Pasar al contenido principal
x

Exterior del ábside central

Identificador
33874_02_001
Tipo
Fecha
Cobertura
Sin información
Idioma
Autor
Diego Martínez Fuenteseca
Colaboradores
Sin información
Edificio Procedencia (Fuente)

 

País
España
Edificio (Relación)

Monasterio de Santa María la Real. Iglesia de Santa María

Localidad
Obona
Municipio
Tineo
Provincia
Asturias
Comunidad
Principado de Asturias
País
España
Descripción
EL MONASTERIO DE SANTA MARÍA LA REAL de Obona fue un complejo monumental que respondía a una sobria estética cisterciense, pese a que la comunidad que lo poblaba acataba la regla benedictina. Su fundación, como ya hemos señalado, se realizó en el siglo XI pero el templo actual es del siglo XIII. Del conjunto monástico medieval únicamente se conserva el templo. Su esquema en planta es el de tres naves, con mayor desarrollo de la central. El espacio entre ellas se separa mediante arcos formeros apuntados que apoyan en unos pilares quebrados en su cara interna para recoger una segunda rosca. Cada nave se cubre con armadura de madera y desemboca de un modo escalonado en su correspondiente ábside semicircular. El ábside central gana en tamaño a sus compañeros laterales, va precedido de un profundo tramo recto, cubierto por una bóveda de cañón, y remata en un semicírculo que se cierra con bóveda de cuarto de esfera. La decoración en todo el edificio es mínima y se concentra en el ábside central, tanto en el exterior como en el interior. El arco triunfal centra en el interior todo el esfuerzo decorativo en los capiteles y en las basas de las columnas. Las basas adoptan en ambos casos motivos vegetales muy esquemáticos en las esquinas del plinto. El capitel derecho recubre todo su cuerpo con baquetones que esquematizan tallos vegetales. El capitel izquierdo recurre a una decoración de arcos de medio punto con bolas inscritas en su interior. Al exterior, en el ábside central aparecen dos columnillas entregas con sus correspondientes basas y capiteles decorados. Los canecillos existentes son lisos y las cornisas de los ábsides se decoran con una hilera de pequeñas bolas. Los capiteles se decoran con tallos vegetales entrelazados, que en el capitel del lado izquierdo se combinan con frutos y en del lado derecho con hojas de acanto. Las basas recogen unos motivos vegetales enroscados a la altura de la esquina del plinto. El templo es de proporciones considerables y alcanza un desarrollo y una complejidad estructural bastante mayor que los restantes templos románicos del entorno, incluido el de San Miguel de Bárcena. Se construyó con aparejo de cantería, bien trabajado en sus ábsides y arquería interna, y se cubrió, salvo la cabecera, con armadura de madera. De sus imágenes de culto originales conserva una de Cristo crucificado que es uno de los mejores ejemplos de esa iconografía del románico asturiano. Presenta, como el del monasterio de Corias (Cangas del Narcea), unas características formales e iconográficas propias del siglo XII. Según explica Soledad Álvarez, ambas obras reproducen el prototipo del Cristo redentor que triunfa sobre la muerte, tocado con la corona (símbolo de realeza), y sin indicios de sufrimiento en la expresión de su rostro. Frente al esquema de representación griego de un Cristo joven e imberbe, éste sigue las pautas representativas y tipológicas sirias, y se representa con barba y cubierto de un paño de pureza fijado mediante un nudo a la altura de la cadera. Paño éste que cae hasta las rodillas con ligeros plegados que apenas se realzan sobre el volumen corporal. La figura se adapta a los dos ejes que forman los troncos de la cruz, que se relacionan con el concepto de árbol de la vida, mediante cuatro clavos y con los pies separados. El cuerpo acentúa el verticalismo del soporte, sólo alterado ligeramente por la leve flexión de las rodillas. En la composición no se incluye un “supedaneum” para el apoyo de los pies. La obra se talla en varias piezas de madera posteriormente unidas, y tiene una escala humana que contrasta con la monumental de su coetáneo coriense. El Cristo aparece muerto pero sin dolor, con la cabeza levemente ladeada sobre el hombro derecho. Su cuerpo no se desploma, sino que guarda una rigidez con la que el maestro escultor intenta reflejar de un modo muy elemental el perfil anatómico de los músculos en tensión. Esta talla supera el reduccionismo geométrico empleado para el paño de pureza. Con carácter más geometrizante se encuentra la representación de los huesos bajo la piel, destacados en la caja torácica y en contraposición al suave tratamiento del modelado del torso. En virtud de este blando modelado, el Cristo de Obona ofrece una imagen más verista de la representación humana que la que se da en el Cristo del monasterio de Corias, indicándonos esto que se ha avanzado en la búsqueda del naturalismo. La obra mantiene su policromía original, basada en colores terrosos y claros para las carnaciones, el blanco puro para el paño y el marrón oscuro para cabello, barba y demás detalles. Tanto este Crucificado como el que se encuentra en Corias no se corresponden con modelos paralelos en la región, pero sí mantienen afinidades con ejemplos procedentes de la Meseta, como el Crucificado de Santa Clara de Palencia, que actualmente se encuentra en el Metropolitan Museum de Nueva York. El Cristo de Obona presenta un estado de conservación relativamente aceptable, aunque debería ser objeto de cuidados de conservación específicos. De la época de la fundación se han conservado también el primitivo altar y la pila bautismal. El primero está formado por un importante monolito plano de piedra que apoya en cuatro columnillas exentas, dispuestas en las correspondientes esquinas, y en un pilar-relicario central, que en este caso no es el original ni está horadado. Las columnas siguen un esquema sencillo de basa, fuste y capitel, y sólo presentan decoración en tres de ellas. Las basas se decoran con cuatro puntas que coinciden con las esquinas del plinto y que se agarran al toro mediante pequeños tirantes. La decoración de los capiteles se resuelve mediante formas vegetales. Los pertenecientes a las dos columnillas delanteras tienen el mismo motivo de finos tallos que se enroscan sobre sí mismos hacia el exterior agarrando una bola. El capitel posterior izquierdo se deja liso, y el posterior derecho se decora con finos tallos rematados en dos tipos distintos de hojas, alternándose las de forma oval con las de forma lanceolada. La pila bautismal medieval de Obona responde a la tipología de copa sobre una base de pequeña columna cilíndrica. Es una pieza labrada en piedra caliza y no posee ornamento alguno, a excepción de una fina moldura que recorre todo su diámetro a la altura de la boca. Unido a la nave meridional del templo se conserva, en estado ruinoso, el claustro del monasterio, que sustituyó en época barroca al original claustro románico. Sólo se llegaron a construir dos de las crujías, que presentan, por sus trazas, cierta relación con los claustros monásticos barrocos construidos en la vecina Galicia. Encabezando el acceso al claustro desde el exterior, y pareja a la entrada del templo por su lado derecho, se alza la fachada de la casa abacial, también barroca, con una sencilla portada de dos arcos rebajados, en el piso bajo, y dos grandes ventanas, separadas mediante escudo, en el piso superior.