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Interior de la nave

Identificador
09569_01_006
Tipo
Formato
Fecha
Cobertura
43º 5' 6.77'' , Lomg:3º 26' 59.30''
Idioma
Autor
José Luis Alonso Ortega,José Manuel Rodríguez Montañés
Colaboradores
Sin información
Edificio Procedencia (Fuente)

 

País
España
Edificio (Relación)

Iglesia de San Miguel Arcángel

Localidad
Bercedo
Municipio
Merindad de Montija
Provincia
Burgos
Comunidad
Castilla y León
País
España
Descripción
LA IGLESIA DE SANMIGUEL se sitúa a la vera de la carretera a Bilbao, aproximadamente en el centro de la localidad. Litúrgicamente orientada y levantada en mampostería con refuerzo de sillares en encintado de vanos y estribos, consta de una nave dividida en tres tramos por pilares prismáticos sencillos con semicolumnas en sus frentes -coronadas por capiteles figurados- que reciben los fajones doblados con los que se refuerza la bóveda de cañón que cubre el cuerpo del templo. Estos pilares internos se corre sponden al exterior con contrafuertes prismáticos, que ciñen así la estructura abovedada. A los pies, adosada al ángulo noroccidental de la nave, se dispuso una moderna torre cuadrada de tres pisos, obra de mediados del siglo XX. Remata la nave una muy rehecha cabecera compuesta de ábside semicircular cerrado por bóveda de horno, precedido de un breve tramo recto abovedado con cañón no individualizado por división alguna, al estilo del de San Pelayo de Mena. Ambas bóvedas, seguramente modernas, parten de una sencilla imposta biselada. El arco de triunfo que da paso a la capilla, de medio punto y doblado, es también fruto de transformaciones posteriores, al igual que los machones en talud que lo soportan. Dos vanos románicos daban luz a la cabecera, uno abierto en el eje del templo, hoy oculto al interior por el retablo, y el otro en el muro meridional del presbiterio, éste interiormente desfigurado. Ambos muestran idéntica morfología, con arco de medio punto -abocelado en el del hemiciclo- exornado por chambrana de tres hileras de billetes, sobre columnas acodilladas de erosionadas basas áticas sobre plintos y sumarios capiteles vegetales de hojas picudas y volutas, bajo imposta abilletada. Corónanse los muros del liso tambor absidal y presbiterio con cornisa ornada por tres filas de billetes sobre diminutos y toscos canecillos, algunos muy deteriorados, donde junto a los lisos de nacela vemos otros decorados con formas geométricas (bolas, rollos), una hoja acogiendo una bola, un rugiente prótomo de felino y otro de cérvido, varios cuadrúpedos -entre ellos un cerdo y los cuartos delanteros de un perro-, una muy erosionada ave y dos personajes, uno armado con escudo oblongo y espada y otro, probablemente exhibicionista, mesándose las barbas. La nave, por su parte, se corona con cornisa achaflanada sobre canes lisos o de poco marcada nacela. Al interior, las semicolumnas que recogen los fajones presentan basas de perfil ático con garras -la mayoría restauradas- rematándose en capiteles figurados. Perdidos los del triunfal, sólo se conservan los que delimitan los dos tramos occidentales de la nave; en uno de ellos vemos dos mascarones humanos en los ángulos, uno muy perdido y el otro con largas y puntiagudas orejas. Entre ellos, en el frente y caras cortas del capitel aparecen un ave, un grifo y una arpía. Otra de las cestas muestra un descabezado cuadrúpedo que con sus garras arremete contra el escudo que porta frente a él un jinete armado que alzaba su mano supuestamente armada, y en la cara corta que mira al altar dos sirenas, una macho haciendo sonar un olifante y ofreciendo un pez a su compañera, ambas con las colas entrelazadas. En su clara alusión a la lujuria, este capitel, bastante deteriorado, ofrece evidentes analogías iconográficas con el relieve de la jamba derecha de la portada de Soto de Bureba. Las otras dos cestas se decoran, respectivamente, con dos mascarones antropomorfos, y temática vegetal, con dos filas de hojas que acogen bolas en sus puntas dobladas. El templo presenta dos accesos, el principal se abre en un antecuerpo del muro meridional y la otra portada, de menor entidad, en el hastial occidental. Esta última, abierta en el espesor del muro y parcialmente solapada por el cuerpo de la torre, consta de un arco y una arquivolta de medio punto en arista viva sobre jambas escalonadas con un par de columnas acodilladas de capiteles historiados, rodeándose los arcos con chambrana decorada con roleos. El maltratado capitel del lado izquierdo, bajo cimacio de tallo ondulante y hojas onduladas de seco tratamiento, se decora con dos esfinges afrontadas, mientras el derecho muestra un mascarón humano, coronado y barbado, entre dos híbridos de cuerpo de reptil alado y largos cuellos con cabezas humanas. Su cimacio recibe serpenteante tallo acogiendo palmetas. La portada principal se abre en un ligero antecuerpo construido en sillería del tramo central de la fachada meridional, flanqueándose ese cuerpo avanzado por sendas columnas de fustes lisos coronadas por sencillos capiteles vegetales de hojas lisas