maria y Sant Joan, que sus antepasados habían usurpado injustamente. Asistieron al acto, además del obispo de Girona, el arzobispo de Narbona y los obispos de Magalona, Barcelona, Agde y Vic. Tras la restitución, se estableció en Lladó a un grupo de jóvenes canónigos reformados. Fue, junto con Santa Maria de l’Estany y Sant Tomàs de Riudeperes, organizadas alrededor del 1083 y en 1086 respectivamente, una de las  primeras casas fundadas con el nuevo espíritu de la reforma agustiniana en Cataluña. Cabe pensar que en la fundación de la canónica tuvo un papel protagonista el abad de Vilabertran Pere Rigald, firme aliado de la reforma gregoriana que se alentaba desde Roma. Durante el último cuarto del siglo xi, Rigald llevó a cabo una intensa labor de la reforma de la vita communis del clero de Vilabertran, donde introdujo la regla agustiniana en la década de 1080. La hipotética participación de Rigald en la fundación de la canónica de Lladó se ve reforzada por el hecho de que el primer mandatario de Lladó, el prior Joan (1089-1115), fue un excanónigo de Vilabertran.

 

Durante el mandato de su sucesor, el prior Grau (1119-1136), el papa Calixto II aprobó el orden canonical bajo la regla agustiniana de Lladó según una bula expedida el 6 de febrero de 1124, en la que se confirmaban además todos los bienes del priorato: la iglesia de Sant Feliu de Lladó (cedida por el obispo el 1109), los dominios en la parroquia de Sant Andreu de Borrassà y Sant Tomàs de Riudeperes, las iglesias de Santa Maria d’Ermedàs, Santa Maria del Vilar (diócesis de Elna), Sant Miquel de Fontfreda, Sant Cristòfol d’Estela, las posesiones en la parroquia de Sant Pere de Navata y los molinos que poseía en el Fluvià (ecclesiam sancti Felicis cum omni iure suo et omnia alodia que predicta ecclesia beate Marie infra eiusdem parrochie termino habere videtur ea vero predia que habet vel habere debet in parrochia sancti Andree Borraciani ecclesias etiam sancte Marie Heremitanis cum universis alodiis que ibi possidetis cellam quoque sancti Thome que sita est in episcopatu Ausonensi cum omnibus pertinentiis suis ecclesiam sancte Marie de Vilar in episcopatu Elnensi et sancti Michaelis Fontis frigidi et sancti Christophori de Stella possessiones etiam quas habetis in Fluviano).

 

A mediados del siglo xii, el priorato aglutinaba un importante dominio patrimonial, enriquecido con nuevas donaciones. Durante el gobierno del prior Arnau de Coll (1136-1196) se incorporaron las iglesias de Santa Coloma d’Alamans i Sant Joan d’Albera, agregadas a Santa Maria del Vilar, y Sant Sixt de Miralpà, agregada a Sant Tomàs de Riudeperes. Las necesidades de la comunidad, junto con el constante goteo de donaciones, hicieron necesaria y posible la construcción de un nuevo conjunto monástico durante el priorato de Arnau de Coll, que con algunas reformas y aditamentos ha llegado hasta nuestros días.

 

El 4 de mayo del 1196, Arnau d’Hospital (1196-1214) juraba el cargo de prior. De este período destaca la donación al priorato de la señoría feudal de Lladó, que los señores de Creixell efectuaron el año 1209. Esta incluía los términos de las parroquias de Sant Feliu de Lladó, Santa Coloma de Cabanelles, Sant Martí de Queixàs i Santa Maria de Cistella. Posteriormente, en 1219, Arnau de Creixell fundaba una capellanía a favor de Santa Maria de Lladó en la iglesia de Santa Maria del castell de Creixell. Sin embargo, la noticia más relevante del gobierno del prior Arnau es la fundación de un hospital en Lladó durante su mandato. Aunque las noticias sobre la institución del hospital son escasas, probablemente debemos relacionar su fundación con la relevancia que en este momento adquirió la vía de peregrinación que transitaba por el noreste catalán y que conectaba Sant Pere de Rodes con Santa Maria de Ripoll. No podemos olvidar que Lladó se haya en el camino que comunicaba Sant Pere de Rodes y Besalú, en un lugar muy próximo al Santo Sepulcro de Palera (Beuda). Según el acta de consagración de Palera, el templo fue dotado con los mismos privilegios de indulgencia que la misma basílica del Santo Sepulcro de Jerusalén, y pronto se erigió como un importante centro de culto y devoción. Teniendo en cuenta que Palera se convirtió en una importante destinación sacra para todos aquellos pelegrinos que no podían viajar a Tierra Santa, la fundación de un hospital en un enclave cercano como Lladó parece totalmente justificada.  

