Identificador
33585_03_013
Tipo
Formato
Fecha
Cobertura
43º 21' 22.77'' , -5º 12' 58.68''
Idioma
Autor
Maximino Pando Macías
Colaboradores
Sin información
Edificio Procedencia (Fuente)
Localidad
Soto de Dueñas
Municipio
Parres
País
España
Edificio (Relación)
Localidad
Llames de Parres
Municipio
Parres
Provincia
Asturias
Comunidad
Principado de Asturias
País
España
Claves
Descripción
EL TOTAL OSCURANTISMO de las fuentes documentales acerca de este cenobio femenino del valle del Piloña, muy relacionado con sus vecinos de Santa María de Villamayor y San Bartolomé de Nava, únicos monasterios de la orden implantados en la zona rural asturiana, hace que no tengamos referencia alguna del mismo hasta el siglo XIV, cuando su ocaso ya estaba muy próximo. Podemos suponer que, como la mayoría de los monasterios medievales fundados en torno al siglo XI, pudo haber tenido su origen en una iglesia o monasterio propio vinculado a algún grupo familiar de la nobleza local, alcanzando su mayor desarrollo, quizás ya como institución monástica consolidada y sometida a la orden benedictina, en la segunda mitad del siglo XII, momento en que, a juzgar por los escasos restos materiales que se conservan de la fábrica de su iglesia, debieron de acometerse importantes obras en sus dependencias, de lo cual puede desprenderse que el cenobio gozaba entonces de una buena posición. A finales del siglo XIV, en medio de la crisis económica, política y social en que se vio sumida Asturias, el obispo ovetense don Gutierre de Toledo (1377-1389), decidido a reformar el panorama eclesiástico de la diócesis y devolver el orden a los centros monásticos benedictinos, redactó las llamadas Constituciones con los Estatutos de reforma de algunos de los principales monasterios de la región, como San Pelayo de Oviedo o San Juan Bautista de Corias, entre otros. En este panorama, el monasterio de Soto, como el resto de cenobios acusados de graves faltas de observancia, fue uno de los más perjudicados por las reformas, ya que, junto con el vecino de Villamayor, en lugar de ser sometidos a nuevos Estatutos, el prelado ovetense decidió su clausura total, pasando su comunidad religiosa a integrarse en el monasterio de San Bartolomé de Nava. Poco tiempo después, entre 1385 y 1389, las dependencias monásticas, los bienes patrimoniales y el Coto de Llames, sobre el que el monasterio de San Martín tenía la jurisdicción, fueron ocupados por un grupo de monjes blancos procedentes del monasterio cisterciense de Santa María de Valdedios, los grandes beneficiarios de las reformas episcopales. Sin embargo, la presencia del Cister en Soto, al igual que en Villamayor, no parece muy duradera, puesto que, tras la muerte de Don Gutierre, el nuevo obispo, don Guillermos de Verdemonte, restituyó en sus dependencias y propiedades a las monjas de Villamayor, con lo que puede suponerse, como indica Martínez Vega en su estudio sobre los dos monasterios medievales del valle del Piloña, que las monjas de Soto corrieran una suerte análoga. Lo cierto es que antes de 1444 el mismo obispo encomienda al mencionado cenobio de Villamayor rescebyr benigna e caritativamente a las monjas de Soto junto con sus rentas y bienes para provisión e mantenimiento de las dichas monjas en sus vidas (...) y después de su finamiento. Con este acto se pone fin a la desconocida historia de San Martín de Soto, quedando a partir de este momento anexionado a Santa María de Villamayor, hasta que finalmente en el año 1530, en el panorama de las reformas monásticas emprendidas por los Reyes Católicos, la citada institución piloñesa perdió también su autonomía, y posteriormente fue clausurada, pasando a depender del poderoso monasterio ovetense de San Pelayo. De este modo el antiguo patrimonio de Soto, con su iglesia y dependencias monásticas, quedaron también incluidos en el extenso dominio de las mojas ovetenses. Nada queda en Soto de la fábrica de su antiguo monasterio, que, según parece, se levantaba en la margen izquierda del río Piloña, en el lugar por el que actualmente transcurre la carretera nacional que atraviesa el pueblo, donde sí perduran referencias toponímicas. Poca atención prestaron las monjas “pelayas” a la conservación de los edificios monásticos de sus nuevas propiedades, de forma que tanto el monasterio de San Martín como el de Villamayor sufrieron un paulatino deterioro hasta llegar, en el caso que nos ocupa, a la total destrucción. Sabemos que en el año 1558 los vecinos del Coto de Llames solicitaron licencia a la abadesa