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Planta

Identificador
09213_02_005
Tipo
Formato
Fecha
Cobertura
42º 46' 56.52'' , - 3º 21' 28.12''
Idioma
Autor
Ignacio Ruiz Ventoso
Colaboradores
Sin información
Edificio Procedencia (Fuente)

 

País
España
Edificio (Relación)

Monasterio de San Juan de la Hoz

Localidad
Cillaperlata
Municipio
Cillaperlata
Provincia
Burgos
Comunidad
Castilla y León
País
España
Descripción
EL MONASTERIO DE San Juan de la Hoz, del que ya hemos hecho mención, se localizaba a un kilómetro del actual pueblo de Cillaperlata. Su nombre deriva, lógicamente, de su situación geográfica, justamente en la hoz que describe el río Ebro para salvar las estribaciones de las Sierras de la Tesla y de la Llana. Del mismo, y siguiendo a Argáiz, cabe destacar su antigüedad y prestigio, dados los personajes que con él relaciona la voz popular, aun cuando son datos sin ningún aval documental. Sin embargo, y a pesar de que no nos proporciona la cronología de su fundación, la documentación escrita nos remonta al 31 de noviembre del 790, quedando constancia de su existencia como abadía y de las posesiones que obtuvo del abad Alejandro Quillino, aunque sin darnos a conocer la regla que rigió la vida monástica durante los primeros tiempos de su existencia, si bien piensa Argáiz que pudieron ser benedictinos. Son las donaciones las que nos permiten seguir a través del tiempo la vida del monasterio. La más antigua, aunque se ha perdido el documento original que dio a conocer Yepes, fue una realizada por el conde Sancho en el año 954, y algo después, en 967, doña Eldoara concedió a su abad don Ovidio y al propio cenobio varios lugares e iglesias cercanas. Posteriormente, en 1002, el abad de San Juan de la Hoz, Alejandro II, cedió sus derechos al conde de Castilla Sancho García, el cual puso en él como abadesa a su hermana doña Oñeca, lo que pone de manifiesto un régimen monástico de carácter dúplice, algo que era corriente en aquellos tiempos. Algunos años después, en 1011, el propio conde fundó San Salvador de Oña incluyendo en la dotación inicial al monasterio de San Juan con todas sus posesiones (Et in Castella Vetula, cella Sancti Iohanis de Foce, cum suis omnibus adicionibus, ad integritatem), dependencia que se mantuvo a lo largo de los siglos siguientes como se pone de manifiesto en varios documentos del Cartulario oniense. En 1316 todavía seguía como monasterio, aunque algún tiempo después aparece ya como priorato. Durante el reinado de Alfonso XI y debido a la crisis social que asoló su gobierno durante los primeros años, la abadía de San Salvador de Oña se vio en la obligación de hipotecar o arrendar sus prioratos con el objeto de mantener sus posesiones y asegurarse el cobro de sus rentas. El monasterio fue sufriendo poco a poco los daños del tiempo, hasta que la invasión francesa puso fin a su existencia, tal y como se puede constatar en la copia de un documento conservado en el archivo de Tobalina, fechado el 29 de marzo de 1810, y dado a conocer por Cadiñanos: “el año 1810, habiendo tiempo en que se hallaban las tropas francesas en España, fue el caso que fray Juan Muñoz, prior que se hallaba en el priorato arruinado de esta villa, fue adherido al gobierno francés. Y el señor Loriga, comandante de guerrilla, que se hallaba en este país, vino una noche y le saqueó la casa y él se ausentó, en este caso quedó aquella iglesia y casa desbaratada”. Al afrancesamiento del abad, que suscitó el odio del pueblo, hay que unir los continuos pleitos entre la iglesia de Santa María de Cillaperlata de Abajo y San Juan por la consecución de los derechos de parroquialidad durante casi dos siglos, y entre ambos barrios y el monasterio por el pago de los servicios inherentes al vasallaje que le debían, lo que motivaría la indiferencia de los vecinos ante el asalto al monasterio e incluso su participación en el mismo. Pero a pesar del saqueo del guerrillero Francisco Loriga, el monasterio no fue abandonado definitivamente