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Detalle exterior del lado izquierdo de la portada oeste

Identificador
31000_0388
Tipo
Formato
Fecha
Cobertura
Sin información
Idioma
Autor
Luisa Orbe Jaurrieta
Colaboradores
Sin información
Edificio Procedencia (Fuente)

 

País
España
Edificio (Relación)

Iglesia de San Nicolás

Localidad
Pamplona / Iruña
Municipio
Pamplona / Iruña
Provincia
Navarra
Comunidad
Navarra
País
España
Descripción
LA POBLACIÓN NUEVA o de San Nicolás, cuyo nombre derivó de la advocación de su iglesia parroquial, constituía el tercero de los núcleos urbanos que en la Edad Media configuraban la ciudad de Pamplona. Para la construcción del templo destinaron un solar en el cuadrante suroriental del terreno urbanizado, alineado con su cierre meridional, de manera que mientras la fachada sur no se enfrentaba a ninguna zona habitada, el resto quedaba englobado entre el caserío y un espacio abierto inmediato, al norte, utilizado al menos parcialmente como cementerio. Esta parroquia es la única de las que existieron en la Pamplona medieval que conserva al menos parte de su fábrica románica. Como ocurría con muchas de estas construcciones religiosas, a su función de culto se sumaba la de servir de punto fuerte, tanto para la defensa como para el ataque, en los enfrentamientos demasiado frecuentes con los barrios vecinos. En 1363 contaba con diecinueve clérigos. Todo lo que hablemos sobre una primitiva construcción contemporánea de la fundación de la Población de San Nicolás, es decir, alzada conforme a las pautas del románico pleno de la primera mitad del siglo XII, responde a pura especulación, puesto que no se han identificado vestigios ni a la vista ni en excavaciones. El edificio que ha llegado a nuestros días comienza con una construcción del románico tardío, muy ambiciosa por sus dimensiones, realizada a finales del siglo XII y comienzos del siglo XIII, según algunos autores a partir de 1177, año al que corresponde la primera mención documental, cuando el obispo de Pamplona Pedro de París entregó a los canónigos de la catedral las rentas de la nueva Población. Todo lo que hoy vemos en pie es posterior. En 1222, con ocasión de los enfrentamientos entre las gentes de San Nicolás y las del inmediato burgo de San Cernin, la parroquial sufrió un incendio y quedó muy dañada. En los años sucesivos continuaron los trabajos, probablemente introduciendo alguna modificación en los alzados para potenciar su papel militar, que todavía se acentuaría con la edificación de la gran torre hacia 1340-1346. En 1231, durante el reinado de Sancho VII el Fuerte, tuvo lugar su consagración presidida por el obispo de Burgos don Mauricio. Los sucesivos avatares históricos, aunque no destruyeron completamente el templo, sí obligaron a realizar importantes intervenciones. Así el ábside central y las bóvedas del crucero y de la nave central se levantaron en el siglo XIV durante el reinado de Carlos III, aprovechando en parte los antiguos arcos o muros, al igual que el coro alto a los pies; más tarde se fueron desmochando y derribando algunas de las torres defensivas, mientras que a las profundas reformas llevadas a cabo entre los siglos XIX y XX debemos su imagen actual, al menos la del exterior. En efecto, son escasos los elementos correspondientes a la fábrica tardorrománica visibles desde su entorno. Los más significativos son las dos puertas de acceso, una abierta en el muro norte en el primer tramo de la nave lateral, y la segunda a los pies del templo. La primera es una sencilla portada de arco apuntado con dos arquivoltas, sin tímpano. Mide su vano 1,83 m de ancho y en total la puerta ocupa 3,96 de frente. Apoya en cuatro columnas elevadas sobre podium, con basas circulares muy deterioradas, fustes y cimacios lisos, y capiteles decorados con motivos propios del repertorio tardorrománico: grandes superficies lisas a manera de hojas de rebordes incisos y rematadas en las esquinas con volutas muy plásticas, salvo el interior de la derecha del espectador, que sustituye las volutas de la esquina por una piña. Varios muestran una hendidura vertical poco profunda en el eje angular. Sus formas nos recuerdan a obras tardorrománicas menores de la Cuenca de Pamplona. Más amplia (2,29 m de luz y 9,12 de frente), compleja y elaborada, aunque de calidad artística muy semejante, resulta la portada principal, abierta a los pies de la nave central. Se diseñó apuntada y abocinada, sin tímpano y con una distribución que combina cinco arquivoltas propiamente dichas, sobre fustes monolíticos, alternadas con otras tantas pseudoarquivoltas, que descargan en baquetones despiezados, dentro de las cuales se incluye el vano interior, de mayor desarrollo. Las arquivoltas propiamente dichas consisten en boceles entre medias cañas, mientras que las pseudoarquivoltas incorporan decoración de motivos geométricos (hileras de ajedrezado o fila única de billetes) o simplemente molduración más minuciosa. El arco interno consta de doble bocel. Los únicos elementos