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Vista general de Sant Cristòfol de Beget

Identificador
17039_07_001
Tipo
Formato
Fecha
Cobertura
42.320944, 2.479894
Idioma
Autor
Montse Jorva i Valero
Colaboradores
Sin información
Edificio (Relación)

Sant Cristòfol de Beget

Localidad
Beget
Municipio
Camprodon
Provincia
Girona
Comunidad
Cataluña
País
España
Ubicación

Sant Cristòfol de Beget

Descripción

Iglesia de Sant Cristòfol de Beget

 

La iglesia de Sant Cristòfol preside la población de Beget, un pueblo de la llamada Alta Garrotxa que tuvo municipio propio hasta 1969, cuando fue agregado a Camprodon. El lugar está situado a 541 m de altitud, en una hondonada junto a la riera de Beget, en un entorno boscoso de encinas, robles y hayas. La mejor ruta para acceder al pueblo es la que sale de Camprodon por la carretera C-38, hacia el Norte, y toma luego la GIV-5223, que pasa por Rocabruna y termina, tras unos 14 km, en la población. También se puede llegar desde la comarca de la Garrotxa, en el Sur, por la GIV-5221 que sale desde la N-260 en Castellfollit de la Roca

 

La historia del lugar está ligada a la de los castillos de Bestracà y Rocabruna, y a la de sus señores. Ambas edificaciones están ubicadas en el término de Camprodon y constituían la red defensiva de la zona pirenaica próxima a Beget. Sabemos que los habitantes de Beget dependían del castillo de Rocabruna por jurisdicción civil, y está documentado un Pere de Rocabruna en la hueste del conde ceritano Oliba Cabreta en 986, así como un Bernat de Bestracá entre las tropas del conde Bernat Tallaferro de Besalú que tomaron parte en la célebre expedición de mercenarios catalanes a Córdoba en 1010. Es precisamente en los aledaños del castillo de Bestracà que la tradición sitúa un antiguo monasterio de cuya iglesia procedería la imagen de la Majestat que se venera, todavía hoy, en Sant Cristòfol de Beget.

 

La primera constancia escrita del lugar de Beget, que data del año 965, refiere la donación de un alodio al monasterio de Sant Pere de Camprodon por parte del conde Sunifred II de Cerdanya-Besalú. Un año más tarde, aparece de nuevo la población en el testamento del mismo conde, en una amplia relación de bienes donados al cenobio de Camprodon. La primera mención a la iglesia de Sant Cristòfol la encontramos poco más tarde, en el año 974, en el testamento del conde-obispo Miró, hermano de Sunifred II. Ya en el siglo xi, en concreto en el año 1013, se conoce que el monasterio de Sant Pere de Camprodon adquirió, por donación del levita Berenguer, una finca situada en la parroquia de Sant Cristòfol de Beget que éste había comprado al conde bisaldunense Guillem I. Con posterioridad, en 1017, una bula del papa Benedicto VIII confirmó la relación con dicho monasterio, que vio incrementadas sus posesiones con otras donaciones, como la que realizó en 1097 Arnal de Petrio, de todos los derechos y honores que poseía en la parroquia de Beget. Poco después, en 1111, recibió otro alodio de un personaje llamado Adalgarius.

 

A partir de la segunda mitad del siglo xii hace irrupción el linaje de los Llers, señores de Rocabruna, que traerá una etapa de conflictos y usurpaciones jurisdiccionales. En 1159, Arnau de Llers otorgó a la sede de Girona derechos y honores de varias iglesias que retenía injustamente, entre las que se contaba la de Sant Cristòfol de Beget. Su hijo, Arnau II, en 1209, en un documento parecido, volvió a hacer evacuación de las exenciones que habían cometido sobre iglesias y clérigos de sus dominios, incluido el de Beget, en favor del obispo de Girona Arnau de Creixell.

