Pasar al contenido principal
x

Detalle del arcosolio de la izquierda

Identificador
33589_01_018
Tipo
Fecha
Cobertura
Sin información
Idioma
Autor
Pedro Luis Huerta Huerta
Colaboradores
Sin información
Edificio Procedencia (Fuente)

 

País
España
Edificio (Relación)

Colegiata de Santa María

Localidad
Covadonga
Municipio
Cangas de Onís
Provincia
Asturias
Comunidad
Principado de Asturias
País
España
Descripción
CASI NADA SE HA CONSERVADO de la fábrica medieval de la colegiata de Santa María de Covadonga. Las difíciles condiciones que ofrecía la roca de la cueva para cualquier mínima construcción hicieron que las descripciones más antiguas describan el templo como una iglesia de madera que se sujetaba con dificultad en la pared rocosa. De su entorno inmediato, sin embargo, se han conservado hasta nuestros días dos interesantes piezas que pueden dar buena cuenta de la notable calidad que el conjunto pudo haber tenido. Se trata de dos sepulcros románicos, empotrados en la crujía oeste del piso bajo del claustro de la Colegiata barroca, adosados a la roca y por tanto muy cercanos a la cueva. Estos se estructuran en dos arcosolios que cobijan laudas, construidos con piedra arenisca dorada (excepto las laudas, que parecen de piedra caliza) y rejunteados quizá en la restauración de la Colegiata que llevó a cabo Luis Menéndez Pidal en 1950. No podemos asegurar que su actual ubicación sea la originaria, ya que ignoramos si la construcción del claustro del siglo XVII se llevó a cabo sobre el medieval. En cuanto a su titularidad, ninguna inscripción o motivo ofrece información clara al respecto. El báculo que presentan las laudas de los dos enterramientos permite suponerlos depósito de los restos de algún abad, pero a mediados del siglo XIX los informantes del Diccionario de Pascual Madoz indicaban que en su época pertenecían a dos familias nobles de la zona: la de Cortés, de la villa de Cangas de Onís, y la de Noriega, de Onao. De esto puede concluirse únicamente que dichas familias pudieron haber sido el origen de alguno de los abades de Covadonga y que sus sepulcros permaneciesen bajo titularidad del linaje, pero a la vista de estos datos nada más puede afirmarse sobre esta cuestión. Los dos arcosolios muestran la misma estructura arquitectónica, consistente en un arco de medio punto que genera en profundidad una bóveda de cañón, decorada con relieves dispuestos a modo de casetones formando una retícula. La rosca del arco se protege por un guardapolvo y arranca de impostas monolíticas, en forma de prisma rectangular. Las paredes del fondo del nicho se aparejan con buenos sillares. Las laudas cobijadas bajo los arcosolios son monolíticas y presentan forma ligeramente trapezoidal. Bajo ellas se insertan en el muro frontalmente otras dos lápidas rectangulares, también monolíticas. La del arcosolio izquierdo apoya en tres piezas escultóricas de bulto redondo, a modo de ménsulas. Sin embargo, lo más interesante y llamativo de los enterramientos románicos de Covadonga son los relieves que los decoran tan profusamente, con la siguiente distribución. En el arcosolio izquierdo, el guardapolvo se recorre por una cenefa de dobles círculos perlados, entre los cuales se disponen dos pétalos afrontados; estos círculos se enlazan mediante eslabones igualmente perlados. La rosca del arco se decora con una sucesión de florones de seis pétalos estrellados con botón central. El intradós de la bóveda presenta tres hileras de dovelas, esculpidas de exterior a interior con los siguientes motivos: florones de cuatro pétalos estrellados y botón central, dobles círculos perlados de los que parten cuatro picos, y varios rombos concéntricos enfilados. Los dos sillares monolíticos de los que arranca la rosca, algo salientes con respecto al intradós de la bóveda, presentan el borde abocelado. En sus caras visibles se disponen estrellas inscritas en círculos. La lauda sepulcral que cobija este arcosolio divide su frente en dos espacios mediante un báculo abacial, que marca el eje longitudinal de la misma, y se remata por una cruz griega y un motivo floral. Ambas partes se decoran con hileras de dobles círculos entre los que se disponen pétalos afrontados, unidos por eslabones, en los que se inscriben estrellas. Enmarca la lauda una orla sogueada y dientes de sierra en el borde. En la cara lateral vista se dispone una sucesión de puntas de flecha. Por su parte, la lápida empotrada en el muro bajo el arcosolio se enmarca por dos incisiones sencillas y se divide en dos bandas longitudinales en las que se disponen hileras de dobles círculos enfilados, entre los que se sitúan pétalos separados por eslabones. Esta lauda se sostiene por tres esculturas de bulto redondo en las que se detallan ojos, orificios nasales y boca, y que representan toscamente las figuras leoninas que habitualmente sujetaban los sarcófagos