SE TRATA DE UNA IGLESIA QUE, construida en ladrillo, se compone de un ábside semicircular y un cuerpo de tres naves unificado a nivel de cubiertas, pertenecientes a dos fases constructivas –medieval y moderna– bien diferenciadas. A ello hay que sumar, por un lado una potente torre de campanas, adosada al ábside y guardando el eje principal del templo, y por otro, una sencilla sacristía en el flanco septentrional. La parte subsistente del primitivo edificio la constituye el ábside y el tramo recto presbiterial, que pertenece al estilo que se ha venido llamando “románico-mudéjar”, tan abundante en la comarca. Por lo que respecta al ábside, sólo es visible desde el exterior y parcialmente, debido a la posición de la torre. Lo articulan cuatro niveles de arcos doblados de ladrillo, ligeramente apuntados, aunque en el lado septentrional el recrecimiento del terreno imposibilita ver el primer nivel de arcos. La arquería superior, muy irregular y de menor tamaño, introduce en sus extremos arcos no doblados. La cornisa remata en simples canecillos de ladrillo. En cuanto al presbiterio, tan sólo es constatable desde el lado septentrional ya que el opuesto, en que se conserva aún una pequeña espadaña, está oculto por la sacristía. En él se prescinde de la arquería superior en favor de dos frisos de esquinillas. En época moderna se perforó uno de los arcos para la ubicación de una ventana y fue reforzada la intersección de la nave con el ábside mediante el añadido de un contrafuerte prismático. Se vislumbra también el arranque de la antigua nave, ligeramente más ancha o quizás reforzada en este punto mediante contrafuerte, aunque ya la fábrica postmedieval es inmediata. Cronológicamente esta cabecera, en opinión de Manuel Valdés, habría que llevarla al siglo XIII. La nave desapareció en el XVI, cuando se levantaron las tres actuales, cuyo abovedamiento se concluyó en época barroca.