 

Otra referencia expresa a la parroquia de Sant Cristòfol de Beget aparece en el año 1168, con motivo del acta de consagración de la vecina iglesia de Sant Valentí de Salarsa. En el siglo xiii seguimos hallando citas a Beget, como la del año 1213 que relata el convenio celebrado entre Pere de Cervera y Berenguer de Villarí por los honores que el castillo y el término de Montagut tenían en diversas parroquias, entre las que se encontraba la de Sant Cristòfol. Dejamos constancia también de otras donaciones y ventas en el término de Beget a favor del monasterio de Sant Pere de Camprodon, como la de 1220 hecha por Guillem de Joviano, o la que hicieron en 1274 Marquesa, señora del castillo de Rocabruna, junto con su esposo Jaume de Besora.

 

Merece mención especial la concordia que tuvo lugar entre el rey Jaime I y el abad de Camprodon, Guiu (1249-1255), por la que el monarca reconocía, a la par que confirmaba explícitamente, los honores que tenía el monasterio sobre el lugar de Beget además de otros de la cercanía. Gracias a las Rationes Decimarum Hispaniae de 1279-1280, que citan la parroquia de Beget, sabemos que se había dotado a la parroquia de un prepósito. En 1308, Jaume de Besora, señor de Rocabruna, presta homenaje a favor del obispo de Girona, Bernat de Vilamarí, por los diezmos que poseía en la parroquia de Beget. Más adelante, en 1348, Guilermina, vecina de Beget, hace donaciones a la parroquia de Beget y ordena ser enterrada en la iglesia. Esta aparecer citada de nuevo en los nomenclátores de la diócesis de Girona del siglo xiv.

 

La iglesia de Sant Cristòfol se alza imponente presidiendo la población. Se trata de un edificio románico, declarado monumento nacional en 1931, construido en la segunda mitad del siglo xii sobre una anterior edificación de los siglos x y xi. Destaca el hecho de que ha llegado a nuestros días con la decoración y elementos intactos incorporados en época moderna, conservados gracias a la valentía de los habitantes de la población durante la contienda de 1936. La iglesia conserva también un retablo gótico de alabastro del siglo xiv, restaurado en 2001. Actualmente dicho retablo se encuentra en el muro lateral sureste, junto a la puerta de acceso al campanario y permite admirar, en el centro, la belleza de la imagen de la Mare de Déu de la Salut, de la misma época y material, y los detalles de las dos calles de tres niveles donde se representan escenas de la vida de La Virgen y de Jesús. Destacamos, asimismo, el notable conjunto de retablos y altares barrocos que encargó el entonces párroco Genís Palol i Lledó, en el año 1740 y que, como hemos mencionado, se conservan intactos en su emplazamiento original.

 

El templo es un edificio de una sola nave, de grandes dimensiones, dado que si sumamos la longitud de la nave a la de la cabecera nos da un total de 24,60 m de largo por 7,76 m de ancho. Está cubierta por bóveda de cañón ligeramente apuntada y reforzada por sendos arcos fajones de perfil apuntado que parten de pilastras de base rectangular adosadas a los muros. De ello se desprende que nos encontramos ante un edificio del periodo final del románico.

 

La cabecera, a levante, destaca por el amplio presbiterio que, a modo de transepto, antecede al ábside semicircular que alberga el retablo barroco presidido por la imagen románica del Cristo en Majestad (ubicado a unos 2 m sobre el nivel del pavimento de la iglesia), y por una gran imagen de san Cristóbal. Se accede al ábside por una abertura practicada en la capilla lateral de la epístola, y subiendo unos peldaños se pasa bajo la imagen de la Majestad. Dejamos constancia de que a ambos extremos del transepto se encuentran dos capillas laterales. Toda la zona presbiteral, y los arcos torales, está pintada con un programa decorativo a base de elementos vegetales, realizado en 1890 por el pintor de la escuela de Olot, Joaquim Vayreda (1843-1894).

 

El edificio posee diversas ventanas de doble derrame, la mayoría sólo visibles desde el exterior, pues en el interior quedan ocultas tras los retablos barrocos. Las únicas que permiten la entrada de luz natural son las situadas a poniente, en el centro del muro. Actualmente presenta forma circular de ojo de buey, pero sabemos que en la etapa románica era de doble derrame. Añadimos que recientemente, se colocó una cristalera con la imagen de San Cristóbal diseñada por el pintor Joan Granados Llimona (1931-2005). Otra abertura de doble derrame, ésta original, la encontramos en el muro lateral norte. En el muro de poniente observamos un coro datado hacia el siglo xviii, al que se accede por una escalera de madera ubicada en el ángulo noroeste.

