Identificador
24389_01_002
Tipo
Formato
Fecha
Cobertura
42º 25' 24.72'' , -6º 44' 42.11''
Idioma
Autor
Jaime Nuño González
Colaboradores
Sin información
Edificio Procedencia (Fuente)
País
España
Edificio (Relación)
Localidad
Castroquilame
Municipio
Puente de Domingo Flórez
Provincia
León
Comunidad
Castilla y León
País
España
Claves
Descripción
EL PIZARROSO CASERÍO ocupa las laderas empinadas de solana, coronado por la iglesia de San Salvador, un edificio levantado en mampostería, de nave única y dos capillas laterales, con espadaña a los pies, erigido durante el siglo XVIII, según consta en los Libros de Fábrica que estudio M.ª C. Cosmen, donde se especifica además que se empleó como cantera el viejo templo, situado “al otro lado del río Cabrera, un poco lejos del asentamiento humano”. Ubicado en el paramento exterior del muro sur de la nave, junto a la puerta de acceso, aparece un tímpano románico, único elemento medieval que hoy se puede ver en el templo y que Cosmen dice que procede de aquel templo anterior, aunque la tradición popular asegura que fue traído de un antiguo despoblado, situado al otro lado del valle. ¿Tendría algo que ver con las ruinas de que habla Gómez-Moreno? La pieza, tallada en un bloque de pizarra de 145 cm de diámetro, fue dada a conocer por Gómez-Moreno y después estudiada por M.ª Concepción Cosmen. Se ajustaba a un arco de medio punto y la decoración ocupa por completo el espacio, articulada en tres sectores. En el central se representa a Cristo en Majestad dentro de abultada pero lisa mandorla, sentado sobre un trono sin respaldo, rematado lateralmente en torsos de león que incluyen los cuartos delanteros, muy similares a los que aparecen en los sitiales de algunos reyes re p resentados en el Tumbo A de la catedral de Santiago de Compostela, como por ejemplo Ramiro II o Alfonso VI. Está en actitud de bendecir, sosteniendo con su mano izquierda y apoyado sobre sus piernas el Libro de la Vida, abierto -o al menos así lo indican unas líneas pintadas que sin duda no son las originales-; aparece tocado con corona real, de tipo vallar, con larga melena de bucles y poblada barba rizada, vistiendo manto cuyos pliegues caen pesadamente sobre el pecho y se recoge parcialmente sobre las rodillas, dejando a la vista la túnica y los pies descalzos, que descansan sobre un pequeño taco y sobre la propia mandorla. El Tetramorfos, cuyas figuras nimbadas se adaptan a los dos reducidos espacios laterales, presenta a la izquierda el hombre de San Mateo sobre el león de San Marcos y a la derecha el águila de San Juan sobre el toro de San Lucas. Los tres zoomorfos están representados de perfil, con la cabeza vuelta hacia el centro, mientras que el hombre está de frente, mirando al espectador. Estamos ante una obra de talla un tanto tosca en la que el escultor no ha sabido resolver con elegancia la disposición de las figuras, apareciendo el hombre y el águila en posturas muy forzadas -esta última con ambas alas plegadas- y con un Cristo en el que llama poderosamente la atención las desproporcionadas extremidades, especialmente la mano que bendice. Conserva restos de policromía, básicamente en color rojo y amarillo, con algún rasgo en negro, aunque en modo alguno parece la original. Posteriormente fue encalado por completo y aunque hoy la cal se ha desprendido en gran parte, todavía cubre el fondo de la mandorla y la parte superior del cuerpo de Cristo. Esta pieza, que podríamos fechar en las décadas finales del siglo XII, no es habitual en tierras leonesas donde el más destacado -al margen de la representación pictórica de San Isidoro o de algunos pequeños elementos muebles- es el del monasterio de Carracedo, de articulación iconográfica parecida pero sobre el que ya Gómez-Moreno planteó serias dudas acerca de su cronología románica. Sin embargo cuenta con un paralelo muy cercano en la ventana conservada en la iglesia de Lagunas de Somoza, como muy acertadamente señaló Cosmen; ambos relieves comparten un mismo esquema compositivo, a pesar de que el espacio es muy distinto, semicircular en Castroquilame y rectangular en Lagunas, y participan también de una talla similar, de la desproporción de los miembros del Pantocrátor, del tratamiento de los pliegues de la vestimenta o de la postura del hombre alado, símbolo de Mateo, todo lo cual lleva a pensar en que nos hallamos ante dos trabajos de un mismo escultor.