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Exterior

Identificador
33400_01_004
Tipo
Formato
Fecha
Cobertura
Sin información
Idioma
Autor
Adriana Carriles García
Colaboradores
Sin información
Edificio Procedencia (Fuente)

 

País
España
Edificio (Relación)

Iglesia de San Nicolás de Bari (actual iglesia de los Padres Franciscanos)

Localidad
Avilés
Municipio
Avilés
Provincia
Asturias
Comunidad
Principado de Asturias
País
España
Descripción
LA BONANZA ECONÓMICA que experimentó Avilés a raíz de la creciente actividad comercial, y especialmente de la concesión de su fuero, se vio reflejada en la edificación de un conjunto de templos románicos destacados. Entre el último tercio del siglo XII y el primero del siglo XIII tiene lugar una actividad constructiva febril, entre cuyos productos destacan las iglesias de San Nicolás de Bari (actual iglesia de los Padres Franciscanos) y Santa María Magdalena de Corros, así como las dependencias monásticas a las que habría pertenecido la triple arquería conservada en el claustro del convento de San Francisco (hoy parroquia de San Nicolás de Bari). En todos estos ejemplos se aprecia la incorporación de temas decorativos de procedencia foránea, lo que es una consecuencia lógica de las intensas relaciones comerciales de Avilés con la Europa medieval a través de su puerto. La iglesia de San Nicolás de Bari (actual templo de los Padres Franciscanos) es un templo parroquial construido para atender las necesidades religiosas de una población que a finales de siglo XII había experimentado un notable crecimiento demográfico. Como paso previo, hemos de aclarar su confusa advocación. La que actualmente se conoce como iglesia de los Padres Franciscanos, hoy bajo la advocación de San Antonio, fue en origen la iglesia románica de San Nicolás de Bari. Algo posterior es la edificación del convento de San Francisco, construido tras asentarse dicha comunidad religiosa en Avilés entre los años 1267 a 1274. El 30 de diciembre de 1949 tuvo lugar el traslado de la parroquia de San Nicolás a la iglesia del Convento de San Francisco, y viceversa. Este hecho provocó el cambio de advocaciones que aún perdura. Para evitar confusiones en nuestro comentario, nos referiremos a estas iglesias con el nombre de su titular medieval, recordando al mismo tiempo, entre paréntesis, su advocación actual. Así pues, tendremos presente en todo momento que ésta es la reseña del que en origen fue templo románico de San Nicolás. San Nicolás, santo italiano cuyo culto se extendió rápidamente desde Bari al resto de Europa, suele ser el patrón de los trabajadores, navegantes, burgueses y mercaderes, con lo que la advocación original de esta iglesia indica la actividad más extendida de los habitantes de Avilés en esa época. Fernández Conde la identifica con la iglesia de San Nicolao de Abillés que aparece mencionada en el Libro Becerro de la Catedral de Oviedo. La iglesia estaba situada dentro del recinto amurallado de Avilés, en una zona próxima a la puerta que comunicaba con el camino de la costa a través del puente que cruzaba la ría. De la construcción románica sólo se conserva la portada occidental y el muro del imafronte, incluida la ventana situada sobre la portada, pero son quizá los elementos románicos más antiguos de la villa avilesina. No podemos determinar con seguridad cómo sería el resto de la iglesia, pero por las proporciones y disposición de la fachada podríamos suponer que se trataba de un templo de nave única, con cubierta de madera; el ábside, que se cubriría con bóveda como era tradicional en la época, posiblemente se relacionaría con las corrientes del románico internacional. La ventana que se abre en la fachada, sobre la portada, se articula en dos arquivoltas de medio punto, arquivoltas completamente lisas y protegidas por un fino guardapolvo. Las columnas que sirven de apeos, de fuste monolítico de delgadas proporciones, se hallan muy erosionadas y no resulta posible distinguir la decoración de sus capiteles. La portada occidental solía ser la entrada principal de las iglesias románicas y, por tanto, la que recibía un mayor cuidado en su tratamiento compositivo y ornamental. Aún así, debemos ser cautos al hablar de la portada de la iglesia de San Nicolás de Bari (actual templo franciscano), ya que en la actualidad ha sido muy reformada para subsanar los efectos que la erosión le había provocado. También