 

La observación del exterior del templo nos descubre una edificación levantada en varias etapas. La etapa inicial se nos muestra en la base del edificio, con un aparejo de tamaño desigual que intercala hiladas con sillares de gran tamaño con otras de sillares medianos. El ábside se alza esbelto y majestuoso, destacando una ventana de doble derrame con dos arcos de medio punto en gradación, cuyo arco exterior se sustenta en dos pares de columnas gemelas coronadas por capiteles de inspiración corintia con motivos vegetales. El conjunto constituye un ejemplo muy notable de un modelo que tiene cierta repercusión en la zona, y cuyos máximos exponentes se encuentran en la fachada occidental de Sant Pere de Besalú (Garrotxa) y en el ábside de Santa Maria de Cornellà de Conflent. En Beget, la decoración absidial se completa, en la zona del alero superior, con un friso de dientes de sierra que se sustenta en una ristra de arcos ciegos monolíticos, que a su vez descansan en canecillos incurvados. Este tipo de decoración está presente también en otras iglesias de la región, como la de Sant Martí de Maçanet de Cabrenys (Alt Empordà), Santa Maria de Costoja (Vallespir) o de nuevo en Santa Maria de Cornellà de Conflent.

 

Los muros exteriores son lisos y apenas destacan los contrafuertes que coinciden con los arcos fajones del interior. La cubierta del edificio, a dos aguas, es a base de tejas, a pesar de que en algunas zonas se observan losetas de pizarra de una etapa anterior. El aparejo destaca por la uniformidad de los sillares, en general de piedra calcárea de buena factura, dispuestos en hiladas regulares que hacen posible una datación hacia el siglo xii.

 

Un elemento destacado de la construcción es el campanario, que está adosado al muro lateral del transepto de mediodía. Se trata de una torre de planta cuadrangular a la que se accede por una puerta situada en la sacristía. Con una altura de 22 m, muestra dos niveles claramente diferenciados si observamos el aparejo constructivo. El inferior, hasta aproximadamente la mitad de la altura total, se nos muestra sin ornamentación, con sillares de piedra arenisca, de corte irregular, que nos lleva a pensar que corresponden a la etapa inicial del siglo xi. En cambio, la parte superior, destaca por la regularidad y buen corte de su aparejo, a base de sillares grandes de piedra caliza, que por su semejanza al del resto del edificio, situamos hacia el siglo xii.

 

La torre consta de cuatro pisos con aberturas, enmarcadas por bandas en los extremos. De éstos, el inferior presenta aberturas de un vano en tres de sus caras, con arco de medio punto adovelado, y una arquivolta a modo de guardapolvo, en la zona exterior; el siguiente piso presenta cuatro dobles aberturas sostenidas por una columna de fuste sencillo sin capitel. A partir del penúltimo nivel encontramos cuatro ventanas geminadas pero sostenidas por dos columnas, coronadas por sendos capiteles con decoración, vegetal, geométrica y antropomórfica respectivamente, una en la parte exterior y otra en el interior de la torre. La abertura del último piso destaca por ser la de mayor tamaño alcanzando unos dos metros de anchura en su único vano con arco de medio punto. La ornamentación destaca por frisos de dientes de sierra que descansan en ménsulas incurvadas en el ante penúltimo y último friso, mientras que el tercero se apoya en arcos ciegos monolíticos, característicos de los campanarios románicos de la zona. Una cornisa en caveto hace las veces de alero. La presencia de una ventana en aspillera, en la cara sur de la torre, ha propiciado que algunos historiadores defiendan la hipótesis de que el campanario actual fue una torre de defensa en una etapa anterior a la construcción del templo.  

 

La construcción del templo de Sant Cristòfol de Beget debe fecharse hacia finales del siglo xii, habida cuenta de las similitudes notables que tiene con otras iglesias del antiguo condado de Besalú, en particular con las de Santa Maria de Costoja (Vallespir) y de Santa Maria de Agullana (Alt Empordà). Debe, pues, desvincularse de los esquemas compositivos del siglo xi, a pesar de que el campanario posee parte de su estructura de este período y de que, en el muro norte y en la base del ábside, también observamos algunas hiladas correspondientes a una etapa inicial del edificio.

