La ruta propuesta abarca un conjunto de templos románicos del norte de Palencia, provincia que atesora la mayor concentración de iglesias románicas no solo de nuestro país, sino de Europa. En la zona norte de la provincia, en torno a las localidades de Aguilar de Campoo y Cervera de Pisuerga, se concentran más de un centenar de templos románicos, desde grandes monasterios hasta pequeñas ermitas, emplazados todos ellos en parajes de singular belleza, donde la gran llanura castellana comienza a sortearse con las primeras montañas de la Cordillera Cantábrica.
Es la antigüedad del edificio, su historia, el enclave que ocupa, los avatares sufridos con los años y las joyas escultóricas de gran valor que atesoran los mismos, lo que convierte a cada templo en único, digno de ser admirado por su belleza y singularidad. Asimismo, la conexión existente entre ellos es más que evidente cuando nos detenemos a contemplarlos y, por otro lado, necesaria de establecer, puesto que sólo de esta forma es posible rastrear el itinerario que seguían las escuelas de canteros provenientes de Europa y las influencias que partían de los grandes focos de irradiación tratando de imitarse en zonas rurales, como si de en una búsqueda por la novedad y el seguimiento de una moda se tratase.
El Monasterio de Santa María la Real de Aguilar de Campoo y el Monasterio de San Andrés de Arroyo jugarán un importante papel en época medieval, cuya influencia se dejará notar en los templos de la zona como: Santa María de Mave, Santa Cecilia de Vallespinoso, Santa Eulalia de Barrio de Santa María, San Vicente de Becerril del Carpio, San Juan Bautista de Moarves de Ojeda y muchas otras iglesias que podrás conocer a través esta ruta.
Declarada Conjunto Histórico Artístico Nacional en 1966, la villa de Aguilar de Campoo es el punto de partida para nuestra ruta y una de las puertas de entrada para conocer la Montaña Palentina y el Geoparque Mundial Unesco Las Loras. En ella se puede disfrutar de excepcionales ejemplares de arte y patrimonio rodeados por parajes únicos, entre los que cabe destacar el Monumento Natural de las Tuerces, Espacios Naturales como el Cañón de la Horadada y Covalagua o la sorprendente Cueva de los Franceses.
Dominada por el castillo, la villa medieval fue declarada Conjunto Histórico Artístico en 1966. Las distintas puertas de la muralla permiten adentrarte en sus calles y recorrer el centro histórico que cuenta con antiguas casas y palacios plagados con más de cien escudos y blasones, que nos hablan de la importancia que tuvo la localidad en el pasado.
La influencia cultural que ejerció la villa se deja notar en los monasterios e iglesias que poseyó y que aún pervive, como en el Convento de Santa Clara, habitado por religiosas, o el Monasterio de Santa María la Real, convertido en un Centro de Educación Secundaria que a su vez alberga el Museo del ROM. Destaca, además, la Colegiata de San Miguel ubicada en la plaza de la localidad, así como la ermita de Santa Cecilia y San Andrés, ambas de estilo románico, en las que después incidiremos.
Aguilar de Campoo ostenta el título de Villa Realenga desde que Alfonso X El Sabio se lo concedió en el siglo XIII, y en el siglo XV los Reyes Católicos concedieron el marquesado de Aguilar a favor de los Manrique de Lara. En la historia más reciente, durante los años 60 la villa llegó a contar con cinco fábricas de galletas, llegando a ser conocida como “El pueblo de las galletas”.
Actualmente, la villa cuenta con las mayores galleteras del país, además de experimentar un creciente desarrollo del sector turístico, gracias a su patrimonio natural y cultural, que hace posible que en ella podamos deleitar nuestro gusto de la vista y del olfato.
Situada en la ladera del Castillo, la ermita de Santa Cecilia nos trasluce al exterior los volúmenes típicos del templo románico, sin embargo, no nos da pie a imaginar lo que encontraremos en su interior.
Sus orígenes se remontan al siglo XI, tal y como indica una lápida de consagración, aunque sus fases constructivas abarcaron los siglos XII y XIII. La planta consta de tres naves compuestas por tres tramos cada una y separadas por arcos apuntados. La cabecera es rectangular y en ella destaca el ábside de mayores dimensiones, sobre el que se eleva una bóveda de crucería. Al exterior cuenta con numerosos contrafuertes, una torre de planta rectangular y una portada que avanza sobre el muro que posee un tejaroz sustentado por canecillos, siguiendo el modelo de otras iglesias cántabras, y poniendo de manifiesto su relación con otros templos cercanos, como son las iglesias de San Andrés de Aguilar, San Julián y Santa Basilisa de Rebolledo y San Roque en Renedo de la Inera.
Aunque al exterior presenta algún capitel tallado, lo más sorprendente lo encontramos en su interior, donde se crea un ambiente parecido al cisterciense, con capiteles que alternan la decoración vegetal y la figurada, interesantes por su iconografía y su calidad escultórica. Casi todos ellos presentan escenas agrupadas de tres en tres, como es el caso del Sacrificio de Isaac, la Venta de José y la lucha de Guerreros.
Sin embargo, la joya que guarda Santa Cecilia es el capitel que narra el pasaje bíblico de la Matanza de los Inocentes, y que representa en una sola escena al rey Herodes rodeado de soldados, distinguibles por su delicada cota de maya tallada, la degollación de los inocentes dispuestos en primer plano, y en un segundo, las madres llorando. La similitud de esta talla con los capiteles del claustro del monasterio de Santa María la Real, hacen que su ejecución sea relacionada con el mismo maestro, denominado maestro de la matanza de los Inocentes o maestro del Claustro, y nos permite establecer otras vinculaciones con Santa Eufemia de Cozuelos y la portada de Vallespinoso de Aguilar.
El monasterio de Santa María la Real se ubica al abrigo de Peña Longa y extramuros del recinto amurallado. Los avatares sufridos a lo largo de la historia, es entre otras muchas cosas, lo que da valor al propio edificio, que a pesar de los siglos continúa con mucha vida.
Sus orígenes eremíticos se entremezclan con una leyenda fundacional que se remonta al año 822, no obstante, las primeras noticias documentales datan del siglo XI, recogidas en el Cartulario de Aguilar. En el mismo, se indica el año 1169, como un año clave en la historia del monasterio, ya que el rey Alfonso VIII introdujo en el monasterio la Orden Premostratense.
