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Vista desde lado suroeste

Identificador
50230_02_005n
Tipo
Formato
Fecha
Cobertura
42º 16' 53.12'' , -1º 16' 1.53''
Idioma
Autor
Delia Sagaste Abadía
Colaboradores
Sin información
Edificio Procedencia (Fuente)

 

País
España
Edificio (Relación)

Castillo

Localidad
Sádaba
Municipio
Sádaba
Provincia
Zaragoza
Comunidad
Aragón
País
España
Descripción
El Castillo de Sádaba domina desde un pequeño promontorio toda la perspectiva del pueblo y asume una imagen imponente desde la lejanía, sobre todo viniendo desde Ejea. Desde el punto de vista histórico, el castillo es una construcción del siglo XIII, aunque no fue la primera en levantarse en este mismo lugar. Ya existía con anterioridad otro castillo en tiempos de Alfonso I el Batallador, del que él mismo habla cuando afirma en 1125: “delante de aquel castillo nuevo que hicimos en el campo de Sádaba”. Se trataría en ese caso de una construcción del siglo XII, integrada en el amplio sistema defensivo que el Batallador diseña para la comarca de las Cinco Villas, al fin y al cabo una zona de frontera con Navarra y por tanto de una gran importancia estratégica, como se demostrará sobre todo años más tarde. Suponemos que este primer castillo seguiría el modelo característico de fortaleza románica, con donjon central y cierre amurallado alrededor. El castillo actual, no obstante, se construye un siglo después, cuando arrecian los problemas en la frontera entre los reinos de Aragón Navarra, que exigen reforzar los sistemas defensivos de la zona. Aunque en este caso ya no se trata de una construcción auspiciada desde el reino de Aragón, sino desde el de Navarra, pues es Sancho VII el Fuerte quien lo levanta cuando establece su dominio sobre la zona, terminando de esta forma con las correrías y afrentas continuas que había protagonizado Arnaldo de Alascún, señor de la zona. A pesar de ello, Teobaldo I, sucesor de Sancho VII, devolverá la hacienda, y por tanto la fortaleza, a los Alascún, a cambio de su vasallaje al reino de Navarra. El castillo pasaría finalmente a posesión aragonesa cuando Jaime I se apropió de la zona definitivamente en 1261. El castillo de Sádaba siguió situado en un lugar estratégico durante las múltiples disputas que se suceden en el siglo XIV, tanto en tiempos de Pedro IV, como de Martín V, e incluso en el siglo XV, cuando aún no se han acabado las discordias entre Aragón y Navarra. Es a partir del reinado de los Reyes Católicos cuando la zona se estabiliza definitivamente y el castillo deja de tener una importancia estratégica. No se tienen noticias del mismo en adelante, tan sólo una apostilla de Labaña en su Itinerario del reino de Aragón, cuando dice: hum castellete da villa, cuadrado con oito torres inteiras, porem no castllo nao ha habitaçao, que por una parte resulta cuando menos curioso que hable de ocho torres cuando el castillo sólo tiene siete, y que por otra, deja claro que, al no haber habitaciones, se supone que conservadas como tales, es porque el edificio probablemente ya se hubiera abandonado. Así ha seguido durante mucho tiempo, hasta beneficiarse de una reciente restauración promovida desde el Gobierno de Aragón. En cualquier caso, el proceso histórico del castillo sigue planteando interrogantes, pues aparte de no aparecer consignado documentalmente en apenas ningún hecho de armas relevante, resulta un castillo de tipo residencial, cuyas dimensiones parecen excesivas para el lugar y sus mentores. Como construcción defensiva no sigue los criterios prácticos de fortalezas mucho más sencillas como algunas que lo rodean en la comarca, Layana, Sos o Castiliscar, pero por otro lado, su apariencia imponente y la importancia funcional dada a sus estancias o a su capilla, tampoco concuerdan con las escasas noticias de su fundación. Y aunque no hay testimonio documental alguno que lo pruebe, es posible que el castillo, construido efectivamente bajo el mecenazgo de Sancho VII, fuera levantado en beneficio de la orden militar de San Juan, como parece probarlo la cruz de la orden grabada en un lugar tan primordial como el tímpano de la entrada a la capilla. Las dimensiones de la fortaleza y su importante función residencial terminarían de demostrarlo. En cuanto a la autoría auspiciada por el rey de Navarra tampoco debe extrañarnos, si tenemos en cuenta que sus relaciones familiares y políticas le colocaron en la órbita europea en un momento en el que se está desarrollando una nueva tipología de castillos que es precisamente la que sigue Sádaba. Se trata de