la ventana del imafronte ha experimentado algunas alteraciones. El cuerpo de la iglesia sufrió importantes modificaciones, que han alterado profundamente su aspecto primitivo. Ya desde el siglo XIV se fueron añadiendo diversas capillas destinadas a enterramientos de donantes particulares, pero la reforma más importante fue la llevada a cabo en el siglo XVII, reforma que dotó a esta iglesia de su aspecto actual. De todo ello hablaremos con más detalle posteriormente. La fachada oeste se estructura a partir de un cuerpo saliente con tejaroz, sostenido por canecillos. El tejaroz destaca por su amplio vuelo; de los canecillos, solamente son originales los cuatro del centro, ya que el pórtico que protegió la portada hasta principios de siglo XX causó serios desperfectos en los demás, así como de las correspondientes cobijas y metopas decorativas situadas entre ellos, de tal forma que fueron sustituidos en la última restauración. La decoración del tejaroz es abundante y está presente en todos sus componentes. Las cobijas están talladas a base de diversos motivos geométricos; en las metopas se alternan flores tetrapétalas, un motivo vegetal ampliamente extendido en el románico asturiano, y un animal de aspecto felino que se adapta toscamente al marco arquitectónico en el que se inscribe. En los canecillos, al menos en los originales, la decoración es más sobria, más discreta; destaca una cabeza de felino con las fauces abiertas, de una factura especialmente delicada. La portada propiamente dicha adquiere un importante desarrollo en su disposición abocinada. Se articula a base de tres arquivoltas de medio punto, ligeramente peraltadas y protegidas por guardapolvo decorado con ajedrezado. Las dos arquivoltas exteriores apean sobre columnas dispuestas entre codillos y coronadas por capiteles, mientras que la rosca interior apea directamente sobre las jambas de la portada. En cuanto a su ornamentación, la primera arquivolta, es decir, la más exterior, se decora con dos bandas de zigzags, habiendo sido tallada la línea superior, más ancha, en un marcado bajorrelieve; entre ambas bandas se disponen motivos de perlas en número abundante. El intradós, por su parte, se anima con un friso de flores tetrapétalas con botón central, de gran calidad técnica y alto grado de detallismo. La segunda arquivolta presenta una sucesión de motivos geométricos que, aunque muy desgastados, incluyen una sucesión de rombos inscritos, acompañados de varias perlas de mayor tamaño, y todo ello dispuesto como un continuo a lo largo de la arquivolta, sin romper la serie en rosca e intradós. La arquivolta interna, también muy dañada por la erosión, aparece decorada de forma muy sumaria, a base de molduras cóncavas y boceles de potente desarrollo en sus extremos. Por otra parte, habíamos dicho que la rosca interior del arco no ofrece separación respecto a su soporte. Esta sensación de homogeneidad se refuerza por la doble banda de molduras cóncavas, acompañadas por botones en su interior, que recorre por completo los bordes exteriores de la puerta, como ya lo hacía en el frente de la arquivolta, apoyando la unidad visual del conjunto. Una idea similar la volveremos a encontrar en la portada de San Miguel de Serín (Gijón) o de Santa María de Logrezana (Carreño). El caso de dicha iglesia gijonesa es diferente en tanto que sus dimensiones son mayores y su repertorio iconográfico más complejo, pero lo que cabe destacar ahora es la coincidencia de recursos a la hora de dotar de homogeneidad a la portada del templo. En cuanto a los capiteles de esta portada, la temática de su ornamentación es bastante variada e incluye desde un capitel historiado con el tema del pecado original hasta la tradicional representación de las aves afrontadas, motivo recurrente en el románico asturiano y de una larga tradición simbólica. Concretando más, en el lado izquierdo de la portada, el capitel interior está decorado con unos motivos vegetales, de formas bulbosas lamentablemente muy erosionadas, mientras que el capitel más exterior se encuentra tan deteriorado que resulta muy difícil identificar las imágenes que lo decoraban. Los capiteles del lado derecho son los que incluyen las representaciones figuradas, el capitel exterior representa el pecado original y en el interior aparecen las mencionadas aves afrontadas sobre fondo vegetal. De todos ellos, los más interesantes son estos