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Vista de la reconstituida galería

Identificador
09553_03_015
Tipo
Formato
Fecha
Cobertura
Sin información
Idioma
Autor
Félix Palomero Aragón
Colaboradores
Sin información
Edificio Procedencia (Fuente)

 

País
España
Edificio (Relación)

Antigua abadía de Rueda

Localidad
Villacomparada de Rueda
Municipio
Villarcayo de Merindad de Castilla la Vieja
Provincia
Burgos
Comunidad
Castilla y León
País
España
Descripción
LA ANTIGUA ABADÍA DE RUEDA, señorío secular desde tiempo inmemorial, se ubica en las cercanías de Villarcayo, en la margen izquierda del río Nela, frente al actual núcleo de población de Villacomparada de Rueda, aunque separados por la carretera y el susodicho curso. En la actualidad se encuentra dentro de una finca, propiedad de don José Vogel, por lo que el acceso precisa de su autorización. Se llega tomando en Villarcayo una carretera local que conduce hacia Villacanes. Una vez cruzado el río tomamos dirección Quintana de Rueda, para desviarnos a mano derecha recorriendo algo más de un kilómetro desde que cruzamos el puente. Por un camino blanco llegamos hasta la finca, que está cercada y tiene dos entradas posibles. Desde el altozano en que se ubica esta abadía secular se tiene un excelente panorama de Villarcayo y entorno. Las pesquisas históricas han sido del todo infructuosas, aunque conocemos que el lugar, hasta el momento en que se procede a la desvinculación de los mayorazgos, perteneció a un señor laico quien ostentó el título de abad, pues dentro de esa denominación se vinculaba el señorío. En el propio templo, en una capilla funeraria levantada en la segunda mitad del siglo XVI, reconocemos el nombre de uno de los patronos, abad, que realiza las correspondientes mandas testamentarias para que recen por él. El texto epigráfico, algo restaurado, dice así: “ESTA CAPILLA MANDO HAÇER D. IOAN LOPEZ DE RUEDA ABAD I SEÑOR QUE FUE DE ESTA ABADIA. ESTA ENTERRADO EN ESTA CAPILLA. EN ELLA DEXO DOTADA CON TRES MISAS CADA SEMANA I UNA CADA MES PERPETUAMENTE. ACABOSE EN EL AÑO DE 1586”. Es una información importante pues se reconoce como señor de la abadía, conocemos su nombre, Ioan López de Rueda, por el que sabemos que el topónimo formó parte de la tradición familiar y que la abadía estuvo vinculada a la familia. De lo que fuera la abadía, la residencia familiar del abad, conservamos una parte noble que constituye una gran mansión de planta rectangular, con la fachada principal oriental hacia el sur y sendas torres en los extremos este y oeste, conservándose únicamente la última. La fábrica de la misma, la tipología de la escalera, muy recompuesta y re staurada, la bóveda que la cubre y algunas de su formas, nos están indicando que el conjunto fue levantado en la segunda mitad del siglo XVI. El conjunto tiene un pequeño patio, abierto hacia el norte, recuerdo de un espacio cerrado, no claustral, pero muy alterado por lo que no se pueden hacer más precisiones. En la zona sureste, adosada a la monumental construcción señorial, se encuentra la iglesia. Es un templo de una sola nave, planta de salón, con muros de mampostería, cubierta de armazón de madera -el actual fruto de una cuidada reconstrucción-, abre la portada al mediodía que parece estuvo cobijada en la correspondiente galería porticada, la actual es el fruto de una reconstrucción. Se remata en la correspondiente cabecera recta, a la que se accede mediante airoso arco triunfal de medio punto, apeado sobre pilar y columna entrega. Esta parte se cubre con bóveda de crucería con terceletes, los nervios descargan sobre columnas y en los ángulos encontramos unos espectaculares contrafuertes. Aunque conserva parte de los muros del templo más antiguo, a partir de una determinada altura es de nueva fábrica y parece obra de formas tardogóticas, aunque no sería extraño que se levantara a comienzos del siglo XVI. En una re f o rma posterior se rompe el muro norte para levantar la capilla funeraria de “D. Ioan López de Rueda”. Esta obra es ya de formas renacentistas y se cubre con bóveda de cañón. De lo que fuera el primitivo templo románico conservamos la nave, portada de acceso al templo, un vano, el arco triunfal con los correspondientes capiteles, así como parte del muro sur del ábside. Igualmente se documenta una galería porticada, no la actual, pues en ella se han reutilizado tres capiteles, dos sencillos y uno doble, que por las trazas y decoración de las cuatro caras indican que formaron parte de una estructura en la que estaban exentos. Tenemos la fortuna de que en el collarino de uno de ellos, el número tres de nuestro registro, haya una inscripción epigráfica, bastante incompleta, pero en la que aún se puede leer “...EC...T ... ERA MCC...”. Este dato, las formas de labra y la tipología de los capiteles nos permiten datarlo en las últimas décadas del siglo XII o primeras del XIII. Todo parece indicar que la construcción tanto por sus trazas, como por el tipo de portada y las formas responde a los usos de las más antiguas tradiciones. Una vez más se pone de manifiesto cómo perduran estos tipos de construcciones en todas las zonas del ámbito burgalés. La escultura se reduce a siete capiteles, tres reutilizados en la actual galería porticada, dos recolocados en el muro del templo sobre una peana a una determinada altura del muro, y uno en el arco triunfal. Lo cinco primeros repiten el tema de las grandes pencas, hojas de acanto, formando un cesto doble, en dos niveles, que cubre todo el equino desarrollándose en cuatro pencas que acaban formando en los ángulos caulículos, de los que cuelgan los correspondientes frutos, en la mayor parte de los casos desaparecidos. En el centro de cada cara vemos una estructura triangular que cobija una flor de doce pétalos. Uno de los del interior añade en la hojas la rosa de los vientos en el centro de cada penca y el segundo una espectacular flor de doce pétalos en la parte superior central, de similares características que los que hemos visto en la galería porticada recompuesta. Es una labra dura, poco cuidada pero efectista, repitiendo un modelo arquetípico de taller. El único capitel del arco triunfal conservado reduce la escultura a varios zarcillos que se ramifican en hojas hasta llenar todo el equino. Es un relieve bajo, de labra dura y tratamiento del conjunto poco afortunado. No parece que el artesano que realiza este capitel formara parte del mismo taller que quienes trabajan la hojas de acanto. Las formas del arco triunfal, muy modificado en la reforma llevada a cabo en el siglo XV o tal vez ya el XVI, las de la portada y el tipo de vanos, nos están indicando que la fábrica parece realizarse a finales del siglo XII o comienzos del XIII. Sin embargo, la tipología y formas de labrar los capiteles recolocados en el interior, los de la galería porticada y el capitel del arco triunfal nos está indicando, lo mismo que los vanos abiertos en el muro meridional, que ese trabajo recompone una obra precedente también de formas y conceptos románicos. La tipología de equino, la temática del mismo y la forma de labra enlaza con algunos de los que vemos en la zona de Valdivielso y templos cercanos a ese mundo que entendemos pudiera nacer en torno a San Pedro de Tejada.