 

La emergente comunidad de canónigos de Lladó prosiguió su andadura durante la segunda mitad del siglo xiii, y consolidó su papel como foco de expansión de la reforma agustiniana. La situación del priorato, en la zona de contacto entre el condado de Besalú y las posesiones del condado de Empúries, favoreció que el monasterio recibiera notables privilegios tanto de la monarquía como de los condes de Empúries. El 22 de febrero de 1303, Jaime II reconocía al prior de Lladó la jurisdicción criminal sobre el Vilar (Vallespir), una concesión que le daba derecho a ocupar un lugar con voz y voto en las Cortes Catalanas.

 

La bula de Clemente VIII del 13 de agosto de 1592 declarando extinguidas las canónicas agustinianas ponía fin a la existencia del cenobio, aunque en Lladó no fue promulgada hasta el año 1596. Desde la secularización, la canónica sobrevivió como colegiata; en el 1851 la comunidad fue suprimida definitivamente.

 

 

La iglesia y el portal esculpido

 

En la actualidad, la iglesia es el único elemento que se ha conservado íntegramente del conjunto monástico de Santa Maria de Lladó. A ello cabe añadir algunas dependencias monásticas (notablemente transformadas por las diversas intervenciones de época moderna) y el espacio claustral, sin galerías, del que se conservan algunos capiteles descontextualizados.

 

El templo presenta una planta basilical de tres naves, rematadas por sendos ábsides semicirculares, sin transepto u otros elementos que rompan la simplicidad de su concepción. La nave central, de mayor altura, es separada de las laterales mediante cuatro gruesos pilares de sección rectangular y semicolumnas adosadas con capiteles lisos, exceptuando tres capiteles situados en los fajones más próximos al ábside. Los dos capiteles más cercanos al presbiterio acogen una escena figurativa, mientras que el capitel situado en lado derecho del segundo arco toral presenta decoración vegetal y geométrica. Así, en el capitel del lado del Evangelio se representa una figura masculina de carácter estereotipado en cada una de sus caras, que estira los brazos apoyándolos sobre una especie de cabeza o máscara. El capitel del lado de la Epístola, también de factura tosca, acoge la representación de un personaje con los brazos estirados que sujeta unas formas ovaladas en la que se inscriben unas bolas.

 

La cubierta de la nave central se resuelve mediante bóveda de cañón apuntada reforzada por tres arcos fajones que arrancan de una moldura biselada, mientras que las laterales se cubren con sendas bóvedas de cuarto de esfera. Todas ellas descansan sobre pilares macizos de planta rectangular que dan pie a los cinco arcos formeros que separan las naves.

 

El ábside presenta una decoración paramental con arcos ciegos que descansan en columnas adosadas decoradas con sus respectivos capiteles, un recurso empleado en Santa Maria de Vilabertran, conjunto del que probablemente se copió el modelo. Sin embargo, la decoración absidal de Lladó no corresponde a la fábrica primitiva, sino que es producto de una reconstrucción moderna. Sí debe adscribirse a la obra original la ventana abocinada que se abre en el exterior del ábside, engalanada con dos columnas y capiteles decorados con sencillos motivos vegetales. Esta estructura no se repite en los absidiolos, que presentan sencillas ventanas de medio punto. A las tres oberturas axiales de la cabecera cabe añadir la existencia de siete oberturas más: las tres situadas en el hastial occidental y cuatro en el muro meridional.

 

La iglesia sufrió una importante reforma en época moderna, cuando se realizaron ampliaciones y adiciones de diferentes elementos. En el siglo xviii se construyó la capilla de san Lamberto –destruida durante la campaña de restauración de 1973-74– y una sacristía durante el gobierno del prior Verdaguer (1737-1780). Por otra parte, la cabecera presenta un notable sobrealzamiento en sendos ábsides, fruto de una fortificación de los siglos xvi o xvii. En el muro septentrional se abren dos puertas en arco de medio punto, hoy tapiadas, que comunicaban con el claustro.

 

Mayor interés presenta la articulación de la fachada occidental, organizada a partir de una sencilla imposta que divide el hastial en dos registros. El superior presenta una ventana con tres arcos en degradación que apean en dos capiteles decorados con motivos vegetales, de estructura muy similar a la que preside la fachada de Sant Pere de Besalú. El inferior, está presidido por la portada monumental.

