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Vista meridional de Sant Esteve de Canapost

Identificador
17902_01_001
Tipo
Formato
Fecha
Cobertura
41.97535, 3.072261
Idioma
Autor
Ana Victoria Paul Martínez
Colaboradores
Sin información
Edificio (Relación)

Sant Esteve de Canapost

Localidad
Canapost
Municipio
Forallac
Provincia
Girona
Comunidad
Cataluña
País
España
Ubicación

Sant Esteve de Canapost

Descripción

Iglesia de Sant Esteve de Canapost

 

La iglesia de Sant Esteve de Canapost es uno de los monumentos románicos más importantes de la comarca del Baix Empordà. El edificio se encuentra en el núcleo de la pequeña población de Canapost, rodeado por labriegas viviendas y paisajes campestres.

Al lugar, emplazado en el sector septentrional del término de Forallac, se llega fácilmente desde la Bisbal d’Empordà por la carretera GI-644.

 

La villa Canepost aparece documentada por primera vez en el acta de consagración de la iglesia (o iglesias) de Santa Maria, Sant Miquel y Sant Joan de Fontanet, celebrada por el obispo Servusdei de Girona en el año 904. Un siglo más tarde se menciona ya la parrochiae de Canapost en una donación alodial que, en 1019, Sunifred Saffard hace a la catedral de Girona y, en el mismo siglo, en el año 1064, el sacrarium de Sancti Stephani de Canapost es aludido en el testamento de Ponç, capiscol de la catedral gerundense. No se conoce la fecha en que la iglesia fue incorporada a las propiedades de Sant Miquel de Cruïlles, pero en 1208 el prior de este cenobio concedió a Guerau Ramon y Berenguer Casabó los derechos pertenecientes a Sant Esteve de Canapost, entre otras parroquias del entorno del monasterio.

 

La documentación bajomedieval presenta la iglesia de Canapost en relación con su homónima de Peratallada, de la que parece ser dependiente por lo menos desde la segunda mitad del siglo xiii (en un testamento de 1254 todavía se denomina parroquia),  circunstancia que todavía se mantiene. En cambio, curiosamente la capilla del castillo de Peratallada, Sant Salvador, consta en dos nomenclátores de la diócesis de Girona de finales del siglo xiv como dependiente de Canapost (aunque en uno de ellos el topónimo se cambió por el de Petracissa). Podría ser que Sant Esteve de Canapost, hubiese sido la primera sede de la parroquia, que posteriormente habría sido trasladada a la  población vecina. Una tradición algo oscura pretende que el templo hubiera estado dedicado también, en un primer momento, a san Cleto, el tercer Papa.

 

El edificio de Sant Esteve de Canapost está configurado por varias estructuras pertenecientes a diversas etapas constructivas. El templo, básicamente, presenta dos módulos yuxtapuestos de diversa cronología y estilo. El primero, que funciona como nave principal con su correspondiente ábside y altar mayor, es una construcción prerrománica de los siglos ix-x, con transepto destacado en altura y cerrado al Este por un ábside de testero recto, con ventana de derrame simple. El aparejo es de mampostería, reforzada con grandes sillares en la base de los arcos torales del crucero y en las aristas externas del ábside. El hastial de levante fue sobrealzado ligeramente, en un momento posterior, con un par de hiladas sobre la cornisa.

 

En la época románica se añadió, por el lado norte, una segunda nave con ábside semicircular. También entonces, en el siglo xii, al sur de la nave prerrománica se adosó un campanario prismático de planta cuadrangular, que luego fue severamente restaurado en época moderna. A la nave románica se ingresa desde la prerrománica, separadas por tres arcos formeros de doble anchura, lo que se debe a que los formeros de la nave románica se adosaron por el exterior a la nave prerrománica, y esta, a su vez, fue perforada para favorecer el paso. Para perfilar los nuevos arcos en el muro prerrománico se insertaron dovelas bien escuadradas que marcan sendas roscas geométricas en el muro prerrománico. La luz y la flecha de los arcos románicos sobre muros románicos y de sus homólogos en el muro prerrománico no coinciden, lo que se traduce en una altura diversa de las impostas, siempre a bisel en todos los casos.

