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Vista interior desde los pies

Identificador
31172_01_047
Tipo
Formato
Fecha
Cobertura
Sin información
Idioma
Autor
Javier Martínez de Aguirre
Colaboradores
Sin información
Edificio Procedencia (Fuente)

 

País
España
Edificio (Relación)

Monasterio de Santa María de Yarte

Localidad
Lete
Municipio
Iza
Provincia
Navarra
Comunidad
Navarra
País
España
Descripción
EL MONASTERIO DE YARTE está situado en el término municipal de Lete, en las inmediaciones de la antigua vía romana que conducía desde Astorga hasta Burdeos, justo donde dicha vía accedía a la Cuenca de Pamplona. La iglesia y sus edificaciones anejas no quedan lejos del río Araquil, a mano izquierda de la carretera que conduce a dicha localidad. Las referencias más antiguas provienen de la donación del monasterio superior e inferior de Yarte efectuada por Sancho el Mayor y su esposa Mumadona al abad Leoario de Albelda en 1024 Del mismo año data una entrega de heredades a los monasterios de Yarte y de Anoz (ad ipsas cenobitas que uocitantur Yharte et Anoz, que Lacarra traduce como “monasterio de religiosas de Yarte y Anoz”). Tras un período de pertenencia a Albelda, García el de Nájera concedió Santa María de Yarte y otras posesiones al monasterio de Irache en 1045 a cambio del castillo de Monjardín. Ningún resto visible en la actual iglesia puede identificarse como prerrománico. Con motivo de las obras de restauración (2002-2006), se han llevado a cabo excavaciones en el interior del templo y su entorno cuya publicación permitirá conocer mejor sus orígenes. Yarte funcionó como priorato del que dependían otras propiedades irachenses cercanas. Aquí se centralizaba la recepción de rentas que luego se remitían a la abadía benedictina. En 1110 era prior Eximinus y consta la existencia de otros clérigos en el lugar. Resulta muy interesante la donación de Aznar Oriol de Sotés, quien previó que su cuerpo y el de su hijo habrían de ser enterrados en Yarte, lo que motivó un conflicto acerca de ciertas heredades legadas por el difunto a Irache, resuelto antes de 1131. No es descartable que algún particular ayudase a la financiación de la construcción de la iglesia con la intención de ser sepultado en su interior o en sus inmediaciones, como sucedió con otros templos del siglo XII. Hacia 1200 aparece citado repetidas veces el prior Sancho Zutur, lo que hace suponer que fue un período brillante en la vida del pequeño cenobio. Le sucedió Martín (1217) y años después Íñigo Zutur (1227-1250). Justamente en tiempos de este último (1229) aparece la única referencia documental a obras en el monasterio (la venta de dos collazos ad opus monasterii Sancte Marie de Ihart). Es bien conocido que el concepto medieval de “obra” de un monasterio no hace referencia exclusivamente a la concreta edificación de la iglesia, sino también a su mantenimiento o lo relativo a otros edificios y labores, por lo que su cita en una documento no es definitiva a la hora de asignar cronología a edificaciones hoy en pie. Las dimensiones de la edificación son humildes y proporcionadas con el tipo de culto que allí iba a tener lugar. Sería equivocado pensar que estamos ante una iglesia importante y que hubo una organización de topografía monástica (claustro y dependencias) semejante a la localizable en el propio monasterio de Irache. En la rica documentación posmedieval sólo consta la existencia de la iglesia, la casa aneja, el patio con su pozo y las construcciones destinadas a almacén, granja, molino y viviendas de colonos. Diversas descripciones de los siglos XVII y XVIII, como un inventario de 1662 y la relación redactada por el prior Soldevilla hacia 1790 en el Libro Manual de Yarte, describen la decadencia del priorato. En 1802 se afirma que lo habitaban “un monje y dos criados, que regularmente son 20 personas”. En 1850 había un vecino y seis almas. Los avatares de la desamortización en este enclave fueron estudiados por Mutiloa. El interior siempre resultó austero. En el siglo XVII tenía una imagen de la Virgen y un calvario que fue enterrado junto al arco del coro. Aneja a la iglesia existió la casa del priorato, con lo necesario para la vida de un muy reducido número de monjes (nunca se documentan