de San Pelayo para que llebasen piedra y madera de la vieja iglesia de San Martín al sitio donde edificaban la nueva al mismo santo de Llames, haciendo con ello referencia a la actual iglesia de San Martín de Escoto, situada en una solitaria colina a menos de un kilómetro de Soto de Dueñas, donde se conservan algunos restos del antiguo cenobio. Es el templo de Escoto una construcción de origen bajomedieval y con varias reformas posteriores, en la que perviven las fórmulas tradicionales de la arquitectura medieval. Procedentes del edificio románico de Soto parecen ser los interesantes capiteles de decoración vegetal que coronan las jambas del arco triunfal. Dos piezas compuestas, cada una de ellas, por cuatro pequeños capiteles de menudas hojas de acanto y volutas, semejantes a los que encontramos en otros templos de la zona, como Santa María de Villamayor, San Pedro de Villanueva o Santa María de Sograndio, unidos bajo un único cimacio recorrido por un entrelazado. La disposición y tipología de estas piezas, que en su emplazamiento original debieron de completarse con cuatro pequeños fustes, nos lleva a plantear la posibilidad de que pudieran formar parte de una estructura de tipo claustral, a la manera de la que pudo existir en el monasterio de San Pelayo de Oviedo, en este caso con capiteles triples. Junto a estas piezas, también podrían proceder de Soto el trozo de capitel con idéntica factura reutilizado como ménsula bajo uno de los nervios de la bóveda de crucería que cubre la cabecera, un canecillo en forma de quilla inserto en el muro de la fachada occidental y algunos sillares utilizados para la construcción de los paramentos. También se vienen considerando tradicionalmente como procedentes de San Martín de Soto algunas interesantísimas piezas de la iglesia de San Pablo de Sorribas, construida en el siglo XVIII, a escasos 5 km del monasterio. En el interior de este templo encontramos, como rosca del moderno arco triunfal, una espléndida arquivolta, profusamente decorada, muestra de la riqueza y exquisitez que debió de caracterizar el templo del que proceden. Está decorada en su rosca con baquetones y zigzag bocelados y tetrapetalas de botón central con los pétalos nervados, de idéntica factura a la que encontramos en la portada meridional del monasterio cangués de San Pedro de Villanueva y que se repite también en Villaviciosa en las de Valdebárcena, Lloraza o Selorio, por citar sólo algunos de los ejemplos destacados. El mismo motivo de las rosetas, esta vez tanto en el extradós como en el intradós, se repite en el fragmento de rosca reutilizado como remate de una hornacina abierta en el muro de la cabecera y en otras pequeñas piezas insertas entre los muros de la construcción. Al exterior, colocada en la fachada meridional, encontramos una sencilla, sobria y elegante portada, de excelente aparejo de cantería, compuesta por un arco de medio punto con su única rosca moldurada a bocel y media caña sobre gruesas columnas coronadas por ricos capiteles de fina y cuidada talla muy similares, tanto iconográfica como plásticamente, a los existentes en el templo de Santa María de Villamayor. Presenta, el de derecha, una composición en dos pisos, con potentes acantos con bolas en el inferior y volutas nervadas en el superior, modelo también repetido en San Pedro de Villanueva; mientras que su compañero de la izquierda se decora con dos parejas de elegantes y gráciles aves de espléndidos plumajes que adoptan apariencia vegetal, a modo de nervadas volutas. También románico, y posiblemente procedente de Soto, aunque también pudiera proceder de Villamayor, es el canecillo inserto en el muro interior del pórtico norte, que adopta forma de cabeza de animal engolando hojas similares a las del mencionado templo piloñés. Todas las piezas que hemos estudiado, tanto las conservadas en Llames como las de Sorribas, responden a las formas y modelos habituales difundidos en los principales monasterios benedictinos del centro y oriente de Asturias por los talleres que trabajan en el foco ovetense. En el caso de Soto parece vincularse especialmente con uno de los talleres que trabaja en Santa María de Villamayor y San Pedro de Villanueva en la segunda mitad del siglo XII, al que acaso se deban también las muestras que aquí hemos visto. De factura preciosista y muy cuidada, la estilización de las formas y la plasticidad son rasgos característicos de estas obras, escasas muestras de lo que debió de ser en su día el monasterio benedictino de San Martín de Soto.