Pasar al contenido principal
x

Detalle de los capiteles del lado derecho de la portada sur

Identificador
31193_01_020
Tipo
Formato
Fecha
Cobertura
Sin información
Idioma
Autor
Javier Martínez de Aguirre,Mercedes Orbe Sivatte
Colaboradores
Sin información
Edificio Procedencia (Fuente)

 

País
España
Edificio (Relación)

Iglesia de San Cristóbal

Localidad
Osácar
Municipio
Juslapeña
Provincia
Navarra
Comunidad
Navarra
País
España
Descripción
EL REDUCIDO CASERÍO sigue las características propias de la montaña, casas grandes y separadas que se escalonan al adaptarse a la pendiente, con la parroquia de San Cristóbal erguida en lo alto. Aunque su origen es románico, según atestiguan algunos restos del exterior, hoy se presenta como un edificio del siglo XVIII, que quizás mantiene el espacio original propio de las iglesias medievales rurales, de planta rectangular con cuatro tramos, incluida la cabecera recta (14,36 x 6,10 m). Este origen queda totalmente enmascarado por la bóveda de lunetos, con sus correspondientes ménsulas de yesería, y al exterior con la construcción del pórtico y sacristía que invaden respectivamente el muro sur y norte. Es en el exterior donde se conservan los elementos románicos más significativos, localizados en la cabecera y muro sur, que consisten en una ventana y la portada. En la parte alta del muro testero se localiza un vano formado por un baquetón, media caña y chambrana aristada que apoya en cabecitas. El arco, por su parte, lo hace en columnas que rematan en capiteles decorados con hojas, frutos y rostros humanos de labra muy esquemática, propios de un románico muy tardío, en una realización tosca y popular, que además empieza a introducir elementos compositivos propios del gótico, como la individualización de las hojas. El segundo testimonio del origen de esta iglesia lo encontramos en la portada, bien dimensionada, abierta al Sur, al tramo que antecede al coro. Sobre un tímpano liso, cuyo arco rebajado atestigua una remodelación tardía, se despliegan cuatro arquivoltas formadas por baquetones entre mediacañas, ligeramente apuntados, protegidos por chambrana. El conjunto descansa en pies derechos y columnas que se alzan sobre un poyo corrido, elemento asimismo propio del segundo tercio del siglo XIII. Las columnas constan de basa, cuyo perfil troncocónico denota cierto avance cronológico, y plinto decorado con bola en la esquina exterior, además de un collarino en la parte superior. Los fustes rematan en capiteles individuales sobre los que se extiende un cimacio corrido, decorado con retículas de triángulos, rombos y otros diseños geométricos. La decoración de la portada también alcanza a los capiteles, que esquematizan al máximo un tema de origen románico. El resultado son tallos dobles o múltiples que partiendo de la esquina se abren en tridente, de forma que uno remata en el ángulo superior y los otros dos en los extremos igualmente superiores. La terminación de los tallos consiste en semiesferas sobre discos, todo muy tosco, dejando vacías gran parte de las superficies. La arquivolta interior culmina en un pequeño crismón pintado en azul, resuelto con la misma falta de destreza que el resto. La portada alcanza 4,72 m. de frente con un resalte de 0,65 respecto del muro eclesial. El vano se extiende 1,48 m. El pórtico, por su lado oriental, oculta parcialmente un contrafuerte de la iglesia medieval que mide 63 cm de profundidad. El lenguaje arquitectónico y decorativo indica que los artífices que trabajaron en Osácar emplearon motivos de tradición románica pero en un ambiente en que se estaban manejando soluciones propias del segundo tercio del siglo XIII, que hemos tenido la oportunidad de señalar. Ahora bien, no conocen bien ninguno de los dos repertorios, puesto que no incorporan temas ornamentales propios del nuevo lenguaje. Por eso, a la hora de proponer una cronología para las partes más antiguas de este templo, hemos de situarla bien entrado el siglo XIII. Se conserva la pila bautismal (80 x 86 cm) correspondiente a la fábrica medieval, cuya base bien puede estar oculta debajo del suelo de madera. A la vista queda un corto fuste con doble collarino que remata en un capitel decorado ingenuamente con bolas y aves donde asienta la taza, recorrida por una tracería de arcos de medio punto. La curvatura del pie lleva a asignarle la misma cronología que la portada.