Identificador
28079_0115n
Tipo
Formato
Fecha
Cobertura
Sin información
Idioma
Autor
Ignacio Hernández García de la Barrera
Colaboradores
Sin información
Edificio Procedencia (Fuente)
País
España
Edificio (Relación)
Localidad
Madrid
Municipio
Madrid
Provincia
Madrid
Comunidad
Madrid
País
España
Claves
Descripción
1.- Anónimo. Hacia 1130-1140 Bronce dorado. 14 cm Colección privada. Madrid Durante el siglo XII la producción de Cristos crucificados de bronce fue abundante, siendo gran cantidad de ellos empleados para presidir cruces procesionales y de altar. En su gran mayoría muestran relieve plano o cilíndrico con forma de tronco de árbol, o bien con un alma de madera recubierta con placas repujadas y decoradas con labor de filigrana o cabujones. La inmensa mayoría de estas piezas no se han conservado y en las que nos han llegado el crucificado muestra los huecos de los clavos que le asían a la cruz en el caso de no haber sido desprendido del soporte con violencia, con lo que es frecuente que perdiera parte de las extremidades. En época románica los broncistas utilizaban una aleación pobre en estaño, empleada ya desde tiempos del Imperio Romano, dando lugar a fundiciones muy líquidas que facilitaban el acabado. No perduró la elaboración de moldes por piezas, con lo que no se han conservado los modelos originales de cera que permitirían la reproducción en serie de la pieza. En las obras de gran tamaño, como pilas bautismales, puertas, sepulcros, etc., resultaba imprescindible la colaboración de los talleres de fundición de campanas, pudiéndose discernir entonces el trabajo del escultor que modelaba la cera y el del fundidor que la sustituía por metal. En las piezas más pequeñas, y especialmente en las más populares, esta división es a veces imposible de precisar. El presente Cristo es totalmente hierático, no presenta rasgo alguno de dolor ante la crucifixión, permaneciendo aún aparentemente vivo. Se apoya sobre el suppedaneum bajo el que se observa el hueco mediante el que se fijaba al soporte, sustituyendo los habituales clavos de los pies. Viste el perizonium como es norma en este período, que cuelga hasta las rodillas y dibuja ondulados pliegues rectos. Se anuda a la cintura mediante un cordón, cayendo por el centro el paño sobrante. Aún siendo habitual en el siglo XII no porta corona, muestra descubierta la melena, que cae simétrica por ambos lados de la cabeza hasta los hombros, formando tirabuzones con incisiones en diagonal. El rostro es ovalado aunque bien proporcionado, y en él se distribuyen correctamente y de forma simétrica los repetidos ojos almendrados, la nariz recta y una no muy poblada barba que le perfila el mentón. Los brazos, desproporcionados por su longitud, se encuentran ligeramente flexionados, con lo que quedan las manos a la altura de la cabeza con los dedos extendidos. El torso tiene forma de triángulo invertido mostrando de forma sumaria pectorales y costillas mediante un suave modelado. Las piernas son delgadas y se encuentran extendidas. Según sus documentos de compra la pieza podría provenir de algún taller alemán, probablemente de la región de Westfalia, aunque esta cuestión no se encuentre totalmente cerrada. En las mismas notas se le cataloga como obra del segundo cuarto del siglo XII. 2.- Anónimo. Hacia 1170-1180 Bronce. 20,5 cm Colección privada. Madrid Estilizado Cristo que sigue el tipo de los conocidos como “de cuatro clavos”, si bien aquí no se representan. La figura aparece coronada, luciendo barba y con voluminosos ojos. Ha perdido parte de sus extremidades superiores, posiblemente al ser arrancado del objeto que presidiera, limitándose su caracterización anatómica a marcar los codos, así como a unas líneas paralelas incisas, señalando el costillar. Luce perizonium, recogido en la parte central, que llega hasta la altura de las rodillas, sobre cuya superficie se deja notar la representación de cierta ornamentación a base de bandas y puntos. Como ya se ha señalado, la figura apoya en los dos pies, estando éstos separados y no mostrando huella alguna de clavos. 