La iglesia se dispone en lo alto de uno de los dos cerros que flanquean el caserío, a unos 300 m del casco urbano y con amplio dominio visual, por lo que no sería extraño que ocupara el mismo solar que la desaparecida torre que dio nombre al pueblo y de la que no queda rastro alguno. Su elevada y apartada situación han sido motivos también para que hoy día prácticamente esté fuera de culto, celebrándose habitualmente las ceremonias religiosas en una ermita situada en medio del pueblo. Es un edificio tardogótico de dos naves, hecho a base de sillería de caliza y arenisca entre la que se observan algunos bloques románicos reutilizados. En realidad el único elemento conservado de aquella época es la pila bautismal, labrada en caliza blanca, con una altura de 87 cm y un diámetro de 125 cm. Sobre un corto pie cilíndrico se dispone el vaso, de tendencia hemisférica, con el hueco avenerado y con la cara exterior mostrando un sogueado recorriendo la embocadura, seguido por estrecho listel segmentado y después una serie de gallones convexos rematados en su parte superior por arquillos de medio punto, con una pequeña roseta ocupando una de las enjutas. Sigue pues un esquema decorativo que se repite con mucha frecuencia en las pilas de la provincia.