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Detalle del cuaerpo bajo de la torre

Identificador
50094_01_432n
Tipo
Formato
Fecha
Cobertura
41º 6' 52.91'' , -1º 24' 58.58''
Idioma
Autor
Jaime Nuño González
Colaboradores
Sin información
Edificio Procedencia (Fuente)

 

País
España
Edificio (Relación)

Iglesia de Santo Domingo

Localidad
Daroca
Municipio
Daroca
Provincia
Zaragoza
Comunidad
Aragón
País
España
Descripción
La iglesia de Santo Domingo estaba asociada al Hospital que, bajo la misma advocación, se levantó junto al templo para socorro y cuidado de los necesitados. Esta iglesia es uno de los templos de Daroca en los que es visible la huella del románico, pero también la de etapas históricas posteriores, puesto que fue una empresa constructiva detenida y reanudada en un lapso de tiempo muy amplio. El edificio que hoy contemplamos posee planta de salón y despejadas proporciones, con una bella torre mudéjar de planta cuadrada a los pies. Su altar mayor está dirigido al Oeste, su entrada principal en el muro sur, y presenta a los pies un ábside semicircular en tambor que formó parte del proyecto inicial románico. Este templo, que presentaba unos planteamientos muy similares a los de la darocense iglesia de San Juan de la Cuesta, con la que comparte rasgos estilísticos y cronología, fue iniciado con posterioridad a la segunda mitad del siglo XII. Cuando las obras se reanudaron en el siglo XIII, su aspecto se enmascaró por la incorporación de elementos góticos y mudéjares Esta vez se utilizaron nuevos materiales, como el ladrillo, y técnicas de construcción de estilo mudéjar. De aquel templo románico de Santo Domingo tan sólo se conservan, por tanto, la parte inferior del ábside del lado oriental, y los restos de un arco cegado, al parecer secundario, que ahora está alojado en el muro norte. El ábside combina elementos decorativos de distinta raíz y presenta en su base sillares bien trabajados, cuyas hiladas oscilan entre los 27 cm de la menor y los 33 de la mayor, medidas idénticas a las que encontraremos en los sillares del cuerpo inferior de la torre. El ábside se articula a partir de un zócalo o plinto semicircular, sobre el que se levantan dos cuerpos. En el inferior se conservan cuatro columnas cilíndricas adosadas, una de ellas pegada en el ángulo derecho junto al muro, mientras que las restantes dividen el cuerpo en tres lienzos. En una segunda etapa constructiva, que tuvo lugar entre la segunda mitad del siglo XIII y principios del XIV, este ábside se adaptó al estilo gótico, de modo que, con objeto de dotar de apoyos a la bóveda de crucería que se tendió al interior, las columnas de la base fueron recrecidas en forma de gruesos contrafuertes. Además, añadieron a los fustes de las columnas capiteles con hojarasca naturalista e individualizada de gran tamaño, perteneciente al repertorio habitual del gótico clásico, y colocaron a cada lado de dichos capiteles ménsulas con rostros humanos y cruces. Para iluminar la cabecera, abrieron entre los contrafuertes tres ventanas aspilleradas en arco apuntado, enmarcadas por arquivoltas, igualmente de forma apuntada, que apean sobre pequeñas columnas cilíndricas con decoración floral gótica en los capiteles; sus chambranas se ornamentan con puntas de diamante. En cuanto al otro elemento que podemos calificar como románico de inercia, el arco cegado emplazado en el muro septentrional, está formada por una arquivolta semicircular con su correspondiente chambrana, ambas muy molduradas. Alcanza una anchura total de 2,70 cm y una luz interior de 1,82 m. La arquivolta interior está decorada con una faja de rosetas o estrellas de seis puntas inscritas en círculos, bien conservadas. El hecho de que aparezca encajado en el muro, con su interior cegado y con las arquivoltas apeando sobre columnillas cortas, refuerza la impresión de que se hubiera tratado en origen de un arcosolio. El lado izquierdo de la portada parece embebido en el muro, pero en el derecho todavía se conserva parte de la imposta y las jambas. Aunque el motivo de las rosetas se difunde en el románico pleno, el modo como está tallado aquí, en la parte central de las dovelas muy molduradas, lleva a considerar que se hizo en época tardía, ya en el siglo XIII. En cuanto a la torre de la iglesia, adosada al muro norte, ya hemos anticipado que su zócalo presenta sillares de las mismas características que los del ábside. Poseía como única ornamentación dos finas columnas cilíndricas adosadas a cada lado. El diseño de la moldura del zócalo se aparta de lo habitual en el románico y el bujardeado de la piedra evidencia una intervención posterior. Su segundo piso se alzó en ladrillo, a excepción de las esquinas, que se remarcaron en piedra. La estructura inicial de planta cuadrada fue respetada y se añadieron elementos de tradición islámica, constituidos por dos niveles de ventanas, entre las que destacan las inferiores, con arcos mixtilíneos entrecruzados y arcos trilobulados. Torres Balbás señaló que podría tratarse, por la técnica y el estilo empleados en su construcción, de la primera torre mudéjar de Aragón. Al interior del templo, el amplio espacio de planta de salón, planteado en estilo gótico y cubierto con bóveda apuntada, sufrió un grave incendio en el siglo XVII. Se remodeló entonces al gusto de la época, con la construcción de una cúpula con linterna decorada con pinturas al fresco y se abrió una entrada en arco de medio punto en el muro meridional. Fue entonces cuando se reorientó litúrgicamente. Descubrimos que, de resultas de aquello, el ábside semicircular está oculto al interior por la sillería del coro, en la parte inferior, y por un espléndido órgano en la superior. Al estar cerrado al culto, resulta impactante su desnudez, su carencia de bancos o huellas de actividad litúrgica alguna. En cambio, sí alberga en sus sacristías y cuartos secundarios gran parte de los retablos y obras de arte de otras iglesias darocenses desaparecidas. Un verdadero tesoro desconocido y oculto.