Sant Sebastià de la Selva de Mar, La
SELVA DE MAR, LA
El término municipal de la Selva de Mar es uno de los de menor extensión de la comarca. Se extiende en el sector interior y septentrional de la península del cabo de Creus, en las laderas orientales de la sierra de Rodes, al este de la montaña de Verdera. Su territorio era bastante más extenso, hasta que en 1787 se segregó del mismo el antiguo barrio pesquero del Port de la Selva, debido a su expansión económica y demográfica.
El acceso a la Selva del Mar se realiza por la carretera local GIV-6121 que parte de la carretera GI-612 que va del Port de la Selva a Llançà.
En el territorio se han localizado numerosos restos de edificaciones altomedievales, entre los que destacan los vestigios, bastante escasos, de una torre en el lugar denominado el Coll de la Torre, las ruinas llamadas del Salt del Moro, o las que hay en el paraje de la Selva de Sant Romà y alrededores: los casals del Redós, del Turó d’en Batlle, y de l’Estepera.
Iglesia de Sant Sebastià
Esta iglesia, que se alza aislada del núcleo urbano en lo alto del pueblo, junto al cementerio, en un primer momento estuvo bajo la advocación de san Esteban (en 1316 era denominada Sant Esteve de Matha), pero cuando a comienzos del siglo xvii se construyó el actual templo parroquial en el centro de la población, su patrón pasó a ser san Sebastián. Para llegar a ella, se ha de tomar desde la calle de Port de la Selva un desvío a la izquierda, y seguir por la calle de Dalt hasta la calle de la Font, pista parcialmente asfaltada de gran pendiente, firme irregular y curvas muy cerradas, que llega hasta el templo.
La primera mención de la iglesia se remonta al año 974, cuando el conde Gausfred de Empúries donó el templo, junto con numerosos bienes, al monasterio de Sant Pere de Rodes. En este mismo año, una bula del papa Benedicto VI confirma dicha posesión de Sancti Stephani quae est in valle Subiradellos. La iglesia vuelve a ser citada en el precepto del rey Lotario de 982 y en una bula de 990 del papa Juan XV.
La iglesia de Sant Esteve formaba parte del territorio directamente controlado por el monasterio de Rodes, por lo que su aparición en la documentación va siempre íntimamente ligada a la propia historia del mismo. En un testamento de 1080 se hacen varios legados al monasterio de Vilabertran de distintos diezmos y primicias de Magrigul con el fin de proveer la iglesia de Sant Esteve de clérigos ad cantandum ecclessie, es decir, para que digan misa.
En 1397 la población del valle de la riera de la Selva pidió al abad de Sant Pere de Rodes poder encastillar la iglesia para defenderse de los numerosos ataques de los piratas sarracenos. La misma súplica se realizó también al obispo de Girona, explicitando que los corsarios musulmanes llegaban frecuentemente al pueblo, robaban los objetos de la iglesia y se llevaban cautivos a algunos vecinos. Pocos años después, en 1402, se tiene constancia de que la iglesia tuvo que ser restaurada a causa de uno de estos ataques. Muy posiblemente pudo ser en este momento cuando se procedió a fortificar el edificio, tal y como habían solicitado los habitantes de la población. De esta reforma dataría el sobrealzado de los muros y la incorporación de ciertos elementos defensivos, como el matacán en la fachada oeste, los merlones que coronan los paramentos y las numerosas saeteras. En 1664, cuando ya había perdido la categoría de parroquial, se tuvo que volver a consagrar el templo por haber sido profanado por soldados. En 1982 la Associació d’Amics de Sant Sebastià realizó una campaña de limpieza del edificio, en la que se consolidaron las cubiertas y repararon algunos de los elementos de la antigua fortificación.
