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Virgen de las Batallas

Identificador
09640_02_048
Tipo
Formato
Fecha
Cobertura
42º 20' 19.43'' , Lomg:3º 42' 0.03''
Idioma
Autor
Sin información
Colaboradores
Museo de Burgos
Derechos
Edificio Procedencia (Fuente)

Monasterio de San Pedro de Arlanza

Localidad
Hortigüela
Municipio
Hortigüela
País
España
Edificio (Relación)

Museo de Burgos

Localidad
Burgos
Municipio
Burgos
Provincia
Burgos
Comunidad
Madrid
País
España
Descripción
ESTA VIAJERA PIEZA, primero de colección en colección y ahora de una exposición a otra, estuvo guardada en el monasterio de Arlanza hasta la exclaustración de 1835. Allí la pudo ver en el siglo XVIII el P. Enrique Flórez y le llamó tanto la atención que contra su costumbre se prodiga en una detenida descripción: “Preserva una imagen de nuestra Señora que el Conde [Fernán González] llevaba también a las campañas, y la llaman de las batallas. Es de bronce dorado, con varios esmaltes, que prueban bien quan antiguo que es en España el uso del esmalte. Está la Virgen sentada: y el todo es de alto una tercia. En el brazo izquierdo tiene la Madre Virgen a su precioso Niño Jesús, también sentado sobre las rodillas de la Madre. La Señora tiene en la derecha un cetro, que remata en unas como hojas de alcachofa: y en la cabeza corona, que tuvo algunas piedrecitas finas, pues duran los nichos. El Niño tiene también corona con piedrecitas de esmalte. Los ojos de la Madre e Hijo son de una gran viveza y magestad. La silla en que la Virgen está sentada es cerca de una quarta de alto por el respaldo, y mas baja por los lados, con un balaustrado muy curioso, y quatro bolas por remate. Toda está ricamente esmaltada. A los lados hay dos Santos de mas de seis dedos de alto con ropa talar, pero de talle muy angosto. Por detrás tiene esta alhaja un Relicario como de cinco dedos de alto, seis de ancho, y dos y medio de fondo. En la puerta (bien esmaltada) está S. Pedro, de medio cuerpo, con las llaves. La peana es de medio dedo de gruesa, y toda por arriba está esmaltada, y al rededor con un orden de bolas de bronce de medio dedo de altas, y gruesas como un pequeño garbanzo. Tiénese por indubitable, que en este relicario llevaba el Conde las Formas consagradas para comulgar él y sus Caballeros antes de entrar en la batalla. El Monasterio tiene esta prenda en mucha estimación, como merece: y en los Domingos primeros de cada mes la lleva el Preste en sus manos en la procesión que se hace por el Claustro”. Ésta sería la referencia más antigua que conocemos de la pieza, que medio siglo más tarde, con el abandono del monasterio, pasó a depositarse en el palacio arzobispal de Burgos, la primera etapa de un largo periplo. Sin que se sepa cómo ocurrió, poco después estaba en manos de un deán de la catedral de Sevilla, Eusebio Campuzano y en 1878 era propiedad del duque de Montpensier, cuñado de la reina Isabel II. Por estas fechas salió fuera de España, pasando por un anticuario francés, por la colección neoyorquina de la baronesa Kerchove y posteriormente por otros coleccionistas norteamericanos, sudamericanos y suizos, para acabar a partir de 1971 en la colección Keir. Subastada por sus propietarios en 1999, fue adquirida por la empresa española Acciona, S.A., quien la entregó al Museo del Prado, conservándose ahora en depósito en las salas del Museo de Burgos. Aunque ha sido objeto de numerosos estudios, ha sido a raíz de su llegada a España cuando se ha llevado el más amplio y profundo, a cargo de Juan Carlos Elorza y Joaquín Yarza, autores que recogen la evolución histórica de la pieza, un completo análisis artístico de la misma y su significación histórica y cultural. La pieza mide 30,5 cm de altura, realizada en bronce sobredorado al fuego, fundamentalmente a molde, aunque con detalles cincelados y grabados. Es hueca, sin que exista el alma o estructura de madera que suele caracterizar a otros ejemplares del mismo tipo, re p roduciendo el típico esquema del Trono de la Sabiduría, en la que una hierática