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Exterior de la ermita de Nuestra Señora del Buen Acuerdo

Identificador
50117_01_048n
Tipo
Formato
Fecha
Cobertura
40º 59' 18.52'' -1º 31' 49.40''
Idioma
Autor
Jesús Andrés Navarro
Colaboradores
Sin información
Edificio Procedencia (Fuente)

 

País
España
Edificio (Relación)

Ermita de Nuestra Señora del Buen Acuerdo

Localidad
Gallocanta
Municipio
Gallocanta
Provincia
Zaragoza
Comunidad
Aragón
País
España
Descripción
La ermita se encuentra a unos dos kilómetros de la población de Gallocanta, en una partida llamada la Loma desde la que se domina la cuenca de la laguna y a la que se accede por un camino vecinal, en dirección a Las Cuerlas, perfectamente señalizado. En la primera mitad del siglo XVIII Faci la describía como antigua, (...) de poco esplendor; antes bien es baxa, algo lóbrega y cubierta con madera, como vemos algunas antiguas: toda ella es de piedra. La Capilla de N. Sa. es pequeña, pero muy adornada con varios cuadros con que la devoción procura disimular las imperfecciones de su fábrica antigua: el Retablo de N. Sa. es muy hermoso, como fabricado a lo moderno, su nicho principal ocupa la S. Imagen. En diversa documentación del Libro de Cuentas de Nuestra Señora del Buen Acuerdo, del siglo XVI, la titular a la que se asocia esta ermita es la Virgen “de la Cuerda”, generado probablemente a partir del topónimo de la cercana localidad de Las Cuerlas, según Hernando Sebastián, que evolucionaría posteriormente hasta la denominación actual. Paralelamente la tradición popular ha ido creando una serie de mitos y leyendas en relación con supuestos hechos milagrosos acaecidos al amparo de esta Virgen, que siempre la llevaban a quedarse en el término de Gallocanta. A lo largo de los siglos XVI y XVIII se hicieron abundantes obras en la ermita, tal como se recoge en el libro de cuentas. En 1595 se trabajó en puertas y tejado; a mitad del siglo XVII se adquirieron numerosos objetos de culto, ornamentos, un antealtar, el retablo y se hicieron nuevos arreglos; y entre este siglo y el XVIII se fueron adosando al templo, por sus lados norte, este y sur, una serie de edificaciones (casa del ermitaño, salón comedor, caballerizas y cobertizos) que cambiaron su fisionomía y ocultaron poco a poco el ábside románico. Es probable que, retomando las afirmaciones de Faci, la nave actual se construyera a finales de dicho siglo o principios del XIX, con estructura adintelada, coro y púlpito, sustituyendo a una nave anterior de menores dimensiones y cubierta con madera, tal como la encuentra dicho autor en algún momento previo a la mitad del siglo XVIII. En la restauración de 1987 se eliminaron las construcciones adosadas a la ermita ya que formaban un conjunto heterogéneo sin valor artístico, ocultaban el valor de la ermita y deterioraban su estado. Además se consolidó la nave y se restauró el ábside románico. Durante las obras apareció, en el punto de unión del ábside y la sacristía, una pequeña caja a modo de osario formada dentro del mismo muro ahuecado y cubierta con losas de pizarra del terreno. Su estudio determinó que era un enterramiento secundario cuyos restos procedían de otros primarios. Al no aparecer ningún otro enterramiento durante las obras, podría afirmarse que estos restos pertenecen a los primitivos románicos que fueron descubiertos al realizar las obras de los edificios adosados y conservados en esta cavidad habilitada para este fin. Se trata de un edificio con planta rectangular y cabecera orientada al Este, compuesta por un ábside semicircular y un presbiterio, que conserva en las tres cuartas partes de su alzado los sillares románicos primitivos de gran tamaño. El ábside se cubre con bóveda de cuarto de esfera mientras que el presbiterio, con una anchura de 3,25 m, lo hace con bóveda de medio cañón apuntado. Dos columnas sobre plinto, con basas molduradas y capiteles decorados, dan entrada al presbiterio y sostienen el arco triunfal, de 2,63 m de luz. En el interior del ábside un retablo barroco construido en 1651 oculta la visión de su alzado y de un ara de altar de piedra sobre la que, previsiblemente, se colocaría la imagen románica de la Virgen, actualmente conservada en la iglesia parroquial del pueblo por motivos de seguridad. Al exterior, sobre el presbiterio, se erige una torre con arcos de medio punto en sus lados. El resto de la ermita lo forma una gran nave de cinco tramos con coro alto a los pies, cubierta con estructura adintelada, obra del siglo XVIII. La interesante factura de los capiteles que sostienen el arco triunfal nos obliga a no pasar por alto una descripción pormenorizada. Se trata de una pareja de capiteles tallados en piedra arenisca de color rojizo que presentan una variada decoración a base de