Santa Maria de Roses
Antiguo monasterio de Santa Maria
Las ruinas del monasterio de Santa Maria de Roses se encuentran en el interior de la ciutadella, una imponente fortificación del siglo xvi que, en realidad, protegía la pequeña villa antigua antes de su moderna expansión, ya extramuros, hacia el litoral. La fortificaciónestá al lado de la carretera C-26, justo en la entrada del pueblo.
Las noticias documentales sobre el monasterior se remontan al siglo x. En un precepto otorgado en 944 por Luis de Ultramar, se menciona la celda monástica de Sanctae Mariae in Rotas adjacentiis entre las posesiones del monasterio de Sant Pere de Rodes. Una làpida sepulcral localizada como material de construcción en el posterior templo románico (la cual, en realidad, reaprovecha un fragmento de un ara de altar paleocristiana) revela una reconstrucción de la iglesia promovida por un conde Sunyer. Este conde se identifica tradicionalmente con Sunyer I de Barcelona, y la inscripción de la lápida se fecha a mediados de siglo x. Estudios recientes proponen a Sunyer II de Empúries-Rosellón, retrasando entonces la consagración mencionada hasta el año 909.
Sea como fuere, parece que la comunidad de Roses se independizó de Sant Pere de Rodes hacia el 960. Desde entonces estuvo bajo la protección directa de la familia condal emporitana. En 976 recibe una importante donación por parte del conde Gausfred I de Empúries-Rosellón y de su hijo Sunyer, obispo de Elna; en este documento se describe la llegada de la comunidad de Roses desde un cenobio anterior situado en el vecino valle de Magrigul, que parece debe identificarse con el actual valle de Montjoi. Unos años más tarde, en 995, hay noticia de una permuta de tierras firmada por el abad Guifré con unos personajes llamados Gistrimir y Bellucia.
Una segunda consagración de la iglesia abacial, que debía corresponder ya con el edificio parcialmente conservado, fue propuesta por Montsalvatje en el año 1022, aunque sin aportar documentación provatoria. Aunque esta fecha ha sido aceptada en numerosas ocasiones, es más probable que la construcción y la consagració del templo románico sea más tardía, tal y como indican ciertamente los restos conservados. Aunque conservada solo en una copia muy posterior (siglo xvii), se ha conservado el texto de una acta de consagración fechada en el año 1053, oficiada por el obispo de Berenguer de Girona y bajo mandato, en Roses, de un abad llamado Ramon Hug, hijo del conde de Empúries Hug I. En esta consagración se confirman las posesiones del cenobio y se establece que los abades deben ser bendecidos por el obispo de Girona.
A lo largo de los siglos xi y xii, hay numerosos documentos referentes a Santa Maria de Roses. Entre los más destacados, cabe señalar una noticia de 1081 que documenta el arbitraje del conde Hug II de Empúries sobre la disputa por unas tierras entre el abad deodat de Roses y un personake llamado Elisarius. Otro documento, fechado en 1105, nos permite conocer, en el cenobio, la existencia de un culto a san Andrés, ya que un tal Dalmau Oliba establece al altar de dicho santo una masía en Vilanova de
Ya en el siglo xiii, el conde Ponç IV vende al abad Ramon de Roses todas sus posesiones en Santa Coloma de Siurana, junto a los derechos de justicia civil y criminal junto a todas las servidumbres propias de su castillo. El cenobio es objeto de otras donaciones en 1233, y en 1241 recibe un privilegio sobre el comercio del trigo, lo que supone un ventajoso acuerdo económico. En las Rationes decimarum de los años 1279 y 1280 figura como monasterio de Sancte Marie de Rodis. De 1436 se conserva un documento que relata la visita del obispo de Girona, Bernat de Pau, en el que se describen los altares secundarios del templo, dedicados a los santos Tomás, Cipriano, Magdalena, Catalina, Pedro, Margarita y Benito.