3.- Anónimo. Mediados del siglo XII Bronce dorado. 20,5 cm Colección privada. Madrid Este Cristo realizado en bronce se encuentra asentado sobre un suppedaneum de tres cuerpos cuadrangulares en releje bajo el que se encontraba asido a la cruz junto con los clavos de las manos. Se trata de un Cristo tocado con corona, representado como rey de reyes entregado por su propia voluntad al sufrimiento de la cruz. Tiene larga melena lisa distribuida en mechones planos que le cuelgan más allá de los hombros, incluso prolongándose por los brazos. Como es habitual el rostro es totalmente inexpresivo, sin reflejar signo alguno de patetismo. En él los ojos se marcan mediante líneas incisas formando un agudo y prolongado ángulo en la zona exterior, la nariz es recta y la barba rebasa el contorno del rostro formando ondas. Sorprende la gran anchura del cuello, que une la cabeza con un corto tronco en el que mediante dos líneas curvas se marcan los pectorales y con otras horizontales y paralelas las costillas. Los brazos son largos y se encuentran levemente flexionados, quedando el derecho más alto que el opuesto. En sus extremos las manos se perfilan toscamente, marcándose en ellas los dedos mediante sencillas líneas incisas paralelas, quedando el dedo pulgar recogido sobre las palmas, facilitando así su conservación. El perizonium está recogido en el centro mediante lo que parece un broche metálico que recuerda una venera en el que confluyen los dos extremos del paño de pureza desde la zona superior, formando dos grandes ondulaciones. Toda la prenda se encuentra decorada con incisiones y líneas, aunque la zona más rica es el frente en el que en una banda vertical se superponen motivos triangulares. Las piernas son delgadas y desproporcionadas por su excesiva longitud. Esta pieza ha sido fechada a mediados del siglo XII y como origen probable de la misma se tiene algún taller francés; no obstante también se produjeron Cristos de similares características, pero en madera y sobre cruz gajada, en España durante el mismo siglo. 4.- Anónimo. Mediados del siglo XII Bronce. 21 cm Colección privada. Madrid Representación de Cristo Crucificado en buen estado de conservación, al no haber padecido pérdidas ni roturas. Siguiendo un esquema de gran rigidez en que el tronco y extremidades superiores se organizan en ángulo recto, sólo la cabeza ligeramente girada e inclinada hacia su derecha rompe tal severidad. Cristo aparece barbado, siendo éste el principal rasgo del por otro lado somero tratamiento de caracterización fisonómica; luce corona regia rematada en cruces y largos mechones de cabello sobre sus hombros. El tronco muestra un trabajo que, si bien esquemático, no deja de resultar detallado en la representación de los pectorales, esternón y costillas, así como de la zona abdominal y ombligo. Viste paño de pureza que cae hasta las rodillas, cuya ornamentación se reduce a pequeñas incisiones organizadas en bandas. Siguiendo un conocido modelo, los pies apoyan separadamente, mostrando cada uno de ellos abultados clavos. 5.- Anónimo. Siglo XII. ¿Comienzos? Bronce dorado. 12,5 cm Colección privada. Madrid En Bizancio, al menos desde el siglo VIII, fue habitual la representación de la figura de Cristo muerto, apareciendo en el arte occidental una centuria más tarde, aunque no se popularizaría hasta rebasarse el año 1000. En el románico este tipo de representaciones se generalizaron debido a un cambio de sensibilidad, en el que paulatinamente las imágenes se irían aproximando cada vez más al naturalismo imperante en el gótico. Progresivamente la iconografía de Cristo va mudando; cada vez más sufriente y vencido por la muerte, hasta llegar, como en el caso que aquí ocupa, a representarse su cuerpo suspendido de los clavos en pronunciada flexión, ondulado el torso y la cabeza caída sobre los hombros. Al decir