nuevas fortalezas de planta rectangular, rodeada de torres defensivas que se intercomunican a través de la muralla por un paseador o adarve, y que cuentan con un amplio patio central y habitaciones a su alrededor. Es el llamado modelo “Felipe Augusto”, por ser precisamente este rey quien impulsa en Francia este tipo de construcciones que al filo del 1200 sustituyen las viejas fortalezas románicas de donjon y muralla circundante. La relación familiar de Sancho VII con Ricardo Corazón de León, cuñado suyo, y su coincidencia en más de una ocasión con el propio Felipe Augusto, le pondrían en contacto con estas nuevas tipologías que están levantándose en Europa por esas mismas fechas. Su decisión de levantar un castillo en esta zona de frontera sería una buena oportunidad de probar su eficacia. El castillo de Sádaba destaca por tanto por su tipología novedosa, pero también por sus notables dimensiones y por su excelente estado de conservación, porque con anterioridad a la restauración anteriormente citada, el edificio se hallaba en un estado óptimo, sin haber sufrido reformas anteriores. De ahí que la actuación sobre el castillo requirió básicamente un proceso de consolidación y recalce, así como del cosido de algunas grietas de sus muros. La fortaleza se levanta sobre un promontorio de escasa altura del que se aprovecha una afloración arenisca sobre la que se asienta su lado occidental, siendo calzada el resto de la construcción por un zócalo de sillares irregulares que nivelan los otros lados. En conjunto, el castillo ocupa un rectángulo irregular (de 30 x 35 m aproximadamente) cercado por una muralla de 2 m de espesor y unos 10 m de altura, que consta de siete torres cuadrangulares, ligeramente en talud, y que sobrepasan la altura de la muralla en unos 7-8 m. El acceso al recinto se encuentra en el lado sur y consiste en una característica entrada en recodo con dos puertas en sus extremos y el suelo en rampa, elementos todos ellos que servirían de encerrona al enemigo. La entrada además está flanqueada por dos de las siete torres del castillo, y ambas tienen en la parte superior de sus muros sendas ménsulas que servirían de apoyo a un matacán con ladronera que permitiría más fácilmente el sistema defensivo de acceso al recinto. Las torres se sitúan una en cada ángulo, más una en el centro del lado norte, otra en el centro del lado este y otra más al sur aunque en el vértice suroeste, lo que posibilita que entre estas dos últimas se defienda la puerta de entrada como ya hemos visto. Toda la parte superior de la muralla se ve recorrida por un paseador o adarve, atravesando incluso las torres por medio de pasadizos. Torres y muralla se rematan en merlones que completan un almenado defensivo, reforzado por medio de aspilleras distribuidas a lo largo de sus muros. Un conjunto por tanto muy sobrio al exterior, característico de una fortaleza militar, sólo interrumpido por las ventanitas geminadas sin apenas decoración y de tradición románica, que se abren en lo alto de la torre suroeste. Ya dentro del recinto, el espacio se ve abierto por un amplio patio de armas que permite la distribución de las estancias y que cuenta en su centro geométrico con un aljibe subterráneo. Las dos salas principales se sitúan en paralelo en los muros norte y este, hallándose en el extremo sudeste, la capilla. En cuanto a las salas, son dos amplios rectángulos adosados a los muros, que se dividían en dos plantas separadas por un piso de madera. También en ambos casos se cubría toda la estancia por un sistema de arcos diafragma apuntados, que sostendrían un viguerío de madera. Al segundo piso se accedía por medio de unas escaleras adosadas al muro frontero de la sala oeste. Las puertas y accesos que van abriéndose en todas estas estancias perseveran en el modelo de arcos de medio punto de perfiles aristados, o en simples vanos adintelados, lo que por tanto mantiene el tono sencillo y de tradición románica que hemos visto en toda la construcción. Pero no es éste el caso de la capilla. Situada en el extremo sudeste del patio, concita el mayor esfuerzo decorativo y constructivo de todo el castillo. Tiene forma rectangular de 7 por 5 m aproximadamente y al exterior ya muestra un primer elemento esencialmente ornamental, puesto que no parece que tuviera ninguna función tectónica. Se trata de dos columnitas adosadas al muro, junto a la puerta, que ciertamente nos recuerdan los culde- lampe o pares de columnas que frecuentemente sirven de recurso ornamental en las construcciones cistercienses. Se rematan con