más de dos al mismo tiempo), y los almacenes necesarios para centralizar las rentas. Los edificios de los colonos se reconstruyeron a finales del siglo XVIII. La iglesia románica de Santa María de Yarte cuenta con un número muy reducido de referencias en la bibliografía histórico-artística. Biurrun ignora su fábrica aunque demuestra conocer el lugar, ya que habla de una antigua cruz parroquial de madera pintada, que considera románica: “de madera, no se recubre con chapas de metal, como otras conocidas, sino de pintura románica, en que aparecen los evangelistas, representados en los emblemas, que ya son bastante conocidos. Su factura no es como la arqueta de Fitero, ni como la custodiada en la Catedral de Pamplona, y que procede del Monasterio de Leyre. Es de mayor perfección pictórica que el cofre de reliquias Fiterano: se emplearon algunos tonos más que en la arqueta: y aún pudiera decirse que, si en la primera predomina una dificultad ornamental, cual correspondía a los monjes blancos, en esta otra se advierten influencias de un arte más jugoso y acostumbrado al ornato en figuras y representaciones”. Se desconoce su paradero actual. El templo fue descrito por Clavería y otros autores, que lo datan a mediados o en la segunda mitad del siglo XII y lo relacionan con Navascués y Eusa por la existencia de una torre ante la cabecera. Uranga e Íñiguez caracterizaron este grupo de iglesias como “tipo Loarre” y en él incluyeron también Olleta, Azuelo, Cataláin y Ballariáin. El Catálogo Monumental de Navarra hace referencia a las pinturas murales góticas ubicadas en el tramo con cúpula. La iglesia fue edificada en un único impulso constructivo, como revela el análisis de paramentos. Se empleó un sillarejo bastante regular, del tamaño habitual en otras edificaciones románicas del siglo XII (altura de hiladas entre 20 y 40 centímetros), aunque no tan cuidado en la elección del material y en la labra de sus superficies como en templos de mayor empeño. El mayor esmero en la zona septentrional del ábside lleva a pensar que las obras se iniciaron por esa área. También el contrafuerte emplazado al norte, en la conjunción de cabecera y tramo abovedado, presenta un alzado más complejo (con doble esquina) que el correspondiente del lado sur, lo que indicaría su construcción anterior. El templo consta de tres espacios diferenciados: cabecera, tramo con cúpula y nave. La cabecera presenta exterior de trazado semicircular e interior poligonal de siete paños, que dibujan un polígono irregular, a manera de herradura, como refleja claramente el plano. El exterior de la cabecera muestra tres ventanas estrechas, parcialmente rota la central, talladas en sillares diferentes al resto del muro (con otro tipo de piedra y labra esmerada). Son semejantes a muchas otras ventanas en aspillera de construcciones románicas rurales. Los muros se alzan sin interrupciones hasta la cornisa, sustentada sobre canecillos abiselados. La cubierta llegada a nuestros días era principalmente de laja y teja. El interior de la cabecera resulta más interesante, sobre todo a la altura de las ventanas. A este nivel en los siete paños se practicaron rebajes de remate semicircular. En el eje y en los intermedios se abren las correspondientes ventanas abocinadas, mientras que en los otros cuatro paños dichos rebajes arqueados quedaron ciegos. Sobre los siete lados arranca una bóveda por paños y no la habitual de horno tan característica del románico. Alzada en mampostería pequeña e irregular, fue revestida de un revoque de color arenoso sobre el que pintaron probablemente desde el origen un despiece de tamaño pequeño, recuperado durante la reciente restauración. Dicho despiece parece haber decorado asimismo los muros. Está animado por una cruz griega de brazos ensanchados en la cúspide de la bóveda, un diseño a manera de dovelas en el borde de los arcos rebajados y una cinta en rudimentaria greca bajo el arranque de la bóveda. Hasta la reciente restauración (2002-2005) el altar se situaba anejo al muro. Hoy se emplaza en el centro del presbiterio; consta de un ara monolítica con su receptáculo de reliquias. El tramo con cúpula se manifiesta al exterior mediante muros más altos que la cabecera y la nave. Ya hemos