Pasar al contenido principal
x

Capitel del arco triunfal. Lucha entre caballeros

Identificador
40354_02_005
Tipo
Fecha
Cobertura
41º 23' 29.08'' , -4º 5' 53.67''
Idioma
Autor
Raimundo Moreno Blanco
Colaboradores
Sin información
Edificio Procedencia (Fuente)

 

País
España
Edificio (Relación)

Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción

Localidad
Cozuelos de Fuentidueña
Municipio
Cozuelos de Fuentidueña
Provincia
Segovia
Comunidad
Castilla y León
País
España
Descripción
LA IGLESIA PARROQUIAL de Nuestra Señora de la Asunción se encuentra ubicada en el extremo noroeste del casco urbano de Cozuelos. Cercana a ella se yerguen nobles las ruinas de un antiguo palacete; a mediodía delimita su espacio un pretil de mediana altura, por septentrión se la adosa el camposanto, y por el oeste pequeñas huertas y tierras de labor. La imagen actual del templo se ha ido configurando a través de los siglos, principalmente mediante tres campañas constructivas que han ido variando su planta, estructura y proporciones hasta ofrecernos en la actualidad, a escala rural, un conjunto arquitectónico en constante mutación. El origen del edificio hemos de situarlo en torno a la mitad del siglo XIII, momento en el que se pergeñó un templo de única nave rectangular adosada a la cabecera de igual planta y por tanto testero plano, probablemente pórtico al sur con capilla, sacristía tras la cabecera y torre a los pies. Así pues se sigue un modelo repetido en tierras cuellaranas con algunas leves variaciones en templos como Dehesa de Cuéllar, Lovingos, Frumales, Pinarejos, Chatún, y un largo etcétera extensivo a la provincia. Bien entrado el siglo XVI, las necesidades del templo variaron por lo que el espacio interior experimentó una gran ampliación en altura y anchura. Como en tantas otras ocasiones se abrió por medio de un gran arco de medio punto el muro sur, incluyendo como nave lateral el espacio del pórtico al modo de Aldeasoña, Fuentepiñel, Fuente el Olmo de Fuentidueña, Torrecilla del Pinar u otras muchas. Sin embargo en este caso la necesidad, la financiación o ambas habían de ser mayores ya que igualmente se abre el costado norte añadiéndose otra nave, dotando a la iglesia de un desproporcionado cuerpo en anchura en relación con la cabecera. Tras esta remodelación se eleva el espléndido coro a los pies. Por último, ya en los siglos del barroco, se exornó el templo con yeserías, de las que en la actualidad, debido al “efecto piqueta”, no nos ha llegado más que una simple moldura bajo el capitel sur del triunfal. Tras estas remodelaciones, los restos románicos, objeto de este estudio, han quedado reducidos a la cabecera, portada lateral, cabecera de la nave sur e hilera de canes en perfil de proa de barco. Se accede al ábside por medio de un triunfal apuntado y doblado que sustentaban sendas semicolumnas ya que ha desaparecido la meridional. Sobre ellas se disponen capiteles que al igual que los del fajón muestran una evidente relación con el taller formado en San Miguel de Fuentidueña, y por ende, con templos cercanos como Vivar de Fuentidueña, Pecharromán, o San Vicente de Fuentesoto. La cesta meridional ratifica la aseveración, mostrando la repetida pareja de aves de cuello entrelazado picoteándose las patas entre vegetación. Al norte una pareja de guerreros a caballo cruza sus lanzas; sus rostros denotan relación con modelos de San Miguel especialmente el del situado a poniente, en ambos se subordinan proporción y anatomía de manera algo forzada al espacio. En el fajón, la cesta situada al norte, muestra un centauro al que le faltan el torso y la cabeza asaeteando a una arpía a la que clava una flecha en la mejilla. Por último, al sur, una pareja de grifos afrontados en los que en la mitad de su cuerpo perteneciente a ave muestran un tratamiento del plumaje muy similar al del taller, en sendas tallas de razonable valía. Además de estos cuatro capiteles, existieron en el templo otros dos ubicados en un segundo fajón que hoy queda oculto tras el retablo barroco que preside la titular. Igualmente sucede con la imposta de listel y nacela que corre por toda la cabecera y, lo que es