 

El elemento más notable es sin duda la portada, que se abre en el muro de mediodía, junto al ángulo de poniente. Enmarcada por dos contrafuertes, se trata de una abertura rectangular coronada por un conjunto de arquivoltas en gradación, algunas con decoración escultórica, que descansan sobre una imposta lisa, en caveto, sostenida por un par de columnas a cada lado de la puerta. La arquivolta exterior es adovelada, de sección rectangular y sin decoración, mientras que la siguiente, también lisa, presenta un caveto que intercala bolas lisas con otras con incisiones. A continuación, de nuevo una arquivolta a base de dovelas lisas con un sogueado corrido en el caveto que antecede a la rosca que destaca del conjunto. Se trata de una arquivolta de sección circular, con torsión helicoidal decorada con bolas. El conjunto encierra un tímpano monolítico, actualmente sin decoración, que parece debió contener un relieve en una etapa anterior o, según Mn. Trens, una Majestad pintada que conocemos por una fotografía del Arxiu Mas. El tímpano descansa sobre la mencionada imposta y, a continuación, sobre un dintel también monolítico.

 

Sabemos que hasta el año 1970 hubo una galería porticada que protegía el acceso al templo, de la que ya se tiene constancia en 1111, momento en que Arnau III de Llers firmó una concordia sobre un diezmo. Se trataría de una galilea parecida a la que se conserva en la cercana Santa Bàrbara de Pruneres (Garrotxa).

 

Ya hemos mencionado las columnas que sostienen las arquivoltas. Se trata de un par de columnas a cada lado, con sus correspondientes capiteles. Destacamos que las exteriores muestran fuste cilíndrico liso sobre basas de moldura doble y lisa, muy deterioradas, y capiteles que recuerdan el esquema de los corintios, con decoración vegetal poco conservada pero que deja entrever unas cestas sostenidas por cintas con estrías de decoración horizontal y en zigzag, mientras que la intersección de las volutas muestra unos escudos o florones.

 

Las interiores, en cambio, presentan el fuste acanalado vertical, la de levante, y entorchado o helicoidal, la occidental. Los capiteles conservan mejor la decoración escultórica e incluso restos de policromía, posiblemente gracias a su ubicación más a resguardo de las inclemencias meteorológicas. En el de levante encontramos una representación de tres leones sobre collarín sogueado, y en la parte superior sendos caulículos, apreciándose entre ambos, una moldura con un escudo. Todo el conjunto envuelve una cesta con relieve de bandas en diagonal.

 

El capitel occidental interno presenta una composición similar con la cesta idéntica, así como el mismo collarín que en este caso está muy deteriorado. Las hojas de acanto de la parte superior emergen de una banda de estrías horizontales alternadas con otras de minúsculos cuadritos. Los elementos más destacados lo constituyen la pareja de cabezas monstruosas con grandes bocas de las que penden las piernas de los seres que están siendo devorados.

 

La composición y decoración de esta portada la podemos relacionar con otras de los denominados talleres roselloneses de la zona norte de los Pirineos, cuya influencia se hace presente en conjuntos datados a partir del segundo tercio del siglo xii y que se localizan en una amplia zona que acotamos entre los centros de Sant Pere de Rodes, Girona y Ripoll. Este influjo rosellonés  ha sido reconocido por la historiografía desde Puig i Cadafalch y, particularmente, en los estudios de Marcel Durliat de mediados del siglo xx. El modelo debió concretarse en el claustro de Sant Miquel de Cuixà (Conflent), que mandó construir el abad Gregori entre 1120 y 1137, y en las tribunas de dicho monasterio y del priorato de Santa Maria de Serrabona (Rosselló), sin olvidar la galería meridional del claustro de Elna. A continuación, se fue extendiendo por la zona, ya citada, del Pirineo oriental.