En las siguientes décadas la abadía fue enriqueciendo su patrimonio y sus riquezas, llegando a ser un importante centro de irradiación artística y cultural. Con la llegada del siglo XIV el monasterio sufrió las consecuencias de las guerras y la Peste Negra, sin embargo, en la centuria siguiente se convirtió en un importante centro de peregrinación y vivió una época de estabilidad en la que se ampliaron sus dependencias durante los siglos XVI y XVII.
Su declinación definitiva vendría en 1835 con la Desamortización de Mendizábal. El monasterio sería abandonado y pasaría a la renta pública, pero al no tener comprador se iría sumiendo en un estado de ruina. Tras su expolio y abandono, entre 1955 y 1968, la Dirección General de Bellas Artes acometió una primera campaña de restauración de tipo historicista en algunas partes del monasterio, pero al no tener éxito, en 1978 la Asociación de Amigos del Monasterio de Aguilar, dirigida por José María Pérez, comenzó una segunda etapa de desescombro y de restauración siguiendo el criterio arqueológico, con la creación en 1985 de las Escuelas Taller. El objetivo de esta restauración sería dar un nuevo uso al monasterio y albergar en él, el nuevo Instituto de Educación Secundaria de la localidad. Actualmente es la sede de la UNED y de la Escuela de idiomas, además de albergar el Centro Expositivo ROM: románico y territorio, diseñado y gestionado por la Fundación Santa María la Real.
El estilo artístico del monasterio puede definirse como “románico de transición”, a excepción de las posteriores ampliaciones acontecidas en el claustro alto y en las dependencias de entrada. Asimismo, es en el claustro y en la iglesia dónde pueden verse aún las tallas de los capiteles que sobrevivieron al expolio y que nos sirven para hacernos una idea de la magnífica calidad escultórica que albergaba. En la sacristía se sitúa el pequeño museo ROM, donde es posible observar alguna réplica, ya que los originales se exponen en el Museo Arqueológico Nacional, en Madrid.
Pasado y contemporaneidad conviven juntos en la ermita de San Andrés de Aguilar. Sus restos ocupan hoy el centro del barrio del Soto, configurando un moderno auditorio, correspondiendo la cabecera a la escena. Sin embargo, en su origen esta Iglesia de arrabal ocupó la ladera suroeste del Castillo de Aguilar, estando a medio camino entre el monasterio premostratense de Santa María la Real y la puebla medieval.
El estado en ruina que presentaba en 1909 hizo que se desmontara siendo trasladada a su actual emplazamiento para cumplir la función de capilla del campo santo, aunque el creciente desarrollo urbano de la villa hizo que los restos quedasen emplazados en el centro del barrio actual. Tras la construcción de un nuevo cementerio en la década de los setenta, la capilla cayó en desuso y fue abandonada, lo que hizo que se convirtiera en el actual auditorio.
El traslado de su emplazamiento original no permite conocer hasta qué punto ha variado su estructura y analizar su trayectoria, aunque Huidobro (1909) que conoció el templo en su disposición primitiva, constataba que tenía una sola nave y un ábside semicircular precedido por un presbiterio con arco triunfal.
Destaca la decoración escultórica concentrada en la portada y sus capiteles. La portada presenta cuatro arquivoltas de medio punto, alternando boceles y dientes de sierra, siguiendo las pautas andresinas, entre otros elementos vegetales que estrechan relaciones con las cestas vegetales del monasterio cisterciense de San Andrés de Arroyo, y que nos permite datar la construcción del templo en el primer cuarto del siglo XIII. Asimismo, el guardapolvo posee decoración vegetal y cabezas de animales vomitando tallos o figurillas humanas entre un follaje, similar a otras piezas de la Iglesia de Vallespinoso de Aguilar, y los capiteles muestran estrechas hojas de acanto, similares a las piezas góticas del Monasterio de Santa María la Real y Santa Cecilia.
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A tan solo 10 kilómetros al suroeste de Aguilar, siguiendo la PP-2131 llegamos a Vallespinoso de Aguilar, un pequeño pueblo dominado por su Ermita de Santa Cecilia, que a modo de fortaleza, controla sus dominios ubicándose sobre un peñasco de lo más sugestivo y configurando así, una de las vistas más bellas de las iglesias románicas de la zona y de la provincia.
Aunque no hay referencias documentales, el análisis de las relaciones estilísticas de la escultura permite datar su construcción entre mediados de los años 70 y finales de los 80 del siglo XII, basándose en Santa María de Piasca, el monasterio de Santa María la Real de Aguilar de Campoo, el pórtico de la iglesia de Rebolledo de la Torre, y San Andrés de Arroyo, talleres con los cuales parece interrelacionarse.
Declarada Monumento Histórico-Artístico en 1951 y restaurada por la Dirección General de Bellas Artes en 1958, la iglesia consta de una única nave rematada por un presbiterio rectangular que antecede al ábside semicircular. El acceso se efectúa por una portada dispuesta en el muro sur, ricamente decorada con escenas variadas. De izquierda a derecha puede observarse: un guerrero con cota de maya luchando con un dragón, un combate entre centauros afrontados, serpientes aladas, el avaro, una representación de la extremaunción y el pasaje de la psicostasis. Mientras en el lado derecho se dispone la representación de las Tres Marías bajo arquillos ante el sepulcro vacío, seguidas una figura masculina que se dirige a un ángel vecino y a otra figura femenina, dos figuras que visten ropas talares, dos arpías afrontadas, dos personajes barbados entre elementos vegetales que sostienen un manojo de llaves, finalizando en un grupo de nueve personajes en actitudes diversas cuya identificación resulta compleja.
Junto a la portada se adosa la escalera de caracol que comunicaba con la espadaña, y que parece sugerir una función defensiva. Al exterior, un pasillo abovedado permite acceder al ábside, donde la escultura se concentra en canecillos de tipo geométrico, vegetales, animales y representaciones humanas, así como en capiteles decorados con grifos y arpías, entre otros elementos decorativos.
Al interior, el arco triunfal adornado por una hilera de dientes de sierra descansa sobre dos columnas adosadas que portan capiteles historiados: al lado del evangelio sansón desquijarando al león y al lado de la epístola dos grifos afrontados. Asimismo, estas no son las únicas tallas relevantes, destacando otros capiteles historiados y vegetales, como el capitel doble de la arquería dispuesta en el muro sur decorado con dos rodetes de hojas de acanto talladas a trépano y que forman una espiral con flores en el centro partiendo de un mismo tallo, sorprendente especialmente por su excelente estado de conservación y su fina de ejecución.