 

La nave románica presenta un muro norte con un aparejo de sillares regulares, que alterna hiladas de alturas diferentes en pos de un juego plástico deliberado, que quedaría invisible tras el enfoscado. Adosado a la base de este muro septentrional se dispone un banco corrido de piedra, que es interrumpido por el arco triunfal del anteábside, que sustenta la bóveda de cañón de mampostería a sardinel. Tras éste, el ábside con bóveda de horno aparece rebajado con respecto al resto de la nave, precedido por otro arco de características análogas al anterior. En el centro del muro absidial se abre una ventana de derrame simple. En la zona del presbiterio, el pavimento está más elevado con respecto a la nave, por la que se accede a través de dos escalones. Actualmente, a los pies de esta nave septentrional se exponen, sobre peanas metálicas, una serie de elementos constructivos y decorativos de dudosa procedencia, entre los cuales varios dinteles datados y capiteles figurados, todos ellos en precario estado de conservación; también hay una pila bautismal.

 

El mismo tipo de aparejo conforma el campanario adosado al costado meridional del transepto prerrománico. La torre forma una especie de sacristía en su parte inferior, mientras que en el sector superior del muro se abre una ventana cuyo intradós conserva vestigios de pintura románica. En el exterior, el último piso del campanario va definido en cada lado por dos grandes ventanales en arco de medio punto. Quedan en un paño de muro ligeramente rebajado con respecto a los ángulos de la torre, y se coronan por una serie de arcuaciones ciegas monolíticas, apoyadas sobre pequeñas ménsulas esculpidas con mascarones u elementos zoomorfos. Encima discurre un friso corrido de dientes de sierra, que completa un conjunto ornamental que sigue los viejos arquetipos del primer románico meridional, de gran persistencia en toda la región ampurdanesa. En la cima del campanario hay unas estructuras almenadas, producto de una restauración de mediados de siglo xx, y cabe destacar también, finalmente, la presencia de una pequeña cruz latina (de 9 x 4 cm) esculpida en uno de los sillares angulares del muro sur.

 

De características similares a las descritas es el muro norte de la iglesia, así como su ábside románico, cuya decoración superior consta de una hilera de arcuaciones ciegas reposadas sobre canecillos decorados, de factura similar a los del campanario. La nave va cubierta por un tejado de una sola vertiente, consolidado durante las reformas de mitad del siglo xx. Por su parte, el ábside de la nave prerrománica cubre con una cubierta a dos aguas, bajo la que se dispone una pequeña cornisa a dos vertientes, geométricamente ornamentada. En la mitad del muro sur de la nave prerrománica, que presenta unas grandes hiladas de opus spicatum –visibles también desde su interior–, se abre la primitiva puerta de entrada, configurada por dos arcos superpuestos de dovelas radiales. El actual acceso a la iglesia se realiza por la puerta de época moderna, de mármol, decorada con molduras y semiesferas, posiblemente construida en los siglos xvii o xviii, durante las obras de reformación y unificación del complejo. De esta obra llama la atención una cruz griega inscrita en un círculo, un bajorrelieve que aparece en un sillar, de la misma factura dispuesto en el lateral del muro de coyuntura de las dos naves.

 

Los elementos arquitectónicos de la iglesia de Sant Esteve de Canapost evidencian la evolución constructiva del templo. El primer edificio prerrománico, del siglo x, fue enriquecido por la nave románica y el campanario, que por sus características han sido fechados entre los siglos xi o xii. Debió ser esta una época de prosperidad para el lugar, pues la iglesia fue también embellecida, en el interior, con una extensa decoración mural.

 

Conjunto de pintura mural

 

Hace unos años, a raíz de una restauración del templo, fueron localizados una serie de frescos románicos en la bóveda de la parte prerrománica del edificio. Los restos estaban ocultos bajo una capa de pintura ornamental del siglo xviii. En 1999 fueron intervenidos por el Centre de Restauració de Béns Mobles de Catalunya (CRBMC) y, unos años más tarde fueron estudiados por el Centre d’Art Romànic Català (ARCAT) del Institut d’Estudis Catalans. Durante los trabajos de restauración y consolidación de los frescos, fueron hallados unos 10 m² de pintura en la bóveda del transepto, en el sector de la nave prerrománica más cercano al presbiterio, y también unos tramos aislados en la bóveda de la nave y en el lienzo norte del ábside; todos presentaban las marcas incisas propias del trabajo de adhesión del encalado de época moderna.

