Identificador
09239_05_009
Tipo
Formato
Fecha
Cobertura
42º 16' 20.23'' , - 3º 49' 8.95''
Idioma
Autor
Miriam González Blanco
Colaboradores
Sin información
Edificio Procedencia (Fuente)
País
España
Edificio (Relación)
Localidad
Cayuela
Municipio
Cayuela
Provincia
Burgos
Comunidad
Castilla y León
País
España
Claves
Descripción
LA PEQUEÑA IGLESIA DE SAN ESTEBAN, reciente y felizmente restaurada en los últimos años liberándola de las numerosas dependencias adosadas que la rodeaban, se ubica en el centro del caserío de Cayuela. Es un hermoso templo de planta basilical dividida hoy en dos tramos, con portada abierta en el hastial occidental y cabecera compuesta de tramo recto presbiterial y ábside semicircular, con torre de planta cuadrada de acceso desde el exterior situada al norte del presbiterio, cuya planta baja, cubierta con crucería, fue transformada en sacristía. Pese a tan arquetípica estructura, el análisis murario desvela la sucesión de intervenciones que, desde época bajomedieval hasta el presente, han afectado al conjunto tardorrománico, que combina en su aparejo la sillería de la cabecera, base de la torre y parte del hastial occidental con el sillarejo de caliza de páramo del resto. Una intervención del siglo XVI debió sustituir la primitiva cubierta de madera de la nave por dos tramos de bóvedas de crucería con terceletes, de las cuales sólo resta la oriental, pues la de los pies fue a su vez reemplazada por la actual bóveda de arista con yeserías, obra del siglo XVIII. El replanteo del espacio de la nave en época gótica queda manifiesto en el descentramiento de las dos ventanas de tipología románica abiertas en el tramo oriental. La cabecera se compone de ábside semicircular, alzado sobre un banco de fábrica y cubierto con bóveda de horno sobre imposta de listel y nacela, dividiéndose al exterior su tambor en tres paños mediante contrafuertes prismáticos que alcanzan la cornisa, del mismo tipo a los que marcan la transición del paramento curvo al recto del presbiterio. Notablemente descentrada hacia el norte respecto al eje del hemiciclo se abrió una ventana -hoy oculta al interior tras el retablo barroco- de vano rasgado con notable abocinamiento, rodeado por arco apuntado decorado con chevrons en torno a un fino bocel que apea en una par de columnas acodilladas rematadas por capiteles vegetales, de dos niveles de hojas lanceoladas y lisas rematadas en volutas o bolas. La labra a trinchante de esta ventana, unida al gótico estilo de la espléndida serie de canecillos que soportan la abocelada cornisa de la cabecera, resume el carácter transitivo de este edificio, levantado bajo presupuestos arquitectónicos románicos y aparentemente concluida su primera campaña -o bien modificada- en el momento de floración de la nueva estética decorativa gótica. Entre los canes vemos, junto a los de simple nacela, otros con prótomos de cánidos, ovejas y, sobre todo, una interesante serie de bustos humanos, masculinos y femeninos, en variadas actitudes y mostrando en sus cabezas un buen re p e rtorio de la moda en el tocado de mediados del siglo XIII, desde capiellos plisados con barboquejo, cofias, bonetes, implas, etc. Es evidente la asociación entre algunas figuras, apareciendo otras de aire grotesco, como el personaje de boca abierta mostrando la lengua, y aun maléfico, caso de la cornuda figura masculina de rizada cabellera y cejas fruncidas. Da paso al hemiciclo desde el presbiterio un arco apuntado y doblado que apoya en pilastras semicruciformes coronadas por imposta de filete y nacela, continuación de la absidal. El tramo recto se cubre con bóveda de cañón apuntado, apreciándose en su muro meridional la roza de una ventana cegada con restos de policromía. El arco triunfal que lo separa de la nave es igualmente apuntado y doblado, apeando en responsiones con semicolumnas adosadas, de basas de perfil ático con toro inferior aplastado, sobre plinto y alto zócalo prismático. El capitel del lado del evangelio es vegetal, con dos pisos de hojas lisas con brotes en sus puntas y cimacio de nacelas escalonadas, mientras que el de la epístola, muy deteriorado, muestra decoración figurada de difícil