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Siguiendo nuestra ruta por la PP-2132 que rodea el pantano de Aguilar de Campoo, llegaremos a Barrio de Santa María, una localidad perteneciente dicho municipio, situada en el denominado valle de Ordejón.
Los primeros indicios de población están documentados en el siglo XI, cuando la localidad recibía el nombre de “La Serna de Santa María” perteneciente al Monasterio de Santa María La Real de Aguilar de Campoo. De este pasado medieval solo se conserva la iglesia de la Asunción a la Virgen, declarada Monumento Histórico Artístico en 1992 y la ermita de Santa Eulalia en las proximidades de la localidad, considerada una joya del románico palentino y declarada también Monumento Histórico Artístico en 1996.
Aunque actualmente se encuentra aislada ubicada en la vertiente norte de un pequeño cerro, la ermita de Santa Eulalia es el único recuerdo que ha sobrevivido de lo que fue la aldea desaparecida de Barrio de Santa Olalla, dónde rodeada de casas cumplía la función de iglesia parroquial.
En planta, consta de una sola nave articulada en cuatro tramos y un ábside semicircular precedido de presbiterio. La portada se abre en el muro norte y en ella se concentra buena parte de la decoración, además de conservar la puerta con los herrajes medievales originales que simulan motivos vegetales.
La decoración escultórica más rica la encontramos en los capiteles de las tres ventanas absidiales exteriores con: la representación bíblica del Pecado Original; motivos vegetales con volutas, pitones y hojas carnosas; con dos arpías afrontadas con gorros frigios; y una representación de un grifo atacando a un león. El estilo recuerda a los escultores de Rebolledo de la Torre (Burgos) cuya escuela es posible rastrear en Cabria, Pozancos o Barrio de Santa María de Becerril del Carpio.
En el interior, la nave presenta una humilde decoración escultórica y su estructura se asemeja a las iglesias de San Vicente de Becerril del Carpio, Villanueva de Pisuerga, Cillamayor o Santa Cecilia en Vallespinoso de Aguilar. Lo verdaderamente sorprendente es el conjunto de pinturas murales que atesora, decorando los muros del ábside y la parte sur de la nave, con una serie de escenas que parecen encuadradas en cartelas separadas por bandas decoradas con motivos geométricos muy variados.
La gama cromática es bastante reducida y en ella predominan los colores ocres, rojos, negros, azules y blancos. Su cronología no está muy definida y dependiendo de autores varía su datación: García Guinea ubica su ejecución a comienzos del siglo XIII, Sureda la retrasa a la segunda mitad del XIII y Mingorance al siglo XIV, considerándolas góticas. Con todo ello, hemos de considerar a las pinturas de Santa Eulalia uno de los conjuntos pictóricos medievales más interesantes y mejor conservados de la provincia de Palencia.
Es la simbiosis de su arquitectura, pintura y escultura lo que convierten a esta iglesia en “uno de los monumentos más bellos y más perfectamente concebidos de la región de Palencia” según Lojendio y Rodríguez.
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Partiendo de Aguilar de Campoo, tomaremos la N-611 y nos desviaremos en la carretera autonómica P-620 para seguir el curso del río Pisuerga y llegar así a tres de las localidades con más encanto de la montaña palentina: Olleros de Pisuerga, Santa María de Mave y Becerril del Carpio.
El pequeño pueblo de Olleros de Pisuerga se ubica al abrigo de la montaña, muy cerca del castro perremonano de Cildá y del espacio natural del Cañón de la horadada. Su joya más singular es la iglesia rupestre, un “rara avis” en el conjunto de iglesias románicas del norte de Palencia y del mundo, que escavada en la propia roca ha sobrevivido al paso de los siglos gracias al cuidado y a la puesta en valor de sus vecinos.
Dedicada a los santos Justo y Pastor, los orígenes del eremitorio se remontan al siglo VII, en el contexto de los movimientos eremíticos que vivió el norte de la península y que es posible rastrear en la zona (Villacibio, Villarén de Valdivia, Cervera de Pisuerga, Santa maría de Valverde, etc.), aunque la visión actual que nos ofrece es producto de su transformación en época medieval.
La planta del edificio es irregular debido a las exigencias de excavación en el terreno, aunque sigue la tipología habitual de iglesia con cabecera de dos ábsides semicirculares y dos naves separadas por un pilar y tres columnas, dos de las cuales son artificiales, a pesar de aparentar sustentar un falso abovedamiento todas ellas. Cada nave consta con su respectivo ábside: en uno se sitúa el altar con un ara romana y un Cristo Crucificado del XVII, y en el otro, un retablo plateresco del XVI con las imágenes de los santos Justo y Pastor, a los que está dedicada la iglesia.
En la nave de la epístola se abre una sala cuadrangular cubierta por una bóveda de cañón que actualmente cumple la función de sacristía, mientras que en la nave del evangelio se abre un habitáculo de planta cuadrangular que alberga la pila bautismal y un enterramiento antropomórfico bajo rudo arcosolio.
La decoración escultórica se centra en los capiteles dobles y en la portada, aunque esta fue efectuada en 1753. En cuanto a los restos pictóricos, destacan los situados detrás del retablo de época gótica y moderna, y dos pinturas que datan de los siglos XVII y XVIII: una cruz delimitada por entrelazos vegetales sobre el vano de la sacristía y un mural en el que se representan las nubes y los astros, entre otros signos asociados a la pasión de Cristo en la nave del evangelio.
No obstante, es la propia estructura de la iglesia a través de las bóvedas de cañón apuntado y reforzadas por arcos fajones que imita el estilo románico, así como las vetas y los tonos degradados de la piedra arenisca en los que está escavada, la ornamentación que hace única a la iglesia, y que hace que el visitante se deleite con su calidez y se sumerja en un ambiente inimitable.
Los entornos de la ermita también son magníficos, estando rodeada por espacios verdes que cuentan con distintas variedades de árboles bajo los que cobijarse a la sombra en los días calurosos. Junto a ella se ubica una necrópolis rupestre con varias tumbas antropomorfas excavadas en la roca y cuenta también con dos lauras o cuevas, que posiblemente fueron usadas por los monjes antes de comenzar a excavar la ermita. Destaca la laura sur, que fue el primitivo baptisterio de la ermita y donde actualmente se ubica una gran torre-campanario exenta construida en sillería en el siglo XVII, pero cuyos orígenes se hayan en una torre de vigilancia mucho anterior, pudiendo estar en relación con el cercano Monte Cildá.
