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Columna en el interior de la cripta

Identificador
31395_07_027
Tipo
Formato
Fecha
Cobertura
Sin información
Idioma
Autor
Carlos Martínez Álava
Colaboradores
Sin información
Edificio Procedencia (Fuente)

 

País
España
Edificio (Relación)

Iglesia de San Martín

Localidad
Orísoain
Municipio
Orísoain
Provincia
Navarra
Comunidad
Navarra
País
España
Descripción
TAMPOCO ES MUCHO lo que los instrumentos medievales nos cuentan sobre la parroquia de San Martín. Como en otras ocasiones, a pesar de su actual aspecto homogéneo y unitario, son numerosas las intervenciones y reformas que con el correr de los tiempos se han ido documentando. La mención más antigua data de 1407; Carlos III dispensó a los pobladores de las primicias para que con ese dinero repararan la torre de la iglesia. En el siglo XVI se adosa al muro norte la sacristía, y junto a ella, ya en 1653, se añade una capilla. Finalmente, en el siglo XVIII se reparan las bóvedas y después se erige el cielo raso que cubre el tramo de los pies. No obstante, el aspecto que muestra hoy el interior del templo es magnífico, destacando con protagonismo propio el presbiterio, los capiteles y el sistema de soportes y la cripta. Pero vayamos por partes. En planta la iglesia de San Martín es un edificio de nave única y amplio presbiterio semicircular. Realmente la cabecera está integrada por un preámbulo rectangular y el característico tambor cilíndrico que cierra el edificio a oriente. Sus dimensiones generales son notables, con más de 21 m de longitud por casi 6 de anchura. La nave se divide en tres tramos rectangulares desiguales; el de los pies es notablemente más corto. Son varios los aspectos que personalizan el diseño en planta del edificio. En primer lugar los soportes, de acentuado resalte interior y profundo estribo exterior. La conjunción de ambos elementos supera desde los plintos interiores los 3,5 m. Curiosamente es más grueso el soporte que la propia luz del arco soportado. ¿Cuál es la causa de este evidente sobredimensionamiento de los soportes? Si comparamos la planta de Orísoain con la de Olleta, Echano o Cataláin observamos que las tres muestran pilares igualmente sobresalientes en el tramo de la nave más oriental. Su presencia se justifica por la necesidad de soportar los formeros de la base cuadrada del cimborrio, en unas finalmente realizado, en otras no. En Orísoain se adopta por imitación el mismo tipo de soporte, sólo que ya no se prevé la construcción de un cimborrio, sino una bóveda de cañón corrida, como finalmente fue el cerramiento de Echano. Los pilares de Orísoain imitan los de sus antecesoras, sistematizando sus características ya como un elemento de estilo. Se conserva la forma pero no su función. Se imitan los pilares sin tener en cuenta que habían nacido como sustento de un cimborrio central, de tal forma que la excepción se hace norma, en un entorno artístico ya relativamente arcaizante e imitativo. Según esta hipótesis, Orísoain sería la última del grupo en gestar su diseño planimétrico. Ahora veremos si sus elementos plásticos confirman también un origen más moderno que sus correspondientes en Cataláin, Olleta o Echano. El efecto de los volúmenes interiores del edificio es monumental. Con una iluminación contrastada, pero rica y general, una altura en consonancia con sus dimensiones planimétricas y un estado de conservación envidiable, se nos muestra magnífica. Nuestro interés todavía aumenta cuando descendemos las escaleras de la cripta y nos adentramos en su reducido espacio, oscuro y misterioso. Son cuatro las criptas que desde Leire a San Martín de Unx salpican estos ramales menores del Camino de Santiago; en medio quedan las de Gallipienzo y la que ahora nos ocupa en Orísoain. Las tres citadas justifican su construcción por necesidades estructurales, en un afán por regularizar las parcelas y plataformas en las que se iban a erigir los oratorios principales. En los tres casos su valor tectónico y estructural salta a la vista. Quizá por esta razón también se ha considerado la cripta de San Martín como estructural. No obstante, la parcela sobre la que se construye el templo, aun ocupando el nivel superior del promontorio, es amplia. De hecho, el templo se puede rodear, quedando tanto al Este como al Oeste un relativamente amplio espacio libre, llano y a la misma altura del templo. Además, la cripta excava la mitad inferior de su volumen en el suelo, su línea de imposta al ras de suelo. En consecuencia, el desnivel que salva es muy pequeño. Se podía haber solucionado mediante una robusta cimentación. La cripta de Orísoain es la única de las citadas que no es imprescindible para la definición constructiva de la plataforma. Lógicamente tiene una evidente funcionalidad tectónica, pero su presencia no parece imprescindible. Si se elige construirla debió de ser porque iba a satisfacer otras necesidades, bien litúrgicas, bien funerarias. De ahí el aparato decorativo y arquitectónico que enriqueció su reducido volumen interno. La cripta presenta una interesante cubierta, compuesta por bóveda de cañón rebajada y cuarto de esfera sobre el cilindro absidal. Se refuerza mediante dos robustos semiarcos de sección rectangular, que confluyen sobre el