capiteles lisos, en un modelo constructivo y decorativo que se relaciona con el cercano monasterio cisterciense de Cambrón y otras construcciones afines de los alrededores. Se accede a la capilla por medio de una puerta adintelada muy sencilla, pero que se ve rematada por un dintel enterizo que es donde se halla grabada la cruz de la orden de San Juan del Hospital. Al interior cuenta con dos pilares y una columnita acodillada en cada esquina de la habitación, rematados por capiteles de labra vegetal muy sucinta, y un cimacio encima que sirve de apoyo a los nervios de la bóveda. Bóveda que es de crucería ligeramente apuntada y cuyos nervios presentan perfiles abocelados, al contrario que en el resto de las estancias que lo son de perfiles en nacela, mucho más adustos. Lo propio ocurre con la puerta de entrada desde el interior, que presenta doble arco de medio punto de perfiles en bocel. Junto a la capilla, la torre sudeste presenta también un tratamiento más cuidado que el resto. Se halla dividida en dos plantas, la inferior, cubierta con bóveda de cañón ligeramente apuntado, podría completar la función religiosa de la capilla a la que se halla anexa; la planta superior se cubre con bóveda de arcos entrecruzados. Aunque la torre que de las siete asume un carácter más nobiliar es la del ángulo sudoeste. Su interior se organiza en dos plantas rectangulares, la inferior, a su vez, subdividida por un piso de madera. Esta planta inferior se cubre con bóveda de cañón cuyos arcos descansan sobre ménsulas colgadas, similares a las de la capilla. A su vez, la bóveda de la planta superior es de arcos cruzados de medio punto, apoyados también en ménsulas de ángulo, como las de la sala de la torre sudeste que hemos comentado, y abre en dos de sus paredes sendas ventanitas geminadas, que como ya hemos comentado, constituyen una de los pocas licencias ornamentales de esta fortaleza en su apariencia externa. Por todos estos detalles, es de suponer que la torre asumiría una función pareja a la torre del homenaje de los castillos románicos. Por su parte la torre que cobija la entrada de la fortificación posee dos plantas separadas por un piso de madera y por su situación en la entrada podría tratarse del cuerpo de guardia del castillo. El resto de las torres, mucho más simples desde el punto de vista constructivo y ornamental, asumirían una función meramente militar. Todas ellas, así como los lienzos de muro, se ven recorridos a media altura por una hilera de mechinales que probablemente testifiquen la existencia original de un cadalso corrido de madera que recorrería el exterior de todo el edificio. Del estudio formal realizado podemos deducir dos elementos consustanciales a las características tipológicas del castillo. Por una parte, constituye un ejemplo prototípico del modelo “Felipe-Augusto”, que como ya comentamos se desarrolla a principios del siglo XIII en buena parte de Europa, sustituyendo al modelo de castillo románico. Aunque en realidad esta tipología tiene sus orígenes en construcciones de tradición musulmana y bizantina que los cruzados habrían conocido en sus expediciones a Tierra Santa. De ahí que la relación de Sancho VII con Ricardo Corazón de León, que lidera la tercera cruzada, y con el propio Felipe Augusto, sirva de base para que desde su mecenazgo se propicie un modelo defensivo de estas características. De todas formas no es el primero con esta tipología que se levanta en España; para entonces ya existen otros ejemplos en la Península que también pudieron servir de inspiración: Villalba de los Alcores en Valladolid, la Zuda de Lleida o el Castillo de Miravet. Por otro lado, no puede despreciarse una influencia del románico local que se está desarrollando en esos mismos años en toda la comarca de las Cinco Villas, románico que a su vez tiene ciertos elementos de impronta cisterciense que se rastrean fácilmente en el cercano monasterio de Cambrón. Especialmente la utilización de capiteles colgados, determinados tipos de abovedamientos, tallas lisas o de sencilla labra vegetal, y sobre todo el detalle de las columnas pareadas adosadas al hastial de la capilla, como si se tratara de cul-de-lampe, son todos ellos elementos que se encuentran en Cambrón, y por su misma influencia, en otros edificios de la zona. No se olvide que el traslado de Cambrón a Iguacel se produce en 1202 y que es a partir de esa fecha cuando suponemos que se comenzarían las obras del nuevo monasterio. Al filo del 1200, por tanto, en fechas muy próximas a las que se construye el Castillo de Sádaba.