hasta 1835, durante la primera guerra carlista, en que fue destruido. En la actualidad, del monasterio de San Juan de la Hoz tan sólo nos quedan algunos restos que fueron objeto de varias campañas de excavación en la década de 1980. Resultado de estos trabajos realizados por Josefina Andrío y Esther Loyola fue el hallazgo de tres iglesias superpuestas: una prerrománica con ábside cuadrado, otra del siglo XII que será objeto de nuestro estudio y finalmente una renovación del templo en los siglos XVII-XVIII. Del claustro no quedan restos, pero sí de una necrópolis altomedieval con tumbas excavadas en la roca que pueden fecharse entre los siglos VIII-XI. Del templo románico aún se puede distinguir perfectamente la planta y parte del alzado. Era similar a otras iglesias burgalesas como la de Santa María del Valle de Monasterio de Rodilla, San Quirce, El Almiñé o San Pedro de Tejada, entre otras. Constaba de ábside semicircular, tramo presbiterial recto y nave con falso crucero no destacado en planta. La cabecera aparecía recorrida en su totalidad por un banco bajo de piedra decorado con una moldura de bocel en el vértice. Sobre dicho banco, se levantan, a ambos lados del presbiterio, restos de dos semicolumnas con basas formadas por un plinto, dos toros y una escocia. Sobre estas columnas descargaría el arco triunfal que daría paso al presbiterio. A nivel del suelo la diferenciación entre la nave y la cabecera viene marcada por un pequeño escalón que sobreeleva a esta última. El falso crucero tiene adosados en sus ángulos columnas cuyas basas están formadas por un baquetón con funciones de plinto, dos toros y una escocia. Estas columnas evidencian la existencia de una bóveda de crucería o una cúpula sobre la que tal vez hubiera una torre, como en las iglesias antes citadas. En el muro sur del mismo tramo queda constancia de la existencia de una portada que tenía correspondencia con otra en el lado norte, según pusieron de manifiesto las excavaciones arqueológicas. La nave es de un solo tramo y adosado a sus muros, lo mismo que en la cabecera, corre un banco con el borde baquetonado. Aunque sólo se conserva parte del relleno del muro sur podemos presuponer que estuvieron realizados en sillería caliza, combinada a veces con algunas piezas de toba, como parece que ocurría también en el resto de la fábrica. A los pies de la nave se conserva el espacio de otra portada, a la cual se accedería desde el interior de la iglesia tras subir unos peldaños. A ambos lados de esta portada occidental existían dos espacios compartimentados, según los estudios arqueológicos. El del lateral suroeste correspondería al baptisterio, donde probablemente estuvo situada la pila bautismal que en la actualidad se conserva en el jardín de la iglesia de Cillaperlata. Se conservan también varios canecillos, uno de ellos reutilizado en la actualidad en la iglesia de Nuestra Señora de Covadonga, y los otros, recuperados durante la prospección arqueológica, se conservan en la actualidad en el Museo de Burgos y en ellos aparecen representadas la cabeza de un lobo, la de un caballo y un animal astado. Junto a esos vestigios y otros muchos de difícil identificación, se encuentran restos de un alero o de una línea de cornisa con decoración de billetes, así como fragmentos de un posible capitel con una decoración de volutas en los vértices. Partiendo del análisis de su planta y de los escasos elementos materiales conservados podemos relacionar este edificio desde el punto de vista arquitectónico con un grupo de iglesias burgalesas en las que destaca un falso crucero sobre el que se eleva una torre. A este tipo pertenecen las ya citadas de San Pedro de Tejada, Santa María del Valle de Monasterio de Rodilla, El Almiñé, San Quirce, Siones, Arlanzón, etc., algunas de las cuales también formaron parte de un conjunto monástico. Ateniéndonos a estas similitudes, podemos fechar la iglesia románica de San Juan de la Hoz dentro de la segunda mitad del siglo XII.