lectura debido a las fracturas. Con reservas creemos reconocer en sus nimbadas figuras un reducido ciclo de la Natividad, con la Anunciación y Visitación ocupando la cara que mira al altar, seguida quizá de una Epifanía y Natividad, correspondiendo a los Magos las tres figuras nimbadas (de las que restan sólo dos) que portan objetos en sus manos y parecen dirigirse a la fracturada figura de la Virgen, con Jesús en su regazo, tras la que aparece -en la otra cara corta- la sirvienta descorriendo una cortina. El cimacio se decora con dos bandas de triángulos perlados. Las dos ventanas del tramo oriental de la nave, con derrame al interior, muestran arcos doblados y netamente apuntados, decorándose sus capiteles con hojas lanceoladas lisas acogiendo brotes carnosos en sus puntas la meridional y un león rampante y hojas de tratamiento espinoso la norte. Al exterior, la ventana sur fue modificada con el añadido de un arco adintelado que sustituye al original, aunque conserva la pareja de columnas acodilladas, rematadas por un simple capitel de hojas lisas con bayas en sus puntas y otro de helechos de seco tratamiento. La ventana septentrional, hoy cegada, repite su estructura al exterior, coronándose las semicolumnas con sendas máscaras humanas, imberbe la del capitel izquierdo y con diadema, larga cabellera y barba de puntas rizadas la del derecho. Sus cimacios se decoran con hojas acogolladas con ramillete inscritas en los roleos formados por un ondulante tallo. La moderna reforma de las cubiertas, que recreció los muros de la nave, añadió además como contrarresto del fajón dos potentes contrafuertes rematados en talud en el muro sur, y uno sólo en el norte. Al interior, este arco apea en sendas pilastras con columnas acodilladas rematadas por capiteles renacientes. Vestigios de una portada de arco apuntado y cegado son visibles al exterior en el lienzo oriental de la fachada norte, en el espacio que interiormente ocupa hoy una hornacina. Junto a ella se dispuso un altar bajo arcosolio a modo de capilla, encarg ada en 1616 por Juan Vaca Calderón y su mujer Juana de Guevara según la lápida que acompaña al escudo de armas del matrimonio. El muro meridional conserva, remontada, la primitiva cornisa, decorada con puntas de diamante y sobre una serie de 24 canecillos en los que se combina la decoración vegetal, a base de flores octapétalas, hojas de puntas vueltas y crochets, con prótomos de animales -entre los que distinguimos un rugiente león y una cabeza de cerdo o jabalí- y figuras humanas, como las dos cabecitas unidas de tocado cónico, un personaje barbado, un efebo de acaracolados cabellos o un personaje desnudo que lleva sus manos sobre el vientre. La fachada norte ha perdido su cornisa, decorada con hojas acogolladas y ramillete central inscritas en roleos y recuperada durante la última restauración. Nos resta por analizar la compleja estructura de la torre de planta cuadrada que se dispone al norte del presbiterio, claramente descentrada respecto al eje de la nave. Ya dijimos que su planta baja, abovedada con crucería, hace hoy funciones de sacristía, siendo elevado y posmedieval el acceso exterior al cuerpo de campanas. El piso bajo, construido en sillería, se integra en el aparejo de la cabecera, por lo que parece contemporánea de ésta, aunque es posible que el piso alto, que acoge el cuerpo de campanas, con dos vanos de medio punto en cada lienzo, haya sido rehecho modernamente. El hastial occidental conserva las huellas del azaroso proceso constructivo del edificio, aunque hoy son apenas perceptibles las rozas del primitivo remate a piñón, sobre elevado en el siglo XVI. Bajo la moderna espadaña y sobre la portada se abrió una ventana de arco netamente apuntado y dos arquivoltas que reposan en una pareja de columnas acodilladas de capiteles vegetales de palmetas, hojas nervadas, acantos trepanados y helechos. Todo el aparejo se halla sumamente removido, siendo visibles varios fragmentos de cornisa del tipo a la de la fachada meridional. La portada se abre en un maltrecho antecuerpo de sillería de esta fachada occidental, anteriormente oculto por un angosto pórtico a dos aguas, afortunadamente