Pasar al contenido principal
x

Panorámica del emplazamiento

Identificador
31230_01_002
Tipo
Formato
Fecha
Cobertura
Sin información
Idioma
Autor
Alberto Aceldegui Apesteguía
Colaboradores
Sin información
Edificio Procedencia (Fuente)

 

País
España
Edificio (Relación)

Ruinas de la ermita de San Andrés de Longar

Localidad
Viana
Municipio
Viana
Provincia
Navarra
Comunidad
Navarra
País
España
Descripción
EL LUGAR DE SAN ANDRÉS DE LONGAR se encuentra relativamente próximo al hipogeo excavado hace unos años por el arqueólogo Javier Armendáriz Martija, aunque el emplazamiento es muy difícil de encontrar. No es aventurado, por tanto, pensar que se trate de otro poblamiento con presencia humana desde la Edad del Hierro hasta el siglo XIV. Su acceso es más fácil desde la vecina localidad de Aras. Unos quinientos metros antes de llegar a esta población encontramos un camino señalado que lleva al citado hipogeo de Longar. El firme es bastante bueno y puede recorrerse con coche hasta un desvío a otro camino de imposible tránsito con vehículo, desde el cual se ha de cruzar un riachuelo y acertar a encontrar las ruinas entre la abundante maleza. En mi caso debo el hallazgo a dos viejos pastores de Aras: Cruz y José Valencia, sin cuya ayuda hubiera sido imposible localizarlas. Sabemos que fue uno de los pequeños núcleos de población que conformaron Viana a partir del fuero citado de 1219, pero los datos sobre el mismo son escasos. Consta una disputa sobre la actual ermita de San Andrés, durante el siglo XII, entre el obispo de Calahorra y la iglesia de Santa María de Nájera. En 1366 la pequeña población contaba con cuatro fuegos y un sacerdote, aunque debió quedar despoblada poco después, concretamente en el transcurso de la guerra con Castilla de 1378. Actualmente, los restos de la ermita se reducen a su planta y a parte del muro del evangelio, casi totalmente cubierto de vegetación, no más alto de nueve o diez hiladas en las zonas mejor conservadas. Se trataba de una modesta edificación románica de un solo tramo rectangular y cabecera semicircular al exterior y al interior. El único tramo disponía de pilastras, de las que se adivina su arranque, aunque desconocemos si poseían capiteles o no y el tipo de las bóvedas puesto que no ha llegado hasta nuestros días absolutamente nada. El único muro que sobresale mínimamente de la vegetación corresponde al lado del evangelio, presentando una sillería de bastante buena calidad. Al interior, conserva una imposta decorada a base de dos hileras de ajedrezado que corría a la altura del fajón desaparecido. Por último, el ábside es circular al interior y al exterior; no conserva vanos de ningún tipo aunque sí buena y regular sillería de unos quince centímetros de altura media en las diez hiladas conservadas. Debemos destacar, antes de concluir, que en la edificación llama poderosamente la atención el modo como fue construido, pues el mencionado muro del evangelio está construido aprovechando el desnivel del terreno, de tal suerte que su vista desde el exterior resulta imposible ya que se halla enterrado, desde antiguo, en el escarpado terreno, detalle constructivo que también nos recuerda a la edificación de la cripta de la abadía de Leire, salvando las diferencias de tamaño y utilidad.