 

En la bóveda del transepto se conserva la parte más importante del ciclo pictórico, en la que encontramos dos escenas dobles, dos de ellas inequívocamente identificadas. En el tramo más cercano al ábside se representa la Entrada de Jesús a Jerusalén, narración que se desarrolla de izquierda a derecha. El conjunto lo componen una serie de personajes dispuestos sobre un fondo azul y una franja ocre con líneas en zigzagueantes (imitando el cielo y el suelo, respectivamente) divididos en dos grupos encarados entre sí. El primer grupo lo componen tres personajes erguidos y encabezados por Jesucristo, cuya figura aparece sobre un pollino y avanzando sus brazos dando la bendición. Las cuatro figuras nimbadas visten túnicas largas cubiertas de palios caídos sobre sus hombros –combinando pigmentos rojos, azules y blancos– dejando ver algunas de sus contorneadas extremidades. Sus atributos faciales son de difícil visualización, ya que se muestran inacabados, pero el dibujo de la sinopia intuye narices alargadas sobre estrechas bocas y ojos redondos enmarcados por cejas arqueadas. El animal, pintado de azul brillante, aparece en visión lateral y en actitud de marcha, y muestra claramente su cuerpo exceptuando su faz, de la que sólo resta una parte del hocico. Todo este grupo avanza para encontrarse con la muchedumbre opuesta, dirigiéndose hacia la puerta de la Ciudad Santa, abierta en el margen derecho de la escena. El pueblo de Jerusalén está representado por diversas figuras femeninas y masculinas, que se diferencian por la largada de sus vestiduras. Dos de ellas aparecen en primer término, arrodilladas frente al pollino y dando paso a Jesús extendiendo sobre el suelo lo que parecen ser dos capas, y tras ellas, dos figuras erguidas agitan las palmas, todas ellas correspondiendo al bullicio que vocifera reclamando: “¡Hosana! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor, el rey de Israel!” (Jn, 12,13). La precariedad de la pintura en esta zona tampoco permite apreciar los atributos faciales de los personajes, ni la estructura arquitectónica del interior de la ciudad de Jerusalén.

 

Bajo esta representación y separada por una  franja rojiza, otra escena aparece muy estropeada sobre el perfil del arco anterior al ábside. Ésta, que parece que sufrió una modificación causada por la transformación estructural de la zona, presenta una evanescencia casi completa de sus pigmentos, por lo que se desconoce su temática. Con todo ello, y teniendo en cuenta los repertorios iconográficos conocidos sobre de la vida de Jesús previa al ciclo de la Pasión, se ha creído poder relacionarla con el episodio de la elección de los doce Apóstoles. El sector más visible, que corresponde al extremo izquierdo de la composición, muestra cuatro figuras aureoladas de las que sólo una conserva una mano, que aparece en posición de indicar. Bajo los vestigios descritos, en la jamba del lado del Evangelio del arco, hay una inscripción enmarcada por unas bandas de colores ocres, azuladas y rojizas. Aunque de difícil interpretación, se lee rehe[m] o rehe[n], epígrafe que debía extenderse por los muros de la zona, puesto que restan otros vestigios en el ábside, dispuestos sobre la misma altura y en el mismo ribete.

 

La otra representación bíblica a destacar, situada en la pared occidental del transepto, es la Última Cena. Aunque en precario estado de conservación (y con una parte inferior especialmente repintada), la pintura muestra, como centro de la composición, una larga mesa longitudinal, cubierta con lujosos manteles azulados ornados por blancas líneas ondulantes. Sobre ella despuntan diversos objetos de perfil circular –posiblemente panes o atuendo culinario–, así como el cáliz y una servidora, ambos situados ante la figura de Cristo. Tras la mesa se encuentra sentado, muy desdibujado, Jesucristo, como eje compositivo, en posición frontal y flanqueado por los Apóstoles que se reparten en dos grupos –aunque sólo se conserven los vestigios del conjunto de la derecha–. El colegio apostólico, que está representado frontalmente con la cabeza girada hacia Jesús, presenta vestiduras de semejantes características técnicas y pictóricas a las anteriormente descritas, y sus cabezas nimbadas sólo son  observables por el dibujo de la sinopia. Como es habitual, Judas Iscariote es el único personaje que aparece sin aureola y al otro lado de la mesa, de espaldas y con el rostro de perfil dirigiendo la mirada hacia Jesús. Avanza el brazo izquierdo para alcanzar el manjar de la servidora, mientras Cristo le ofrece el alimento: “El que me va a entregar es uno de los que mojan su pan conmigo en el plato” (Mt 26,23). Con su mano derecha, la desvanecida figura de Cristo se extiende señalando el cáliz, representándose, con simultaneidad, el anuncio de la traición de Judas y la instauración de la Eucaristía.