dos últimos. Las figuras de las dos aves afrontadas están resueltas muy sucintamente: presentan cuerpos muy estilizados y sus formas se reducen a lo esencial, de hecho, apenas se encuentra alusión al plumaje, tan sólo unas tímidas incisiones paralelas sobre la cola. Sus largas patas, rematadas en garras, se apoyan sobre el collarino del capitel. Sobre sus cabezas se sitúan unas pequeñas formas curvas, que quizá puedan interpretarse como las crestas de las aves, que podrían ser identificadas como sendos ave fénix o, más probablemente, pavos reales. Ambos pájaros inclinan su cuello para picotear una imagen redondeada (quizás una crátera de agua, quizá un fruto de aspecto estilizado, el estado del capitel no permite concretar mejor) que sirve de eje de simetría. El espacio que quedaría libre sobre sus cuerpos se cubre, respectivamente, por varios rombos y por una cruz inscrita en un círculo; bajo sus patas, de nuevo la cruz enmarcada y una espiga. El tema de dos aves afrontadas era un motivo recurrente del arte románico; sin ir más lejos, se conocen numerosos ejemplos en edificios asturianos de la época. Esta iconografía nació en la etapa paleocristiana, con un claro significado eucarístico: las aves simbolizan las almas de los hombres justos bebiendo del vino consagrado. Si estas aves eran representadas como pavos reales, el simbolismo eucarístico era doble, pues el pavo real, como animal que pierde sus largas y llamativas plumas durante el invierno para recuperarlas en la primavera, era una perfecta metáfora de la idea de muerte y resurrección (las plumas) combinada con la idea de la vida eterna (el vaso eucarístico). La importancia del capitel que representa el tema del pecado original estriba en que, en primer lugar, es el único capitel decorado con una escena narrativa; en segundo lugar, por ser similar a otro de la también avilesina iglesia de Santa María Magdalena de los Corros, que se fecha en el mismo margen cronológico que la iglesia de San Nicolás de Bari (actual iglesia de los Padres Franciscanos). En el caso del capitel de San Nicolás de Bari, se muestra una imagen de Adán y Eva dispuestos según el esquema compositivo más difundido, es decir, de pie flanqueando un árbol. Éste árbol está situado en el ángulo del capitel, de tal forma que actúa de eje de simetría de la escena; se trata de un árbol con grandes frutos de volumen esférico que, aunque no pueda identificarse con un árbol frutal determinado (pese a que la tradición hable de un manzano), la simplificación de la imagen, tremendamente expresiva, ayudaría los fieles que acudían al templo a identificar con rapidez la escena, mostrándoles la existencia del Mal en la tierra y la necesidad de su redención a través de la figura de Cristo, el nuevo Adán. El tema del pecado original es una de las iconografías más profusamente representadas a lo largo de la historia del arte cristiano, debido a su fuerte carga simbólica y didáctica. Aparece ya en el período paleocristiano, formando parte de las pinturas catacumbales o en los relieves de los sarcófagos; en esa época y durante la Alta Edad Media, además de representar el pecado original, se relacionaba con la salvación del difunto, cuya muerte sería, según esta idea, consecuencia de la caída de Adán y a quién Cristo abriría las puertas de la salvación y el paraíso. Las explicaciones morales elaboradas por Filón en el siglo I, y retomadas posteriormente por los teólogos medievales, ejemplifican en Adán la idea del espíritu y en Eva el dominio de los sentidos; el pecado tendría lugar cuando Adán (el espíritu) se muestra débil y obedece a Eva (la fuerza de los sentidos). Desde el siglo III se hizo también frecuente la representación del pecado original a través del momento inmediatamente posterior, es decir, cuando Adán y Eva se hacen conscientes de su desnudez e intentan ocultarse. En el capitel de la iglesia de San Nicolás, (hoy templo de los Padres Franciscanos) se escenifican dos momentos diferentes del pecado: Eva alarga una mano hacia el árbol para tomar el fruto mientras que con la otra trata ya de cubrirse el sexo. Mientras, Adán ya ha comido el fruto y se lleva una mano a la garganta, como si tuviera dificultades para tragarlo o se diese cuenta, demasiado tarde, del error cometido. En ningún momento aparece la serpiente. Este animal era habitualmente representado en los primeros tiempos del cristianismo erguido