centro del primer fajón. Esta estructura parece una versión ruda y popular de las cabeceras con bóveda reforzada por semiarcos; de hecho, muestra una composición parecida a la de la cripta del Salvador de Gallipienzo, a su vez relacionada con el monasterio de La Oliva. En planta es un cuadrado de cuatro metros de lado, con una altura media de unos dos metros. Las basas de la cripta son altas, como las de San Pedro de Aibar o Cataláin. Entre los dos toros que componen las molduras superior e inferior, se sitúa una doble nacela en forma de faja convexa. En otras columnas es una simple faja cilíndrica. Como sabemos, el vano axial y la línea de cimacios marcan el nivel del suelo exterior. Las columnas y los arcos de refuerzo no se integran en los muros y bóvedas, de sillarejo muy rústico. De hecho, todos ellos van sobrepuestos como elementos de refuerzo. En sus capiteles, todos un tanto rústicos y sumarios, se alternan los vegetales y los que incorporan figuras. Todas las cestas basan su composición general en la tradicional división en dos niveles de eco languedociano. En el superior quedan los tallos diagonales que se avolutan en las esquinas, con prismas en los centros. Desde el lado norte tenemos: vegetal con tallos entrelazados y flores; otro vegetal con tallos y grandes bolas; dos personajes, quizás sirenas levantando su doble cola, de cuerpos labrados a partir de minuciosas líneas incisas y paralelas; serpientes enlazadas; aves en esquina que unen sus picos en el centro; y, finalmente, de nuevo en el muro plano de cierre, otro vegetal con tallos cruzados. Pero subamos de nuevo a la luz y disfrutemos de los capiteles de los soportes superiores. Incorporan cimacios de variada decoración a base de taqueado, motivos vegetales con cabezas en los ángulos, quedando otros lisos. Los capiteles también muestran una alternancia similar con temas vegetales, con palmetas, con bolas y volutas, además de cabezas o vegetales exclusivamente con diferentes niveles de pencas estilizadas. Los hay figurativos, como el que tiene dos centauros enfrentados que disparan con un arco a un águila que llevan en sus lomos; en otro se enfrentan dos cuadrúpedos con cabezas y alas de águila, y termina la serie de los figurados con unos jinetes con escudo y lanza. El interior, a pesar de su monumentalidad general, va a mostrar algunas peculiaridades e incongruencias que nos van a ayudar a reconstruir la historia del edificio. El presbiterio, con la suma en continuidad de ábside y anteábside, se cubre respectivamente con bóveda de horno y de medio cañón. Como en Echano, el encuentro entre esta semicircular y el primer fajón, ya apuntado, no es del todo satisfactorio. Tampoco lo es el engarce entre la bóveda de medio punto (no apuntada) que cubre los dos tramos siguientes y los fajones de refuerzo. Al ser la luz de los fajones sustancialmente menor que la de los muros perimetrales, la bóveda semicircular, partiendo de un radio mayor, alcanza los ápices de los fajones, que, apuntados, parten de un segmento más estrecho. Diferente es también la definición plástica de los capiteles del fajón más occidental. Es el mejor resuelto de todos los del templo, ya que muestra un perfil apuntado trazado con dos centros y arcos simétricos e iguales. Se erige con su correspondiente dobladura, poco sobresaliente, para engarzar con columnas y pilares. Los capiteles son más cortos y volados que los otros cuatro, siendo la labra más ruda y menos profunda. ¿Cual es el origen de estas disimetrías? Vayamos por partes. Tres de los pilares del tramo más oriental de la nave (los dos del primer fajón y el norte del segundo) muestran, como en Echano, el inicio de los arcos formeros que debían de formar el cuadrilátero del cimborrio. Esa presencia se justifica sólo teniendo en cuenta que el proyecto primitivo de Orísoain también debió de contar con el cimborrio como cerramiento para el tramo más oriental de la nave. Pronto se descartó tal proyecto, probablemente por la paralización de las obras y el correspondiente cambio de orientación de la obra, ya en manos de otro maestro y de otro taller. También cambian las impostas, que en los cuatro primeros capiteles van decoradas, los más orientales con el taqueado del ábside, los dos intermedios con temas figurados y vegetales. Estos últimos ya no tienen continuidad en las impostas limítrofes, que muestran molduras concavoconvexas lisas. Esta nueva imposta va a continuar ya por los dos tramos más occidentales y va servir de cimacio de los dos últimos capiteles. Observemos detenidamente los capiteles interiores. Los cuatro más orientales siguen las pautas compositivas de inspiración languedociana que tienen tanto éxito en la comarca en torno al segundo tercio del siglo XII. De grandes cestas, la organizan mediante dos o tres niveles de elementos vegetales, destacando los vástagos o tallos que, en bulto redondo, los unen. Los inferiores suelen llevar hojas festoneadas con hojitas, hojas hendidas y bolas; el superior, tallos diagonales que se avolutan en las esquinas. La talla de todos ellos es muy profunda, buscando siempre marcados efectos de claroscuro. El fajón más oriental presenta por el sur tres niveles, dos de hojas festoneadas con bolas en los picos curvados y volutas en la pared