más importante, con restos de policromía mural que se encuentran en el mismo lugar ocultos bajo varios enjalbegados posteriores. Articulan los muros de la cabecera sendos arcos de medio punto, uno a cada lado del fajón central. Adosada a poniente queda la sacristía, a la que se accede por un vano bajo el retablo. Se compone de planta cuadrangular cubierta, al igual que el ábside con bóveda de medio cañón apuntado, aquí apoyado en sendos fajones. Sus muros se encuentran completamente blanqueados. En la nave del evangelio, en el sotocoro, se conserva la pila bautismal. Se trata de una pieza que por su traza y decoración hemos de clasificar como románica. Está compuesta por una copa semiesférica de 117 cm de diámetro decorada en la zona cercana a la embocadura por una banda de esquemáticas rosetas de pétalos semiesféricos insertos en clípeos tangentes. Bajo ella corre otra cenefa de puntas de diamante. El tenante es semicilíndrico, de 21,5 cm de altura, cuya única decoración es un bocel en la zona de unión al vaso. Sorprende la ubicación junto a la pila, situadas en el suelo, de dos figurillas cuyas medidas son 13 cm x 11 cm x 10 cm. Ambas pudieran pertenecer a dos canecillos reaprovechados de los que desconocemos la procedencia o si se realizaron para el lugar que ocupan ya que poco ayuda el perfil de la parte trasera. En cualquier caso, sí es cierto que están directamente relacionadas con las figuras animalísticas utilizadas en los canecillos de San Miguel de Fuentidueña y San Andrés de Pecharromán por el que Ruiz Montejo denominó “maestro que talla ambos párpados muy perfilados”. La portada se abre en el muro sur, hasta el que debió ser trasladada tras la remodelación renacentista de la iglesia. Se compone de tres roscas bajo guardapolvos abilletado. La interior es de arista viva al igual que la exterior, mostrando en este caso rosetas hexapétalas insertas en clípeos tangentes, modelo repetido frecuentemente en las provincias de Ávila y Segovia. Por la arquivolta intermedia corre un sencillo baquetón entre listoncillos. En el caso de la exterior la decoración discurre por sus dos caras repitiendo un zigzag en el que se intercalan botones. Media entre éstas y los elementos sustentantes un cimacio corrido a modo de imposta por el que discurre un zarcillo ondulante en cuyos meandros se inscriben distintos tipos de palmetas. Los apoyos se realizan en jambas en los extremos y columnas acodilladas en el centro. La más occidental arranca de plinto y basa ática de desarrollado toro inferior con garra en el vértice. El fuste lo exorna una retícula formando losanges en cuyos vértices se produce un engrosamiento. Remata en capitel en el que se muestra el repetido modelo de aves picoteándose las patas entre decoración vegetal, tan grato a los seguidores del taller de Fuentidueña, siendo uno de los modelos que lo definan pese a que en este caso sea ya un ejemplo de inercia. Su pareja en el lado oriental ha perdido el plinto y la basa originales, siendo sustituidos por una tosca pieza troncocónica que se prolonga en un fuste de estrías helicoidales. Corona el conjunto un desgastado capitel en el que se ha querido ver una escena veterotestamentaria similar a la de uno de los capiteles septentrionales del hastial de los pies de San Miguel de Fuentidueña, donde sobre un manto vegetal dos ángeles flanquean una figura humana postrada de rodillas, representando quizá una Anunciación. En el caso de Cozuelos, lo desgastado de la cesta no permite asegurar tal extremo, si bien los restos de lo conservado, aunque de forma más tosca, así lo indican. Incluyendo las dos cabezas junto a la pila bautismal, parece obvio que el maestro que trabajó en Cozuelos se formó con el grupo de artistas que colaboraron en la iglesia de San Miguel de Fuentidueña tanto en la nave como en la portada sur. Al igual que en otros casos como San Miguel de Sacramenia, Vivar, Pecharromán, Fuente el Olmo o San Vicente de Fuentesoto, la degradación de las formas escultóricas hace pensar en un artífice que se limitaba a la repetición de modelos, algunos de cierta calidad, sin pretensiones de transmitir mensaje doctrinal alguno.