sobre su cola, en recuerdo de que no se vio obligada a reptar por el suelo hasta después de su mala acción. Posteriormente su representación sufrió diversas alteraciones, como aparecer enroscada en el tronco del árbol o mostrarse con cabeza de mujer. Es posible que en la iglesia avilesina de San Nicolás la serpiente estuviera enroscada en el árbol, tal como aparece en el capitel de Santa María Magdalena de los Corros, pero la erosión a la que se ha visto sometida la antigua parroquia de San Nicolás tal vez haya eliminado algunos detalles del conjunto de la representación. Curiosamente, aunque se trata de un tema muy difundido en el románico peninsular, en Asturias sólo se representa en un capitel de San Juan de Amandi y en dos canecillos del tejaroz de San Andrés de Valdebárcena (ambas en Villaviciosa), además de los dos ejemplos avilesinos. Los capiteles se coronan por sendas impostas, decoradas a base de repertorios vegetales ya conocidos en la zona costera asturiana. La imposta de la jamba izquierda aparece tallada con una sucesión de tallos ondulantes y hojas, acompañados de grandes veneras en los vértices; este tipo de composiciones decorativas también aparecen en las impostas del arco del triunfo de San Andrés de Ceares, San Miguel de Dueñas (ambas en Gijón) o en Santa Eulalia de Nembro (Gozón), por citar algunos ejemplos próximos. En la jamba derecha, por su parte, se han esculpido flores tetrapétalas de aspecto muy geometrizante. Los fustes de las columnas de ambas jambas son producto de una restauración. A ambos lados del cuerpo saliente que conforma la portada se han alterado las esquinas para situar en ellas otras dos columnas, con sus respectivos capiteles. El capitel de la columna izquierda muestra dos animales cuadrúpedos, de aspecto felino, afrontados y compartiendo una única cabeza en la arista del capitel, actuando a modo de eje de simetría. En el capitel de la columna de la derecha aparecen dos rostros, que posiblemente no pretendan ser representaciones concretas, entre un espeso ramaje. Ambas imágenes son temas bastante habituales en el románico de esta zona; baste recordar la escena sexual protagonizada por otros dos felinos tallados en sendos capiteles de San Pedro Navarro de Valliniello (Avilés) y San Miguel de Serín (Gijón), como representación de los vicios y sus castigos. A ambos lados de esta portada principal se abrieron posteriormente dos nuevos vanos de entrada, que se corresponden con dos de las capillas privadas levantadas en fechas posteriores y de las pasaremos a hablar brevemente a continuación. Como ya hemos mencionado, la iglesia de San Nicolás (actual iglesia de la comunidad franciscana) sufrió importantes remodelaciones y añadidos a lo largo de su historia, viéndose profundamente alteradas sus trazas originales. De estos añadidos son de destacar sendas capillas privadas de carácter funerario, la Capilla de los Alas y la Capilla de Pedro Solís (o de los ángeles). La idea de las capillas funerarias privadas es producto de un cambio de mentalidad a raíz de las transformaciones ideológicas en la lenta transición del mundo medieval al moderno, ya que responde a una mentalidad individualista: el comitente o patrocinador de la construcción ha tomado conciencia de sí mismo como individuo, y pretende dejar constancia de esa individualidad y de su importancia, su linaje o su riqueza, distinguiéndose del resto de la sociedad. Este tipo de construcciones se generalizan en España a partir del XIV. La capilla de los Alas puede considerarse el primer ejemplo de esta tipología funeraria en Asturias o, al menos, el más antiguo de los que han llegado a nuestros días. La capilla de los Alas es debida al patronazgo de Pedro Juan, miembro de una acaudalada familia de mercaderes avilesinos. Cuando este personaje redactó su testamento en 1346 (en la mía capiella que io mandé fazer cerca del cimenterio de la iglessia de Santo Nicolao), la capilla ya estaba concluida y cumpliendo su finalidad, pues por el testamento sabemos que su esposa ya estaba enterrada en ella. Se cree que el maestro cantero responsable de su diseño fue Alfonso de la Iglesia, quien aparece como testigo en el testamento del comitente. Se trata de un edificio gótico, sobrio, de pequeñas proporciones, de planta cuadrada cubierta por una bóveda del tipo llamado aquitanoespañol. Ésta es una estructura muy utilizada en la fase de tanteo y