de Vasallo Tovar (vid. AA.VV., 2003f, pp. 215-216), esta ondulación del cuerpo se produjo de forma coetánea en oriente y occidente desde el siglo X aproximadamente, aunque el acusado abatimiento de Cristo se generalizaría a partir de la siguiente centuria. Esta pieza se suma, pues, a esta tradición al igual que las miniaturas, marfiles y otros trabajos de metalistería en los que desde el segundo cuarto del siglo XI y hasta fines del XII se presenta a Cristo muerto, desplomado en la cruz, asido a ella con cuatro clavos y con los brazos flexionados. Muestra un rostro demacrado en el que se marcan los pómulos y un agudo mentón con barba poblada y largo bigote. El cabello, peinado hacia atrás, se agrupa en gruesos mechones, excepto en la zona de los hombros en que su factura es más suelta. Los brazos están flexionados, rematando el izquierdo en una esquemática mano que ha perdido el derecho al haber sido arrancada con violencia la pieza de su soporte. El torso es delgado y débil, sensación que aumenta un marcado despiece de las costillas. Como es habitual se cubre con el perizonium anudado en el frente, en el que no se advierte más decoración que alguna línea incisa en zigzag en uno de los laterales y un acusado pliegue en V en el centro. También las rodillas se encuentran flexionadas, marcándose en ellas las rótulas. Únicamente cuenta con un pie, que a su vez ha conservado el clavo que le asía a la cruz. No tiene ni tuvo suppedaneum. Thoby propuso como fecha de factura de la pieza el siglo XII en general, ajustando a su primera mitad Bloch y Vasallo posteriormente. Tampoco coinciden en cuanto al lugar de procedencia, que para el primero sería España debido al realismo y expresionismo de la figura. Bloch le otorga origen francés a la vista del paño de pureza, relacionándola con miniaturas inglesas de la escuela de Winchester y con marfiles franceses. Antes de pertenecer a su actual propietario formó parte de la colección parisina de Brimo de Laroussilhe en la década de los sesenta del siglo pasado. 6.- Anónimo. Mediados del siglo XII Bronce. 9,5 cm Colección privada. Madrid Este Cristo de pequeñas dimensiones reproduce gran parte de las características vistas en otros ejemplos contemporáneos. En disposición marcadamente frontal, su cabeza, inclinada hacia su costado derecho, parece abandonar la rigidez común en este tipo de representaciones, al igual que sus manos, que aquí aparecen caídas, inertes. Su caracterización se reduce a la representación de la barba, las guedejas que caen sobre sus hombros y una desgastada corona, todo en una cabeza llamativamente alargada, donde se conservan testimonios de haber estado dorado. Sencillo igualmente resulta el tratamiento anatómico del tronco, así como del paño de pureza, anudado éste a un costado y cayendo hasta las rodillas. Sus pies descansan independientemente sobre una peana sin clavos ni huellas de haberlos tenido. 7.- Anónimo. Primer cuarto del siglo XII Bronce. 11,5 cm Colección privada. Madrid Esta imagen de Cristo crucificado quedó mutilada probablemente en el momento de ser separada de su soporte, por lo que en la actualidad ha perdido los brazos. Se trata de un crucificado al modo románico, en que Cristo es clavado a la cruz con cuatro clavos y viste paño de pureza hasta las rodillas. Se asienta sobre un sencillo suppedaneum bajo el que quedaba el tercer punto de anclaje al soporte para el que fue diseñado. Muestra larga melena, sin modelado alguno y que cuelga más allá de la altura de los hombros. El rostro es ovalado y estereotipado, en el que la única nota a resaltar sería el que la boca se encuentre abierta. Sumariamente se marcan los pectorales mediante sendas líneas curvas, que son el único modelado del torso. Se ciñe el perizonium a la cintura mediante un cinturón plano bajo el que se dispone el paño con pliegues sugeridos mediante líneas incisas rectas. En suma, un modelo de facciones rígidas, hierático y pronunciada axialidad que probablemente sea obra de un maestro secundario. En sus documentos de compra se le tiene por obra procedente de Alemania, acaso de un taller de la Baja Sajonia. 