Madre, con ojos de azabache y tocada con gruesa corona, viste pesados ropajes compuestos por camisa, brial y túnica, con un tratamiento muy geométrico, tanto en lo que respecta a las formas como a las decoraciones, consiguiéndose un efecto de múltiples pliegues mediante la práctica de incisiones. El Niño, apoyando ya sobre la rodilla izquierda de la Virgen, porta entre la mano izquierda y la rodilla correspondiente un ornamentado Libro de la Vida, mientras que con la derecha muestra actitud bendicente. Peinado con corta melena rematada en bucles, se toca con corona decorada a base de pequeños cabujones de esmalte en color azul turquesa, como los del Libro y como los del cuello de su túnica. En este caso los ropajes son mucho más naturalistas -como la propia actitud del personaje-, con una túnica donde los pliegues aparecen más marcados, y un manto que pasa bajo el brazo derecho, asciende sobre el izquierdo y se recoge en el regazo. Como los de su Madre, sus ojos son también dos pequeñas bolas de azabache. El sitial en el que descansa la Virgen, lejos del habitual escaño cuadrado que caracteriza a las representaciones en madera policromada, es un trono rematado en balaustres coronados por bolas y complementados por un friso de arcos de herradura calados. En los estrechos laterales se han grabado respectivamente las figuras de la Anunciación, el arcángel Gabriel y la Vi rgen, sobre un fondo esmaltado en azul, mientras que en la parte trasera una decoración de roleos vegetales, rematados por una cupulilla -todo igualmente sobre esmalte azul-, enmarcaba la puerta del repositorio, que llegó a ver Flórez, donde podían guardarse las Sagradas Formas -como recoge ese autor y sostiene también M. Gauthier-, o se encerraba alguna reliquia, como opinan Elorza y Yarza. Asienta todo sobre una placa cuadrangular, sometida a algunas transformaciones y recortes, recorrida en el perímetro superior por bolas y ornada con decoración floral esmaltada en colores azul, verde, blanco y amarillo. El cotidiano uso procesional que cita Flórez y el peregrinaje posterior han provocado numerosas pérdidas y deterioros. Algunos ya se habían producido en aquellos años de finales del siglo XVII, pero otros, como el cetro de la Virgen o la portezuela posterior, ocurrieron después. La base ha sido reformada además en varias ocasiones, tratando de anclar de la manera más efectiva -aunque no siempre la más ciudadosa- las figuras, casi desprendidas, tal vez porque, como sostiene Yarza, no fue una pieza concebida en origen con un fin procesional. Parece bastante lógico pensar incluso que el basamento tuviera otra composición y que tal vez fuera de mayor envergadura, como es normal en otras piezas del mismo tipo conservadas. Por supuesto su origen nada tiene que ver con el conde Fernán González -glorificado en ese monasterio, donde se le atribuía casi todo-, ni con su época, sino que su elaboración, tal como sostienen todos los autores que ha abordado su estudio, debió hacerse en los talleres de Limoges, en un momento que Elorza y Yarza sitúan entre los años 1225 y 1235, llegando al monasterio en el marco de las estrechas relaciones que mantienen los benedictinos de Arlanza con el obispo burgalés Mauricio (1214-1238), cuyo sepulcro en la primera iglesia burgalesa también fue confeccionado por artífices lemosinos. Es pues una pieza donde comienzan a verse notables influencias góticas, especialmente en lo que se refiere a la forma, ubicación y actitud del Niño, así como a los rasgos faciales de la Madre, alejados de la tradición románica, por más que el palpable hieratismo recuerde a las imágenes anteriores. Su tipología se encuadra dentro de un modelo bastante popular en el momento, aunque de todas las piezas conservadas cabe hacer referencia a ciertos parentescos con la Vi rgen de Husillos -en lo que respecta al sitial- y sobre todo a la llamada Vi rgen de Jerusalén de Artajona-, cuya composición y decoraciones parecen surgidas de un tronco común, aunque su factura sea distinta a la de Arlanza.