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Capiteles románicos del Museo

Identificador
09346_01_006
Tipo
Formato
Fecha
Cobertura
42º 3' 29.55'' , - 3º 31' 7.56''
Idioma
Autor
Jaime Nuño González
Colaboradores
Sin información
Edificio Procedencia (Fuente)

 

País
España
Edificio (Relación)

Colegiata de los Santos Cosme y Damián

Localidad
Covarrubias
Municipio
Covarrubias
Provincia
Burgos
Comunidad
Castilla y León
País
España
Descripción
LA ACTUAL COLEGIATA de San Cosme y San Damián se levanta sobre lo que fuera el monasterio de la comunidad monacal presidida por el abad. No podemos olvidar que esta construcción es el recuerdo de lo que fuera monasterio dúplice de San Cosme y San Damián dependiente del de San Pedro de Berlangas (Valeránica) y que con posterioridad pasará a ser abadía. Este hecho condiciona la estructura arquitectónica del conjunto. Por ello se levanta en torno al claustro al que se adosan el resto de las dependencias: iglesia, sala capitular, refectorio, etc. De lo que fuera el monasterio de los siglos X al XIII pocos restos han llegado hasta nosotros pues las distintas dependencias que podemos ver en la actualidad son básicamente de época gótica o posteriores. Únicamente podemos suponer que el templo, claustro y demás habitaciones se levantan sobre otras precedentes. Este hecho lo vienen a confirmar los capiteles, fustes, basas y una ventana descubierta hace algunos años. Todo lo anterior puede contemplarse en el actual museo, en el claustro y sala capitular, cubierta con artesonado de formas mudéjares y en la que se puede ver parte de uno de los muros románicos con la correspondiente ventana. El elemento más significado es la iglesia, que presenta una planta basilical de tres naves, ábsides rectos, cubiertas de bóvedas de crucería con nervio longitudinal, pilares poligonales, portada y gran óculo a los pies, juntamente con torre y pequeño pórtico. Inicia una nave transversal en altura que no se desarrolla en planta. La obra parece que muy bien pudiera estar iniciada a comienzos del siglo XV; hacia el año 1444 trabajaba en el crucero el maestro Juan Sánchez de Carranza, el año 1474 se estaba haciendo bajo la dirección de Fernando Díaz de Presencio y a principios del siglo XVI se añade el pórtico y la capilla de los Mártires colocada perpendicularmente al tramo primero de la nave izquierda (la del evangelio). Es ésta una de las obras más significativas por las cresterías del arco de ingreso y las que ornamentan los nervios de esta rica estructura de combados. Estamos ante una obra característica de los Colonia o de su escuela, en la línea de lo que hacen en San Pedro de Arlanza, Oña o la propia Cartuja de Miraflores. Corren paralelas a la nave lateral derecha varias capillas funerarias y familiares ya de época posterior. En su interior, en una capilla que se abre en el muro de la epístola, se conserva la pila bautismal románica, una copa de 103 cm de altura y 105 cm de diámetro cuyo vaso hemisférico está decorado con una cenefa de cestería romboidal con cuatripétalas en su interior, con un basamento de plinto cuadrangular y alzado moldurado acompañado por una especie de frutos. El claustro se adosa al muro norte de la iglesia; es una construcción de un solo piso, planta básicamente cuadrada, de formas góticas, cubiertas de bóveda de crucería y vanos con tracerías góticas. Fue realizado entre 1528-1535 bajo la dirección de Pedro San Román, García de Nebreda y los Sisniega. Aunque las trazas sean góticas se aprecian rasgos renacentistas en su concepción y sobre todo en algunos de los elementos ornamentales. Otro aspecto destacable de esta colegiata son el conjunto de sepulcros que encontramos en la iglesia, claustro y capillas funerarias. Debemos resaltar, por su importancia histórica y artística, los colocados en el acceso al ábside central: el del conde Fernán González (izquierda) y de su mujer doña Sancha (derecha). Mientras el del conde carece de decoración, el de su esposa destaca por el relieve de tema bucólico de los extremos, los strigilos y el medallón central. Se trata de una obra reutilizada que se piensa se debe situar en el siglo III después de Cristo a juzgar por la decoración de los relieves laterales y la forma de labrar los bustos centrales enmarcados en el clásico clípeo. Ambos estuvieron en la cabecera de San Pedro de Arlanza y se trasladaron aquí el año 1841. Ocupando lugar preferente encontramos otros más sencillos de diferentes reinas e infantas que fueron señoras de este Infantado, obras ya de los siglos XII, XIII, etc. Repartidos por el resto de la iglesia de la colegiata, cobijados en lucillos sepulcrales (los de ábside y otros), adosados a los muros, ubicados en algunas capillas o en el propio claustro, hay un conjunto de enterramientos góticos o renacentistas que hacen del conjunto