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Los orígenes de Mave se remontan a época romana, con una notable importancia en época visigoda, cuyo territorio fue repoblado por Alfonso I, participando en los movimientos de expansión del reino astur hacia el sur, para lo que fundaría el priorato benedictino.
El monasterio de Santa María de Mave nos traslada a la Francia medieval. El esquema utilizado en su construcción se constata en Saint-Philibert de Tournus, en Saint-Remi de Reims, y en Saint-Georges de Néris-les-Bains, así como en sus abadías cistercienses de Fontenay, Silvanés, Bonneval, Trois-Fontaines y Saint-Paths, entre otras. Asimismo, también es posible rastrear otras fórmulas utilizadas en numerosas iglesias de la provincia. De este modo, Santa María de Mave constituye el ejemplo perfecto de confluencia de influencias francesas con otras locales.
Las dependencias del antiguo monasterio son modernas y en ellas abundan las inscripciones de trabajos llevados a cabo en el último cuarto del siglo XVIII. La parte visitable es la iglesia. Esta consta de una planta de tipo basilical compuesta por tres naves de tres tramos cada una, transepto y una triple cabecera con tres ábsides semicirculares precedidos por un tramo recto, la cual recuerda mucho a Santa Eufemia de Cozuelos, con la que comparte patronazgo.
Uno de los elementos más llamativos de su arquitectura son las cubiertas con bóvedas de cañón apuntado perpendiculares al eje del templo en los extremos del crucero y en los dos primeros tramos de la nave sur, denotando una importante influencia francesa, posiblemente borgoñona, de canteros que acuden a la localidad palentina cuando Sancha Jiménez decide reconstruir la iglesia a inicios del siglo XIII. La procedencia foránea de los canteros explica la datación no hispana recogida en la inscripción en dos sillares de la nave del evangelio: “ANNIS MILLENIS CONPLETIS ATQVE DVCENTIS”.
Los ábsides están cubiertos mediante bóvedas de horno en los que lucen pinturas renacentistas (siglos XV-XVI) y sobre el crucero se alza una linterna octogonal formada por una cúpula semiesférica sobre trompas, que al exterior se manifiesta como una torre cuadrada, siguiendo el estilo de San Martín de Frómita, Nogales de Pisuerga, Zorita del Páramo y Santa Eufemia de Cozuelos.
La ornamentación escultórica del templo se concentra en la portada dónde abundan los capiteles vegetales, similares a los que encontramos en las naves, siguiendo todos ellos los modelos andresinos. A esta, se suma la decoración de los dientes de sierra de la primera arquivolta de similar factura a otros monumentos relacionados con San Andrés de Arrollo como: Villavega de Aguilar, Santa Eufemia de Cozuelos, Revilla de Santullán, Cenera de Zalima, o la portada de San Andrés de Aguilar. Como curiosidad, el gran capitel que hace de mesa de altar, está compuesto por dos filas de hojas, procedente del cercano, y ya desaparecido, monasterio de San Pedro de Valdecal.
Aunque el templo está desprovisto de mobiliario litúrgico, en el Museo de la Catedral de Burgos se conserva un frente de altar tardorrománico en iconografía y composición, aunque de factura gótica, que fue trasladado a la capital burgalesa con motivo de una exposición retrospectiva de arte religiosos a comienzos de los años veinte y aún continúa, a pesar de pertenecer a este templo. Asimismo, en la capilla mayor puede contemplarse una talla de la Virgen con el niño que data del siglo XIV, que originalmente pudo presidir el retablo mencionado.
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La localidad de Becerril del Carpio está articulada en tres barrios, cuyos nombres responden a la advocación de sus respectivas iglesias: Santa María, San Pedro y San Vicente.
La Puebla de San Vicente, conocida también con el nombre de “Ventas de Becerril” se haya dividida por la carretera nacional, elevándose en su extremo más occidental la Iglesia que domina este barrio. Aunque sus orígenes no se conocen con precisión, pueden hallarse en la repoblación altomedieval de estas tierras, apareciendo alguna noticia en la que se señala que en 1103 Alfonso VI y su mujer, cedieron a los benedictinos de Oña su monasterio de San Vicente, Cerca de Becerril.
La iglesia de San Vicente, representa un edificio que va cambiando de forma acompasada con los años. Como todas las iglesias, los templos están expuestos a intervenciones que configuran su fisionomía, las cuales han de tenerse muy encuentra ya que una vez efectuadas no podremos retroceder en el tiempo. Muchas actuaciones aportan elementos nuevos de estilos variados (góticos, renacentistas, barrocos…) que contribuyen a su riqueza, sin embargo, otras pueden provocar daños irreversibles.
Esta iglesia, de notables dimensiones, consta de una sola nave rectangular que remata en un ábside semicircular. Posee la puerta de acceso en el hastial, y la sacristía adosada al muro sur, junto a la escalera de caracol.
La fase constructiva más antigua data de la primera mitad del siglo XII y se manifiesta en el ábside, siguiendo el modelo de Santa Eufemia de Cozuelos e influida por Frómista en la utilización del taqueado para las dos impostas y los roleos para los cimacios. Este presenta tres paños articulados por medio de dos contrafuertes y en cada uno de ellos se abre un vano enmarcado por una doble arquivolta que se apoya sobre capiteles de temática vegetal, a excepción de uno que muestra un simio similar al de Frómista.
La segunda fase data de mediados del siglo XIII y se corresponde con la ejecución de la nave y su cubierta, donde encontramos capiteles de ejecución simple, formados por acantos lisos que culminan en bolas husiformes o esféricas, en sintonía con los de Santa María de Mave. En el hastial encontramos la portada compuesta por un arco de medio punto que consta de dos arquivoltas, cuya rosa interna descansa sobre capiteles en los que se representan dos leones afrontados y un águila con las alas explayadas. En el muro meridional se abre otra portada de medio punto que da paso a la sacristía, pero que en su día pudo estar relacionada con el posible carácter conventual del templo.
En los años treinta debió desaparecer un retablo gótico, similar al de Mave. Posteriormente, una durísima restauración provocó la aniquilación de unas pinturas al temple que adornaban la capilla mayor con la plasmación de un magnífico apostolado, efectuadas entre los siglos XII- XIII, que estaban en relación con otras pinturas góticas del norte de Palencia y del sur de Cantabria (Revilla de Santullán, Valberzoso, Olea, San Felices de Castillería) y que debieron existir en toda la región de Aguilar y Cervera.
