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Remate de la espadaña

Identificador
33857_01_015
Tipo
Formato
Fecha
Cobertura
43º 25' 21.06" , -6º 8' 24.35"
Idioma
Autor
Diego Martínez Fuenteseca
Colaboradores
Sin información
Edificio Procedencia (Fuente)

 

País
España
Edificio (Relación)

Iglesia de San Esteban

Localidad
San Esteban de las Dorigas
Municipio
Salas
Provincia
Asturias
Comunidad
Principado de Asturias
País
España
Descripción
LA PRIMERA MENCIÓN DEL LUGAR de San Esteban aparece en el documento de 1126, antes citado, que fija los límites del coto de Cornellana “per cordale Sancti Stefani”. En el inventario de don Gutierre (1385-1386) se menciona formando parte del Arciprestazgo de las Dorigas, que estaba formado por diez parroquias, entre las que ya se nombra como “Santo Estevan de las Dorigas”. A fines del siglo XIV y a comienzos del siguiente también existe constancia documental de la iglesia de San Esteban: en 1395, “Pero Dias fillo de Diego Martines de Santo Estevano” es testigo en los “autos, traslados y sentencias de los pleitos sostenidos por el monasterio de Cornellana sobre las exenciones tributarias de sus yugeros, prestameros y vasallos”, actuando “Diego Martines de Santo Estevano” como testigo en la “confirmación del conde don Alonso de Noreña del privillejo que los jugueros y prestameros desde monasterio non paguen más de media talla”. El templo también aparece mencionado en el testamento de Diego Alvarez de Cornellana, de 1409. El estilo románico ha dejado varias muestras dentro del territorio comentado. Además del templo de San Esteban, en la comarca de las Dorigas existe otro dedicado a Santa Eulalia, que se consagró en 1121, que conserva su inscripción consecratoria y una sencilla portada dentro de una estructura nueva; y, fuera de esa comarca, en la margen izquierda del Narcea, está San Miguel de Luerces (Pravia), que es un templo monástico donado a la Iglesia de Oviedo en 1079. San Pedro de Soto de los Infantes, San Juan de Godán, San Vicente de Arcellana y San Bartolomé de Camuño, todos ellos emplazados en el concejo de Salas, son buenos exponentes de la difusión del románico en el entorno, difusión que se vio favorecida por la intensa actividad fundacional del monacato y por el paso de la ruta jacobea a través del territorio. Las características planimétricas, estructurales y espaciales sitúan el templo de San Esteban dentro de las últimas manifestaciones románicas del siglo XIII, cuando de modo anacrónico e inercial aún perviven en Asturias las fórmulas románicas degeneradas y empobrecidas. Esta situación explica los rasgos estilísticos del templo de San Esteban, que, dependiendo del monasterio de Cornellana, hubo de tomar como modelo su templo, simplificando las estructuras y reduciendo las proporciones hasta adecuarlas a los medios materiales y a los conocimientos técnicos de los canteros locales que participaron en su construcción. La influencia del monasterio colindante se hace evidente en la existencia del relieve monumental integrado, muy poco frecuente en las construcciones románicas tardías, por trabajar en ellas canteros locales de escasa pericia técnica. La presencia de este relieve, así como su iconografía, que únicamente se localiza en Asturias en las mejores creaciones del románico regional relacionadas con los talleres ovetenses o derivadas de ellos, da cuenta de la dependencia artística existente entre el templo rural de San Esteban y el de San Salvador de Cornellana. La estructura actual del templo es consecuencia de los añadidos y las reformas sufridos por su fábrica románica a lo largo de la historia. En el siglo XVIII tiene ya añadidas sendas capillas cuadrangulares en los flancos norte y sur de la nave y se le superpone la espadaña, una de cuyas campanas es de fundición asturiana. En el siglo XIX se construyen la sacristía en el lado sur del presbiterio y un pórtico que envuelve los muros occidental y meridional. En el lado norte tiene adosado el cementerio, que causa las humedades que aceleran el deterioro de los restos pictóricos existentes en el interior. Como otros templos tardorrománicos de la región, el de San Esteban presenta unas trazas de gran sencillez en su nave única y su capilla cuadrada, algo profunda. Esta planta, como muestra de la tendencia regresiva de la arquitectura del siglo XIII, prescindió del ábside semicircular, característico de los templos románicos vinculados al románico internacional en la centuria anterior, y de la arquería interna que recorría el interior de los muros de las capillas en los templos