superior con máscara en el frente largo; por el otro lado son dos los niveles, añadiendo en el superior figuras humanas que se asoman a las hojas convertidas en balcones. El siguiente arco apea por el sur sobre un capitel prácticamente igual al del pilar anterior por ese lado; frente a él, su pareja sustituye las hojas inferiores por dos centauros cazando aves con arcos y flechas. Su composición es simétrica y su labra similar a la de los capiteles de la cripta. Finalmente, los capiteles del fajón más occidental son algo más narrativos, pasando las figuras a ocupar la mayor parte de la cesta del capitel. Se siguen conservando las volutas superiores, pero ya sólo insinuadas. La calidad de la labra se convierte en sumaria y popular. Al sur, un guerrero a caballo se protege con un escudo redondo, mientras que otros dos en los laterales muestran también escudo y espada; al otro lado, dos leones (?) enfrentan sus cabezas en el centro del capitel, quedando un hombre en actitud de lucha en la parte superior. La portada se abre en el segundo tramo del muro sur, aprovechando para armar su jamba derecha uno de los pilares interiores y su correspondiente estribo exterior, que es sustituido por el paramento adelantado. Todo el conjunto está guarecido por un tejaroz muy volado, de triple faja moldurada, sostenido por siete modillones de rollo que recuerdan ejemplos de tradición islámica. Entre ellos se disponen seis metopas decoradas con relieves lamentablemente muy deteriorados. La composición general recuerda a la portada de Artaiz. En el más oriental parece adivinarse el plumaje de un ave, el siguiente carece de placa, el tercero sombrea las formas de una serpiente o sirena, muy perdidos cuarto y quinto, y en el último de nuevo una o varias aves con una especie de serpiente. Quizá una plaqueta similar embutida en uno de los vanos cegados de la torre sea la que falta de la portada. Si es así, es la mejor conservada. Aunque fracturada, acoge un florón central inscrito entre tallos simétricos con pájaros en tres de sus ángulos. La puerta salva el abocinamiento mediante dos arquivoltas, una decorada con cabecitas, y ambas ceñidas por fuera por un arco con palmetas. Apean sobre columnas acodilladas con basa y capiteles figurados. Se decoran con temas vegetales de palmetas, volutas y bolas, incluyendo algunos animales enfrentados. Sobre los capiteles discurre una doble imposta, a modo de cimacio, una con rosetas y bolas, y la otra con tacos. Ocupa el tímpano un Crismón tangente a la pieza sobre la que va labrado. En su mitad superior muestra un rebaje rectangular. El crismón apea sobre zapatas decoradas con acanaladuras y bolas. El resto del perímetro exterior del templo muestra un elaborado escalonamiento de volúmenes, con acentuado recrecimiento de varias hiladas sobre la nave. Como es habitual en la Valdorba, los sillares están bien escuadrados e integran hiladas regulares y continuadas. Los estribos dan ritmo, especialmente al cilindro absidal, que muestra en uno de los paramentos intermedios la aspillera del vano del ábside. Un segundo vano, éste con doble molduración de platabanda, se abre al tramo más oriental del muro sur. Otro más, también con arco de descarga, aparece sobre el hastial occidental. Por esta parte el templo se observan claramente las huellas tapiadas de los dos vanos que formaron la espadaña medieval, posteriormente transformada en torre. El cilindro absidal conserva una interesante colección de canes con decoraciones figuradas. Da la impresión de que la nave, al menos sobre su muro sur, también los tuvo, si bien desaparecieron con el recrecimiento realizado durante la reforma de las cubiertas en el siglo XVIII. Probablemente uno de estos retirados esté embutido en la parte inferior del hastial occidental. Se conservó porque representaba a Judas que, con la soga anudada al cuello, aparece descabezado. Son un total de doce los canes conservados. Su definición plástica es bastante ruda y su estado de conservación tampoco es demasiado bueno. Muestran un repertorio conocido: ave, león, serpientes entrelazadas, unicornio, monstruo devorador, músico y acróbata, hombre y mujer sentados comiendo pan, hombre llevando un barril en sus hombros, animal descabezado, sirena, etc. Dominan las representaciones de temática popular. Da la impresión de que San Martín de Orisoain se construyó al menos en dos períodos bien diferenciados. El primero, comenzando por la cripta, erigió el ábside con su bóveda, los muros perimetrales, los pilares, los cuatro capiteles más orientales, los arranques de los arcos formeros para el cimborrio, y la portada. El comportamiento de la obra es similar a Echano. Cuando se reanudan las obras, se continúa por las partes altas de los muros en sus tramos occidentales, realizándose nuevos capiteles para el último fajón que se coloca ahora. Después se cierran las bóvedas de la nave, quedando el templo concluido. Los diseños de las basas de las columnas de la cripta, así como los cuatro capiteles más antiguos de la iglesia, nos remiten a modelos ya observados en San Pedro de Aibar, por lo que su cronología se inscribe bien en el segundo tercio del siglo XII. La segunda fase, continuista y simplificadora, terminaría el templo en la segunda mitad del siglo.