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Partiendo de Aguilar de Campoo por la carretera CL-626, nos desviaremos por la PP-2123 para llegar a Villanueva de la Torre, y posteriormente a Revilla de Santullán, dos localidades muy próximas entre sí que nos descubren dos ejemplares únicos del románico de la montaña palentina.
Ubicada en un pequeño valle perteneciente a la zona de Santullán, se haya la localidad de Villanueva de la Torre, dominada en el alto por su Iglesia de Santa Marina, que controla a su vez los cuatro pasos naturales por los que se accede al pueblo.
La Iglesia de Santa Marina comparte rasgos iconográficos y estilísticos con otras iglesias de la zona, sin embargo, su planta rompe con el prototipo románico, adosándose a sus pies una gran torre que configura un ejemplar peculiar y casi exclusivo en la zona de Palencia y la vecina Burgos.
Está compuesta por una sola nave que se ensancha ligeramente hacia los pies y cuya cabecera, rematada por un ábside semicircular, ha sido muy restaurada. Esta se divide en dos niveles separados mediante una moldura lisa y un tambor compuesto por tres paños, cuyas columnas son rematadas por capiteles sobre los que se apoya la cornisa, recorrida a su vez, por un gran número de canecillos figurados. En el paño central se abre un vano de medio punto y abocinado, con dos arquivoltas que descansan sobre capiteles con animales propios del bestiario.
A los pies destaca el adosamiento de la torre campanario, siguiendo el estilo de la iglesia de Matalbaniega y de las burgalesas de Vizcaínos de la Sierra y Jaramillo de la Fuente. Su cuerpo inferior, consta de un vano cuyo capitel izquierdo es de tipo vegetal con dos niveles de caulículos, que permite estrechar lazos con otras piezas de Prádanos de Ojeda, Nogales de Pisuerga, Santa Eufemia de Cozuelos, Barrio de Santa María o Villanueva de Río Pisuerga. Mientras, en el muro norte se adosa la sacristía moderna, y en el muro sur se ubica un atrio moderno que cobija la portada.
La decoración de la iglesia se limita a los capiteles mencionados y a otra pareja de capiteles ubicados en el arco triunfal, que delimitados por motivos vegetales bastante esquemáticos presentan dos escenas figuradas: en el lado del evangelio se muestran dos parejas de grifos afrontados sobre tallos enredados y hojas de canto, y en el lado de la epístola, la escena de Daniel en el foso de los leones, también sobre un fondo vegetal. Ambos capiteles se desligan del resto de la escultura del templo, pudiendo por sus rasgos, haber sido comprados al taller de Vallespinoso de Aguilar o al de Rebolledo de la Torre.
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En pleno valle de Santullán se ubica la localidad de Revilla, cuya historia está muy ligada al monasterio premostratense de Santa María la Real, en Aguilar de Campoo.
Dedicada a San Cornelio y San Cipriano, la iglesia románica está enmascarada por un pórtico del XVI. Como si fueran las puertas del cielo, sólo cuando nos adentramos podemos contemplar la belleza de la portada, un gran tesoro de finales del siglo XII en el que su artífice quiso dejar constancia de su trabajo, tallando su figura y su nombre en la misma. Este hecho, junto con otros elementos, determina que la iglesia sea concebida como un ejemplar especialmente curioso del románico, que nos habla de un pensamiento medieval, como era la importancia del maestro y su consideración.
Se trata de una iglesia de reducidas dimensiones, que consta de una sola nave, con un ábside semicircular decorado con pinturas murales de los siglos XV-XVI, precedido por un presbiterio rectangular al que se accede a través de un gran arco triunfal que consta de capiteles historiados: en el lado del evangelio se muestra a Daniel en el foso de los leones, mientras que en el lado de la epístola se representa al ángel enviado por Dios para proteger a Daniel.
Al exterior, la escultura se concentra en los capiteles de la ventana absidial con motivos vegetales, una pareja de aves afrontadas y motivos geométricos. Asimismo, el alero recibe una rica serie de cincuenta y siete canecillos que lo decoran, con figuras de músicos, y personajes de todo tipo; leyendo, guerreros, portador de un tonel; representaciones masculinas y femeninas ataviadas con trajes de época; exhibicionistas de ambos sexos, y animales, entre muchos otros.
La portada, ubicada en el muro meridional, es el ejemplo del más exquisito refinamiento del románico tardío palentino, y su ejecución, nos permite diferenciar dos escuelas escultóricas contemporáneas en el edificio. Esta presenta un arco apuntado formado por seis arquivoltas que siguen el estudio geométrico andresino, estando decorada por dientes de sierra y por la representación figurada en una de ellas de la Última Cena. Cristo aparece bendiciendo en la clave y los doce apóstoles repartidos simétricamente por parejas a ambos lados, uno de ellos identificado con la inscripción “BARTOLOME (us), junto a dos personajes laterales. A la izquierda, cabe destacar especialmente la propia representación del escultor tallada en la piedra, junto al libro de modelos que utilizaban los escultores, dejando constancia así de su oficio y de su trabajo, identificable además gracias a la inscripción “MICAELIS ME FECI(t)”.
Todas las figuras se recogen bajo un fondo arquitectónico sobre comunas pareadas de fustes entorchados y diminutos capiteles andresinos, que sigue la relación de otras arquitecturas del románico palentino con posibles derivaciones del apostolado de Carrión de los Condes en el apostolado de Moarves, y en alguna cesta de algún capitel del monasterio de Aguilar de Campoo o Cozuelos, entre otros.
Los capiteles de mayor calidad son los que se ubican en la parte baja de la portada, conformando todos ellos un grupo bien definido de la plástica tardorrománica del norte palentino y burgalés, con rasgos andresinos en lo geométrico y vegetal. En el lado izquierdo podemos ver las siguientes imágenes: una pareja de grifos afrontados; Sansón desquijarando al león y un dragón; un centauro que señala con un arco a un león rampante; tras parejas de grifos, dragones y arpías; la lucha de un infante vestido con cota de malla contra un león. Mientras, en el lado derecho vemos una representación de las tres Marías ante el sepulcro vacío de Cristo; dos capiteles con motivos vegetales; un infante alanceando un dragón; un león atacado por una serpiente y un dragón; una composición en espiral y otro capitel vegetal.