Hoy la iglesia monástica de Santa Maria se conserva en ruinas, aunque gracias a la restauración y consolidación de sus restos arquitectónicos podemos intuir como era el templo antes de su abandono definitivo, que sucedió a mediados del siglo xviii. Por otra parte, los estudios arqueológicos del recinto ha localizado los restos de un templo anterior, una basílica de época paleocristiana fechada en los siglos iv-v con un ábside de gran tamaño que forma parte de una estructura rectangular de unos 6 m de ancho y unos 7 m de largo, situado en la zona del muro sur del transepto del edificio medieval.
La reconstrucción de la iglesia de Santa Maria del siglo xi corresponde a un edificio de planta basilical de cruz latina, de tres naves con transepto y con cabecera compuesta por tres ábsides semicirculares, articulados con la decoración característica del primer románico a base de lesenas y arquillos ciego.
En la fachada sur del transepto, el muro se abre con diferentes vanos: tres ventanas saeteras de derrame simple hacia el interior y dintel monolítico de medio punto y dos puertas dinteladas sencillas que permitían el acceso al claustro, hoy, arruinado, desde la nave lateral y desde el hastial. En el muro oeste de este hastial puede observarse un vano cegado con arco de medio punto rebajado, casi carpanel, a base de losas de pizarra sin labra que se adosa al muro perimetral. Mantiene apariencia de arcosolio pero las excavaciones de 1997 permiten pensar que se tratara de la entrada de la iglesia cementerial.
Esta zona sur se ha excavado en numerosas ocasiones y esto ha permitido dejar al descubierto un claustro del que apenas nos han llegado los cimientos. El claustro estaba en el interior de las primeras murallas que fortifican el monasterio. Estas murallas formaban una sección poligonal. No obstante, el claustro conservaba la forma cuadrangular, con sus dependencias adosadas a esta muralla y un pozo en un recinto rectangular central.
Volviendo a la iglesia, el aparejo del muro de la fachada sur es de sillarejo pequeño bien desbastado, dispuesto en hiladas regulares y reforzado con sillares esquineros de mayores dimensiones. La fachada norte presenta un aparejo parecido, también a base de sillarejo desbastado, pero este muro presenta restos de lesenas y algunos arquillos ciegos propios de la decoración que se cree que tenía el templo. Tan sólo ha quedado un vano ciego que se cree que corresponde a una puerta con arco de medio punto que era el acceso norte al cementerio de los monjes.
Se observan restos de la cubierta original de la nave lateral norte y la cornisa rompeaguas de la cubierta de la nave central. El muro perimetral norte y el muro del hastial sostenían una torre campanario sobre arcos. Aún se puede observar el arranque del arco y parte del muro de esta torre cuadrangular de la que apenas se conserva 3 m de paño de pared. Por encima de la cubierta, se observa un muro de casi 1 m de espesor que forma un recinto rectangular inacabado que corresponde a esta torre campanario, además de unas incipientes escaleras de acceso a ésta.
En la fachada oeste debemos destacar la portada en piedra granítica blanquinosa que se cree que puede atribuirse a una remodelación tardía, dentro del románico, quizás ya en el siglo xiii. Se trata de una portada monumental adintelada y con tres arquivoltas en degradación, con arcos de medio punto que arrancan de una cornisa corrida de caveto de fábrica excelente. En realidad, esta portada fue reconstruida en 1964 con prácticamente todas sus piezas originales. Tiene un tímpano semicircular, donde se c ree que había pintada una Crucifixión. Durante la reconstrucción de la portada aparecieron algunos sepulcros y sus lápidas encastadas en la fachada con inscripciones conmemorativas, ya pertenecientes sin embargo a épocas tardías (siglos xiii y xiv).
La cabecera del templo esta compuesta por tres ábsides de planta semicircular, con cubierta de cuarto de esfera. De estos tres ábsides, tan sólo el central presenta decoración a base de arcuaciones ciegas y lesenas a razón de dos arcos por cada lesena. Los ábsides laterales, que en parte también fueron reconstruidos en el siglo xx, son de menores dimensiones que el central, que sobresale más de los pies de la nave porque alberga un notable presbiterio con ventanas a ambos lados del muro perimetral. Los restos constructivos parecen indicar que durante la fortificación del siglo xii quedaron parcialmente cubiertos por una muralla que supuso el primer nivel defensivo o la fortificación del monasterio. Y aún puede observarse una de las esquinas de esta muralla que se adosa al ábside norte formando un pequeño terraplén. En este ábside norte extraña observar una línea de cubierta de pizarra y parte de un muro adosado al hastial norte que podría corresponder a otra etapa de fortificación que se dio posteriormente, se cree que a inicios del siglo xiii.