mencionado la peor calidad en el aparejo, a lo que hay que añadir la inexistencia de canecillos bajo la cornisa. La cúpula se manifiesta al exterior rebajada, con el perfil condicionado por su conexión con la espadaña. Llegó al 2002 cubierta de laja y teja como la cabecera y rematada en una linternita de ladrillo barroca. El interior del tramo con cúpula se acusa por la presencia de gruesos machones de un metro de frente y casi otro tanto de resalte. Sirven para soportar dos grandes arcos de medio punto. En el muro sur se abre una ventana elevada, semejante a las de la cabecera. Bajo ella se localizan dos nichos de remate semicircular como los de la cabecera. En el muro norte no hay ventana, pero sí los correspondientes dos nichos parejos a los situados enfrente (el lugar del tercero se ve parcialmente cubierto de revoque que, al haber desaparecido en algunos lugares, facilita comprobar su inexistencia). Resulta muy normal en la arquitectura medieval navarra que no haya ventanas abiertas en el muro septentrional. En ambos muros se emplazaron hornacinas de menor altura y mayor profundidad de finalidad litúrgica. La transición del cuadrado a la cúpula se realiza mediante cuatro superficies triangulares en las esquinas, donde normalmente (me refiero a otros edificios del siglo XII) vemos trompas. Una moldura sencilla marca el arranque de la cúpula en su muro oriental. La cubierta está formada por ocho paños curvos, es decir, obedece a un sistema semejante al empleado en la cabecera. El aparejo también es idéntico. En el centro se abre el hueco correspondiente a la linternita. El modo como están terminados los sillarejos que constituyen el orificio recuerdan a los que trazan los arcos de las puertas, de lo que es deducible la apertura del óculo desde el origen. El tramo de nave se encontraba hasta 2002 muy desfigurado. Tras la reciente intervención ha recuperado la apariencia de época románica: un espacio único con su puerta principal sensiblemente centrada en el lado norte y la correspondiente ventana en el lado sur. La puerta principal abierta mantiene su arco original y un resalte exterior en las enjutas. Carece de cualquier otro elemento tallado: ni fustes, ni capiteles, ni arquivoltas. La ventana meridional todavía conserva su enmarque moldurado y su abocinamiento original. Una segunda ventana se abre a nivel más alto en el hastial. Ambas presentan hacia el exterior el mismo despiece y hacia el interior el mismo abocinamiento que las de la cabecera. Una moldura pétrea de perfil oblicuo recorre los muros meridional y septentrional a la altura de la imposta de la ventana meridional a la que enmarca. La puerta meridional está muy deteriorada pero probablemente existió allí desde el principio. La nave se cubre con bóveda de medio cañón de la misma mampostería que cúpula y cabecera; conserva canecillos bajo la cornisa. En el exterior del muro occidental todavía se ven ménsulas que pudieron corresponder a alguna construcción antigua. El hecho de que la casa prioral moderna ocupara ese mismo lugar hace suponer que desde el principio se planteó la edificación complementaria en esta zona de la iglesia. La hipotética primera construcción sería muy elemental, de madera, y no ha dejado otra huella. Desde el exterior se aprecia una espadaña alzada sobre el encuentro de cúpula y nave. Es muy sencilla, de arco semicircular único, con ciertos refuerzos en el muro (ménsula visible en la esquina de la nave). Como se deduce de los elementos espaciales y de las técnicas constructivas, la iglesia de Santa María de Yarte parece haberse edificado en una campaña única no muy dilatada. Fue proyectado un templo peculiar, organizado en tres ámbitos. La cabecera destaca por la combinación de diseño semicircular exterior y poligonal interior, y también por la alternancia de ventanas y arquería ciega. Ambos rasgos los comparte con otras construcciones navarras del siglo XII, derivadas de la desaparecida catedral románica de Pamplona. Dadas las vinculaciones de Yarte, sin duda se siguió, simplificándolo, el modelo constructivo irachense. Allí encontramos la combinación semicírculopolígono, si bien al revés, ya que el semicírculo corresponde al interior del ábside y el polígono al exterior. Del mismo