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Cristo de San Juan de Ortega

Identificador
09199_04_017
Tipo
Formato
Fecha
Cobertura
Sin información
Idioma
Autor
Sin información
Colaboradores
Mueseo del Retablo
Edificio Procedencia (Fuente)

Iglesia de San Nicolás

Localidad
San Juan de Ortega
Municipio
Barrios de Colina
País
España
Edificio (Relación)

Iglesia de San Esteban. Museo del Retablo

Localidad
Burgos
Municipio
Burgos
Provincia
Burgos
Comunidad
Castilla y León
País
España
Descripción
El pequeño cristo marfileño (13 cm. x 2 cm.) hoy conservado el Museo del Retablo instalado en la iglesia de San Esteban de la capital procede del santuario jacobeo de San Juan de Ortega, fundado por el santo pontero homónimo que conoció al mismo Santo Domingo de la Calzada. Convencido eremita, vivió en completa soledad en los ásperos Montes de Oca, alzando finalmente una iglesia advocada a San Nicolás de Bari. Depositó allí diferentes reliquias traídas desde Roma e instituyó una comunidad de canónigos agustinos regulares volcados hacia la atención de los numerosos peregrinos que frecuentaban obligadamente el inhóspito paraje. En 1431 el obispo burgalés Pablo de Santamaría transfirió el cenobio a los monjes jerónimos de Fresdelval. La pieza -colocada antaño sobre el altar de la capilla del santo fundador y según relató el padre Sigüenza, portada antes al cuello por el propio San Juan de Ortega- está tallada en una única pieza que descuidó su dorso. El autor hace ladear la desmesurada cabeza hacia la derecha y trata con gran minuciosidad cabellos, bigotes y una acaracolada barba, perfilando un rostro individualizado de notable calidad que recuerda los finos trabajos silenses de metalistería. Los ojos permanecen cerrados y la voluntad por reflejar los más finos detalles anatómicos queda manifiesta en el pecho, marcadas costillas y flácido vientre. El perizonium - que llega hasta las rodillas- acentúa la flacidez de los muslos remarcando unas estrechas caderas y desplegando simétricos plisados zigzagueantes con tubos de órgano que recuerdan el Cristo del Descendimiento de Silos. Las desproporcionadas piernas aparecen dotadas de pies remachados con gruesos clavos -como en el Cristo leonés de Carrizo- de donde brotan hilillos sanguinolentos. La imagen se toca con corona, de oro granulado y pedrería engarzada mediante dos pares de perforaciones, que sustituyó a la original perdida. Carece de brazos, pues según el testimonio del padre Flórez, le fueron retirados por Isabel la Católica y el papa Adriano VI en 1522, con la intención de superar la triste infertilidad de la primera. El cronista burgalés señalaba además que el crucifijo marfileño fue regalo del rey Alfonso, imagen muy querida por el santo caminero pues “con él tenía dulcísimos coloquios, recibiendo muchos favores, y especialmente se refiere, que faltando al Santo el ayudante de la Misa en una ocasión, y afligiéndose algo, el mismo Crucificado le respondió y ayudó hasta fin de la Misa”; en todo caso fue pieza solícita y taumatúrgica que recibía toda suerte de parabienes por parte de devotos enfermos y peregrinos. Para fray Simón de Santamaría la responsable de cercenar los brazos fue doña Margarita de Austria en 1603. Estilísticamente arcaizante recuerda el oficio de los excelentes talleres leoneses de fines del siglo XI (cf. el impagable Cristo de Nicodemus en la catedral ovetense).