experimentación con las nuevas soluciones góticas, que también aparece en algunas iglesias asturianas tardorrománicas y en otras reformadas aplicando los nuevos presupuestos estéticos, tal como ocurrió en la iglesia de Santa María de Piedeloro, en el concejo de Carreño, próximo a Avilés. Aunque como la propia Capilla de los Alas se escapa del marco cronológico y estilístico del románico, conviene hacer una breve alusión al retablo de alabastro que guardaba en el interior y que desapareció durante la guerra civil. Este retablo, del que sólo conocemos testimonios documentales y fotografías, estaba conformado por varios paneles de alabastro esculpidos con escenas bíblicas, tipología retablística fechada en el siglo XV y procedente de Gran Bretaña que tenía amplia difusión por el norte de España y, en que el caso que se estudia constituye una nueva prueba de las intensas relaciones comerciales del Avilés medieval con el resto de Europa. En cuanto a la Capilla del clérigo Pedro Solís, también adosada al muro septentrional de la iglesia de San Nicolás, fue construida según las trazas proporcionadas por el maestro ovetense Rodríguez Borceros, en 1499. Esta información estaba tallada en un panel situado sobre la puerta de ingreso a la capilla, puerta situada a la izquierda de la portada principal del templo. La inscripción en la actualidad ha desaparecido por completo, pero fue recogida por Jovellanos en sus escritos. Se trata de una capilla gótica que ha sido puesta en relación por Francisco de Caso con la Catedral de Oviedo, en base a la bóveda de terceletes de su cubierta, bóveda que aparece por vez primera en la región en la obra catedralicia gracias al maestro Juan de Candamo. A principios del siglo XVI experimentó algunas reformas debidas a la intervención del arquitecto Juan de Badajoz el Viejo, quién reforzó su tendencia a la verticalidad gótica. Pero no son estas las únicas sepulturas destacadas en la iglesia de San Nicolás (actual templo franciscano); ya Quadrado, en 1855, y Vigil, en 1887, se hacían eco de cómo “en su interior encerraba los sepulcros insignes del Adelantado de la Florida, del fundador de la casa de Valdecarzana, y de la noble estirpe de Camposagrado”. Siguiendo con las reformas experimentadas por la iglesia de San Nicolás (actual iglesia de los Padres Franciscanos), hemos de reseñar que en 1522 Avilés sufrió un terremoto que afectó a gran parte de los edificios, entre ellos la iglesia de San Nicolás de Bari y el convento de San Francisco. La necesidad de consolidación e incluso reconstrucción favoreció la renovación estilística de ambas iglesias, además de los proyectos municipales de transformación urbanística. Así, en 1606 se abrió la capilla del Rosario (1606) en el lugar que actualmente ocupa la capilla del Cristo (1728-1729). Pero las obras más importantes tienen lugar a partir de la segunda mitad del siglo XVII, cuando se reformaron la cabecera, el cuerpo de la nave y el pórtico. El primer proyecto, encargado en 1658 a Juan de Celis, fue rechazado por su carácter arcaizante; en 1660 Marcos de Velasco amplió la cabecera y propuso la cubrición total de la iglesia con bóvedas de crucería; finalmente, en 1662 Ignacio de Cajigal reformó la distribución de las capillas. En 1742 se añadió la sacristía. En la actualidad se están efectuando diversas obras, entre las que se incluyen la construcción de un nuevo edificio, en un solar situado frente a la iglesia, destinado a acoger a la comunidad de monjes franciscanos allí residentes, y tras cuya construcción se derruirá el edificio que a mediados del siglo XX se levantó adosado a la iglesia con tal finalidad. También se prevén ciertas labores de restauración y limpieza en la portada principal. Como colofón, simplemente recordar que las características técnicas y estilísticas de la portada y, en general, el muro de la fachada, permiten adscribir la iglesia románica de San Nicolás de Bari (actualmente de los Padres Franciscanos) a un momento entre finales del siglo XII y principios del siglo XIII. El templo es, por tanto, contemporáneo al momento de mayor expansión y desarrollo del arte románico en Asturias; y el programa iconográfico de su decoración lo pone en relación con templos de otros concejos, especialmente el de Villaviciosa, que en esta época se encontraba en su plenitud y, podría decirse, marcaba las coordenadas maestras en la zona costera asturiana.