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Epitafio del presbítero Pelayo

Identificador
24839_01_002
Tipo
Formato
Fecha
Cobertura
42º 51' 5.53" , -5º 32' 27.31"
Idioma
Autor
José Manuel Rodríguez Montañés
Colaboradores
Sin información
Edificio Procedencia (Fuente)

 

País
España
Edificio (Relación)

Ermita de San Juan

Localidad
Orzonaga
Municipio
Matallana de Torío
Provincia
León
Comunidad
Castilla y León
País
España
Descripción
ENTRE LA ERMITA DE SAN ROQUE -renovada construcción que no parece conservar de un edificio anterior sino la planta semicircular de su cabecera- y Orzonaga, sobre el alargado monte de Mata el Castro, con 1071 m de altitud, se alzan las tristes ruinas de la ermita de San Juan. El abandono, las escombreras de carbón y el tiempo han mimetizado con el paisaje de calizas y escobas el derruido edificio, hasta el punto de hacerse difícilmente reconocible éste y el camino que, monte arriba, llegaba hasta su vera. Tanto la toponimia como los hallazgos materiales -cerámicos, molinos de mano, discos tallados, etc.- parecen confirmar aquí la existencia de un antiguo hábitat castreño. El silencio documental de la Edad Media no se romperá hasta el siglo XVI, cuando la iglesia se cite como aneja a la de Santa María de Orzonaga. Ya en el XVIII, el Catastro del marqués de la Ensenada la señala como capellanía perteneciente a Coladilla. Con carácter de ermita subsistió hasta el siglo XX, manteniéndose aún el recuerdo del edificio en uso por parte de los vecinos de Orzonaga. Con el abandono, al instalarse explotaciones carboníferas en su entorno, llegó el deterioro y la ruina de las bóvedas que lo cubrían y, tras él, el expolio de sus materiales. Hasta hace pocos años (1991) se conservaban los muros laterales de su cabecera, de testero plano y cubierta con bóveda de cañón, así como vestigios de la ventana abierta en el eje, con abocinamiento hacia el interior. La severa climatología, sin embargo, ha dado cuenta de los restos, acelerando su desaparición. Actualmente sólo podemos contemplar un montón de informes vestigios invadidos por la vegetación. La breve nave de mampostería, igualmente abovedada en origen, perdió seguramente por expolio la portada occidental, de la que mantiene las jambas y sólo en pie parte del cierre occidental. Tipológicamente se acerca a la de San Mamés de Llaneces, incluso en las reformas que en época moderna renovaron ambos edificios, no conservando ésta ni tan siquiera la serie de canecillos que identifican la otra como obra románica. De los problemas de estabilidad de la cubierta dan fe los dos contrafuertes del muro meridional, que contrarrestarían el desplome del muro debido a su ubicación en ladera. De su pasado románico conserva, esparcidos entre los escombros, restos de cornisa con perfil de listel y nacela. Mayor interés manifiestan los dos testimonios epigráficos aún visibles en el hastial occidental, cuyo progresivo deterioro aconsejaría -dada la irreversibilidad de la ruina- un inmediato traslado. El primero de ellos nos da fe de la advocación del edificio. En un sillar del esquinal sudoeste de la nave se lee, a duras penas, la inscripción: SCI : IOA..., es decir, “Sancti Iohannes”. Más completo, aunque casi totalmente cubierto de líquenes, se conserva un epitafio grabado en un alargado sillar del hastial, sin duda reutilizado como material constructivo en la reforma moderna de la nave, lo que explica que aparezca invertido. Acertamos a leer: [obi]IT : PELAGI : PRBS : IN ERA : M : CC : XXX : IIII:, es decir, “falleció el presbítero Pelayo en la era de 1234” (año 1196).