 

El resto de volumetría externa del hastial occidental se completa con los vestigios de dos torres que no se llegaron a construir. Como ha sugerido J. A. Adell, únicamente fue ejecutada una parte del primero piso de la torre meridional, con dos grandes ventanales inacabados y coronados posteriormente como campanario. En el tratamiento de los muros se hace evidente la existencia de dos tipologías de aparejo. Así, mientras en la parte central de la fachada y todos los muros del interior apreciamos un aparejo en sillería de gran tamaño muy bien escuadrada y perfectamente asentada, los paños laterales de la fachada occidental, los muros laterales de las naves y la cabecera presentan un aparejo con sillares irregulares y de menores dimensiones.

 

La portada se resuelve mediante un arco de medio punto cuyo derrame permitió la realización de seis arquivoltas decoradas, que apean sobre jambas rectangulares y cuatro capiteles con motivos vegetales. La arquivolta exterior, que actúa como guardapolvo, presenta una decoración con ajedrezado. La siguiente acoge una cenefa de tijas onduladas que forman unos círculos en los que hay inscritos motivos florales. A continuación, hallamos una arquivolta con profusa decoración entrelazada a base de cintas que se cruzan en zig-zag, recurso habitual en el léxico decorativo del románico catalán y que aparece, por ejemplo, en conjuntos vinculados con la denominada escuela escultórica de Vic-Ripoll (como algunas impostas procedentes de la catedral románica de Vic) y en otros conjuntos empordaneses, como la portada de Sant Martí de Maçanet de Cabrenys. La cuarta arquivolta presenta una decoración ornamental en dos registros; mientras en la parte frontal hay una serie de hojas de palma dispuestas en sentido longitudinal que generan una doble cinta, el intradós acoge hojas de acanto dispuestas de forma radial. Ambos motivos aparecen en edificios próximos geográficamente y vinculados a la escultura de Lladó, como la iglesia de Santa Maria de Coustouges (Vallespir). Finalmente, las dos arquivoltas siguientes presentan una forma helicoidal con motivos florales la primera –recurso que aparece insistentemente en conjuntos próximos como Sant Esteve de Llanars, Sant Cristòfol de Beget, Sant Pere de Navata y Santa Maria de Cistella–, y motivos del mismo tipo pero de mayor tamaño la segunda. En los extremos de esta última encontramos dos leones, siguiendo un modelo común en la época y que podemos ver en las portadas de Sant Jaume de Vilafranca de Conflent (Rosellón) y de la cercana iglesia de Sant Vicenç de Besalú (Garrotxa), entre otros ejemplos. No se trata de la única decoración figurativa del portal; a pesar del avanzado estado de deterioro, en la cuarta arquivolta se percibe una especie de réptil, mientras que la cuarta acoge un león del que solo se conserva la cabeza. Las arquivoltas enmarcan un tímpano liso que acoge vestigios de pintura mural tardogótica; a pesar del avanzado estado de deterioro, se intuyen los restos de una escena identificada con la Epifania (Badia) y el escudo del prior Miquel de Biure (1500-1515). En la moldura situada sobre el dintel quedan restos de una inscripción pintada en caracteres góticos: anno domini m.d.x michael de viure prior sextvs decimvs.

 

Por su parte, los capiteles de la portada, derivados del corintio, presentan decoración en tres niveles: dos de hojas de acanto y un tercero con un motivo floral y volutas. Este tipo de decoración, de clara impronta clásica, aparece de forma recurrente en diversos conjuntos situados en el antiguo condado de Besalú, concretamente en las portadas de Sant Joan les Fonts, Santa Maria de Cistella, Sant Pere de Navata, Santa Maria de Coustoges y el hospital de Sant Julià de Besalú. El capitel interior de la jamba izquierda del portal presenta una ligera variación respecto a los restantes. Aunque se repite el modelo derivado del corintio con tres niveles de hojas, su superficie recibe un tratamiento a base de palmas.

 

Tradicionalmente, la historiografía ha señalado la dependencia de la escultura del portal de Lladó respecto a la escultura de Santa Maria de Coustouges, en el Vallepir, consagrada en el 1142. Lo cierto es que la relación es especialmente palpable en la articulación del portal (con arquivoltas en decoración profusamente decoradas con hojas de acanto y otros motivos vegetales), así como en el repertorio decorativo de los capiteles. A pesar de algunas coincidencias de repertorio, tras el análisis detallado se aprecian algunas diferencias entre Lladó y Coustouges (donde encontramos una mayor profusión decorativa y de repertorio) que nos llevan a atribuir tales vinculaciones a la transmisión de repertorios de modelos y, en todo caso, a la superficie de interacción que compartieron en un espacio estilístico bastante homogéneo.

