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Vista frontal de la Virgen de Yerga

Identificador
26021_01_001n
Tipo
Formato
Fecha
Cobertura
42º 12' 48.89'' , -2º 0' 27.11''
Autor
Sin información
Colaboradores
Sin información
Derechos
Edificio Procedencia (Fuente)

 

País
España
Edificio (Relación)

Iglesia de San Adrián y Santa Natalia

Localidad
Autol
Municipio
Autol
Provincia
La Rioja
Comunidad
La Rioja
País
España
Descripción
LA VIRGEN DE YERGA fue la imagen titular de la ermita de Santa María de Yerga, románico tardía y protogótica de finales del siglo XII y del XIII, situada en la cumbre de la sierra del mismo nombre, hoy perteneciente a la jurisdicción de Autol. Allí se ubicaba en una hornacina existente en el muro este de la cabecera. Tras su abandono por la desamortización de Mendizábal en 1835, el edificio se arruinó, y la imagen quedó en la ermita un tiempo debidamente custodiada. Después se recogió en una casa particular, pero finalmente se trasladó a la iglesia parroquial de San Adrián y Santa Natalia de Autol, colocándose en un relicario u ostensorio situado en el centro del primer cuerpo del retablo mayor, donde ha permanecido hasta una restauración efectuada en 1989, tras la cual ha sido sustituida por una copia moderna. Según la leyenda, transmitida por Juan de Amiax, la talla se apareció sobre un haya en tierras de Corella. Sería otro ejemplo típico de descubrimiento de una imagen en un árbol, considerado como hierofanía o lugar sagrado, caso similar a las leyendas de otras vírgenes como la de Valvanera o la de Vico. Es protagonista de algunas tradiciones de la zona, ya que el santuario de Yerga fue centro de antiguas romerías organizadas por pueblos de la comarca (Alfaro, Autol, Corella y Fitero) denominadas “la Yergada”, que consistían en llevar ciertos días al año sus imágenes de vírgenes y santos en procesión para solicitar la lluvia a los campos, juntándolas con la de Yerga. Por la fragancia de los tomillos y arbustos aromáticos del lugar, en siglos pasados tuvo la denominación serrana de “Tomillera”. Según una coplilla popular, los de Alfaro transportaban hasta allí a su Virgen del Burgo en el mes de mayo y celebraban una misa en la ermita: A la Virgen del Burgo llevan a Yerga, a que vea a su hermana La Tomillera La imagen pertenece a la primera mitad del siglo XIII, hallándose a medio camino entre el románico y el gótico. Se podría considerar como una de las últimas imágenes del románico riojano, con ciertas características protogóticas o muy avanzadas, al igual que las tallas de la Virgen del Monte en Cervera del Río Alhama y de Peñalba en Arnedillo. Es de madera dorada y policromada, con encarnado en rostros y manos. Es una imagen de bulto redondo pero está tallada sólo por delante. No es imagen-relicario y sí de gamella, pues el reverso se encuentra totalmente vaciado. Tiene un tamaño mediano pues mide 77 cm de altura x 24 cm de anchura x 15 cm de profundidad, canon similar dentro de las tallas románicas riojanas al de Santa María de San Salvador en Cañas. Las tallas de Santa María de Palacio en Logroño y de Posadas son sólo unos centímetros mayores, y las de Vico en Arnedo y de las Nieves o Hayuela en Cañas, menores. Es una Virgen en majestad, hierática, sedente, entronizada y frontal; Theotokos o Dei Genitrix (Reina y Madre de Dios); Panagia Nikopoia, Kiriotissa o Arzonera (sedente, frontal, hierática y con Jesús sentado en sus rodillas); Mater Christi (Madre de Dios encarnado); Sedes Sapientiae, Tronum Dei o Trono de Salomón (Trono de la Sabiduría Divina). En cuanto a la postura del Niño, repite la tipología de las efigies de Palacio, Posadas y Arnedo. Como ellas, es un tipo intermedio entre la Virgen simétrica, con el Niño centralizado y frontal, y la Virgen asimétrica, que lo muestra lateralizado en una rodilla y de perfil. Aquí, Jesús se sienta en la rodilla izquierda de su Madre completamente de frente, rompiendo la simetría pero no la ley de frontalidad. Por sostener al Niño por la parte superior del brazo, abarcando también el hombro, es una Virgen del don o de apoyo, tipo propio de los inicios del gótico. La Virgen se asienta sobre una peana ondulada semejante a una nube marrón, y sobre una arqueta rectangular del mismo color, reforzada en la zona superior e inferior por cuatro tirantes o molduras horizontales sobresalientes. Encima tiene un almohadón rojo adornado con reticulado romboidal a base de trazos marrones. La presencia de la arqueta indica cierta modernidad, pues es una pieza muy típica de las imágenes góticas. El rostro es bello, algo humanizado, con ojos rasgados y suave sonrisa; sus facciones se alejan de aquéllas con redondos ojos fijos y rostro muy alargado, propias del románico puro, y se asemejan más a las de las tallas góticas de nuestra región. La corona es dorada y tiene varios resaltes trilobulados en la parte delantera. El velo, blanco con una orla dorada en el borde contorneada en negro, tiene ya algunos dobleces sobre la cabeza que comienzan a mostrar esas ondas laterales que serán tan típicas de las imágenes góticas; la mayor separación entre velo y cabeza es otro preludio del nuevo estilo. El cabello se muestra más que en las imágenes puramente románicas; es castaño, liso, se trabaja a base de incisiones paralelas y tiene forma de melena con raya en medio que desciende por los lados del rostro enseñando tímidamente las orejas. De las que hemos