 

Los precedentes del repertorio de la portada, como hemos mencionado, los encontramos en Cuixà. Destacamos, además, la semejanza de elementos de la portada con los de las iglesias cercanas de Sant Esteve de Llanars y Santa Cecília de Molló (Ripollès), o de Sant Pere de Navata, Santa Maria de Cistella, Santa Maria de l’Om y Santa Maria de Lledó (Alt Empordà), sin olvidar las situadas en territorio francés, como Sant Jaume de Vilafranca de Conflent. No obstante, dejamos constancia de lo que podemos llamar un unicum como es el fuste con acanaladuras verticales que sostiene el capitel interno de levante, que no encontramos en ninguna iglesia del Rosselló o el Conflent.

 

Ya hemos comentado que los capiteles siguen el modelo del orden corintio inspirados, asimismo, en los del claustro de Cuixà. Sin embargo, las formas redondeadas de los leones y la expresividad de las cabezas recuerdan algunos temas presentes en Besalú. Si nos atenemos al capitel con cabezas monstruosas devorando seres humanos, encontramos paralelos en Cuixà, Navata, Costoja y Besalú, por lo que la influencia creemos que queda suficientemente demostrada. Dejamos constancia, por último, de la relación iconográfica de todos ellos con el capitel que, procedente de la portada occidental de Sant Pere de Rodes, se encuentra en el Museu del Castell de Perelada (núm. 161), que se atribuye al denominado Maestro de Cabestany.

 

 

Pila bautismal y pilas de aceite

 

En el interior de Sant Cristòfol de Beget, en el ángulo noroeste, bajo la escalera que conduce al coro, se conserva un ejemplar de pila bautismal de inmersión. Se trata de una pieza de grandes dimensiones (76 cm de alto por 125 cm de diámetro exterior), tallada en un bloque de piedra monolítico. Su forma circular y sencilla con la boca algo más ancha que la base destaca, no obstante, por la decoración que se nos muestra en dos relieves a base de sogueado, de direcciones opuestas, en la zona cercana al borde superior y  a unos 25 cm de la base, respectivamente. Esta ornamentación estaría relacionada con las aguas purificadoras bautismales y está presente en otras pilas de zonas cercanas como en las iglesias de Santa Maria de Puigpardines, Sant Martí de Capsec, Sant Esteve d’en Bas y Sant Salvador de Bianya (Garrotxa) o en Sant Cugat d’Albons (Alt Empordà). Recordamos que este mismo motivo está presente también en la portada de la iglesia. La datación de la pieza la situamos a mediados del siglo xii.

 

Junto a la puerta, en el ángulo suroeste, se ubica una pila de aceite tallada toscamente en un bloque monolítico con forma rectangular (57 cm de alto por 121 cm de largo y 52 cm de ancho), con dos compartimientos interiores. Este tipo de recipientes eran contenedores del aceite, que el pavorde recogía de casa en casa y que se utilizaba para iluminar las iglesias con coronas votivas y lámparas. La datación se hace difícil, pues no existen apenas documentos que las citen, pero debemos suponer que pertenece a la misma época que la pila bautismal.

 

Dejamos constancia también de la existencia de una segunda pila de aceite (178 x 80 x 87 cm), de parecidas características que la anterior pero de un solo compartimiento, que se utiliza actualmente como jardinera en el exterior del templo, en un terraplén enfrente de la puerta de entrada.

 

 

Majestat de Beget

 

La iglesia de Sant Cristòfol conserva una talla de madera románica excepcional, si atenemos a su calidad artística, pero que a su vez destaca por el hecho de que se ha conservado como objeto de culto continuado en el templo. Preside el retablo barroco del siglo xviii en el espacio presbiteral, desde el año 1682, y sólo ha salido del templo en contadas ocasiones. Una de ellas fue en 1936, cuando, en el contexto de la Guerra Civil y bajo el auspicio del Servei de Recuperació de la Generalitat, se trasladó a Barcelona y posteriormente a Darnius y Suiza, de donde regresó en 1940. Otra, en 1961, con motivo de la Exposición Internacional de Arte Románico que se celebró simultáneamente en Santiago de Compostela y Barcelona. Al finalizar esta exposición, se procedió a una intervención que consistió en la eliminación de capas de pintura azuladas añadidas en el siglo xviii. Ya en esta centuria, estuvo presente en la exposición conmemorativa del 75 aniversario Museu Nacional d’Art de Catalunya, Convidats d’Honor que tuvo lugar entre diciembre 2009 y abril 2010. Se aprovechó esta circunstancia para proceder a su estudio y restauración, en el Centre de Restauració de Bens Mobles de Catalunya (CRBMC).