modo, en Irache se da la alternancia ventanas-arcos ciegos y la existencia de siete paños, con la diferencia de que fueron muy decorados y se añadió un nivel de óculos. En resumen, la cabecera de Yarte simplifica la de Irache mediante un recurso que abarató considerablemente el costo al prescindir de cualquier elemento escultórico (lo que permitía además trabajar con piedra de menor calidad y con canteros menos diestros). Otra particularidad de la cabecera de Yarte es el hecho de que los paños occidentales no sean paralelos sino convergentes, de forma que el polígono dibuja una herradura. Sin duda es algo intencionado, pero no sabemos a qué se debe. Una explicación atractiva lleva a suponer que en la construcción prerrománica de Yarte la cabecera dibujara una herradura, como las de muchas iglesias hispanas del siglo X, de forma que la renovación románica habría mantenido un recuerdo del trazado original. La existencia de una cúpula en el primer tramo ha sido puesta en comparación con Loarre y con varias iglesias navarras (Olleta, Cataláin y Azuelo principalmente). Todas comparten la organización en tres espacios: ábside, tramo con cúpula y nave. Pero existen diferencias entre ellas. Así, la vinculación de Yarte con Loarre se manifiesta especialmente cercana en la presencia de tres ventanas en el muro sur del tramo con cúpula aragonés, que recuerda a la ventana más dos arcos ciegos de Yarte. Sin embargo, existen claras divergencias: dejando de lado que Yarte carece de arquería ciega en la parte inferior del ábside, Loarre tiene una ventana en el muro norte del tramo con cúpula, presenta óculos entre las trompas y, sobre todo, no tiene linterna. En cuanto a las navarras, tanto Olleta como Cataláin disponen linterna (ninguna llegada a nuestros días es de factura románica), pero el modo como se sustentan sus cúpulas es distinto. En Olleta se alza sobre dos arcos semicirculares completos transversales y dos cuartos de círculo longitudinales. Cataláin, que sí tiene arquillos ciegos en el zócalo del ábside (como Loarre), ofrece un interior muy reformado. Azuelo carece de linterna y la soportan una combinación de arcos apuntados y semicirculares. Tanto Loarre como Olleta y Azuelo elevan las cúpulas sobre trompas (dobles las aragonesas) y se enriquecen con decoración escultórica. De este modo, mientras la derivación irachense de la cabecera resulta evidente, el tramo con cúpula no remite directamente a ninguna obra que haya llegado a la actualidad. No hemos de olvidar que también Irache contó con una cúpula románica -o al menos con su proyecto- sobre el crucero; es imposible averiguar si en algún diseño inicial contaba con linterna. La comparación con otras iglesias mencionadas por Uranga e Íñiguez, como Ballariáin o Eusa, topa con la dificultad de que ambas tienen torre sobre este tramo, no cúpula, mientras que Yarte se conforma con una espadaña. No hay razones para pensar que tuvo torre campanario luego derruida, como supone Mutiloa. En cuanto al tramo de nave, la presencia de la puerta centrada en su muro norte resulta semejante a Olleta o a Villaveta, aunque en este caso simplemente se acude a una solución tan normal que no es posible extraer demasiadas consecuencias: la colocación de las puertas en las iglesias románicas responde a la circulación en el exterior y a la relación con edificaciones cercanas. Ni Olleta ni Loarre tienen puerta occidental (sí la hay en Azuelo). Acerca de la ausencia de campanario en Yarte y su sustitución por espadaña, la solución recuerda a otras obras vinculadas con la catedral de Pamplona como Cataláin y Eunate. También Azuelo fue dotada de espadaña, pero en la zona más alterada por recrecimientos tardogóticos. Loarre carece de espadaña y de torre campanario en la capilla castrense. Olleta tiene a los pies torre con este cometido. Muchas iglesias navarras románicas dispusieron de espadaña. En Yarte los contrafuertes de su cara occidental no son simétricos. El meridional fue situado un poco más hacia el interior, lo que obligó a colocar una ménsula junto al arranque de la bóveda de la nave. En cambio, el septentrional, al ubicarse más hacia fuera, fue a apoyar sobre el muro lateral, de suerte que no hubo necesidad de disponer otra ménsula. ¿Qué