8.- Anónimo. Mediados del siglo XII Bronce dorado. 12,5 cm Colección privada. Madrid Delicada representación del Crucificado, en una imagen de gran serenidad y donde se patentiza la finura de este trabajo, en el que por otra parte se conservan huellas de haber estado dorado. Siguiendo la repetida disposición ortogonal de tronco y extremidades superiores, aquí éstas se doblan ligeramente, rematando en unas manos de dedos extendidos y palmas perforadas para los clavos. La cabeza se dispone con cierta inclinación, careciendo de corona, y muestra algún detenimiento en la caracterización fisonómica del rostro, barbado como es habitual. Este suave tratamiento se repite tanto en el torso como en el perizonium -anudado en su parte central- que cayendo hasta las rodillas presenta unas finas representaciones de sus pliegues. Unas estilizadas extremidades inferiores apoyan juntas, sin presencia de clavos. A nivel formal, y contando con el atribuido origen francés de esta pieza, no deja de presentar ciertas similitudes con una de las piezas conservadas en el Domschatz Museum, de Ratisbona. 9.- Anónimo. Hacia 1170-1180 Bronce patinado. 17 x 15,5 cm Colección privada. Madrid El presente crucificado repite el modelo “de cuatro clavos” habitual en el románico, si bien en este caso los dos inferiores no se han representado, ya que la figura se amarraba al soporte bajo el suppedaneum. Aparentemente Cristo aún está vivo, triunfante ante la muerte aunque sin la corona real que porta en otras representaciones. La figura es de extremadas rigidez y axialidad que queda patente incluso en los plegados del paño de pureza. El rostro es ovalado, muy alargado y tosco en su fisonomía en la que resalta una pronunciada nariz recta y los ojos dentro de profundas cuencas. La cabellera se peina con raya en el centro, cayendo a cada lado los mechones rígidos, sin volumen. La misma técnica se emplea para la barba, que excede el mentón. Un ancho cuello algo desplazado da paso al torso en el que se perfila esquemáticamente la caja torácica mediante dos diagonales a cuyos lados se marcan las costillas. Los brazos se extienden casi en la horizontal de los hombros rematando en manos de sumarios dedos rectos. El paño de pureza se anuda en el centro y como se ha dicho muestra rígidos pliegues que se multiplican sobre las piernas. En sus documentos de compra se la ha catalogado como una pieza de origen alemán, concretamente de la zona de Colonia, aunque provenía del mercado de arte francés. En opinión de Vasallo Toranzo la desproporción de la cabeza y los brazos, lo sumario de algunos rasgos anatómicos y su rigidez hacen pensar que sea obra de un taller secundario en el que aún se empleaban modelos superados en el momento de su factura. 10.- Anónimo. Primera mitad del siglo XII Bronce. 18 cm Colección privada. Madrid Figura de Cristo Crucificado que aparece abandonando en parte la rigidez y disposición frontal, común a otros ejemplos. Las extremidades superiores muestran una postura extendida y ondulante, que visualmente resulta un tanto anómala, en cuyos términos se sitúan las manos con los dedos extendidos y en cuyas palmas se encuentran las señales de los clavos. La cabeza gira hacia su derecha y carece de corona, siendo la zona donde mejor se aprecia haber estado dorado; sus ojos son abultados y se aprecia cierto detalle en el tratamiento de la gruesa nariz, los labios y las orejas. La barba se organiza en mechones, así como el cabello que le cae por encima de los hombros. Las extremidades inferiores, por su parte, se presentan flexionadas y algo giradas con respecto al eje del tronco, luciendo un largo paño de pureza con una ingenua representación de la organización de los paños y pliegues. Los pies apoyan separadamente, situándose la huella del clavo en la base común.