Cada uno de los ábsides presenta una ventana abocinada con derrame simple hacia el interior, de perfil de arco de medio punto a base de dovelas que son losetas de pizarra planas superpuestas y simplemente desbastadas. La central de mayor tamaño que las laterales. El paramento está compuesto por sillarejo de mampostería de simple labra de desbastado de piedra muy diversa.
En el interior, observamos que se trata de un templo de tres naves. La central podemos deducir que estaba cubierta con bóveda de cañón articulada con tres arcos fajones que reposaban sobre pilares cruciformes de perfil de cruz ensanchada. Las naves laterales cubrían con bóveda de cuarto de cañón, que reposaba sobre estos pilares cruciformes y en los muros perimetrales.
La nave lateral sur está prácticamente desaparecida. No obstante, aún puede observarse la decoración con arquería ciega del presbiterio que enmarca la ventana abocinada. Se conservan, también, parte de los pilares cruciformes y los arranques de los arcos formeros de medio punto que abrían a la nave central. Se mantienen en pie el muro perimetral y los muros y la cubierta de bóveda de cañón del hastial sur del transepto. El muro del hastial sur, en su parte oeste, conserva una ventana cegada que sólo es visible desde el interior. De la cubierta de la nave, se puede observar, también, el arranque de ésta y las basas de las pilastras de los arcos fajones de medio punto que sostenían la bóveda de cuarto de cañón. La nave lateral sur conserva el ábside con doble arco triunfal, cubierta de cuarto de esfera y perfil semicircular.
La nave lateral norte conserva dos de los arcos formeros que abrían a la nave central, uno de los cuales abre desde el hastial norte del transepto, y, también, conserva un tercer arco ciego que corresponde al presbiterio. La nave está cubierta por dos tramos de bóveda de cuarto de cañón que reposa sobre sendos arcos fajones de medio punto de diferentes alturas, a los que se les añade un paño de pared hasta la cubierta. Estos arcos reposan sobre los pilares cruciformes y los muros perimetrales. Estos muros perimetrales estaban decorados con arquería ciega de estilo lombardo a razón de dos arquillos por lesena, pero sólo se conservan los del tramo central. Esta nave está coronada por un ábside de perfil semicircular con cubierta de cuarto de esfera, y enmarcado por un doble arco triunfal.
La nave central, mucho más alta que las laterales, se conserva parcialmente. Podemos intuir que se trataba de una nave ancha con cubierta de bóveda de cañón sostenida por arcos fajones sobre pilastras cruciformes. Esta cubierta se dividía en cuatro tramos de los cuales, el menor correspondía a la cubierta del presbiterio. El ábside central es de grandes dimensiones y es abierto a la nave mediante dos arcos triunfales en degradación. Está decorado con siete dobles arquillos ciegos, en degradación, de medio punto que arrancan sobre cimacios muy simples de sección troncopiramidal invertida, sin decoración escultórica. Estos arquillos se sostienen sobre pilastras circulares adosadas al muro del ábside. El ábside está cubierto por bóveda de cuarto de esfera y presenta una ventana saetera de perfil de arco de medio punto que derrama al interior.
En conclusión, pese a lo fragmentario de los restos conservados, dichos restos avalan una datación para la iglesia de Roses en la parte central del siglo xi. El uso de modelos paramentales característicos del primer románico meridional, que se desarrollan tardíamente en la zona de los condados de Empúries y Rosellón, permite quizás relacionar la fábrica con la del cercano monasterio de Sant Quirze de Colera, que ofrece una solución –relativamente– similar en cuanto a estructura y aparejo.
Texto y fotos: Marcos Ojosnegros Marín – Planos: María del Carme Olmo Enri
Bibliografía
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