Pasado y contemporaneidad conviven juntos en la ermita de San Andrés de Aguilar. Sus restos ocupan hoy el centro del barrio del Soto, configurando un moderno auditorio, correspondiendo la cabecera a la escena. Sin embargo, en su origen esta Iglesia de arrabal ocupó la ladera suroeste del Castillo de Aguilar, estando a medio camino entre el monasterio premostratense de Santa María la Real y la puebla medieval.
El estado en ruina que presentaba en 1909 hizo que se desmontara siendo trasladada a su actual emplazamiento para cumplir la función de capilla del campo santo, aunque el creciente desarrollo urbano de la villa hizo que los restos quedasen emplazados en el centro del barrio actual. Tras la construcción de un nuevo cementerio en la década de los setenta, la capilla cayó en desuso y fue abandonada, lo que hizo que se convirtiera en el actual auditorio.
El traslado de su emplazamiento original no permite conocer hasta qué punto ha variado su estructura y analizar su trayectoria, aunque Huidobro (1909) que conoció el templo en su disposición primitiva, constataba que tenía una sola nave y un ábside semicircular precedido por un presbiterio con arco triunfal.
Destaca la decoración escultórica concentrada en la portada y sus capiteles. La portada presenta cuatro arquivoltas de medio punto, alternando boceles y dientes de sierra, siguiendo las pautas andresinas, entre otros elementos vegetales que estrechan relaciones con las cestas vegetales del monasterio cisterciense de San Andrés de Arroyo, y que nos permite datar la construcción del templo en el primer cuarto del siglo XIII. Asimismo, el guardapolvo posee decoración vegetal y cabezas de animales vomitando tallos o figurillas humanas entre un follaje, similar a otras piezas de la Iglesia de Vallespinoso de Aguilar, y los capiteles muestran estrechas hojas de acanto, similares a las piezas góticas del Monasterio de Santa María la Real y Santa Cecilia.
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