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Interior hacia la cabecera

Identificador
09490_01_008
Tipo
Formato
Fecha
Cobertura
41º 42' 59.91'' , -3º 21' 57.49''
Idioma
Autor
Jaime Nuño González
Colaboradores
Sin información
Edificio Procedencia (Fuente)

 

País
España
Edificio (Relación)

Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción

Localidad
Brazacorta
Municipio
Brazacorta
Provincia
Burgos
Comunidad
Castilla y León
País
España
Descripción
SIEMPRE SE HA MANTENIDO que la iglesia actual es la que en tiempos fue templo monástico, aunque de la fábrica de aquel período sólo se conservan el ábside, parte del muro occidental y la pila bautismal. Es una iglesia de tres naves, que en origen lo era sólo de una, como en el resto de los monasterios femeninos de la orden, con una fábrica donde se alterna la sillería y la mampostería, aunque el ábside, el principal resto conservado de la iglesia románica, se erigió con sillares calizos. Está estructurado este hemiciclo en dos cuerpos horizontales, el superior liso y retranqueado ligeramente respecto al inferior, rematando en cornisa sostenida por numerosos canecillos de corta altura, de nacela sin decoración, con cornisa de listel y chaflán, todo ello producto de un tardío recrecimiento, pues el ábside original corresponde sólo a la parte inferior, semienterrada por las tierras circundantes del monasterio. Pérez Carmona, erróneamente, habla de que bajo el alero se disponían unos arquillos lombardos similares a los de Pinillos de Esgueva y a los de la ermita de Santibáñez de Esgueva, pero es evidente que los arcos que aparecen en la mitad inferior del ábside de Brazacorta -la parte más antigua del mismo, como hemos dicho-, nada tienen que ver con los pequeños arquitos que decoran las cabeceras de aquellos otros templos. En el caso que nos ocupa está claro que el hemiciclo estuvo dividido en tres paños mediante dos desaparecidas columnas o pilastras entregas, cuya disposición se aprecia perfectamente a través de las afloraciones verticales de mampuesto que hay en los lugares donde se hallaron. De este modo cada paño contaba con una pareja de arcos ciegos de medio punto que ocupaban todo el espacio, descansando lateralmente en una columnilla acodillada -perdida en todos los casos- y en el centro en columnas pareadas, rematadas en todos los casos por grandes capiteles con decoración vegetal, en buena parte mutilados. El paño más meridional está parcialmente oculto por la sacristía, contigua a la nave de la epístola que se generó en la ampliación del templo llevada a cabo con posterioridad a la Edad Media, de modo que sólo es posible ver parte del arco derecho y un solo capitel, formado, como todos los demás, por doble cesta, en este caso de sencilla decoración a base de cuerpos lisos donde unas incisiones en V, con círculo en el vértice -algo que vemos también en Torregalindo-, simulan grandes hojas angulares planas, rematadas en tres bolas colgantes y un disco, todo ello bajo un ábaco recorrido por líneas en zigzag. El paño central evidencia claramente que esta cabecera nunca tuvo la típica saetera en el testero -ni por supuesto en los laterales-, conservándose ahora los tres capiteles, aunque el meridional está completamente erosionado, hasta el punto que resulta imposible intuir siquiera su decoración. El central es sin embargo la pieza de ornamentación más barroquizante, con anchas hojas palmeadas, de carnosos nervios, complementadas en el centro y en la parte superior por otras hojas entrecruzadas, estrechas, alargadas y cerradas, del tipo de las que suelen aparecer en las cenefas de tallos ondulantes; todo queda superado con un ábaco de superficie achaflanada -como en los demás casos conservados-, para adaptarse a las dimensiones del salmer de los arcos. Por lo que se refiere al capitel norte de este paño central, vuelve a mostrar hojas planas, aunque ahora bien diferenciadas, con los extremos rematados en espiral o en hojitas y con pequeñas bayas en las enjutas. En cuanto a la pareja de arcos del paño más septentrional, sólo el capitel izquierdo se ha conservado completo, reproduciendo un esquema muy similar al que acabamos de describir, aunque los