figurativos se colocaron en dos claves, en las que se representan el crismón trinitario y el cordero místico. Como acabamos de avanzar, el sinuoso perfil de las jambas lo dibujan las seis columnas y los finos baquetones que se alternan a cada lado, en lo que es una clara muestra de fórmulas tardorrománicas que igualmente vemos en Santiago de Puente la Reina y otros templos. Columnas monolíticas y baquetones se elevan sobre un podio continuo, plinto y basas, todo renovado. Los fustes están coronado por collarino, capiteles decorados y cimacios lisos, donde también apreciamos elementos sustituidos en las restauraciones. La ornamentación se concentra en los capiteles de columnas y baquetones, que alternan tamaños. Predominan en el lado izquierdo del observador palmas y piñas con cabrios intermedios, alternando con hojas lisas vueltas en florones y unidas por picos con cabrios, con hendidura vertical angular; asimismo encontramos hojas lisas rematadas en volutas con cabrios intermedios y bordes dentados, además de hendidura vertical, y toscas hojas de palma vueltas en fruto muy mal trabajado. En el lado derecho abundan las hojas lisas hendidas o no, rematadas en volutas o piñas y acompañadas de cabrios, sin que falte algún remedo de las palmas y piñas del otro lado. Técnicamente cabe destacar las profundas hendiduras con las que fueron trabajados algunos, particularmente los de la jamba izquierda. Sorprende su escasísima calidad, dado que fueron ejecutados para una iglesia de grandes dimensiones y situada en uno de los principales núcleos urbanos del reino. Como sucedía con la septentrional, también aquí encontramos semejanzas con algunas portadas toscas de parroquias rurales de la Cuenca de Pamplona. Aunque muy enmascarados por las reformas realizadas en el siglo XIX y XX, son visibles al exterior algunos restos de la edificación tardorrománica, concretamente muros y ventanales, que también pueden apreciarse desde el interior de dependencias parroquiales. Concretamente, existe la posibilidad de acceder al cuerpo de ventanas septentrional, algunos de cuyos vanos todavía conservan restos de decoración policroma consistente en encintado rojo sobre el mortero color arena de las juntas. Este sistema de ornamentación se atestigua en varias construcciones navarras de finales del siglo XII, como son el Palacio Real de Pamplona o la tercera fase de la iglesia del monasterio de La Oliva, así como la sala capitular de dicho cenobio. De igual modo, es posible percibir el recrecimiento de los muros tardorrománicos ejecutado para disponer las bóvedas góticas. La construcción primitiva se vio muy modificada por la adición en los siglos XIII y XIV de recursos propios de su función defensiva, como la serie de saeteras y matacanes visibles en el muro norte encima de la portada del lado del evangelio, correspondientes a un muro que ocultó las ventanas septentrionales de la nave central. Estos elementos de fortificación se vinculan con la potente torre cúbica construida en época gótica en el ángulo noroeste y que se reedificó a comienzos del siglo XX. También sobre la portada de los pies, oculto en parte por el atrio decimonónico se aprecia un gran arco apuntando que cobijaba la portada principal, adoptando una solución similar a la de los monasterios contemporáneos de La Oliva e Iranzu. Cuando fue proyectada la iglesia tardorrománica, el arquitecto dispuso un acceso a cubiertas en la esquina que forma el brazo norte del transepto con la nave del evangelio, para lo cual le fue preciso engrosar ese muro occidental del transepto norte, de manera que las dimensiones exteriores de dicho transepto difieren de un brazo a otro. Se trata de un emplazamiento frecuente en templos de esas fechas y tiene el precedente directo de la catedral románica de Pamplona, que al menos tuvo una escalera en la esquina que formaba el brazo sur del transepto con la nave del evangelio. La escalera que nos interesa fue dibujada en planos antiguos de la iglesia, pero no en los más recientes (como el del Catálogo Monumental), porque había quedado sin uso. Hoy en día no se puede acceder a ella desde el interior de la iglesia, como sucedía en origen, no sólo porque el vano quedó cegado hace tiempo, sino porque los revestimientos de mármoles de la capilla del Pilar tapan completamente el lugar donde estuvo la puerta. De todas formas, durante recientes intervenciones en el templo se pudo constatar la existencia del huso de la escalera, pero según las referencias de quienes pudieron verla estaba incompleta (no existían buena parte de los peldaños de piedra o de madera) y rellena de escombros, lo que hacía impracticable su uso. La iglesia se construyó en un sillar bastante irregular procedente de canteras cercanas, que especialmente en el interior quedó muy afectado por las renovaciones llevadas a cabo en los siglos XIX y XX. El interior se planteó como una amplia iglesia de tres naves con transepto ligeramente acusado en planta. Cada nave consta de tres tramos. En las excavaciones de 