románicos; en Asturias son muy escasos los ejemplos, pero pueden recordarse las figuras de león reutilizadas como dovelas en Cornellana (Salas) o las de un enterramiento de la iglesia parroquial de Vega de Poja (Siero) que, como en Covadonga, aparecen empotradas en el muro. En fin, el muro del fondo del nicho se apareja mediante cuatro hileras de sillares bien escuadrados, en los que se disponen los siguientes relieves de arriba a abajo y de izquierda a derecha: en la primera hilada, rombos concéntricos perlados enfilados flanqueando una cruz griega con gemas en los cuatro extremos de sus brazos (motivo que también aparecía en la lauda) junto a un rombo y una rama; en la segunda, dos pisos de puntas de flecha enfiladas dispuestas en diferentes sentidos; en la tercera, un singular relieve de un caballero dispuesto de perfil, ataviado con túnica y con el cabello largo y algo rizado; flanqueándolo, en el mismo sillar, un roleo y puntas de flecha, y a lo largo de la hilada de sillares, varios círculos enfilados en los que se inscriben estrellas y flores; la cuarta hilada se decora con una cenefa de dobles círculos perlados entrelazados. El arcosolio derecho, por su parte, presenta una decoración bastante similar al anterior. El guardapolvo ofrece la misma ornamentación que el del otro sepulcro y conserva restos de policromía rojiza. La rosca del arco muestra igualmente los mismos relieves que la del otro arcosolio, con restos de policromía azul grisácea. El intradós de la bóveda se compone de cuatro hileras de dovelas, adornadas con los siguientes motivos: la exterior, idéntica a la del otro arcosolio, y las otras tres, con dobles círculos perlados de cuyos bordes parten cuatro picos y círculos y rombos concéntricos. Los dos sillares monolíticos de los que arranca la rosca decoran su cara vista con sendos círculos dobles en los que se inscriben cuatripétalas. La lauda cobijada por el arcosolio se enmarca del mismo modo que la del otro enterramiento y decora su cara lateral de la misma forma. Divide su frente en dos partes mediante un báculo que marca el eje longitudinal, decorándose ambas por hileras de dobles círculos perlados en los que se inscriben estrellas con botón central; entre los círculos se disponen pétalos afrontados y se unen mediante eslabones. Por su parte, la lauda empotrada bajo el arcosolio decora su superficie mediante tres hileras; las dos superiores presentan rombos concéntricos y la inferior una cenefa de círculos enlazados por eslabones. Ésta conserva restos de policromía azul grisácea en la zona del centro y la derecha. Por último, el muro del fondo del nicho se apareja mediante cuatro hiladas de sillares bien escuadrados, decoradas con los siguientes relieves, de arriba a abajo y de izquierda a derecha: la primera muestra rombos concéntricos perlados enfilados; la segunda presenta puntas de flecha enfiladas, dispuestas en sentidos opuestos; la tercera se decora con nido de abeja y la cuarta con hileras de dobles círculos perlados entrelazados que conservan abundantes restos de policromía rojiza. Los sepulcros románicos de la colegiata de Covadonga no cuentan con ejemplos semejantes en Asturias ni en el territorio limítrofe que nos facilite su datación. Pero algunos de sus elementos ornamentales, como las rosetas y estrellas inscritas en círculos enlazados a modo de eslabones, están presentes en algunos templos del románico gallego de la segunda mitad del siglo XII, como la portada principal de San Félix de Solovio, en Santiago de Compostela, emparentada a su vez con los talleres de la catedral de Orense. No obstante, dada la constancia documental de la concesión de privilegios por parte de Alfonso VII a la abadía en la primera mitad de la duodécima centuria, no podemos descartar la adscripción de estas excelentes obras a ese momento en el que seguramente se llevaría a cabo la gran campaña de construcción románica. Y esto es todo cuanto se conserva de la época románica en Covadonga. Se sabe, además, que existió una imagen de la Virgen, que por su similitud con la Virgen del Sagrario de la catedral de Toledo puede fecharse hacia el siglo XII. Se trataría de la característica imagen de la theotokos, pero se perdió en el incendio del santuario en 1777, y de ella sólo queda una presunta copia, hecha ya a finales del siglo XIII o principios del XIV, que se conserva en Cillaperlata (Burgos). La Colegiata de Nuestra Señora de Covadonga, y con ella estos sepulcros localizados en su claustro, no goza de un buen estado de conservación, especialmente el arcosolio de la derecha; en él, el guardapolvo y la lauda empotrada frontalmente sufren un importante deterioro, y las cuatro dovelas correspondientes a los riñones de sendos guardapolvos se han perdido, estando sustituidas en la actualidad por otras de aspecto moderno, que quizá daten de la restauración de Menéndez Pidal.