extremos de las anchas hojas se culminan en espirales y en bolas. Las otras dos piezas están muy mutiladas, si bien aún se pueden apreciar restos de la decoración vegetal, que en ambos casos se nos muestra más cercana al capitel del testero, con hojas nervadas en talla biselada y con alguna labor de trépano, a modo de anchas hojas de tipo acanto, complementadas por otras cerradas y vueltas, una tipología que en cierto modo nos recuerda a una de las piezas que se hallan empotradas en los muros de la iglesia de Hontoria de Valdearados, acompañando a otras de notable filiación silense. No cabe duda de que en origen sobre estos arcos se disponía directamente el alero románico, totalmente perdido, pues es bien patente que las columnas o pilastras entregas alcanzaban sólo hasta esa altura, correspondiendo el segundo cuerpo ya a una reconstrucción muy posterior. Al menos la mitad inferior del hemiciclo románico está también enterrada, con la piedra muy deteriorada, aunque lo más probable es que las arquerías arranquen de un podio. Del resto del edificio, como ya recoge López de Guereño, sólo parte del hastial de la fachada occidental parece corresponder a la fase románica, concretamente el sector central, en el que bajo la moderna torre de ladrillo aún se aprecian restos de lo que posiblemente fue una espadaña anterior, dotada al menos con dos sencillas troneras. Al interior del templo hay que acceder por varios escalones, que manifiestan claramente el aumento de la cota del suelo exterior respecto a la original. Dentro todo manifiesta factura moderna, con la iglesia ampliada a tres naves de dos tramos, con un artesonado sobre la central, obra que habría que datar en 1544, momento en que una inscripción data la portada, abierta en el muro norte. El hemiciclo absidal, oculto tras un retablo barroco que ocupa todo el espacio, y el corto presbiterio, aun siguiendo los esquemas tipológicos románicos, responden a la remodelación llevada a cabo en toda la cabecera y que supuso también el recrecimiento de la misma, obra que para López de Guereño debió llevarse a cabo hacia el siglo XIV, construyéndose también ahora el sencillo arco triunfal apuntado, apoyado en pilastras y coronado por impostas achaflanadas. A comienzos del siglo XVI - entre 1520 y 1530, según la misma autora-, se realizarían las pinturas murales que decoran los muros del presbiterio -y quizás también los del oculto hemiciclo-, con un Apostolado y diversos santos dispuestos entre arquerías, con unas cenefas de entrelazo que son muy similares a las que hay en las pinturas de la arruinada iglesia de San Pelayo de Ayega, en el Valle de Mena, o en las de Tabliega, en el Valle de Losa, ambas en el otro extremo de la provincia. Recapitulando pues, sólo el hemiciclo absidal y parte de la fachada oeste quedan de la primitiva iglesia monástica, ambos de cronología románica, en fecha que puede establecerse en los años finales del siglo XII. Según López de Guereño bien pudo realizarse en torno al año 1187, cuando Alfonso VIII, al confirmar los privilegios de La Vid, expresa en el mismo privilegio que entrega al menos Canicosa ad opus et usus domnarum de Brazacorta, de lo que podría deducirse que en el priorato brazacortano se estaban llevando a cabo obras importantes. Del mismo momento se conserva la pila bautismal, ubicada en el baptisterio, un espacio habilitado a los pies de la nave de la epístola, en el sotocoro. Es una tosca pieza tallada en piedra caliza, de 82 cm de altura y 95 cm de diámetro, formada por un vaso casi cilíndrico, con sogueado recorriendo la embocadura bajo el que se dispone un friso hasta media altura, formado por una especie d e tulipas verticales, resultado de querer trazar unos arcos entrecruzados pero mal resueltos. Es muy similar a la pila de Quintanarraya, aunque este mismo tipo de elementos -que recuerdan la forma de un hacha- los encontramos también en la decoración de templos tan apartados de este lugar como son los de Boada de Villadiego y Tablada del Rudrón. Sobre las tapias del cementerio se halla una estela funeraria, con cabeza discoidal decorada con cruz griega incisa, y pie recto, cuya cronología perfectamente puede ser románica.