 

Nos encontramos ante una imagen de Cristo en la Cruz, vestido y triunfante, de las denominadas Majestats (Majestades). Sobresale del retablo barroco citado por sus grandes dimensiones (207 cm de alto por 196 cm de envergadura), y descansa sobre una cruz de madera (217 cm x 198 cm) que no es la original.

 

Se trata de una talla de madera de nogal policromada que conserva relieves de estuco dorados de una etapa posterior (siglo xviii). Está formada por la unión de ocho piezas (cabeza, tronco, brazos, manos y piernas con pies), siguiendo la técnica habitual usada en la construcción de estas imágenes, que se suelen ensamblar con clavos de madera. El reverso del tronco presenta un vaciado que suponemos se realizó para aligerar el peso de la imagen, y no para ser utilizado como reconditorio, según algunas opiniones que no compartimos.

 

El trabajo minucioso se nos manifiesta en la cabeza, ligeramente inclinada, que muestra una expresión severa y triste con los ojos entreabiertos, obtenida por el buen oficio del tallador. Éste, además, proporciona un trato distinto al peinado con una raya en medio que separa los cabellos formando sendas mechas tubulares que enmarcan la frente para esconderse tras las orejas, mientras que la cabellera desciende en tres mechones a ambos lados de la túnica. Del mismo modo destaca la barba, que partiendo de sendas trenzas planas, acaba en pequeños rizos. Por todo ello pensamos que fue obra de un escultor, posiblemente cercano al supuesto taller de Ripoll, pero distinto del que se ocupó del resto de piezas que componen la figura y que muestran un trabajo menos cuidado.

 

La túnica manicata a base de pliegues de formas tubulares en mangas y cuerpo, va ceñida a la cintura con una cinta decorada con losanges en estuco dorado, que se incorporaron en una etapa posterior a la inicial, al igual que las franjas que adornan las bocamangas, el cuello y bajos de la túnica.  Conserva restos de policromía muy desdibujados, pero pensamos que en su origen presentaba un diseño similar al que luce la Majestat Batlló (MNAC 15937).

 

Destacamos que en la intervención realizada en el CRBMC en 2008, en una muestra de la zona del pie, aparecieron hasta 13 capas de 8 intervenciones de policromía diferentes. El resultado del estudio citado puso de manifiesto que la imagen ha sido objeto de numerosas adaptaciones a lo largo de los siglos, especialmente en la época del barroco y en el siglo xix, para adecuarla a la estética de cada momento.

 

Las Majestades románicas son imágenes que representan a Cristo en la Cruz, en actitud triunfante, ojos abiertos, vestido con túnica manicata, larga hasta los pies y atada con un cinturón ceñido con doble nudo que desciende en paralelo, brazos extendidos, casi horizontales, muchas veces desclavado, o con cuatro clavos, con barba y cabello largo recogido que cae en forma de trenzas hacia los hombros. Se puede decir que la primera referencia a este modelo iconográfico la encontramos en la Biblia, en concreto en el libro del Apocalipsis (Ap. 1, 13):  “y en medio de los candelabros alguien semejante al Hijo del Hombre, vestido de la Alcandora, y ceñido a los pechos con un cinto de oro”.

 

El origen de estas imágenes se suele relacionar con el Cristo oriental bizantino de los siglos vi al x, que los artistas representaban con una túnica sin mangas llamada colobium. Un referente al modelo lo encontramos en Italia con el famoso Volto Santo de Lucca (en la Toscana), cuya iconografía se extendió por la Europa del siglo xi, aunque existen otras hipótesis que relacionan el origen de las “Majestats” catalanas con celebraciones litúrgicas ligadas al culto de Cristo Salvador y a la leyenda del Cristo de Beirut, como la Passio Imaginis Domini Nostri Jesu Christi. A la misma modalidad pertenece el Cristo de Brunswick o Brauschweig (Baja Sajonia, Alemania), fechado en 1173. Se trata de la tipología denominada Christus triumphans, que difiere del Cristo crucificado sufriente por su solemnidad. Es un Cristo vivo, de ojos abiertos, que se manifiesta triunfante ante el dolor y la muerte. La túnica ya no es el colobium de los bizantinos sino una vestidura principesca que da la impresión de estar confeccionada con ricas telas orientales o hispanomusulmanas. Más adelante, se incorporará a la figura una corona real.