estudiado, es la única escultura que las muestra, pues el velo no enmarca la cara ni tapa el cabello, sino que se sitúa mucho más atrás. Este tipo de cabeza comienza a asemejarse un poco a las imágenes góticas riojanas englobadas por algunos autores dentro de un prototipo denominado “vasco-navarro-riojano”, generalizado a finales del siglo XIII -pues ya aparece en las Cantigas de Alfonso X el Sabio-, y muy prolífico durante el XIV. La indumentaria revela numerosos detalles que indican modernidad. La túnica talar es azul oscura, tiene mangas estrechas, cuello redondo o “a la caja”, no tan cerrado como en imágenes anteriores, y no está pegada o ajustada al cuerpo sino ablusada, holgada y plegada, moda que aparece en el siglo XIII. La zona del pecho no es tan plana sino que describe minuciosos pliegues rectos que la ahuecan. El manto es dorado y muy largo, pues cubre las piernas por entero, y no se sujeta al cuello ni con broche (propio del románico) ni con cuerda (prenda de cronología más tardía), sino que es terciado, lo cual constituye otra de las innovaciones de la imaginería gótica. La mano derecha original no se conserva, pues en algún momento se debió de sustituir por otra con las uñas pintadas; como esta última se encontraba muy deteriorada y no sujetaba ningún objeto, en la restauración de 1989 se repuso una nueva con una esfera roja. Con la mano izquierda, que es enorme, sujeta al Niño, abarcando toda la parte superior de su brazo y su hombro (Virgen del don o de apoyo). El negro calzado apenas asoma por debajo de la túnica y ya no es tan puntiagudo sino más redondeado, detalles que nos indican una cronología bastante tardía. El Niño es muy pequeño en relación a su Madre, y se sienta en su rodilla izquierda en posición frontal. Su pequeño tamaño en relación al grueso cuello y al resto de la figura, y su aspecto distinto a la testa de María, hace pensar que no es la original, sino otra tallada con posterioridad. Su túnica tiene cuello redondo o “a la caja” y se sujeta a la cintura con un cinturón o ceñidor, accesorio que sólo se da a partir del siglo XIII. No lleva manto, lo cual denota el carácter tardío de esta efigie, ya que en general, dentro del estilo románico, los niños que no lucen esta prenda son de cronología más avanzada que los que la llevan. Con la mano izquierda, muy pequeña y fragmentada, -prácticamente reducida a un muñón-, suponemos que bendecía a la latina, pues aún conserva los dedos anular y meñique encogidos, faltándole los otros tres. Con la derecha sujeta una esfera, cuya presencia no debe extrañar, ya que en algunas tallas de cronología avanzada o incluso ya góticas, el Niño suele portar esfera y no libro. Este detalle nos hace sospechar, sin embargo, que es su Madre la que no llevaría bola del mundo, sino otro objeto, quizá una flor o fruta. En vez de estar descalzo, como es lo usual, luce un calzado negro y más redondeado que puntiagudo, a imitación del de su Madre. Es el único Jesús con zapatos del románico riojano. Ciertamente es muy rara esta prenda en la indumentaria de los Niños de la imaginería medieval, aunque sí la podemos ver en algunos Niños de Vírgenes navarras, como los de Irache, Echálaz, Miranda de Arga y Burgui. Estilísticamente es una talla de carácter popular, que por haber sido realizada en una fecha bastante tardía, presenta mezcla de caracteres románicos arcaicos, con otros góticos más propios de la moda contemporánea. Su tipología es todavía románica (frontalidad, falta de comunicación entre ambos, ausencia de proporciones, paños demasiado blandos), pero posee bastantes detalles formales protogóticos (arqueta en vez de trono, rostro más humanizado con tenue sonrisa y ojos rasgados, corona de mayor tamaño, velo con incipientes ondas, más presencia del cabello y de las orejas, túnica muy larga, ablusada y con escote algo más pronunciado, manto terciado, Niño Jesús con túnica ceñida por cinturón y ausencia de manto). En general es una imagen muy rehecha. Aunque no poseemos ningún dato sobre su evolución a lo largo de los siglos, tuvo que ser vestida, ya que presenta dañadas las partes que se solían sustituir a la hora de colocar trajes postizos para que sobresalieran entre ellos: la mano derecha de la Virgen y la cabeza del Niño. La primera intervención efectuada en la imagen tuvo lugar en 1988 en el Taller Diocesano de Restauración de Santo Domingo de la Calzada, con el fin de adecentarla para la exposición mariana que iba a tener lugar en Logroño en ese año. Entonces se efectuó una intervención destinada únicamente a la conservación de la imagen tal y como estaba en ese momento, lo que implicó efectuar una limpieza y consolidación de policromías, con la consiguiente eliminación de algunas capas de yeso en ciertas zonas, sin más. Sin embargo, en 1989 y a instancias de Benedicto Pérez, sacerdote que en ese momento regía la parroquia de Autol, fue llevada a restaurar al taller zaragozano “Artes Decorativas” de los señores Navarro, quienes a su vez realizaron una copia para exponerla al público en el altar mayor de la parroquia de Autol, y poder así guardar la original. En esta drástica intervención, realizada por Leopoldo Navarro, se decidió arreglar todo lo que se encontraba en mal estado, y colocar algunos elementos sin ningún criterio, por lo que actualmente se encuentra en el Taller Diocesano de Restauración de Santo Domingo de la Calzada, en espera de una nueva restauración.