 

A partir de la segunda mitad del siglo xii en esta zona del antiguo condado de Besalú concurrieron diferentes talleres o manufacturas que trabajaron a partir de referencias visuales comunes y repertorios iconográficos semejantes, y que sin duda adoptaron el mismo léxico arquitectónico (basta observar las afinidades estructurales de sus portadas). Como hemos visto, la configuración arquitectónica y el léxico decorativo del portal de Lladó se repite en las portadas de Santa Maria de Cistella y, en menor medida, en Sant Pere de Navata, conjuntos con los que forma un grupo bastante homogéneo.  La relación es especialmente palpable en la composición de las arquivoltas, decoradas con motivos helicoidales con pequeñas flores.

 

Por otro lado, los capiteles del portal de Lladó siguen el modelo de algunos capiteles de la nave central del monasterio de Sant Pere de Rodes, que también presentan una estructura derivada del corintio con dos niveles de hojas de acanto y un tercero correspondiente a las volutas. En este sentido, cabe pensar que probablemente Rodes se convirtió en un foco de irradiación e importante centro de referencia para conjuntos erigidos en el territorio del antiguo condado de Besalú durante la segunda mitad del siglo xii, como es el caso de Lladó y Cistella. En cuanto a la cronología del templo, si admitimos las relaciones del portal con la escultura de Coustouges y las experiencias rosellonesas, parece improbable que el portal y la fábrica fueran realizados antes de 1150. Esta fecha se postula favorablemente como límite inferior o post quem para las obras del templo, que pudieron prolongarse hasta los últimos años del mandato del prior Arnau de Coll (1136-1196), el principal impulsor de las obras.

 

 

El claustro y las dependencias monacales

 

En el sector meridional del templo se despliega el espacio del claustro y algunos vestigios de las dependencias monásticas que se proyectaron para la vida en comunidad de los canónicos de Lladó, aunque la mayor parte de los ambientes (que hoy son la sede del consistorio municipal) han sido muy alterados. Las dependencias se articulan en torno al patio central del claustro, del que tan solo hemos conservado un lote de capiteles. A poniente se conserva el edificio conocido como “Sant Joan de Lladó”, al que se accede por una puerta resuelta en arco de medio punto, con gran dovelaje. Se trata de una de las dos iglesias que restituyeron los señores de Navata el 1089, y que en el siglo xii fue reconvertida en un espacio tradicionalmente identificado con la sala capitular (J. Badia i Homs), aunque la morfología y la ubicación hacen pensar más bien en el dormitorio y la cilla (G. Boto). Este espacio se cubre con bóveda rebajada que soporta un piso superior cubierto con arcos diafragma y armadura. El edificio situado a levante del claustro (cubierto mediante bóveda apuntada) debió funcionar como sala capitular, y la sala de la galería norte como refectorio comunitario (no obstante, J. Tremoleda considera que al norte se situaban las dependencias del antiguo hospital).

 

En la iglesia y las dependencias monacales se conserva el mencionado lote de capiteles procedentes del claustro: cinco situados dentro de la iglesia, de los cuales dos fueron reaprovechados como pila de agua bendita, otro como atril, un cuarto está en el suelo del presbiterio y un quinto, en avanzado estado de deterioro, yace en el suelo del último tramo de la nave. A ello hay que añadir dos capiteles más, derivados del corintio, situados en el piso superior de la galería oeste, hoy convertido en sala polivalente del consistorio municipal. Algunos de los capiteles fueron hallados durante la campaña de restauración de 1973-1974, cuando se demolieron la llamada capilla de San Lamberto y la sacristía, añadidas en el muro meridional del templo. Aparecieron entonces diversos elementos románicos –capiteles, columnas, bases, dovelas, sillares– que habían sido reutilizados como material de relleno de los muros en el siglo xviii.

 

Dos de los capiteles del claustro se conservan, pues, empotrados en los pilares más occidentales del templo como pilas benditeras; están esculpidos en tres de sus cuatro caras, de manera que cabe imaginarlos adosados a un pilar. El primero acoge en su cesta a dos aves enfrentadas que tuercen el cuello y picotean las alas de la opuesta; bajo el ábaco, decorado con arcos entrecruzados, encontramos un motivo floral y volutas. Por su parte, el capitel encastado en el pilar derecho presenta la cesta está decorada con cintas entrelazadas, motivo que encontramos con cierta insistencia en algunos capiteles de la iglesia de Sant Pere de Rodes.