perrománicos de la región, y que se volvieron a tomar como modelos para los ejemplos del románico tardío. Dentro del conjunto del templo, la cabecera adquiere un protagonismo considerable por su tamaño. Mide en el interior 686 cm de largo por 538 de ancho, que, frente a los 936 por 671 de la nave, generan una descompensación de las proporciones característica de las construcciones rurales y tardías, que en este caso han dado origen a un esquema macrocéfalo. El ingreso a la capilla se realzó con un arco triunfal, que es el elemento constructivo más interesante del conjunto y adquiere considerable desarrollo en proporciones: 469 cm de flecha, 394 de luz, 92 de profundidad y 544 de altura total, incluidas las arquivoltas. Como materiales constructivos se utilizaron la piedra y la madera. La primera, trabajada en aparejo de mampostería, se aplicó en la construcción del conjunto de los muros, sin establecer diferencias entre la nave y el ábside, y fue revocada en su totalidad. Únicamente algunos elementos constructivos esenciales, como el arco triunfal, las portadas y las cornisas se construyeron con sillares. La madera se ha utilizado para la cubrición de la nave con una armadura que hoy permanece oculta por un techo plano que se colocó después de la guerra civil. Los muros de la nave, compactos y cerrados, carecen de toda articulación y únicamente dejan entrar la luz por sendas ventanas saeteras abiertas hacia sus pies, que originalmente irían acompañadas de otras, desaparecidas cuando se adosaron las capillas laterales; una de esas ventanas aún se puede ver tapiada en la cumbrera del hastial. La capilla se cerró con una bóveda de cañón que arranca de una sencilla importa moldurada en nacela, siguiendo la solución más frecuente de los templos tardíos del románico regional, aunque aquí se acusa con mayor arraigo el esquema propio del románico pleno, al mantenerse las trazas semicirculares en el abovedamiento, trazas que en otros ejemplos fueron sustituidas por las formas apuntadas. En el muro de testero de la capilla, una estrecha ventana, que hoy permanece tapada por el retablo barroco, hacía incidir la luz sobre el altar. El muro de la cabecera fue reforzado en el exterior con dos contrafuertes angulares que se debieron de añadir tras la reforma de época barroca, momento en que también debió de colocarse la cruz de piedra que remata la cumbrera del hastial, siguiendo el esquema que toma como referente una solución prerrománica aún apreciable en la almena escalonada de San Salvador de Valdediós. La portada románica original no se ha conservado. En su lugar existe hoy una portada de arco escarzano de grandes dovelas que están envueltas por un guardapolvo en torno a la clave y que debió de sustituir a la portada primitiva cuando fue construido el coro que hoy ocupa los pies de la nave. Éste se apoya sobre bóveda de medio cañón que arranca del mismo suelo y contribuye a mermar el espacio ya exiguo de la nave con respecto al presbiterio. El conservadurismo estilístico es apreciable en el arco triunfal, que está formado por dos arquivoltas semicirculares concéntricas. Éstas arrancan de unas impostas que adoptan diferente formulación a cada lado y se prolongan a lo largo del muro oriental de la nave introduciendo en ella la única articulación plástica que existe. La imposta correspondiente a la arquivolta del exterior adquiere un perfil en nacela, similar al ya comentado para la del presbiterio; la correspondiente a la arquivolta interior presenta ajedrezado en el lado meridional y se moldura en baquetones en el septentrional. Las roscas del arco, que carecen de decoración, descansan en unas jambas que tienen sendas columnas de fuste y collarino lisos y basas áticas, que en la columna septentrional se adaptan a la forma cuadrangular del plinto mediante cabezas de serpientes, y en la meridional por medio de garras o bolas, actualmente muy deterioradas. Los plintos presentan un cuerpo inferior liso bajo un estrecho listel y un remate moldurado con ajedrezado, en el lado norte, y de moldura sencilla, en el sur. La parte más interesante del templo se localiza en los capiteles del arco triunfal, que, aunque están trabajados con talla tosca y gran sintetismo formal, tienen un gran valor iconográfico y son exponentes de la influencia ejercida por las mejores muestras del románico regional, que se tradujo en esta obra por medio de un lenguaje formal sintético, aunque no por ello incapaz de comunicar el mensaje de las imágenes. En el capitel de lado norte se representa un Pantocrator que porta el libro