 

Bajo esta escena, y separada por una monocromática franja roja, otra figuración aparece sobre el perfil del arco anterior ala nave que, igual que su compañero frontal, su estructura parece haber sido modificada y, como consecuencia, sus pinturas estropeadas. Los vestigios mejor conservados, que acontecen en el sector derecho de la narración, revelan unas figuras nimbadas de color claro situadas una tras otra, cuya interpretación se ha atribuido a personajes hagiográficos. Por su ubicación, parece que la escena podría representar el episodio en que Jesús lava los pies a sus discípulos, ya que, sobre un fondo azulado, se dispone la sucesión de tunicadas figuras, cuyos desvanecidos rostros recuerdan a los descritos en las otras escenas, y su fisonomía y atributos son de la misma calaña a los de sus compañeros descritos. Esta fila de imágenes queda interrumpida en el extremo derecho por la disposición de dos personajes que, por la actitud de sus cuerpos, podrían ser la representación de Cristo lavando los pies del apóstol Pedro. Jesús, representado de perfil y con las piernas ligeramente flexionadas, presenta bajo una aureola circular, un rostro en posición tres cuartos delimitado por unos cabellos cortos de tono castaño y peinados tras la oreja. Sus grandes ojos están enmarcados por unas cejas arqueadas, y el resto de sus atributos se resume en sencillos trazos geométricos. Su mano derecha, que aparece bajo una de las anchas mangas de su clara túnica paliada, se acerca hacia la rodilla de la figura opuesta, cuyo propietario se dispone curvado hacia adelante y mirando a Cristo, con su faz representada en tres cuartos y con la misma fisonomía que sus compañeros. Bajo sus vestiduras de color desgastado, el apóstol levanta y flexiona una pierna que, sujeta por la mano de Cristo, sumerge dentro de una jofaina marrón, obedeciendo así a las palabras del Señor: “Si no te lavo, no podrás compartir mi suerte” (Jn, 13,8).

 

Como se ha dicho, en el tramo de la nave prerrománica más próximo al presbiterio se han conservado también otros pequeños fragmentos de pintura, cuyo análisis permite identificar los temas representados. En el lado norte hay un pequeño fragmento donde se observan dos piernas desnudas de color carnoso sobre un fondo azulado, que se han interpretado como las piernas de Adán. A su lado hay los vestigios de lo que podría ser otra extremidad inferior. A la izquierda de esta composición, hay una figura vestida de color claro y cubierta con un manto rojizo, cuyos rasgos faciales, muy desgastados, sugieren poco más que unos largos cabellos. Ésta extiende el brazo hacia el personaje de su lado, que conserva sólo parte de sus grises vestiduras que semejan a una piel de animal. Otra figura acompaña la escena, pero sólo restan los trazos de se ropaje, de tipología similar a su compañero. Los vestigios coinciden con las representaciones que narran la Expulsión del Paraíso. Por analogía con otros conjuntos, cabe suponer que el primer tramo de la nave podría haber sido decorado con un cicle de la Creación, como ocurre en las representaciones de Sant Martí de Brull, Sant Sadurní d’Osomort y Sant Martí Sescorts, todos en la comarca de Osona.