 

Las representaciones de Cristo vestido fueron objeto de culto, desde muy antiguo, en los Catalunya, donde se han conservado varios ejemplares con caracteres de gran arcaísmo; por norma general, las conservadas proceden de las regiones nororientales de los condados catalanes Su producción estaría relacionada con los talleres monásticos y catedralicios (en el caso de Beget, podría tratarse del de Ripoll) y seguirían modelos bizantinos llegados desde Oriente a través de reliquias o aportados por artistas que llegaron a Occidente. A pesar de que suelen estar tallas en madera, dejamos constancia de que el primer ejemplar conocido, apareció pintado en los muros de la iglesia de Sant Quirze de Pedret (Berguedà), en un pilar de la nave.

 

Los historiadores que han estudiado la Majestat de Beget no siempre coinciden en sus conjeturas. Mientras que para unos (Cook-Gudiol) estaría relacionada con el Volto Santo  de Lucca (Toscana), otros como Durliat, la relacionan con la Santa Croce di Corvo, en Bocca di Magra (La Spezia), e incluso con la desaparecida Majestat de la Portella (Berguedà), que a pesar de pertenecer a la tipología de majestades desnudas, presenta parecidos significativos, tanto en la factura de las manos como de la cabeza, especialmente, en la barba, bigote y peinado. Así mismo, se la ha relacionado con la Majestat de la Trinitat de Bellpuig, en el Rosellón.

 

La devoción a estas imágenes se ha mantenido hasta la actualidad. En el caso de Beget, todos los años, el 9 de noviembre se celebra la fiesta de la Majestat, donde se entonan los goigs de la Majestat de Jesucrist, cánticos cuyo origen se remonta al siglo xiv. Este día se asocia con la celebración anual (conocida como Festum Salvatoris o Passio Domini imaginis) en honor de la legendaria imagen de Cristo que ha derramado su sangre después de haber sido apuñalado por los judíos de Beirut, que se celebraba ya en la Alta Edad Media.

 

La datación de la pieza la podemos situar hacia la segunda mitad del siglo xii, momento que coincidiría con la construcción del templo y con la eclosión del modelo de este tipo de imágenes.

 

 

Capitel de madera

 

Del templo de Sant Cristòfol de Beget se ha conservado una pieza notable que el párroco de Beget depositó en el Museu Diocesà de Girona en los años sesenta del siglo xx, donde ingresó con el número 1640. Posteriormente pasó al actual Museu d’Art de Girona, donde está catalogado con el número de inventario 34.

 

Se trata de un capitel de madera decorado en sus cuatro caras con motivos vegetales idénticos, de diseño muy sencillo. Sus proporciones alargadas y su estructura troncocónica se unen a la simplicidad de sus formas, que se nos muestran en dos registros claramente diferenciados. Consisten en un nivel inferior con hojas de ángulo que al unirse entre sí propician la irrupción de un grueso tallo que se bifurca en sendas volutas que ocupan el registro superior. Todo ello coronado por un ábaco rectangular y un astrágalo de media caña en la base. Su estado de conservación es bastante deficiente y está bastante afectado por la carcoma.

 

Se conservan muy pocos ejemplares de capiteles de madera, algunos de mejor factura que el que nos ocupa. Parece que este tipo de piezas solían formaban parte de la estructura de baldaquinos, grandes muebles en forma de templetes cuya función era cubrir y monumentalizar los altares. Los capiteles coronaban las cuatro columnitas sobre las que apoyaba el coronamiento del baldaquín, que podía ser plano o de forma piramidal. La posible datación del capitel de Beget, y del posible baldaquino al que pertenecía, debe situarse probablemente entre finales del siglo xii e inicios del xiii.

 

Texto y fotos: MONTSE JORBA VALERO – Planos: JOAQUIM GALLART FIGUERAS

 

Bibliografía

 

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