tiene en común Yarte con las iglesias románicas navarras aquí citadas? ¿Acaso el tramo con cúpula era empleado con alguna finalidad litúrgica desconocida? La iglesia de Loarre corresponde a una canónica agustiniana y su construcción ha sido puesta en relación con obras languedocianas. Olleta era sede de una encomienda sanjuanista. Cataláin fue donada a Roncesvalles y en ella se celebraban reuniones del valle, pero no sabemos exactamente con qué finalidad fue construida. La única iglesia que vivió una trayectoria histórica similar a Yarte es Azuelo, dado que existía antes del año 1000, fue donada por García el de Nájera (el mismo monarca que cambió Yarte por Monjardín con los monjes de Irache) a Santa María de Nájera y quedó como priorato de este monasterio benedictino. En la imposibilidad de saber si la planta y los alzados de Yarte respondían a algún contenido simbólico o tenían usos litúrgicos que ignoramos, lo cierto es que las semejanzas planimétricas y de alzado entre Azuelo y Yarte estrechan los paralelismos entre ambos prioratos. Quizá los monjes de Irache tenían Azuelo como modelo de lo que había de ser una iglesia prioral (la nave de Azuelo fue redimensionada en el siglo XVI). Fue contratado para ejecutar este proyecto un grupo reducido de canteros, no demasiado duchos ni atrevidos, que simplificaron soluciones e introdujeron cambios de matiz (polígono interior y semicírculo exterior en vez de lo contrario). El aparejo no es el más esmerado de su tiempo, los elementos ornamentales quedan reducidos al mínimo e incluso las soluciones constructivas manifiestan limitaciones técnicas: prefirieron bóvedas de paños, más sencillas que las hermosas de horno que vemos en la mayor parte de los ábsides navarros, o que la cúpula semiesférica esperable en el primer tramo (quizá se vieron impelidos por el polígono interior que dibuja la cabecera). Que no manejaban con soltura la ejecución de superficies curvas lo demuestra asimismo la presencia de los triángulos de esquina en vez de trompas bajo la cúpula. El escaso esmero en la labra de los sillarejos conllevó la ausencia de marcas de cantero, de manera que no podemos establecer conexiones con otras obras románicas navarras donde sí aparecen, ni tampoco nos permiten aproximar el número de maestros contratados para la obra. En cuanto a la cronología, la derivación segura de Irache y probable de Azuelo permite afirmar un término post quem. Dado que datan de las décadas centrales del siglo XII, la obra de Yarte habría de situarse a partir de los años sesenta de dicha centuria. Todo lleva a pensar que la opción desornamentada, es decir, la no inclusión de escultores, obedeció más a razones de proyecto que a una imposibilidad de encontrar artistas capaces de decorar puertas o ventanas (otras iglesias de la época, no muy importantes, sí se dotaron de capiteles decorados). Existe un claro paralelo en este deseo de austeridad con alguna obra románica navarra, especialmente con el palacio real de Pamplona, edificado a finales de siglo, pero no hay nexos más cercanos que vinculen ambos edificios. Al examinar la documentación hemos citado que el período con mayor número de menciones de Yarte corresponde a los años finales del siglo XII y comienzos del XIII, en tiempos de los priores Sancho Zutur (hacia 1190-1210) e Íñigo Zutur (1127-1250). Así que todo apunta a que la cronología avanzada por Uranga e Íñiguez es la que todavía hoy debe mantenerse: segunda mitad del siglo XII, más bien hacia las décadas finales. De dar crédito a una posible interpretación de la documentación, sería el entorno de 1230 el que vio la edificación de esta interesante iglesia rural, pero extrañaría que de haberse alzado por entonces no hubiesen hecho mayor uso del arco apuntado o de soluciones propias del gótico. Las modificaciones introducidas con posterioridad fueron poco importantes. No era una iglesia pobre, como demuestran tantas cuentas relativas a rentas, pero todos estos bienes estaban destinados a Irache. Incluso quedó expresado por escrito, aunque en fechas muy tardías (finales del siglo XVIII) que, según un abad de Irache, para nada servía un priorato donde hubiera que invertir sumas altas a tomar de las rentas destinadas a la abadía madre.