 

En el muro norte del ábside, junto a la pared oriental, una imagen de pie aparece cubierta con una larga túnica clara paliada que deja entrever un fragmento frontal de pie izquierdo y con el otro, figurado lateralmente, parece apoyar el peso de su cuerpo. Como el resto de figuras, la ropa se ve perfilada por un trazo. Otra vez se muestra la voluntad del artífice de describir la corpulencia anatómica y la voluptuosidad del vuelo de la ropa, en especial el sector del manto. Nada más se conserva de esta figura, aparte de una cenefa bajo sus pies que muestra, en un espacio azulado enmarcado por dos franjas paralelas coloradas, los restos de la inscripción [...]vm magnum, que probablemente alude a la escena representada en la parte superior de este motivo. Ésta podría relacionarse con la figura de un santo o un apóstol, ya que la inscripción conservada aludiría a la representación de Jesús bajando al Hades, tema relacionado con el Sábado Santo, por lo que la inscripción podría haber descrito sanctvm sabbatvm magnum, en tanto que la escena representada sería la Anástasis, pasaje recogido en la lectura segunda de la liturgia del Sábado Santo. Si esta deducción es acertada, la figura de la pared sería la de Jesucristo, que se dispondría a llevarse a Adán del Infierno. Otra posibilidad, menos argumentada, sería que se representara aquí el episodio de la elección de san Esteban como diácono (Hechos, 6, 5). Aunque no es un tema habitual en las figuraciones medievales catalanas, la representación del protomártir ha sido constatada en algunos de los templos de la zona, por ejemplo en las pinturas del presbiterio de Sant Esteve de Maranyà (Baix Empordà), o en el frontal de Sant Esteve de Llanars (Ripollès).  

 

Las últimas intervenciones que se han llevado a cabo en las pinturas murales de Canapost hacen suponer que el conjunto puede relacionarse con la corriente estilística de la pintura románica catalana procedente del Poitou francés. Se relacionan, pues, con las pinturas cercanas de Sant Joan de Bellcaire y Sant Esteve de Maranyà, así como con las de Sant Miquel de Cruïlles (Baix Empordà) y Sant Sadurní d’Osomort (Osona). Su ejecución, en este contexto, debe situarse en el momento de ampliación de la primitiva iglesia prerrománica, en la segunda mitad del siglo xii.

 

Ya sin relación con el conjunto románico, quizás deba señalarse que de la iglesia de Canapost procede un retablo tardogótico de gran calidad, obra de un maestro anónimo, designado generalmente como Maestro de Canapost, que se conserva hoy en el Museu d’Art de Girona.

 

 

Necrópolis

 

Durante las intervenciones realizadas en el área de la iglesia a principios del siglo xxi, se localizaron numerosos vestigios arqueológicos, entre ellos un camino enladrillado que conduce hacia la puerta meridional del templo. Lo más destacado, sin embargo, es un notable conjunto de tumbas que se dispone en los sectores oriental y septentrional del entorno de la iglesia. Se trata de una necrópolis de tradición medieval, aunque con continuidad moderna; las inhumaciones, unas 150, se fechan entre los siglos ix-x y el xviii o, posiblemente, xix. Hay tres tipologías sepulcrales distintas: sarcófagos antropomorfos con cabecera diferenciada –monolíticos, de piedra arenisca, cuya tapa se ha perdido en algunos–, tumbas de losas, y sepulturas de fosa simple. La disposición de la mayoría de los enterramientos se encuentra formando hileras y muy próxima ala cabecera prerrománica del templo. El ajuar funerario encontrado (monedas, medallas, cerámicas, amuletos, conchas de peregrinación de Santiago) ha permitido situar cronológicamente algún entierro en los alrededores del año 1200. Hay necrópolis similares junto a otras iglesias de la zona: en Vulpellac, en el antiguo cenobio de Sant Climent de Peralta, y también en Ullastret, Fonolleres y Sant Cebrià de Lledó.

 

 

Texto y fotos: ANA VICTORIA PAUL MARTÍNEZ – Planos: NURIA PICAS CONTRERAS

 

 

Bibliografía

 

Catalunya Romànica, 1989, VIII, pp. 356-365; Fernández Somoza, G., 2005, pp. 185-188; Frigola i Triola, J. y Punseti i Puig, D., 2004; Frigola i Triola, J. y Punseti i Puig, D., 2006a, II, pp. 435-442; Frigola i Triola, J. y Punseti i Puig, D., 2006b, pp. 98-100; González i Jiménez, R., 2006, II, pp. 613-618; Marquès i Planagumà, J. M., 1996a, pp. 35-67; Matas i Blanxart, M. T. y Palau i Baduell, J. M., 2008.