entrelazos bien ejecutados, roleos, hojas de palma y pencas estriadas, motivos que a finales del siglo XII y principios del XIII se desarrollaron en el arte cisterciense, como muestran varios modelos de la portada de la iglesia y la sala capitular del Monasterio de Veruela. La torre que se levanta sobre los muros del presbiterio y el centro de la bóveda del ábside es de poca altura y de planta ligeramente rectangular. Su factura es algo tosca a base de mampostería, con sillares poco trabajados en los ángulos y en los arcos de los vanos. El alzado sur presenta dos arcos de medio punto superpuestos, mientras que el resto sólo abre un arco por cara, siendo éstos de mayor tamaño que los anteriores, aunque también de medio punto. Su semejanza con algunas iglesias pirenaicas ha hecho pensar que pueda pertenecer a la misma época que la cabecera, aunque posiblemente, teniendo en cuenta el material empleado, se puede pensar en una ejecución más tardía. La inscripción de la campana hace referencia al año 1562. Las características del edificio, junto con el estudio de su historia y del contexto geográfico nos llevan a fechar su fundación en el siglo XIII, con unas formas características del románico rural del sur del Ebro, que en este caso sólo podemos contemplar en la cabecera, ya que el resto de la iglesia se ha visto enormemente transformado por las sucesivas reformas y añadidos. En el interior se conservaba la imagen de la Virgen del Buen Acuerdo, una talla en madera policromada de la misma época que la fundación de la ermita. Citando de nuevo a Faci “es la S. Imagen de madera; alta como un palmo, y medio: tiene en sus brazos al S. S. Niño Jesús; y se adorna con varios manticos, como vemos vestidas otras SS. Imágenes: es la S. Imagen de medio cuerpo; aunque vestida, oculta á la vista esta estatura: en su cabeza lleva NSa. un velo, que se muda, siguiendo los tiempos”. Sus medidas son 49 cm de altura por 17 cm de anchura en su base, y representa a la Virgen sentada en un pequeño trono de color marrón oscuro con el pie verde. La Virgen está sentada de frente y sujeta al Niño con unas manos desproporcionadamente grandes que ejecutan dos acciones muy significativas: la izquierda sujeta por el muslo al Hijo, mientras la derecha soporta el pie de Jesús. El Niño, que como en otras imágenes aragonesas (Trasobares) está sentado sobre la pierna izquierda de la Virgen, lleva la bola del mundo en su mano izquierda mientras que con la derecha agarra el manto de la Virgen. Ella viste túnica de brocado de tono granate y manto dorado, que tapan casi por completo la parte superior de la figura, y el Niño lleva túnica verde y manto de brocado. Su rostro es inexpresivo, casi hierático, con ojos grandes y negros, las pestañas también negras y muy marcadas, así como las cejas, de color marrón. Sobre el tono marfil de los rostros se destaca el rojo de los labios y el rosáceo de pómulos y barbilla. Lleva sus cabellos sueltos, de color marrón, que apoyan sobre sus hombros. A pesar de que el estado general de la policromía es bueno, en la estructura de madera se aprecian algunos deterioros. En la parte posterior la carcoma ha dejado su huella y las coronas metálicas incrustadas con tornillos a las cabezas de madera han producido algunas grietas. Tal como hemos apuntado es muy posible que esta talla estuviese colocada inicialmente en el ara que se conserva bajo el retablo. Al instalarse dicho retablo en 1651, se reservó el centro del mismo para una hornacina que albergaba esta imagen. Actualmente se encuentra custodiada tras una reja en una capilla de la iglesia parroquial de San Pedro, en Gallocanta. En la región central aragonesa el arte románico tuvo una penetración tardía. Por ello, para Gudiol, es lógico que en esta zona escaseen imágenes de madera policromada que con cierta probabilidad puedan atribuirse a los siglos XII y XIII. Aun así no podemos obviar la imagen de la Virgen conocida como La Goda, conservada en la colegiata de Santa María de Daroca que, aunque refleja un penetrante goticismo, fue prototipo y modelo de una serie de imágenes rústicas que surgieron de los talleres locales aragoneses en pleno siglo XIII, como la de Gallocanta, con características todavía románicas, o las de Romanos y Villarreal de Huerva. La simplicidad de los plegados en la parte frontal apenas da pistas con respecto a la cronología, pero la vista lateral izquierda muestra pliegues volumétri cos en V propios de época gótica. Igualmente responde a época gótica el modo como María sujeta al Niño con sus manos. En consecuencia, tenemos que hablar de una imagen de época gótica en la que se manifiestan fuertes inercias románicas, por lo que cabría fecharla bien entrado el siglo XIII.
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