A pesar de las influencias iconográficas, en Revilla de Santullán asistimos a una apropiación de elementos característicos de la plástica cisterciense que son complementados con la exuberancia decorativa propia del románico final, relacionándose con otras portadas de las iglesias de la zona como: Santa Eufemia de Cozuelos, Santa María de Mave, Amayuelas, San Andrés de Aguilar, Villavega, Zorita del Páramo, San Andrés de Aguilar, etc.
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Si tomamos la A-67 hacia el sur, llegaremos a la comarca de “La Ojeda”, un territorio de transición entre la gran llanura Castellana y las primeras estribaciones rocosas, que conforman un paisaje único en el que se enclavan algunas de las muestras más interesantes del románico palentino.
Lejos de los núcleos urbanos y a las orillas del arroyo de San Andrés, se ubica el monasterio femenino que toma su nombre. Se trata de uno de los conjuntos monumentales más importantes de la última etapa del románico palentino y es un ejemplo paradigmático de monasterio cisterciense. Su claustro podría asemejarse al Edén, en el que sus tallas, en un intento de imitar la naturaleza, van más allá y consiguen una plasmación más bella y perfecta, que incluso en la realidad.
Los primeros documentos de este monasterio se remontan a 1181, siendo la primera abadesa Doña Mencía, nieta de Rodrigo González de Lara, que actuó como testamentaria de Alfonso VIII. En los años venideros, a esta abadesa le seguirían doña María (1227), doña Mayor Alfonso (1266-1282) y Elvira Gómez (†1294), en los que el monasterio fue consolidándose y adquiriendo fuerza. Su patrimonio fue aumentando incluso en los siglos XV y XVI, al contrario que los monasterios cercanos más influyentes, como Santa Eufemia de Cozuelos o Santa María la Real de Aguilar, hasta la llegada de la desamortización en el siglo XVIII, aunque posteriormente se recuperaría la vida monacal que hoy continúa viva.
El conjunto está rodeado por una muralla a la que se accede por una gran puerta de estilo clásico renacentista. En el patio se alza un rollo jurisdiccional, simbolizando el poder civil y penal que poseía la abadesa del monasterio sobre pueblos circundantes. Al norte del conjunto se ubica la iglesia. Esta presenta una planta de cruz latina con una única nave y crucero marcado en planta, rematando en una cabecera de triple ábside. En ella encontramos una ornamentación escultórica que sirvió de inspiración en los templos de la zona y nos acontece lo que veremos en el claustro.
El claustro, ubica en el lado sur de la iglesia, es una de las joyas del cenobio medieval. Este consta de cuatro galerías muy restauradas en la década de 1940 que configuran una planta irregular con un aspecto muy similar a su origen primitivo efectuado a principios del siglo XIII, siendo considerada una obra de origen tardorrománico, a excepción del ala este reformada completamente en el siglo XVI. Sobre un pódium corrido que sólo se interrumpe en el ala occidental se elevan las arquerías sobre parejas de dobles columnillas con sus respectivos capiteles con una decoración finísima de tipo vegetal que reproducen motivos de acantos carnosos ornamentados con remates de granadas, bayas, acantos helicoidales o bolas.
Destacan especialmente las columnas angulares, de las cuales sólo se conservan dos en su lugar, puesto que una de ellas se trasladó para ser usada de pedestal para la escultura de San Andrés ubicada en la cabecera de la sala capitular. Estas están compuestas por un gran fuste ricamente ornamentado por motivos geométricos y florales, y rematadas por bellos capiteles tallados a trépano con motivos vegetales entrelazados, que demuestran un trabajo de talla excepcional y primigenio en la zona.
En la panda este del claustro, se ubica la sala capitular, destacable por su bella portada flanqueada por dos ventanales bíforos decorados por arquivoltas apuntadas. En su interior alberga dos sarcófagos pertenecientes uno de ellos a la fundadora Doña Mencía y el otro a doña María, además de la escultura de San Andrés ya mencionada presidiendo la sala.
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En el término de Olmos de Ojeda se ubica el antiguo monasterio de Santa Eufemia de Cozuelos, del que hoy solo queda la iglesia siendo declarada en 1931 Monumento Nacional, un nombramiento más que merecido por la composición y decoración que posee la misma.
Sus orígenes se remontan al siglo X con un posible establecimiento eremítico, y por los numerosos hallazgos arqueológicos en la zona, todo parece atestiguar la presencia de un poblamiento romano en las cercanías de La Granja. Con todo ello, se trata del último monasterio conservado perteneciente a las comendadoras de la Orden de Santiago, datado de mediados del siglo X.
La iglesia de Santa Eufemia de Cozuelos es uno de los ejemplares más bellos del románico palentino, cuyo exterior trasluce su organización interna. El templo consta de una única nave con dos tramos que culminan en una cabecera de triple ábside semicircular, siendo mayor en altura y tamaño el central que los laterales, cubiertos todos ellos por bóvedas de cuarto de esfera. El tramo recto del presbiterio se cubre con una bóveda de crucería, mientras que los brazos del crucero con una bóveda de cañón apuntado. En el crucero se eleva una gran cúpula sostenida por cuatro arcos torales que efectúa la transición de la base cuadrada a su cúpula semiesférica mediante cuatro trompas decoradas con las esculturas de los evangelistas.
El edificio es el resultado de tres fases constructivas bien diferenciadas. La primera de estas, data de mediados del siglo XII y se corresponde con la cabecera, cuyo ábside consta de tres calles separadas por contrafuertes. En cada una de ellas se abre un vano de medio punto con un guardapolvos ajedrezado y capiteles decorados con motivos vegetales y animales, entre los que destacan leones afrontados o águilas afrontadas con las alas desplegadas.
La portada principal se haya en la cara sur de la nave y corresponde con el acceso al desaparecido claustro. Esta presenta una clara influencia del cercano monasterio de San Andrés de Arroyo, tanto en su composición de dos arquivoltas ligeramente apuntadas, así como en sus capiteles vegetales, entre los que destaca el capitel figurado con arpías afrontadas tocadas con gorro frigio.
Mención aparte merece la decoración escultórica de los capiteles del interior del templo, algunos ocupando su lugar original y otros expuestos en un costado del templo. En ellos predomina la ornamentación vegetal, sin embargo, algunos de ellos presentan escenas historiadas como Sansón desquijarando al león, las Tres Marías ante el Sepulcro vacío de Cristo y una escena de fallecimiento en la que el difunto se encuentra entre personajes con báculos y plañideras, con la mano de dios bendiciendo.