hoy retirado. Consta el acceso de arco apuntado y liso, exornado por una banda de abilletado, y tres arquivoltas, la interior ornada con puntas de diamante y una mediacaña, la media con baquetón y perlado y la exterior con puntas de clavo y cenefa perlada. Apean en jambas escalonadas en las que se acodillan tres parejas de columnas de fustes monolíticos y deterioradas basas. Las impostas que las coronan, que se continúan por el antecuerpo, muestran variada decoración de triple hilera de billetes, tallos ondulantes con hojitas, dos filas de ondas y flores pentapétalas inscritas en clípeos. En los capiteles del lado izquierdo del espectador vemos, en el externo, tres grandes hojas nervadas con brotes en sus puntas; el central recibe una pareja de aves afrontadas que, en forzada contorsión, vuelven sus cuellos para picar la hoja avolutada que las divide, idéntica composición que manifiesta el capitel interior, en el que las aves han sido remplazadas por grifos. Las cestas del lado derecho de la portada muestran hojas lisas de nervio central y cogollos o bolas en las puntas y una pareja de dragones afrontados que comparten cabeza en el ángulo. Del primitivo tejaroz que coronaba el antecuerpo restan únicamente dos canecillos, decorado uno con una máscara monstruosa de ojos almendrados, barba y cabellos llameantes, puntiagudas orejas y aire maléfico, y el otro con un fracturado busto humano de acaracolada cabellera. Todo hace suponer que, si bien una primera campaña románica es la responsable del planteamiento general del edificio, probablemente a finales del siglo XII, a mediados de la siguiente centuria la fábrica sufrió notables alteraciones, que afectaron principalmente a la cabecera, torre y remate del hastial occidental. A estas intervenciones se sumaron las sucesivas reformas de las cubiertas en los siglos XVI y XVIII. Plenamente románica es la hermosa pila bautismal hoy conservada en el centro de la nave, a los pies. De copa troncocónica de 123 cm de diámetro x 60 cm de altura, muestra el interior avenerado y se alza sobre un basamento moldurado de 21 cm de altura. Decora la embocadura con una cenefa de entrelazo -que volveremos a encontrar en la pila de Cabia- y el frente con una sucesión de arquillos de medio punto sobre finas columnas que individualizan sus basas y capiteles, éstos lisos o con hojitas. Se inscriben en los arcos catorce figuras, combinándose en ellas la fauna real y fantástica, con un león rampante de rugientes fauces, un ave, tres arpías -una de ellas rugiente, de ojos saltones y acaracolados cabellos- dos híbridos de cabeza felina, cuerpo de ave y enroscada cola de reptil, uno también rugiente, así como siete figuras humanas. Una de ellas, intercalada entre los híbridos, es femenina, de prominentes ojos, viste toca con barboquejo, ajustado ceñidor en su brial y capa con fiador que la figura sujeta con ambas manos. En las seis figuras restantes reconocemos a otros tantos apóstoles, portadores de libros que, bien señalan con su otra mano al libro o bien muestran la palma, salvo la figura de San Pablo -identificado por su alopecia- que porta una filacteria y la de San Pedro, portador de las llaves. Pese a la cierta rudeza de la talla, las figuras están dotadas de un notable encanto, demostrando además el escultor su inspiración en los motivos característicos de la mejor plástica del románico final. En lo iconográfico, aunque no existe un programa como tal, el artista plasmó la neta contraposición entre el camino del bien y el del mal mediante el contraste entre los maléficos híbridos por un lado y los apóstoles por otro, éstos garantes y portadores del mensaje que conduce a la gloria, camino al que se ingresa a través del bautismo. Más dudosa nos parece, sin embargo, la identificación con la Vi rgen de la figura femenina que sostiene el fiador de su capa, avanzada por Garbiñe Bilbao y ya puesta en duda por Isabel Frontón. La pila de la cercana localidad de Cabia parece inspirarse en nuestro ejemplar aunque manifestando mayor tosquedad en la ejecución, siendo más evidentes las afinidades estilísticas respecto a la portada de la iglesia del Barrio de Sopeña de Los Ausines.