con cogollos que alcanzan el arranque de las arquivoltas; lo remata un tejaroz de cornisa biselada sobre canes de nacela. Se compone el acceso de un sencillo y moderno arco levemente apuntado y liso, rodeado por tres arquivoltas exornadas con tornapolvos decorado con hojas apalmetadas entre tallos y, hacia los salmeres, flores de arum en roleos. Apean los arcos en jambas escalonadas en las que se acodillan tres parejas de columnas sobre podio abocinado, bajo sendas impostas de palmetas inscritas en tallos entrecruzados -a la derecha- y tallo ondulante acogiendo flores de arum. Las arquivoltas interna y externa presentan decoración figurada y la central se orna con un pequeño bocel, una banda de contario y una fila de dientes de sierra. La arquivolta interna presenta, en el sentido de las agujas del reloj: dos infantes armados con lanzas y vestidos con túnicas largas con ceñidor; tras ellos siguen, en disposición longitudinal, un bello grifo, un cuadrúpedo alado rugiente de cola reptiliforme rematada en brote vegetal, un ave devorando una liebre, una pareja de aves opuestas por el lomo, una sirena masculina alada, de cuerpo serpentiforme, y un torpe basilisco enfrentado a un centauro sagitario de cuerpo equino, atrofiado torso humano de larga cabellera, con el carcaj en bandolera. La impericia del escultor hizo que representase al revés el arco que tensa, apuntado su flecha hacia su oponente. Volvemos a encontrar flanqueando la arquivolta externa, como en Soto de Bureba y Almendres, las representaciones de un cautivo y una figura femenina que lo acompaña. El primero es un personaje masculino encadenado -muy erosionado-, barbado, con larga cabellera rizada, vestido con larga saya y aprisionado por una argolla en el cuello unida por una cadena de grandes eslabones, que la figura ase con ambas manos, a los grilletes que atenazan sus pies. En el salmer de la parte izquierda del arco se representó un desgastado busto femenino en actitud de lacerarse el rostro con las manos. Como en los casos antes referidos, se interpretan estas figuras desde una lectura moral como el pecador cautivo de sus vicios. Entre ambas asistimos al combate entre una torpe anfisbena -híbrido reptiliforme, alado, con cabeza rugiente y larga lengua cuya enroscada cola remata en otra cabecita monstruosa- y un infante armado con escudo oblongo y espada corta que alza en su diestra contra la bestia. Sigue, como en Almendres, la figura de San Pedro, barbado, con larga cabellera rizada, ataviado con ropas talares, bendiciendo con la diestra y portando en la otra mano las llaves que lo identifican; tras él, en la clave, se representaron dos bustos humanos de somera caracterización. Acompañan a San Pedro la alopécica figura de San Pablo, también con ropas talares y mostrando con ambas manos un libro abierto, tras el que se dispuso una representación seráfica en forma de ángel coronado, vestido con túnica, con los brazos en jarras y dotado de seis pares de alas. Aunque el modelo parece seguir la tradicional caracterización de los serafines de la visión de Isaías, recurrente en las visiones celestiales de miniatura y pintura mural, quizá esta figura recoja una alusión al arcángel San Miguel, titular del templo. Las columnas de la portada ven recubrirse de relieves tanto sus basas áticas de desarrollado toro inferior -ornadas con espigas y doble corona de hojitas-, sus fustes y capiteles. La exterior del lado izquierdo u occidental muestra su fuste finamente trabajado con leones inscritos en clípeos anillados (motivo similar al de un cimacio interior de San Pedro de Tejada) y el capitel presenta tres niveles de hojas nervadas y entrecruzadas de puntas avolutadas, según esquema característico extraordinariamente frecuente en numerosas iglesias cántabras (San Pedro de Cervatos, Santillana del Mar), del norte de Palencia (San Vicente de Becerril del Carpio, Santa Eufemia de Cozuelos) y los valles septentrionales de Burgos (Ayoluengo, Crespos, San Miguel de Cornezuelo, Colina de Losa, etc.). En el capitel central, sobre fuste liso se figuraron, sobre un fondo de hojas lisas de puntas avolutadas, una pareja de leones afrontados de colas erguidas sobre los lomos que parecen retener con sus patas, bajo sus cabezas a un mutilado personaje. La columna interior de este lado muestra el fuste con sogueado helicoidal -al estilo de las de Soto de Bureba, Boada de Villadiego o La Piedra-, decorándose el capitel, idéntico a otro de Almendres y similar a uno de la ventana absidal de San Pantaleón de Losada, con un gran león de melena incisa que volvía su perdida cabeza sobre el lomo. La columna interior del lado derecho del espectador muestra fuste decorado con trama de cestería, basa lisa y tosco capitel ornado con dos niveles de hojas cóncavas acogiendo piñas, caulículos en los ángulos y dos mascarones en los frentes; este capitel presenta manifiestas analogías con otro de la portada de la iglesia de Soto de Bureba, concretamente el exterior del lado izquierdo, así como con otro de la portada occidental de Vallejo de Mena. La columna