Sant Pere del Bellver de Osso de Sió
Iglesia de Sant Pere de Bellver d’Ossó
Bellver d’Ossó se encuentra a unos 2 km al Este de Ossó de Sió, en la cima de una pequeña colina situada en ribera izquierda del río Sió. Hay una carretera local que comunica Ossó y Bellver.
La existencia de un núcleo habitado en Bellver queda patente con su mención en el acta de consagración de Santa Maria de Guissona en 1098. Por su parte, la iglesia figura en el documento de consagración de Santa Maria de Solsona de 1151, donde Bellver aparecía como una donación del papa Eugenio III. Doce años después, se ratificó esta propiedad en la tercera acta de consagración del templo solsonés. En los años 1279, 1286 y 1391, la parroquia sufragó el diezmo papal a la diócesis de Urgell. Hasta finales del siglo xiii no aparecen los primeros documentos donde se informa de la titularidad del señor de Bellver y Montroig. En 1296 el rey Jaime II cedió el dominio al señor de Guimerà, Ramon Alemany. Durante la segunda mitad del siglo xiv los señores de Bellver eran de la familia Mur. Según consta en el testamento de 1375 de Dalmau Mur, su hermano Acard fue enterrado en la iglesia de Sant Pere de Bellver. En 1382, Dalmau de Queralt compró los derechos de Bellver, que perteneció a la baronía de Queralt hasta la desaparición de los señoríos, a finales del siglo xix. Los estudios realizados sobre el urbanismo de Bellver llevan a pensar que originalmente el municipio era una sagrera, espacio libre de actos violentos bajo pena de excomunión acordado entre la Iglesia y los señores feudales. Las personas y los bienes quedaban protegidos si se encontraban dentro del recinto de treinta pasos en torno a un templo. Aunque la existencia de sagreras fue frecuente en la Catalunya Vella cuando se desarrolló el feudalismo, fue muy poco habitual en tierras de frontera, como es el caso de la comarca de Urgell. Muchos de los municipios creados a partir de la repoblación de finales del siglo xii se formaron a partir de una antigua torre de vigilancia que se amplió a modo de castillo. En el caso de Bellver se desconoce la existencia de un castillo, y por la documentación se sospecha que nunca lo hubo. Alrededor de 1046 se documenta uno pleito entre el obispo de Urgell y Pere Miró de Ponts, por el cual éste tenía que construir una fortificación durante la primera mitad del siglo xi. En 1077, tras la muerte de éste, aún persistía la disputa. Aunque no tenía torre o castillo, es probable que el municipio fuese amurallado con posterioridad a su creación. Del crecimiento del pueblo queda la morfología de las calles más antiguas que salvan el desnivel con pequeños senderos con escalones y comunican las callejuelas que siguen las curvas de nivel. En una calle que sale de la plaza Mayor hay tres arcos de medio punto ligeramente apuntados. En la calle más occidental se conserva uno de los antiguos portales. Entre 1980 y 1984 se llevó a cabo una restauración en la que se intervino fundamentalmente en el ábside. Durante la misma, se descubrió una necrópolis de tumbas excavadas en la roca alrededor del ábside. En la excavación de urgencia posterior se localizaron doce tumbas antropomórficas de tipo bañera, de las que, actualmente, sólo es visible la parte superior de una de ellas, y que se han datado en el siglo xi, aunque su relación con el templo hace dudar de tan temprana cronología, la cual se podría retrasar a los siglos xii o xiii.
La iglesia de Sant Pere de Bellver, situada en el punto más alto del pueblo, sobre un pequeño cerro, presenta una planta compuesta por una sola nave rectangular y un ábside semicircular. En el liso paramento exterior de éste se abre una ventana de doble derrame y arco de medio punto monolítico decorado con una franja de incisiones diagonales a modo de cuerda, motivo, que se repite en el interior del templo, y que es similar al que se encuentra en un vano de Sant Julià del Llor. Enmarca el arco una serie de estrechos sillares colocados a modo de chambrana. Junto a la jamba septentrional se halla un sillar colocado en vertical en el que aparece grabada una esquemática y tosca figura humana. Corona el lienzo absidal un peculiar friso de veinte arcos ciegos que presentan la particularidad de que tanto cada arco como el timpanillo que rodea están labrados en una misma pieza. En algunos puntos, entre los arquillos se ubican unas piezas triangulares, salvo en el extremo norte, donde la pieza es de mayor tamaño y de forma trapezoidal, quizás para compensar el desajuste detectado al montar el friso, obra que se habría iniciado desde el lado sur. Bajo los timpanillos se sitúan sendas piezas rectangulares que están separadas entre sí por las ménsulas en las que se apoyan los arquillos, las cuales presentan una curiosa decoración geométrica a base de tacos. En tres de los pequeños tímpanos se observan ciertos elementos escultóricos: una cruz griega en el tercero desde el Sur y dos rostros humanos muy esquemáticos en el sexto y el undécimo. Otro pequeño rostro se localiza en la ménsula situada entre el cuarto y el quinto arco. En la zona próxima a Bellver, pero ya en la comarca de la Segarra, se encuentran otros ejemplos de rostros humanos, como en Llor y Pelagalls. Por encima del friso de arquillos discurre una moldura decorada con un motivo de entrelazos, salvo en la pieza más meridional, que está ornada con una doble línea ondulada.
Probablemente, para compensar la inestabilidad del sustrato rocoso en el que se asienta el edificio, se le añadieron dos contrafuertes en el muro sur meridional y, entre ellos, un cuerpo rectangular a modo de brazo de transepto. En este paramento sur se abren dos ventanas, de doble derrame y arco de medio punto monolítico, de las que una no es visible desde el exterior y la otra desde el interior. La fachada occidental es producto de una reforma llevada a cabo en el siglo xviii, tal y como lo indica la fecha 1774 inscrita en la clave de la portada. En ésta última se reutilizaron ciertas piezas con relieves que posiblemente formaron parte de una puerta bajomedieval. Un campanario, obra del siglo xviii, está adosado en el lado norte de la iglesia.
En el interior, el ábside se cubre con la habitual bóveda de cuarto de esfera, la cual arranca de una imposta corrida con decoración de taqueado. Precede al hemiciclo absidal un arco presbiterial que facilita la transición a la nave, de mayor anchura, y que se apoya en sendas cortas impostas decoradas con franjas horizontales paralelas. La actual bóveda de lunetos de la nave es obra de las reformas posteriores acometidas en el edificio. En los muros laterales se encuentran unas anchas molduras, que en el muro norte tan sólo se conservan en la parte más próxima a la cabecera, y que presentan motivos geométricos compuestos por ajedrezado y por líneas en zigzag que forman series de rombos. A los pies del templo se alza el coro de época moderna.
El aparejo utilizado en los paramentos es bastante homogéneo y está compuesto por sillares bien labrados y escuadrados dispuestos en uniformes hiladas horizontales que disminuyen de tamaño al aumentar la altura del muro.
La construcción del edificio románico se ha datado en la segunda mitad del siglo xii.
Texto: Juan Antonio Olañeta Molina/Nuria Montoya Vives- Fotos: Nuria Montoya Vives
Bibliografía
Bolòs i Masclans, J. et alii, 2002, pp. 108-111; Catalunya Romànica, 1984-1998, XXIV, pp. 544-546; Costafreda i Puigpinós, V., 2000; Vidal Sanvicens, M. y López i Vilaseca, M., 1981, pp. 39, 94-95, 139, 203-208, 217 y 313-316.