Santa María de Colomers
COLOMERS
El término municipal de Colomers, el más pequeño de toda la comarca, se asienta en el sector septentrional del Baix Empordà, en la orilla norte del río Ter. El pueblo tiene un pequeño centro histórico de origen medieval, nacido en torno a la iglesia parroquial dedicada a santa María. Está en una elevación del terreno y ofrece privilegiadas vistas sobre los campos de cultivo y las arboledas del entorno fluvial. Se accede fácilmente, desde la N-II, tomando la carretera comarcal GI-633 que llega hasta el pueblo.
Iglesia de Santa Maria de Colomers
La iglesia parroquial de Colomers se yergue en lo alto del pequeño núcleo de la población. Las primeras noticias sobre la edificación se remontan a la primera mitad del siglo ix, cuando el templo se menciona un precepto de Carlos el Calvo de 844 como cella apellata Columbariis. Era entonces posesión del antiguo monasterio de Sant Medir, al norte de Girona, cuya comunidad se trasladó a Santa Maria d’Amer, otra de sus primitivas celdas, hacia mediados de siglo x. Desde entonces, Colomers estuvo vinculado a los monjes benedictinos de Amer, cuya jurisdicción sobre el territorio se vio largamente discutida por los condes de Empúries, en cuyo dominio se alzaba la iglesia.
El templo actual es una fábrica de época románica notablemente alterada, especialmente en los siglos xvi y xvii, cuando fue espectacularmente sobrealzada y dotada de un imponente aspecto fortificado. También entonces se añadieron tres capillas laterales en cada costado, y una torre campanario de base cuadrada, adosada en el lado sur de la fachada occidental. Aun así, la estructura medieval queda notablemente a la vista, incluido el aparejo primitivo a base de sillarejo de buen tamaño, colocado en hiladas regulares, y algunos restos de lesenas típicas de la articulación paramental del primer románico, visibles particularmente en la fachada oeste tras ser recuperadas en una restauración a comienzos de la década del 1970.
El interior revela bien la estructura de la iglesia primitiva. La nave única va cubierta con una bóveda de cañón corrido, ligeramente apuntada, que nace de una cornisa en nacela situada sobre los arcos que dan entrada a las capillas barrocas (cornisa que se mantiene también en la zona de la cabecera). En el extremo oriental de la nave, ligeramente desviado de su eje, se abre un ábside muy profundo, con tramo presbiterial introducido por doble arco y cubierto con bóveda de cañón, y un testero absidal ligeramente elevado, también separado por un doble arco triunfal y cubierto con la habitual bóveda de horno (reconstruida modernamente). Todo el muro absidal va ricamente decorado con una sólida estructura de arcos ciegos sostenidos por columnas con capiteles esculpidos (de los que se hablará más adelante), en una solución similar a la de otros conjuntos ampurdaneses, particularmente Sant Miquel de Fluvià, de la que probablemente deriva. En los muros del tramo presbiterial se articulan dos arcos seguidos sobre columnas adosadas de fuste liso, que apean en un bancal corrido. Por su parte, el cilindro absidal es ocupado por una estructura de cinco arcuaciones ciegas dobladas, cuyo arco interior apoya sobre pilares rectos mientras que el exterior lo hace sobre columnas adosadas, de volumen ligeramente superior a las de los muros anteriores. La bancada se sigue conservando, aunque entrecortada por los pilares interiores, que coronan impostas decoradas (como los cimacios de los capiteles originales) en ajedrezado o con motivos pseudovegetales. Cabe destacar que toda esta estructura decorativa fue descubierta en 1966-1967, tras haber quedado largamente oculta por un muro poligonal de época tardobarroca.
Hay tres ventanas en el ábside, aunque la central y la del lado sur están tapiadas. Son vanos de medio punto, adoveladaos y de un sólo derrame; la septentrional presenta, en el exterior, un arco monolítico. Completa el recuento de aberturas originales del templo la que hay en el centro de la fachada occidental, flanqueada por las dos lesenas mencionadas anteriormente. Es de gran tamaño y, esta vez, a doble derrame, y fue recuperada también en la última restauración del edificio. Bajo la ventana se abre un gran portal rectangular, de cuya estructura ornamental, barroca, queda sólo el frontón quebrado que la coronaba.
El aparejo de los muros primitivos es a base de sillares de tamaño reducido, que en el exterior tiende al sillarejo, sin pulir y mal cortadas, aunque en hiladas bastante rectas y regulares. En el interior, si bien su tamaño no cambia, las piezas son mucho mejor pulidas y las hiladas más regulares, destacando especialmente su calidad y disposición en las bóvedas. Algún estudioso piensa que el hecho de que la bóveda sea apuntada se puede deber a una reforma del siglo xii, que incluiría también la reforma de la bóveda del ábside, pero no hay necesidad de invocar ninguna reforma. En cualquier caso, parte de los elementos de la iglesia han sido fechados, por el tipo de aparejo, en la segunda mitad del siglo xi.
Decoración escultórica
La decoración escultórica se limita a los capiteles e impostas del espacio absidial, si bien su estado de conservación y sus calidades no son homogéneos. Como se ha dicho, el conjunto está formado por doce pilastras apoyadas en un zócalo a modo de bancal corrido, rematados por impostas decoradas y unidos con arquillos ciegos de medio punto. En la parte del ábside, los pilares van rematados por columnas adosadas coronadas por sus respectivos capiteles, en los cuales apoyan las arcuaciones que doblan los arcos entre pilares; en los muros del tramo presbiterial las columnas se adosan directamente al muro, y en consecuencia los arcos ciegos son simples.
Todos los capiteles disponen de collarín y presentan motivos decorativos variados. Desde luego, no todos los capiteles, impostas y cimacios son originales. De los románicos, tres presentan decoración vegetal, de tipo corintio evolucionado; uno de los tres presenta una mayor calidad y volumen, con unas hojas nervadas que se abren hacia el exterior. Este capitel corona una de las columnas de los arcos que flanquean la ventana central del ábside. Sobre la otra columna del arco central se halla el capitel más interesante del conjunto, que es de tema figurativo. Presenta, en la parte frontal, un personaje erguido que se agarra al desarrollo lateral de las dos volutas que ocupan los ángulos de la cesta; bajo las volutas se agachan dos personajes barbados, de figuración grotesca y con los faldones levantados. Se completa con dos decoraciones vegetales en los extremos y cimacios con taqueado y nido de abeja. El último de los capiteles reseñables muestra cuadrúpedos, acaso leones, bajo cimacio de tacos. Este recurso se empleó también en una imposta que hay en el arranque del arco de entrada a la primera capilla del lado meridional
Estos repertorios han sido puestos en relación con la escultura de la iglesia monástica de Sant Miquel de Fluvià (Alt Empordà). En efecto, las analogías son claras respecto de los motivos de las impostas i de la configuración e los capiteles, de aparente de factura rústica y modelos pertenecientes al siglo xi. Por ello, pueden pertenecer a la segunda mitad del siglo xi, momento probable de la construcción del ábside.
Texto y fotos: Consuelo vila martí – Planos: Ángela trapero rodríguez
Bibliografía
Badia i Homs, J., 1977-1981, I, pp. 149-150; Catalunya Romànica, 1984-1998, VIII, pp. 194-196; Matas i Blanxart, M. T. y Rodríguez Muñoz, M. L, 1989-1991.