central, de fuste liso sobre muy perdida basa decorada con frutos globulares, se corona con una cesta figurada con una pareja de híbridos de cuerpo de reptil escamoso, alados y rampantes, cuyos largos cuellos se coronan por cabezas humanas. La exterior muestra el fuste decorado con entrelazo vegetal de tallos que brotan en la parte superior del fuste de un mascarón de felino de puntiagudas orejas, en los que se inscriben leoncillos rampantes. El capitel presenta dos dragones afrontados que sostienen con sus patas interiores alzadas un objeto cilíndrico difícil de identificar; una pareja de híbridos muy similares a éstos decoran un capitel de la parte derecha de la portada de Soto de Bureba. Estilísticamente estos capiteles, como la escultura de las arquivoltas, manifiestan la obra de un escultor local, técnicamente limitado, que intenta suplir sus deficiencias con la profusión de motivos que cargan la portada. Se conservan en buen estado las dos ventanas románicas que daban luz a la nave, ambas abiertas en el primer y tercer tramo del muro meridional. La más occidental muestra al exterior su reformado vano, abocinado al interior, en torno al cual se dispone un arco apuntado decorado con dos parejas de aves de largos cuellos entrelazados y un prótomo de bóvido en la clave; lo rodea un tornapolvos con bocelillo y en él se inscribe un pequeño tímpano con un guerrero a caballo. Apea el arco en una pareja de columnas acodilladas bajo cimacios de nacelas escalonadas. Muestran basas áticas de toro superior atrofiado e inferior prominente, con garras y sobre finos plintos. El capitel izquierdo se orna con hojas lisas lanceoladas de remate avolutado las laterales y en cogollo la central, mientras que en el derecho vemos una máscara de cánido engolando la cesta. Al interior, las columnas que soportan el arco se decoran con sendas rudas máscaras humanas. La ventana del tramo oriental de la nave, liberada en 1991 tras la reforma de la sacristía, conserva el vano rasgado y abocinado al interior, rodeado por arco apuntado ornado con bocel y tres máscaras de aspecto monstruoso: una, de grandes dientes, engulle el baquetón, la central lo muerde y la tercera, de grandes mostachos, se dispone sobre él; motivos que recuerdan la escultura románica de los cercanos Valles de Mena y Losa. Rodea el arco, que acoge como en la anterior un tímpano en este caso decorado con una máscara de la que brotan dos haces de hojas, una chambrana de bocelillo, disponiéndose bajo los cimacios de doble nacela escalonada sendas columnas acodilladas. El capitel del lado izquierdo recibe dos aves afrontadas, mientras que su par se orna con hojas lanceoladas acogiendo bayas o palmetas pinjantes en sus puntas; capiteles del mismo tipo rematan las columnas de esta ventana al interior. También en el hastial occidental se abre otro vano de traza similar, difícilmente observable al exterior por la colocación de la moderna torre. Al interior, en el segundo tramo de la nave, se dispuso un doble vano geminado, ciego y seguramente decorativo, de arcos ciegos sobre columnas rematadas por capiteles de esquemáticas hojas en los laterales y dos parejas de sirenas aladas, opuestas por la cola las del frente, en el central. Como en las de Almendres y Soto de Bureba, obra probablemente de un mismo taller que ésta, el afán decorativista, unido a un cierto horror vacui, hace que la escultura recubra prácticamente todas las superficies de la portada, y aunque las limitadas capacidades técnicas y el seco estilo del taller no lo hacen descollar por su calidad, sí nos ponen ante uno de los edificios más ornamentados del norte burgalés. En Bercedo intervino el mismo equipo de artistas que participaron en la iglesia de San Andrés de Soto de Bureba (el que allí denominamos taller local, que trabaja junto a otro mucho mejor dotado) y en la de San Millán de Almendres, repitiendo idénticos temas y esquemas compositivos en las cenefas, capiteles y arquivoltas, tratados además con la misma dureza de talla. En función de la cronología aportada por Soto, la obra de Bercedo debió realizarse dentro del último cuarto del siglo XII. También la portada occidental de Vallejo de Mena participa de los esquemas y la rudeza descrita, aunque aquí su actividad se unió a la de otros artífices de diferente formación. En el pórtico a un agua que protege la fachada meridional se conserva una pila bautismal de copa monolítica gallonada sobre tenante cilíndrico, obra probablemente del siglo XVI. Orna la embocadura con sucesión de bolas y rosetas y el frente con un escudo aguzado en relieve con una repicada representación de la Cruz sobre un basamento. Tanto el ábside como la nave muestran en la actualidad (2002) un evidente desplome fruto del empuje de las cubiertas y una deficiente cimentación, siendo notorias las profundas grietas que recorren el hemiciclo y las bóvedas, así como el desplazamiento del muro septentrional de la nave. Precisa pues el edificio de una profunda y urgente intervención que impida la ruina del más importante testimonio románico de la merindad de Montija.