1982 se dedujo que la cabecera terminaba en ábside semicircular, hecho que se ha confirmado en una muy reciente intervención. En efecto, tras la cabecera actual aparecieron los cimientos del primitivo ábside semicircular, con vestigios de tres contrafuertes, cuya situación y forma han quedado reflejadas en el pavimento conforme al proyecto del arquitecto Xavier Chérrez Bermejo. Sus dimensiones eran parecidas a la actual cabecera gótica. Las naves laterales en contraposición se cerraban con muro recto. Esta fórmula de cabecera puede relacionarse con otros edificios tardorrománicos como el monasterio de la Oliva. El conjunto quedó muy transformado en distintas intervenciones góticas, cuyo escalonamiento a lo largo de los siglos XIII a XVI queda patente en los sucesivos repertorios ornamentales empleados (capiteles, ménsulas, secciones de nervios, claves, etc.). Un rasgo a destacar de la iglesia es la marcada diferencia entre la anchura, altura e iluminación de la nave central y las de las laterales, acentuada por la ausencia de ventanas en los muros perimetrales. La central se elevó lo suficiente como para abrir ventanas de medio punto. La nave central y el crucero se cubren con bóvedas de crucería gótica que pertenecen a las obras del siglo XIV, aunque pudieron sustituir a otras de crucería que respondieran a modelos del románico tardío. Por su parte las laterales presentan bóveda de medio cañón apuntado articulada con fajones. Existe una clara jerarquización en el uso de distintos tipos de soportes y de arcos a la hora de diferenciar lo propio de las naves laterales, de la central y de los accesos al transepto. Como soportes de la nave principal se levantaron potentes pilares de doble esquina con columnas adosadas en sus cuatro frentes (que sustentan los fajones y los arcos de separación entre naves), unificados en la parte inferior por un gran plinto redondo y cuyas basas circulares se adornan con garras. Las pilastras adosadas a los muros perimetrales son más sencillas, con resalte y semicolumna, lo que hace pensar que para las colaterales nunca se pensó en las bóvedas de crucería. Este diferente tratamiento hizo que el eje de bóveda no coincida con las claves de los fajones. Los arcos de separación entre naves son apuntados doblados. El último tramo de la nave del evangelio se reforzó en el siglo XIV pues sobre él alzaron la gran torre defensiva. Una moldura recorre la nave principal justo por debajo de las ventanas. Los temas elegidos para adornar los capiteles forman parte del mismo repertorio empleado en las portadas. Varios de ellos de derivación vegetal, todos recibieron un tratamiento muy simple y esbozado, conforme al gusto que dominaba entonces el románico rural. Los de la nave meridional, y algún otro, están muy deteriorados, incluso con huellas de haber sufrido incendio (¿el de 1222?). En los mejor conservados de las naves septentrional y central se distinguen palmas, palmetas, hojas lisas y en ocasiones hendidas, que en algún caso se completan con botones; los ángulos se solucionan con volutas, bolas o piñas. En capillas como la de Santa Ana y en el sotocoro advertimos motivos y tratamientos propios de época gótica. Otro rasgo impuesto por su función militar son sus paramentos perimetrales completamente opacos. De las fuentes de iluminación original sólo se conservan las horadadas en la parte superior del muro de la nave central, de medio punto y los ojos de buey de los extremos del crucero. Como conclusión se puede afirmar que en la construcción de san Nicolás de Pamplona primó su carácter defensivo dentro de la Población, ello explica su robustez, la fortaleza de sus elementos, su aspecto de fortín, y la escasa concesión a lo estilístico y ornamental. La parroquia conserva una pila bautismal que apareció en las excavaciones. Es de piedra lisa, de gran capacidad, y asienta sobre una basa cuadrangular con bolas en las esquinas. A finales del siglo XIX y comienzos del XX la parroquia fue objeto de remodelaciones de carácter neomedieval que añadieron un pórtico en los lados norte y oeste, recrecieron la torre y la enriquecieron con matacanes de esquina y arquillos. La primera campaña dató de 1882 a 1887. Planteada por Ansoleaga, las obras fueron dirigidas por los arquitectos Iranzo y Goicoechea. La segunda, que se centró en “la restauración parcial de las torres y sus almenas” estuvo a cargo del arquitecto José Martínez de Ubago. En las últimas décadas han tenido lugar otras dos importantes intervenciones. La primera en la década de 1980 trató de recuperar la imagen medieval del templo, desembarazándolo del revestimiento decimonónico por el que había adquirido un aspecto historicista. La segunda, en los primeros años del siglo XXI, tuvo como objetivo devolverle los niveles originales y recuperar la altura primitiva; también se aprovechó para actualizar la iluminación. En el último año se han adecentado las dependencias interiores tras el ábside. En el año 2006 la parroquia fue declarada bien de interés cultural (BIC).