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La iglesia de Moarves de Ojeda, fue alabada por el mismísimo Miguel de Unamuno en su viaje al norte de la provincia de Palencia, quedando para siempre reflejada su bella portada en Andanzas y visiones españolas (1922).
De modestas dimensiones, la iglesia de Moarves presenta una planta de una sola nave con cabecera poligonal, en la que pueden diferenciarse dos etapas constructivas. La primera etapa se efectuó a finales del siglo XII y se corresponde con los muros norte y sur, dónde su ubica la bella portada. Mientras, la segunda etapa se corresponde con una reforma tardogótica que efectuó cambios en las cubiertas, la cabecera y en el hastial de los pies donde se ubica la espadaña.
La iglesia de San Juan Bautista fue declarada Monumento Histórico Artístico en 1931 debido a que es un ejemplar único en el románico, cuya seña de identidad es su majestuosa portada. Inspirada en Carrión de los Condes, la portada del templo está compuesta por cinco arquivoltas de medio punto decoradas con motivos ajedrezados, baquetones y carnosas hojas de acanto, que descansan sobre columnas adosadas al muro que sustentan capiteles figurativos, donde se representan escenas juglarescas, con bailarinas, músicos, y saltimbanquis, entre otros; el episodio bíblico de Sansón desquijarando al león; personajes afrontados con escudo y espadas; la lucha de dos hombres con un león; y dos lectores que atienden a un mismo volumen. Un programa similar al representado en Arenillas de san Pelayo y en La Asunción de Perazancas de Ojeda.
Sobre la portada se despliega un gran friso escultórico presidido por la Maiestas domini y flanqueado por el tetramorfos. A ambos lados, se representa un apostolado dispuesto simétricamente bajo arquillos lobulados sobre columnillas con capiteles vegetales, en el que cada figura es individualizada e identificada gracias a sus atributos y a una filacteria con su nombre.
La decoración escultórica se completa con las dos ventanas dispuestas en el muro sur, compuestas por un arco de medio punto que descansan sobre capiteles decorados con animales fantásticos y elementos vegetales. Mientras, en el muro norte se ubica otra portada, descubierta tras la última restauración acontecida, cuya decoración recuerda a San Andrés de Arroyo.
En su interior, cabe destacar la pila bautismal del siglo XIII que entraña un gran valor. Actualmente se sitúa en el lado del evangelio de la cabecera y en ella aparece un Cristo sedente que bendice a un apostolado bajo arquerías, similar a la representación del friso.
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En la pequeña, y a penas conocida localidad de Perazancas de Ojeda, se encuentra la modesta Ermita de San Pelayo. Pese a su humildad, esta ha sido considerada como uno de los escasos hitos del siglo XI en tierras palentinas, configurando la iglesia más antigua románica conservada en la provincia.
En su interior consta de una lápida ubicada en el muro norte que indica la construcción de una iglesia en el año 1076, aludiendo a su patrono, el abad Pelayo, durante el reinado de Alfonso VI. Aunque podríamos pensar que pudiera ser esta, Navarro García cree que pudiera deberse a la desaparecida ermita de San Cristóbal que se alzaba en un cerro.
Aislada en el paisaje y alejada del núcleo urbano, el templo posee una sola nave de planta rectangular que remata en un ábside semicircular con bóveda de cuarto de esfera, precedido por un pequeño tramo recto.
Su aspecto actual es el resultado de varias campañas constructivas. Así la parte más antigua data de 1076 y se corresponde con el ábside, dónde aún se conserva su inscripción. Al exterior se articula en cinco paños separados por columnas y consta de dos vanos que permiten que la luz entre al interior, que, junto con la decoración “lombarda” a base de arquillos ciegos, una franja de esquinillas o engranajes y una banda de tacos, convierte al edificio en una herencia del primer románico en tierras castellanas en el que se puede rastrear la influencia de las corrientes románicas catalano-aragonesas y la asimilación de las fórmulas del primer románico pleno, que se estaban dando ya en San Martín de Frómista o San Isidoro de Dueñas.
En el lado occidental de la nave se abre la portada actual que consta de capiteles de estética mozárabe con sus cimacios reaprovechados de alguna construcción anterior, mientras que en el lado septentrional se haya una puerta tapiada en la actualidad que debió comunicar con alguna dependencia desaparecida.
Lo más destacable es el conjunto de pinturas murales en su interior, ya que estas constituyen una de las muestras más relevantes de pinturas puramente románicas de la provincia de Palencia. Tras la última restauración llevada a cabo en 1997, se descubrió la existencia de un enlucido anterior a la ejecución de las pinturas románicas, siendo contemporáneo a la ejecución del ábside, pero que quedó oculto por las pinturas que hoy vemos.
La paleta utilizada por el pintor de Perazancas reunía colores básicos como el rojo, el blanco, el verde, el amarillo y el negro para los perfilados, participando todos ellos en formar una magnífica composición distribuida en tres registros que se corresponden con lo celeste, la transición y lo humano y terrenal. Así en el registro superior es posible intuir los restos de una Maiestas Domini y de un cortejo de querubines, junto con lo que se intuye que debió ser un tetramorfos, debido a una inscripción identificando a Mateo. La zona del hemiciclo abisal lo ocupan los santos y los apóstoles, identificados probablemente todos ellos mediante una leyenda, mientras que en la franja inferior se representan compartimentadas en pequeños cuadros escenas típicas del calendario agrícola, que aluden a los trabajos y los meses, siguiendo la ordenación de la vieja liturgia hispana: de mayo a octubre y de noviembre a abril.
Distintos autores han coincidido en la influencia francesa que impregna las pinturas, aunque han convergido en su cronología, barajando fechas que van desde principios del siglo XII hasta pleno siglo XIII.
El templo parroquial ubicado en el centro de la pequeña localidad data de finales del siglo XII, pudiendo ser, según García Guinea, la Iglesia del Monasterio de San Pelayo fundado en 1186.
La estructura románica original constaba de una nave rectangular con dos tramos, ábside semicircular precedido de un presbiterio rectangular y dos capillas laterales, siendo ampliada con tres naves en los primeros años del siglo XIII, sin embargo, su aspecto actual es el resultado de las reformas que acontecieron en los siglos XV Y XVII.