de escultura funeraria de este templo uno de los más importantes del ámbito burgalés. De entre este conjunto de enterramientos destacamos por su espectacularidad y calidad de formas el del abad Garcí Alonso, varios lucillos y arcosolios de Juan de Vallejo, algunos enterramientos de A. Egas y sobre todo varios adosados al muro en el claustro como el de la princesa Cristina de Noruega (obra del siglo XIII, en la línea de otros de Las Huelgas) y otro de formas góticas (siglo XV) de uno de los abades del monasterio. Uno de los componentes más significados del conjunto de la colegiata es el museo, tanto por sus cualidades estructurales como por la calidad de las piezas que alberga. El mismo se ubica en diferentes estancias (sala capitular, sacristías de los siglos XVI y XVII, amén de un espacio indefinido) de lo que fuera el primitivo monasterio, que recorren el ala este del claustro y en torno al ábside del templo. Importa destacar que en alguna de las salas podremos contemplar restos del antiguo muro románico, en el que se aprecia una ventana, sin duda recolocada y de una estancia interior. Su formato se reduce a una sencilla luz de aspillera con arquivoltas de medio punto profusamente ornamentadas a base de piñas, tallos hojas y puntas de diamante, que reposan sobre columnas. El capitel izquierdo muestra a dos leones siameses, pareados y afrontados en el ángulo, que parecen flotar en el conjunto, con el cimacio decorado a base de zarcillos muy estilizados. El derecho lo forman sendas aves pareadas que caminan una al encuentro de la otra, reproduciendo el cimacio el mismo motivo escultórico que el precedente. Tanto el tipo de relieve como la labra y los conceptos compositivos son los mismos que vemos en Vizcaínos, Lara de los Infantes y otros templos de la zona serrana. Durante las distintas obras que se han llevado a cabo en este complejo edificio, han ido apareciendo numerosos elementos constructivos y decorativos de las diferentes fases históricas, muchos de ellos pertenecientes a época románica. Cabe destacar sobre todo la serie de capiteles, cuyo indudable interés merece nuestro detenido repaso. El más llamativo es de doble tambor separado en la base y de forma y estructura de paralelepípedo en la parte superior, recordando por tanto la tipología utilizada por los primeros talleres del claustro silense. El relieve lo forman sendas aves pareadas y afrontadas que entrelazan sus largos cuellos estirándolos hasta llegar a picarse su propia pata. Una de las alas la despliegan y sobre el lomo llevan una cría que clava sus garras en la madre y pica en su cuello. El relieve es bajo, la labra reducida a leves incisiones y la composición adquiere un claro sentido de la simetría. Como fondo del relieve, a manera de cesto del capitel encontramos varias hojas que acaban describiendo caulículos en los ángulos y centro de cada cara. Este capitel, tanto por el tipo de equino como la temática y técnica de labra, nos recuerda el trabajo del primer taller del claustro silense. El artesano puede incluso ser considerado un imitador de las formas allí esculpidas pero su trabajo está muy lejos de lo realizado por los maestros silenses. En un segundo capitel las formas del equino son iguales que las del precedente. En este caso el tema se reduce a unas hojas de acanto que acaban formando los habituales caulículos en los extremos. El relieve, como sucediera en el caso precedente, apenas es una leve incisión, casi grabada. Tiene todas las formas, elementos compositivos y concepción plástica del anterior, por lo que nos inclinamos a pensar en una misma mano. Otra pieza nos muestra cómo de la parte inferior nace una hoja de acanto que llena todo el equino, se divide en varias pencas, se eleva y acaba formando en la parte alta elegantes caulículos. Nuevamente estamos ante un relieve bajo, con los perfiles bien definidos y desvinculado óptimamente del fondo, logrando crear la sensación de volumen. En esta ocasión es un capitel de un solo tambor. Hay otro capitel completamente igual al precedente y de similar factura son también otros depositados en el claustro actual. Se puede afirmar que estos capiteles proceden de un mismo taller y que formaron parte de las columnas, sencillas o dobles sobre las que apeaban las arcadas que recorrían cada una de las alas del claustro. Nos parece que la obra pudo muy bien realizarse en las primeras décadas del siglo XII. Un panorama bien diferente presenta tanto la estructura como el relieve de la ventana. El mundo artístico al que nos parece que pertenece está cercano a los escultores que trabajaron en la cabecera románica del templo abacial de Silos y en algunas de las iglesias de la zona de la sierra burgalesa. Todo ello nos permite datar el románico de San Cosme y San Damián de Covarrubias en las primeras décadas del siglo XII.