Se trata de un edificio de planta configurada por una sola nave y un ábside semicircular. En el exterior, como ya se ha comentado, destaca el sobrealzado de los muros perimetrales a modo de fortificación. El paramento del ábside es liso, descansa sobre un zócalo y está formado por sillarejo dispuesto de forma bastante irregular, con algunas hiladas de opus spicatum, lo que ha llevado a algún autor a plantear que podrían ser fragmentos de un edificio anterior, coetáneo a las primeras menciones del templo en el siglo x. Esta opinión no es compartida por otros especialistas. La cabecera románica está rematada por una cornisa apoyada en canecillos prismáticos lisos, sobre la cual asoma la hilada inferior de losas de la techumbre. En el centro del lienzo absidal se abre una ventana de arco monolítico de medio punto y doble derrame, en la que las jambas incluyen largos sillares que contrastan con el material utilizado en el resto del paramento. En los muros laterales, que también son lisos y están coronados por una cornisa de características similares a las del ábside, se utiliza un aparejo compuesto por sillares de tamaño y forma desigual, dispuestos de manera más regular que en éste. En el lado occidental del lienzo meridional se abre una ventana de doble derrame y arco de medio punto formado por dovelas bien trabajadas y regulares. La construcción de una estructura moderna de nichos, de la que solo quedan vestigios, oculta la parte baja de este vano y la mitad inferior del muro. En la fachada oeste se abren una portada con arco de medio punto enmarcado por dos arquivoltas en gradación, sin tímpano, y una ventana de notables dimensiones, doble derrame y arco de medio punto formado por dovelas bien talladas de gran tamaño. En el lado meridional de la arquivolta inferior de la portada se conserva un fragmento de enfoscado de cal de color blanco y líneas rojas que simulan los sillares, que podría corresponder al recubrimiento original de los muros. En el paramento de la fachada se observa el testimonio de diferentes intervenciones y transformaciones. Resulta especialmente interesante seguir la huella del trazado original del frontis. Arrancando a la altura de la cornisa que remata los muros laterales, y ascendiendo hacia la base del matacán, se aprecia una línea diagonal que separa dos tipos diferentes de aparejo, de mayor tamaño el inferior, y que es un vestigio de la techumbre a doble vertiente original. Al norte de la base del matacán, una junta recta y vertical es el resto de la antigua espadaña, la cual fue eliminada al fortificar el templo. Entre la portada y la ventana, se encuentran las trazas de una zona en forma de arco claramente reformada o restaurada en algún momento indeterminado, que podrían ser los restos de una estructura adosada. Se conservan algunos mechinales en los paramentos exteriores, sobre todo en el ábside, y algunas cruces latinas incisas, como en uno de los sillares de la esquina suroeste.
En el interior, la nave se cubre con bóveda de cañón ligeramente apuntada, que se apoya en los muros en los que se ha rebajado la superficie para formar sendas parejas de arcos apoyados en una pilastra central. Un banco de obra corrido recorre la base de los muros perimetrales. El ábside está cubierto por una bóveda de cuarto de esfera, también levemente apuntada, que descansa en una imposta con moldura de caveto, y está enmarcado por un fino arco absidal. El suelo de la nave queda cinco y dos escalones por debajo de la puerta y del ábside, respectivamente. A los pies del templo, sobre la entrada, se alza un coro construido en época moderna. Los paramentos interiores están recubiertos por enfoscado blanco.
Un elemento de interés es la puerta de acceso, cuyos batientes incorporan un cerrojo y una aldaba románicos. El primero está rematado por una sencilla cabeza de lobo, mientras que la segunda está decorada con zigzagueantes líneas incisas. La superficie de los batientes está recubierta por chapas de metal fijadas con grandes clavos que podrían haberse añadido con posterioridad, quizás en el momento de la fortificación del edificio.
Se puede fechar la construcción de la iglesia finales del siglo xii.
Texto: Juan Antonio Olañeta Molina/Clara Poch Gardella – Fotos: Juan Antonio Olañeta Molina
Bibliografía
Badia i Homs, J., 1977-1981, II-B, pp. 331-333; Barral i Altet, X., 1981, p. 271; Catalunya Romànica, 1984-1998, IX, pp. 836-840; Junyent i Subirà, E., 1983, p. 189.