abierto en su mano izquierda y bendice con la derecha. A pesar de la temática culta, se evidencia el carácter popular de la obra en la simplificación formal, en la exageración de los gestos y en la desproporción de los miembros. En efecto, se trata de una figura tosca, de rígida frontalidad, en la que las manos se destacan sobremanera para evidenciar la acción, y se enmarcan con unas ondulantes bocamangas que se trabajan con mayor esmero que los rígidos pliegues, dispuestos en ángulos concéntricos sobre el cuerpo de la figura. Los pies, también de gran tamaño, se disponen perpendicularmente sobre el collarino, que sólo tocan con los dedos. El rostro ofrece una expresión ingenua y amable, carente del acusado expresionismo de otras creaciones de carácter rural y popular. La posición de los pies, apenas unidos al suelo, de la figura triunfante de Cristo y la elevación de sus manos, que destacan por su gran tamaño, acentúan la sensación de ingravidez, que puede deberse a una simple falta de pericia técnica, pero también puede responder a una intención iconográfica para aludir a la Ascensión, que, con similar disposición, aunque al margen de cualquier paralelismo técnico o estético, se representa en un capitel del deambulatorio de Notre-Dame-la Grande de Poitiers. En los lados laterales del capitel esta escena está flanqueada por sendos círculos que llevan tetrafolias inscritas y lazos anudados bajo ellos, carentes de paralelos conocidos en el románico regional. En el capitel del lado derecho, la cesta se cubre por completo con espigas, que en los ángulos superiores dan paso a apomados y, bajo ellos, a una esquematización de unos cogollos vegetales, también de forma apomada, que tuvieron amplia difusión en el románico ovetense. En el frente, emerge de las espigas una máscara humana con barba, grandes ojos redondos y abultados arcos superciliares. Si en el interior es el arco triunfal el elemento constructivo que concentra la mayor riqueza y complejidad, en el exterior destaca fundamentalmente la línea de cornisas, que se apoya sobre canecillos esculpidos en el lado sur de la nave y desornamentados en el lado norte y en la capilla. En los meridionales predominan los repertorios zoomórficos, sucediéndose, desde los pies del templo, una cabeza de jabalí de grandes fauces y afilados colmillos, una cabeza de cuadrúpedo indeterminado, un canecillo liso, otro muy deteriorado, una cabeza zoomórfica, un tonel y una cabeza de animal de largo cuello, que repite otro existente en un canecillo procedente del monasterio ovetense de San Vicente y que actualmente forma parte de los fondos del Museo Arqueológico de Asturias. En el siglo XVI, el espacio de la capilla de San Esteban se vio enriquecido con un programa pictórico recientemente restaurado que suplió la ausencia de articulación plástica y de relieve monumental. De la pintura que cubrió la bóveda, aún se conservan restos significativos, pero lo son más los que se pueden ver en los muros perimetrales de la capilla, especialmente destacados en el lado meridional. Estos muros estaban recorridos por arquerías, siguiendo un sistema heredado de la Antigüedad para la distribución ordenada de las figuras, y que en el plano simbólico resulta idóneo para traducir en imágenes el orden imperante en la Jerusalén celestial. Los restos de estas arquerías se hacen evidentes incluso en el lado septentrional de la nave, que es el más dañado por la humedad del cementerio. Los arcos están decorados con motivos florales y enmarcan las figuras de los apóstoles, que formaron parte de una visión de la Gloria, que presidiría Cristo en Majestad desde el muro frontal de la capilla, con los astros en la bóveda, de los que aún se conservan la luna y el sol. El enmarque arquitectónico de estas figuras presenta dos arcos concéntricos; uno exterior, que se apoya en los capiteles de la columnata pintada, y otro interior, de definición menos clara, entre los que se colocan rosetas de ocho pétalos y botón central. La técnica de las pinturas es dibujística. No existe gradación tonal para sugerir el volumen; los plegados se definen por medio de netos trazos negros que enmarcan superficies de color plano dentro de la gama de los tonos terrosos. A pesar de estos rasgos arcaizantes, que nuevamente se relacionan con la intervención de talleres itinerantes y populares, la pintura no se corresponde estilísticamente con la estructura arquitectónica, y parece reproducir fórmulas góticas que cuentan con paralelos también de carácter popular en varios templos del entorno, como Santa María de Quinzanas.