 

El primero de los capiteles del presbiterio, reutilizado como atril, presenta una estructura derivada del corintio con dos niveles hojas de acanto, detrás de las cuales surgen volutas y un motivo floral. Su estructura es muy similar a los capiteles de la portada, de manera que cabe pensar que corresponde al mismo empeño constructivo; el ábaco está decorado con flores de cuatro pétalos yuxtapuestas. La otra pieza, actualmente depositada en el suelo de la cabecera, sigue el modelo del capitel corintio con decoración en dos niveles: un primer nivel de hojas encorvadas rematas por bolas que recaen sobre una banda horizontal que actúa en todo el perímetro del tambor; y otro superior que incorpora un motivo figurativo con sendas cabezas de león y carnero. Este último presenta puntos de contacto con un capitel procedente de Sant Pere de Rodes conservado en el Museo de Peralada.

 

Por último, hay que subrayar la existencia de otro grupo de capiteles, dispersos entre la iglesia y las dependencias monásticas, que fueron hallados en la mencionada campaña de restauración del siglo xviii y que diufieren notablemente de los vistos hasta ahora. Se trata de piezas de menores dimensiones y carácter popular, que presentan una decoración vegetal y geométrica muy esquemática, con hojas lanceoladas o bien círculos concéntricos. La sencillez decorativa y la tosquedad de las piezas han llevado a algunos autores a situar los capiteles en un estadio posterior de las obras del claustro, que a finales del siglo xii se vería afectado por un cambio de orientación del proyecto debido a la acusación de malversación de fondos en la que se vio involucrado el prior. En efecto, en 1186 el Pontífice respondió a la denuncias de malversación del dinero de la comunidad ordenando al obispo de Girona y al metropolitano de Tarragona que persuadieran al prior de Lladó, y en lugar de malgastar las rendas de la casa (en las tareas edilicias) pusiera en el claustro a un hombre suficientemente versado en letras para poder enseñarles las artes liberales: compellatis ex nostra parte, ei firmiter iniungentes aut in claustro ecclesie sue aliquod discretum virum et litteratum eligat qui fratres ipsos imbuere possit, ad honorem Dei et edificationem suam, litteralibus disciplinis. Este hecho pudo provocar la paralización de las obras del claustro, que posiblemente fue culminado en un segundo empeño constructivo en una fecha avanzada del siglo xiii.

 

Lipsanotecas

 

El Museu d’Art de Girona conserva entre sus fondos museísticos cuatro lipsanotecas procedentes de la canóniga agustiniana de Lladó. Una de los más interesantes es una caja-relicario arábiga catalogada con el núm. de inv 16, que ingresó la colección del Museo Diocesano el 7 de abril de 1979. Se trata de una pieza cilíndrica de latón estañado, compuesta de recipiente y tapa. La caja presenta una profusa decoración a base de motivos animales y vegetales e inscripciones de carácter cúfico, mientras que la tapa es decorada con seis círculos concéntricos que acogen animales –leones, liebres, águilas– en su interior. La historiografía ha situado la pieza en una fecha imprecisa entre los siglos x y xii.

 

De gran interés es también la lipsanoteca de alabastro conservada en el museo con el núm. de inv 65. En este caso se trata de un objeto de factura tosca pero que presenta en su tapa un interesante inscripción en caracteres visigóticos: senifredus me iusit et senifredus pro me fecit (Senifredus me mandó hacer y Senifredus presbítero me hizo). En una de las caras del recipiente hay otra inscripción de difícil lectura, para la cual nos remitimos a la ficha del catálogo del museo: lobetas presviter cum ennalegi defuncti olliubaro suniario defuncti argeleva defuncta tilmeta olibabu defuncti me iussit. La pieza ha sido datada en el siglo xi.

 

 

Texto y fotos: Carles Sánchez Márquez – Planos: Ángela Trapero Rodríguez

 

Bibliografía

Badia-Homs, J., 1977-1981, II-A, pp.  229–240; Boto Varela, G. y Yarza Luaces, J., 2003, pp. 330-331; Catalunya Romànica, 1984–1998, IX, pp. 526–547; Camps i Sòria, J., 1990, pp. 45-69; Dalmases i Balañá, N. de. y José Pitarch, A., 1986, p. 221; Durliat, M., 1948-1954, IV, pp. 56–59; Gros i Pujol, M. dels S., 2003, pp. 133-144; Gudiol Ricart, J. y Gaya Nuño, J. A., 1948, pp. 52-55; Pladevall i Font, A., 1968, pp. 162-164; Prat i Torrent, L., 1991, pp. 209-226; Puig i Cadafalch, J., 1949-1954, III, pp. 59-63; Puig i Cadafalch, J., Falguera, A. de y Goday, J., 1909-1918, III-2, pp. 697-698; Tremoleda, J., 2002, pp. 20-27; Vayreda i Olivas, P., 1930.