Actualmente el templo consta de tres naves separadas por grandes pilares que sustentan bóvedas de crucería góticas, mientras que la cabecera se cubre con bóvedas estrelladas de terceletes y combados. El ábside románico se articula al interior mediante una arquería ciega trilobulada de cinco arquillos que se apoyan sobre columnas gemelas y dobles cestas vegetales, muy peculiar en el tardorrománico palentino (Vallespinoso de Aguilar, Zorita del Páramo o Villanueva del Río)
En el lado sur se sitúa el elemento más destacado de todo el edificio, la portada románica. Está formada por un arco de medio punto rematado por una chambrana decorada con elementos vegetales entre los que se haya un dragón. En la arquivolta aparecen representadas distintas escenas: la lucha de villanos a escudo y blasón acompañados por un personaje femenino que se lacera el rostro, un rabelista, un músico, un oso, tañedores de salterio, un personaje leyendo, una pareja abrazada, una bailarina contorsionista similar a la de Moarves de Ojeda, hojas de acanto y, un clérigo escribiendo sobre pergamino acompañado de un ángel que sostiene un tintero. La arquivolta a su vez, se apoya sobre capiteles decorados con hojas de acantos, un combate de un guerrero a caballo contra dragones afrontados, o la escena bíblica de la Huida a Egipto.
Los modelos escultóricos de esta portada se vinculan con los capiteles de la iglesia del monasterio de Santa María la Real de Aguilar de Campoo, con la galería porticada de Rebolledo de la Torre (Burgos), la portada septentrional de Arenillas de San Pelayo y la iglesia de Santa María de Piasca (Cantabria). Estas relaciones nos permiten ubicar la ejecución de la portada en el último cuarto del siglo XII, propia de los talleres que se inspiraron en la portada de Santiago de Carrión de los Condes.
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Para concluir este itinerario, habrá que desplazarse dirección Cervera de Pisuerga tomando la P-227. Antes de llegar a Cervera debemos desviarnos por la carretera comarcal CL-626 para poder contemplar la iglesia de Pisón de Castrejón. Retomando nuestro rumbo por la CL-626 llegaremos a San Salvador de Cantamuda, cabeza del municipio de la Pernía donde tiene el privilegio de ubicarse uno de los templos románicos más bellos.
En pleno Camino Olvidado a Santiago, este templo constituye un buen ejemplo de iglesia rural en el que a pesar de la superposición de estilos todavía mantiene la armonía. Su friso de estilo gótico, muestra la pervivencia en estas tierras de los modelos románicos aún vigentes, aunque presenciando un cambio en el estilo.
La iglesia presenta una nave única dividida en cinco tramos, con ábside semicircular precedido por un amplio tramo recto.
La primera campaña de edificación tuvo lugar hacia el 1200 levantándose la actual cabecera y la estructura de la nave. Ambas destacan por la sencillez de sus líneas y la sobriedad en la decoración, que se concentra en los capiteles del arco triunfal: ambos muestran máscaras humanas bajo los caulículos y elementos vegetales. En el ábside se conserva una mesa de altar protogótica, contemporánea a la fundación de la iglesia y decorada mediante una greca de animales fantásticos entre elementos vegetales de los que surgen máscaras humanas coronadas. De época gótica, destaca el retablo pétreo de la sacristía, con una composición enmarcada entre pináculos y bajo arco conopial decorado con cardina se representa el tema de la Misa de san Gregorio.
La nave se organiza en cinco tramos sobre los que se eleva una bóveda de cañón apuntado reforzada por arcos fajones. En el muro del hastial se eleva una espadaña con dos pisos que debió levantarse en torno al siglo XIII y a la que se accede a través de una escalera ubicada en el atrio, espacio en el cual también se ubica la bella portada.
La portada meridional presenta un arco apuntado liso con cuatro arquivoltas que reposan en cuatro parejas de columnas acodilladas con capiteles vegetales que siguen los modelos de San Andrés de Arroyo. A esta se suman los relieves del apostolado en el friso de la portada, fruto de la campaña decorativa tardogótica, identificados todos ellos por sus atributos, se elevan sobre peanas con figuras de profetas y sobre ellos se sitúan doseletes tallados, situándose en el centro de la composición un Pantocrátor con el tetramorfos. El origen iconográfico del friso se encuentra en la fachada de Carrión de los Condes, cuya fórmula se repite en las portadas de Moarves de Ojeda, o Zorita del Páramo, así como en conjuntos góticos como Villalcázar de Sirga o Traspeña.
Rodeando la cornisa se combinan una rica serie de canecillos, muchos de origen románico entre los que ceben destacar aves y leones devorando alguna presa, un protomo de león, un acróbata, un músico tocando el salterio, figuras que portan libros, elementos vegetales, otros geométricos o lisos.
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Aislada del núcleo urbano y en una de las zonas geográficas más atractivas de Palencia, se encuentra la Iglesia de San salvador de Cantamuda, uno de los templos románicos palentinos con mayor unidad arquitectónica, ya que se ha mantenido intacta sin sufrir ningún añadido que modificase su estructura original, además de custodiar en su interior las mesas de altar románicas más bellas.
La iglesia fue fundada por la condesa castellana doña María Elvira, mujer del conde Rodrigo Guntis y sobrina de Fernando I que yace en el interior, siendo patronato real hasta 1123. Esta consta de una planta de cruz latina, similar a la de Santa Eufemia de Cozuelos y San Andrés de Arroyo, de una sola nave cubierta por una gran bóveda de cañón, con crucero y tres ábsides que se comunican entre sí. El crucero se forma con una nave dispuesta en perpendicular a la principal, destacando ligeramente en planta un cimborrio cuadrado. Al sur y protegida por un pórtico del siglo XVI se ubica la portada compuesta por tres arcos de medio punto, mientras que en el hastial se eleva la gran espadaña, a la que se accede por una torrecilla cilíndrica
Apenas hay decoración escultórica, concentrándose esta en los capiteles del interior, destacando uno una pareja de bueyes sobre un fondo de vástagos vegetales y otro de dos caballos enfrentados, en los vanos y en los canecillos que rodean la cornisa. Sin embargo, el mejor conjunto decorativo lo forman las mesas de sus altares, soportadas por columnas con capiteles semejantes a los ubicados en el templo y cuyos fustes son recorridos con diversos tipos de flores, hojarasca y tramas geométricas.
Por último, cabe mencionar que en 1970 apareció en el presbiterio una lauda sepulcral de piedra caliza con una inscripción de tipo mozárabe y con una tosca decoración con arcos de herradura y grecas, similar a otra ubicada en el lapidario de Santa Eufemia de Cozuelos, de cronología altomedieval.
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SANDRA MARTÍN LÓPEZ
Centro de Estudios del Románico. Fundación Santa María la Real.